miércoles, 30 de marzo de 2016

RELEVOS EMPRESARIALES, ROMPER CON EL PASADO


El día 7 de Marzo de este año publique un post en este blog cuyo título es “Líderes empresariales en la cuerda floja”, el cual hacía balance de la gestión empresarial del mito Jack Welch al frente de General Electric durante 20 años, el mismo está disponible en el enlace  bit.ly/1QBbvJt . Dentro de dicho post había una serie de parámetros y Kpis que daban cuenta de los hitos alcanzados por Welch en dicho periodo, “Jack Welch fue reconocido como el mejor ejecutivo del siglo XX según la revista Fortune, entre sus logros tras sus 20 años al frente de GE, Welch multiplicó los beneficios por 40 y convirtió a la compañía en un monstruo cuyo valor bursátil rondo los 530.000 millones de dólares, más de 100 billones de pesetas, y con 340.000 empleados (más los 120.000 de Honeywell) firma que adquirió antes de irse, convirtiéndose en la mayor compañía por capitalización bursátil del mundo.” Sin embargo esta historia tiene un triste final para dicho ejecutivo después de que dicha salida se viera empañada por la siguiente historia. 
Jack Welch era el ejecutivo más admirado del mundo, era visto entre académicos como el modelo perfecto de un presidente de compañía por su estilo de administración. Su reputación se estableció por haber convertido a General Electric de una modesta empresa que ganaba apenas 25 millones a prácticamente una máquina de hacer dinero, con 130.000 millones de dólares en ganancias al año. La acción de la compañía subió 2.876 por ciento durante su presidencia. Con un catálogo de productos que van desde bombillos caseros hasta turbinas de avión, bajo su mando General Electric se convirtió en un emporio global que hizo millonarias a muchas personas. Cuando se retiró  Welch  se convirtió en todo aquello que detesta cualquier directivo que pasa a un segundo plano, era la comidilla del mundo empresarial por su desmesura e hipocresía en uno de sus lemas principales que le acompañó a lo largo de su trayectoria empresarial, la eficiencia y austeridad para retribuir  y satisfacer a sus diferentes stakeholders. Su  imagen se desplomó a tal punto que se le asoció a personajes de la calaña de Kenneth Lay, de Enron, y Bernard Ebbers, de WorldCom. El escándalo se originó a raíz del proceso de divorcio de su esposa, Jane Welch, con quien estuvo casado durante más de 10 años. Un juez de Connecticut dio a conocer los privilegios del contrato de jubilación que Welch firmó en 1996 para su retiro de la compañía pues, sobre estos documentos se basaría la separación de bienes de la pareja. Aunque se sabía que Welch era un hombre que tenía una gran fortuna, los medios se sorprendieron con los exagerados beneficios que el ex directivo recibía de la empresa. Además de una pensión de nueve millones de dólares anuales, una oficina con gastos de administración incluidos y un contrato como asesor de medio tiempo por 86.000 dólares al año, General Electric se comprometió a pagar por el resto de su vida y de manera incondicional una serie de gastos personales, como una póliza de vida, viajes en aviones privados de la empresa, un lujoso apartamento con vista al Central Park en Nueva York, valorado en 15 millones de dólares, y acciones a clubes sociales. La compañía tendría que seguir cancelando además sus frecuentes comidas en los mejores restaurantes de Manhattan, equipos informáticos, muebles, vinos, carros y, como si fuera poco, tiques para la ópera, una silla privilegiada para ver a los Knicks (el equipo de básquet de Nueva York), los gastos de la televisión por satélite en sus cuatro propiedades, las flores de su casa y hasta las cuentas de lavandería. Quienes veían en Welch como un modelo de mesura e incluso de austeridad quedaron sorprendidos al enterarse de estas prerrogativas.  
Ante semejante exageración los beneficios de Welch generaron un escándalo ético en los más importantes medios de comunicación en Estados Unidos. La mayoría se preguntó por qué un alto ejecutivo, que posee una fortuna personal de 900 millones de dólares, debe pedir a su antigua empresa el pago de cuentas tan personales como la compra y suscripción a periódicos y revistas. Otros vieron en el contrato de Welch una clara demostración de la ambición sin límites de los altos ejecutivos modernos y algunos hicieron llover críticas sobre la manera como se ocultó este contrato a sus stakeholders (accionistas, inversores, empleados, etc.), quienes nunca imaginaron que tuvieran que pagar tan alto precio por sostener el tren de vida del ejecutivo.
Al parecer estos excesivos paquetes de retiro en la década de los 90 eran la norma, cuando la economía de Estados Unidos pasaba por su mejor momento. Otros empresarios como Welch habían firmado acuerdos similares, en los que se estipulaba  que podían  gozar de privilegios como aviones privados, oficinas, coches privados y apartamentos durante 20 años después de su jubilación. Pero con los escándalos contables de Enron y Worldcom y con una economía mucho más desinflada que hace 10 años este tipo de temas se miraba con más detalle. Muchos accionistas perdieron todos sus ahorros de jubilación y los expertos piensan que hoy puede resultar ofensivo observar cómo los ejecutivos salen con toda una serie de bonificaciones mientras que los resultados financieros son manifiestamente mejorables. "Hay una sensación entre el público de por qué no pueden estos ex presidentes pagar las cuentas personales de su propio bolsillo", dijo a Reuters Claude Johnston, director de Pearl Meyer y Partners. Para el público resulta increíble que un CEO no pueda pagar sus tiques de su propio bolsillo y que sus gastos en flores, cenas de lujo o revistas los tengan que costear ahorradores retirados y humildes trabajadores, que son los accionistas de General Electric.

