martes, 31 de mayo de 2016

VIAJE HACIA LA INEFICIENCIA... DESTINO NINGUNA PARTE



Contaba Rousseau en sus "Confesiones" que estando en una ocasión relajadamente paseando por un bosque de repente se le ocurrió coger una piedra del suelo y lanzarla hacia un árbol que se encontraba un tanto alejado de él. Al parecer Rousseau no estaba pasando por una buena etapa en su vida así que se prometió a si mismo que si lanzaba la piedra desde una distancia tan grande y acertaba eso sería como una señal evidente de que a partir de ese momento su vida iba a cambiar su suerte para mejor, Rousseau apunto hacia el árbol y lanzo la piedra: Fallo.....la piedra ni siquiera se acercó al árbol. Entonces Rousseau se dijo que la primera vez no contaba que la importante era la que venía a continuación y aproximándose un poco más al árbol recogió otra piedra y volvió a lanzarla sin dar tampoco en esta ocasión en el blanco. Rousseau pensó entonces cuanto de verdad hay de cierto en ese refrán que dice que a la tercera va la vencida así que se acercó bastante más al árbol y lanzo una tercera piedra que tampoco llego a su destino. Entonces poniéndose casi al lado del árbol a una distancia que ya podía tocarlo con los dedos, cogió una cuarta piedra y con ella toco al árbol, tras lo cual exclamo. “A partir de ahora mi vida va a cambiar para mejor".


Los seres humanos tenemos un gran número de formas para engañarnos a nosotros mismos, afectando a casi todos los órdenes de nuestras vidas, laboral, personal, emocional, etc. Pero no solo el engaño se restringe a los seres humanos, sino que se extiende a numerosos ejemplos del resto de seres vivos como los virus y las bacterias. El psicólogo Robert Trivers define el autoengaño como el acto de mentirse a uno mismo. Y sostiene que la principal clave para definir y explicarlo, es considerar que la información verdadera es preferencialmente excluida de la conciencia, Trivers postula que la mentira es una práctica profundamente arraigada en los sistemas vivos y que ha sido seleccionada en el proceso de la evolución. La clave para definir y explicar el autoengaño, es considerar que la información verdadera seleccionada hay que excluirla de la conciencia, ya que si esta información es totalmente relegada y mantenida en el inconsciente no nos ocasiona problemas. Las personas en la actualidad nos ha tocado vivir una época muy compleja, donde habitan personas de todos los tipos incluidos los mentirosos y los engañados, de tal forma, que los procesos de identificación y de provocación del engaño están evolucionando simultáneamente en términos de complejidad y eficiencia. El autoengaño permite a quien lo practica el ocultamiento de la mentira tanto a uno mismo como al resto de personas que lo rodean, sin embargo produce una fragmentación interna de la persona que lo practica, la verdad es excluida de la conciencia y es relegada al inconsciente. Al final es la mentira la que accede a la conciencia.


Nadie se halla libre del autoengaño, esta estrategia cerebral que permite esquivar la realidad escondiéndose en una inconsciencia más o menos deliberada permite al individuo evitar asumir las consecuencias de sus propios actos al no ver ciertos aspectos personales o del entorno que resultan desagradables, al fingir y ocultar lo que se siente o al justificarse para salir airoso de una situación. El cerebro humano tiene como misión garantizar la supervivencia del organismo, es por ello que cuando el mismo percibe peligro a través de los sentidos, deforma la realidad para mitigar dicho peligro. Sin embargo, en ocasiones la mentira está tan bien armada que ni siquiera se es consciente de ella. Por ejemplo, una persona puede descubrir que ha borrado de su memoria incidentes o que se ha mantenido ciega ante las evidencias claras de que su vida de pareja se hundía. El autoengaño es el más resbaladizo de los mecanismos mentales, porque resulta difícil darse cuenta de lo que se prefiere ignorar.

Daniel Goleman en su libro “El punto ciego” relaciona esta estrategia con un hecho fisiológico. En la parte posterior del ojo existe una zona donde confluyen las neuronas del nervio óptico que carece de terminaciones nerviosas. Esta zona constituye un punto ciego. Habitualmente no se percibe su existencia porque se compensa con la visión superpuesta de ambos ojos. Pero incluso cuando se emplea un único ojo resulta difícil distinguirlo, pues ante la falta de información visual el cerebro rellena virtualmente esa pequeña área en relación con el entorno. Algo parecido sucede a nivel psicológico. Todas las personas tienen puntos ciegos, zonas de su experiencia personal en las que son proclives a bloquear su atención y autoengañarse. Estas lagunas mentales tienden a ser rellenadas con fantasías, explicaciones racionales o imaginaciones. Se trata de un hecho comprobado que no percibimos la realidad tal y como es, sino que elaboramos nuestra interpretación particular a partir de lo que captan los sentidos. Incluso la memoria resulta altamente engañosa, pues contiene una serie de filtros que seleccionan la información que llega a la conciencia.

