miércoles, 26 de noviembre de 2014

LA VUELTA A LA EJEMPLARIDAD


En los Juegos Olímpicos de 1936 celebrados en la Alemania nazi, su protagonista es Jesse Owens, un atleta de origen afroamericano que fue capaz de ganar cuatro medallas de oro.
Hitler utilizó los Juegos Olímpicos para demostrar el poderío y cambio sufrido por Alemania en esos años, tenía gran interés en que fueran los atletas de origen germano los que despuntaran en todos los deportes celebrados. Jesse Owens viajó a Berlín y ganó el 3 de agosto los 100 metros lisos; el 4 de agosto, la prueba de salto de longitud y el 5 de agosto, los 200 metros lisos. Finalmente, junto al equipo de relevos, consigue su cuarta medalla de oro el 9 de agosto.
Hitler, el primer día de los Juegos Olímpicos, solo estrechaba la mano a aquellos deportistas ganadores que eran alemanes. El comité olímpico interviene y explica a Hitler que debe estrechar la mano a todos los vencedores o a ninguno, con lo que Hitler opta por desaparecer y no felicitar ni recibir a ninguno de los medallistas.
Años más tarde Jesse Owens cuenta en su biografía " The Jesse Owens Story": “Cuando pasé, el Führer se levantó, me saludó con la mano y yo le devolví la señal. Pienso que los reporteros tuvieron mal gusto al criticar al hombre del momento en Alemania.” Más adelante cuando Owens retorna a su país estando de presidente Franklin D. Roosevelt él más elegido en la historia de los Estados Unidos con cuatro nombramientos, se encuentra con la realidad de la segregación racial estadounidense y lo relata así: “Cuando volví a mi país natal, después de todas las historias sobre Hitler, no pude viajar en la parte delantera del autobús. Volví a la puerta de atrás. No podía vivir donde quería. No fui invitado a estrechar la mano de Hitler, pero tampoco fui invitado a la Casa Blanca a dar la mano al Presidente.”


La ejemplaridad no es bandera de nadie. Desde tiempos  inmemoriales ha funcionado como un principio superior  en la moralidad de las personas, Cicerón en la época romana lo definía con la palabra “decorum”, que significa: rectitud genérica que involucra todas las esferas de la personalidad y hace al poseedor de la misma a inspirar confianza y sea considerado de crédito. Es un plus de exigencia moral que involucra los ámbitos de la vida propia de un individuo, tanto en lo público como lo privado. Lo saben los padres, los docentes y mandatarios, es cantar en refraneros y dichos populares, se recomienda predicar con el ejemplo porque solo el ejemplo predica, mucho más que el sonido de las palabras. Hasta hace poco tiempo era un concepto ciertamente olvidado y anticuado, pero el surgir de la crisis tan profunda que está padeciendo la sociedad actual ha hecho que el mismo surja con una notable furia. En el fondo de esta crisis existe una moraleja que parecía olvidada, es que durante la crisis hemos sido testigos de comportamientos legales merecedores de duro reproche moral, el cumplimento de la ley es una condición necesaria pero no suficiente para ser espejo de comportamiento. Se han realizado acciones no sancionables en derecho que, sin embargo, asqueaban al sentido más elemental de la decencia e integridad en todos los ámbitos de la vida, tanto políticos, empresariales, económicos o sociales antes de llegar a dicha depresión.
Desde el año 1992 con el informe Cadbury se ha intentado poner en practica dentro de las grandes compañías las mejores prácticas para el funcionamiento de las mismas. Esto no se ha conseguido despues de observar los grandes escándalos producidos en algunas de ellas, por ejemplo en el sector financiero.

Las compañías que buscan la ejemplaridad necesitan poseer dos aspectos fundamentales: el primero es una organización apropiada que estructure el sistema de gobierno corporativo y los sistemas de cumplimiento de gestión y responsabilidad corporativa con sus principios y estándares éticos en la estrategia , aparte de velar por que sean conocidos y asumidos  y puestos en práctica por toda la organización. El segundo es un liderazgo público comprometido con sus principios y valores por parte de sus directivos y mandos, que los difundan y sean abanderados de los mismos. La inmensa mayoría de las grandes empresas tienen un sistema de gobierno corporativo y sistemas de cumplimiento y control así como códigos éticos y de conducta. Pero, ¿qué hacen con el segundo elemento, el liderazgo ejemplar?

Transcurridos casi cinco años desde el inicio de la crisis económica, la ejemplaridad directiva sigue siendo algo excepcional en las grandes corporaciones. Sin embargo, como afirma Peter F. Drucker, "La única elección que se plantea a un directivo es si su ejemplo conducirá a otros a obrar bien o a obrar mal. Así pues, su obligación ética consiste en dar ejemplo de buena conducta y evitar convertirse en ejemplo de mala conducta. Los directivos sientan ejemplo cualquiera que sea la organización. Determinan el tono, crean el espíritu y definen los valores de la organización para las personas que viven en ella".
Un ejemplo a seguir por ejemplo es  Siegmund Warburg fundador del banco S.G. Warburg & Co., fue uno de los banqueros de la City de Londres más respetado y admirado de su generación, murió en 1982 con un patrimonio inferior a los ingresos obtenidos en la actualidad por algunos banqueros en un solo año. Dijo de él uno de sus socios: “La reputación de la que hoy disfruta la firma que él fundó es algo más que un concepto empresarial: es su propia persona interior en acción”.

Cuando el liderazgo del directivo supedita su propia alma para obtener ventajas personales abandonando valores duraderos o su misión, la confianza de sus empleados se rompe y nunca podrá ser recuperada. Para lograr un triunfo permanente, la compañía que piensa en su interés a largo plazo debe liderar poniendo en práctica sus valores desde arriba hacia abajo. El liderazgo debería entenderse como el conocimiento del directivo de llegar a los motivos más hondos de sus colaboradores, ayudando a sus subordinados a descubrir el valor y el sentido de lo que están haciendo. Para ello la ejemplaridad es probablemente, el único camino, la respuesta a la encuesta Ethics Resource Center establece que los empleados tendrían una disposición mucho menos favorable (una enorme diferencia de 50 puntos porcentuales) a seguir comportamientos impropios si la alta dirección se comportase éticamente.



Ya lo dijo Demócrates: Todo está perdido cuando los malos sirven de ejemplo y los buenos de mofa.”