Ante las críticas Welch, a quien se le conocía con el apodo de "Neutron Jack" por su habilidad para despedir empleados que no eran necesarios o poco comprometidos con su trabajo, se defendió argumentando que los beneficios fueron acordados en lugar de una suma generosa en dinero que la compañía le estaba ofreciendo como bono de jubilación. Un pésimo negocio, según él, pues al aceptar estos extras sacrificó millones de dólares. En una entrevista en el diario Wall Street Week, Welch dijo que "no se arrepentía de sus privilegios pues todo lo que hoy tiene se lo ganó con el sudor de la frente. Cumplí con mis obligaciones. General Electric tuvo un desempeño fantástico. Fue durante cinco años consecutivos la compañía más admirada del mundo".  
No obstante, para evitar que la imagen de la compañía sufriera por cuenta de este escándalo y calmar la ola de críticas, Welch renunció al uso de los jets privados y a su apartamento en Nueva York. En el nuevo contrato de jubilación el ex presidente se compromete a pagar entre 2 y 2,5 millones de dólares al año por el uso de los aviones de la compañía y el apartamento en Nueva York y aseguró que no cobrará un dólar por la asesoría que General Electric le solicite.

El escándalo despertó dudas en la gestión de dicho CEO y muchos, entre ellos los inversores, se cuestionaron si la compañía manipuló sus ganancias para mostrar siempre el mismo nivel de crecimiento y así cumplir con las metas estipuladas año tras año. También se dudo sobre la efectividad de la estrategia de Welch en los negocios, ya que posteriormente a su salida la acción cayó un 32%. Otros opinan que estas críticas son injustas y que la historia se encargará de darle a Welch el puesto que merece como uno de los más grandes en el último cuarto del siglo XX. A pesar de todo, dicho escándalo surgió por el divorcio de Welch, cuando se conoció públicamente que mantenía un romance con Susy Wetlaufer, editora del Harvard Business Review. Como Jane su primera esposa tiene derecho a la mitad de sus bienes, Welch tuvo que desembolsar una gran suma de dinero en ese proceso y, al final, sólo disfruta de la mitad de su estrafalaria pensión. bit.ly/1RxVyAO