Robert E. Kaplan manifiesta que, “un directivo que se autoengaña está condenado al fracaso debido a que demuestra no conocer bien sus debilidades”. En las compañías donde los ejecutivos se autoengañan es producto de la falta de atención a su trabajo así como del desconocimiento o formación de los asuntos que manejan. Los directivos tienen que evaluar constantemente sus acciones, evaluar continuamente su formación, detenerse a reflexionar si las metas que establecen e involucran a sus recursos humanos son realistas, específicas y factibles, ya que sino pueden aparecer factores como, improductividad, descontento, apatía, frustración entre las personas de la compañía. Así mismo, otro factor fundamental es observar si su liderazgo es real (con capacidad de influir de forma natural) o es formal (con capacidad de influencia solo por el rango que tiene) por imposición de la estructura, ya que es el eje sobre el que va a girar toda la capacidad de dicho líder en la consecución de las metas fijadas y no tener que recurrir al autoengaño para no sufrir.
Para Robert E. Kaplan definió en varios los puntos ciegos que propician tal desapego con la realidad en un directivo buscando el autoengaño:
  • Un primer grupo estaría formado por la ambición ciega y la sed de poder, que junto a la intromisión y al anhelo de lujo, se manifiestan como representantes de una forma de hacer que se caracteriza por unos marcados  tintes maquiavélicos.
  • El fin justifica los medios. Aquello que resulte extraño a sus objetivos personales deviene en accesorio, consecuencia natural de que todo en su vida gira en torno a él y a sus intereses. Los demás no son más que herramientas que la organización pone a su disposición.
  • Las cegueras de tipo narcisista. La necesidad insaciable de reconocimiento, así como la de parecer siempre perfecto, se concretan en  la búsqueda constante de la alabanza y de la admiración.
  • La no aceptación de las críticas por muy honestas y saludables que sean, se interpreta como un ataque, como un desprecio que  empuja al individuo a culpar a los demás de sus propios errores. Le produce un vértigo terrible asumir como propia cualquier equivocación, de ahí que siempre tenga que ser otro el culpable.
  • Por último, encontramos la extravagancia en establecer objetivos poco realistas, junto al esfuerzo desmedido, insaciable, como consecuencia de un vacío emocional –crisis debidas a (a la perdida de sentido de los sujetos asociada a la pérdida de valores), esta situación no tiene solución si se persiste en la misma estrategia. 


  
              Clasificación que el general Von Hammerstein hizo de sus oficiales
                                      
Desgraciadamente dichos directivos en muchas ocasiones no tienen quien les digan las cosas cuando se están autoengañando debido al miedo que inspiran, porque éstos no son receptivos; es más, suelen ser intolerantes con las críticas o los desacuerdos, e incapaces de reconocer errores. Afortunadamente no son muchos pero los que tienen este tipo de perfil manifiestan las siguientes disfunciones en su gestión:

· Incapacidad para reconocer errores.
· Arrogancia.
· Sed de poder.
· Rechazo a las críticas.
· Narcisismo.
· Persecución de objetivos poco realistas.
· Huida hacia arriba.
· Jactancia.
· Necesidad de parecer perfecto.
· Hábito de trabajo compulsivo.
· Juicio a las personas en términos de blanco/negro.

Volviendo al comienzo de dicho post, Rousseaou se engañó a si mismo pensando que si él dibujaba su destino sin esfuerzo ni sacrificio podría cambiar su suerte, nada más alejado de la realidad. Quien huye por dicho camino en la vida empresarial no solo se está condenando a una corta vida allí donde desempeña su función directiva, sino que está poniendo en jaque a todas las personas e intereses que integran la misma. Si se piensa solamente en el interés particular, nos estamos engañando con respecto a nuestros objetivos y expectativas ya que renunciamos al poder y capacidad de las personas que lideramos. Es una obligación del líder tomar aquellas medidas que signifiquen un cambio de rumbo cuando la compañía se encuentra navegando sin rumbo claro. Un líder no solo debe comunicar, sino que sus obras tienen que ser motivo de inspiración y aprendizaje para el resto de la compañía. Para escapar del autoengaño se impone el pensar, sentir y actuar de forma congruente, en la actualidad lo que ocurre en muchas compañías no es nada gratificante, debido a que dichas actuaciones de los directivos están más condicionados por el hecho de pensar  “en lo mio”… que por el interés general.

Ya lo dijo Mahatma Gandhi: Lo más atroz de las cosas malas de la gente mala es el silencio de la gente buena.”