Es difícil conocer los motivos y razones en su totalidad que llevan a un CEO a dejar la presidencia de una compañía cuando disfruta de todo el poder dentro de la misma, las claves de dicha decisión se conocen al cabo de un tiempo cuando la historia deja de tener el impacto y la trascendencia mediática que dicho distanciamiento da a la noticia. Lo que se observa en dichos ejecutivos cuando toman esta decisión es que por norma general intervienen en su sucesión nombrando un delfín, el cual encumbran a su marcha. En el caso de Welch fue Jeffrey Immelt, en el caso de Jobs fue Tim Cook, etc., en otros casos el CEO saliente se queda en el Consejo de Administración como consejero, por ejemplo Eric Schmidt ex CEO de Google cuando cedió su puesto a Larry Page cofundador de dicha compañía. 
He de decir que la historia nos enseña por sucesivos relevos que se han producido en la política, economía u de otra índole, que los relevos arreglados por el que se va nunca responden a lo esperado por el que lo hizo, muy al contrario, el que llega trata de romper y afianzar su liderazgo tomando decisiones propias, muchas veces en contra de lo predecible por dicho mentor. El individuo cuando toma el control de su vida, decide y toma decisiones no tanto en función de lo que su mentor espera sino que va más direccionada dicha decisión en función de lo que son sus intereses y de los factores que le rodean, importándole muy poco las consecuencias de no hacer lo que se espera por parte de su mentor. Por otro lado es de resaltar que debe ser de esta forma, ya que si por algo se le ha de valorar a quien accede a dicho relevo es por la audacia y coraje que tiene para romper con el pasado, cuando este no responde a las expectativas de sus stakeholders.


En los próximos años el CEO de una compañía se enfrenta a un desafío de proporciones descomunales con el cambio digital que está en marcha,  la velocidad con la que las nuevas ideas y modelos de negocios pueden “jubilar” a las empresas “tradicionales” que minimicen el impacto de lo digital es cada vez mayor.  El mundo físico y el mundo virtual se cruzan como nunca antes en el llamado “Internet de las Cosas” (IoC), donde cada objeto físico tendrá poder de cómputo y será un potencial generador de datos con el que podremos interactuar como usuarios, clientes y actores económicos. La creación de entornos ricos en datos conlleva y demanda la necesidad de un elevado proceso analítico de los mismos, emergiendo las llamadas máquinas inteligentes (smart machines) y sistemas ricos en información contextual. Los sistemas analíticos avanzados se democratizan, y están en todos lados, desde una cafetera doméstica hasta asistentes virtuales en cada contexto inimaginable. Ningún sector económico y ninguna empresa esta ajena a este nuevo mundo en formación, creándose un contexto de negocio al que de forma general llamamos “Digital Business”. El éxito empresarial futuro depende en gran medida de como las compañías interpreten y se adapten a la nueva realidad tecnológica que moldea el mundo en que vivimos. Cada interacción de nuestros clientes en los procesos de negocios es un “business moment” susceptible de transformar e innovar desde la perspectiva de las cuatro grandes fuerzas que dinamizan el cambio: “cloud”, “mobile”, “information”, “social”. El impacto que la economía digital está teniendo en la industria de IT es enorme,  desde el año 2013 según la consultora Gartner, 650 millones de nuevos objetos físicos están online, las impresoras 3D se han convertido en un mercado millonario, y más del 10% de los automóviles están conectados a la red. Para el 2017 el número de dispositivos tecnológicos en uso superará el número de personas que habitamos él planeta. El negocio digital no es un planteamiento futurista, es una realidad. Pero si anteriormente todos los proyectos tecnológicos pasaban por el área de IT, hoy el 38% del gasto total está gestionándose fuera de IT y con previsión de llegar a un 50% en los próximos 3 años. 
Aquellos directivos que dejen pasar esta época como testigos mudos del cambio al no contar con la implicación de las personas de su organización, harán agonizar su compañía lentamente, mientras que los que sepan interpretar y aplicar creativamente estrategias integradoras donde las personas sean lo más importante con hechos y no palabras solamente, serán los líderes indiscutibles del futuro. Así pues, factores como la transparencia económica en la gestión, la accesibilidad a las personas de la organización, la mejora de los entornos de trabajo, mejora de los ratios en innovación, formación continua de los nuevos entornos digitales, mandos y directivos con habilidades (creatividad, innovación, liderazgo, etc.) en los equipos de trabajo,  serán vitales a dicho CEO para conseguir tener una compañía en las mejores condiciones para competir.




Ya lo dijo Gabriel García Marquez: "Los seres humanos no nacen para siempre el día en que sus madres los alumbran, sino que la vida los obliga a parirse a sí mismos una y otra vez".