viernes, 31 de enero de 2020

DOCTRINA EL"CONSENSO DE WASHINGTON"...VENTA DE TELEFÓNICA EN LATINOAMÉRICA



En la evolución del pensamiento sobre el desarrollo económico y la consiguiente aplicación de medidas acordes con este, dieron lugar a que en 1989 el economista inglés John Williamson publicará toda una doctrina económica que se conoce con el nombre de, "Consenso de Washington". Este marca un punto de inflexión determinante en la orientación de las políticas económicas y contribuye significativamente a la creación y consolidación del patrón de globalización neoliberal actualmente dominante. Si bien durante los años setenta el pensamiento sobre el desarrollo logra superar la obsesión previa por el crecimiento económico, las inversiones en infraestructuras y la industrialización como objetivos en sí mismos, pasando a hacer más hincapié en la lógica de la satisfacción de necesidades básicas y la lucha contra la pobreza, las desigualdades o el desempleo, la década de los ochenta establece un giro radical en estos planteamientos, retomando una visión reduccionista del desarrollo como meta a alcanzar y del camino para acceder a este. Si bien determinadas políticas económicas implantadas por dicho ideario hicieron mucho daño a determinadas capas humildes más vulnerables de la sociedad, así como por los escasos resultados de sus reformas a la hora de alcanzar uno de sus pretendidos objetivos, estimular la actividad económica. Todo ello, en un contexto en el que otros países que no han seguido fielmente las propuestas del "Consenso de Washington" han obtenido mejores resultados económicos, como por ejemplo Corea del Sur o China, entre otros.
Las duras críticas lanzadas desde diversos ámbitos, incluida la sociedad civil en los países afectados, propició que a mediados de la década de los años noventa, resurgiera lo que se llamó el post-"Consenso de Washington". Desde esta perspectiva, se criticaba la fe ciega en el ideario neoliberal y en sus recetas universales, acuñándose conceptos como “fundamentalismo de mercado” para explicar esta tendencia que tanto se ha extendido por todo el mundo en los últimos treinta años. A este respecto, la influencia de personas como el economista  Joseph Stiglitz, que fuera jefe del BM entre 1997 y 2000 y premio Nobel de Economía en 2001, ha sido muy destacada. Sus críticas a la forma en que se gestionó la transición de Rusia hacia el capitalismo neoliberal o la crisis financiera del sudeste asiático en 1997 por parte del FMI, y en general al malestar causado por el actual formato de globalización, han contribuido significativamente a alimentar el cuerpo teórico del post-"Consenso de Washington".

Sin embargo, la respuesta a la misma por parte de gobiernos e instituciones financieras internacionales ha puesto de manifiesto que la presencia de los principios del "Consenso de Washington" y sus políticas neoliberales desgraciadamente sigue siendo todavía muy amplia. Si bien la reacción inicial por parte de muchos gobiernos, de la mano de la intervención pública y las operaciones de rescate a la banca y otros sectores privados, evidenciaban lo inapropiadas que habían sido las políticas previas de desregulación y liberalización de mercados a ultranza, el resultado final de todo ello, sin embargo, dista de alejarnos de dicho ideario y de la práctica neoliberal. Por todo ello, como consecuencia de esto, la aplicación del principio de, “privatizar las ganancias y socializar las pérdidas” ha hecho que la crisis financiera, y la consiguiente recesión económica, se acabe convirtiendo en una crisis fiscal para muchos de esos gobiernos, como hemos visto en el caso de diversos países de la periferia europea. Paradójicamente, todo ello ha hecho resurgir con gran fuerza el discurso y la práctica más neoliberal del "Consenso de Washington". La apuesta de nuevo por fuertes ajustes presupuestarios por la vía del gasto y la mayor desregulación de los mercados laborales internos, entre otras medidas, se está traduciendo en un drástico deterioro de los sistemas de protección social, con graves consecuencias sobre las condiciones de vida de los sectores sociales más vulnerables, así como en amplio descontento y rechazo popular. El "Consenso de Washington" ha sido foco de múltiples críticas, ya que muchos piensan que tuvo otras consecuencias no tan positivas y que era un dictado “neoliberal” de Estados Unidos. Estos resultados negativos fueron los siguientes:
  • No se consiguió un crecimiento económico (algunos académicos llaman a la década de los noventa, “la década pérdida”
  • Aumento de la desigualdad
  • Ausencia de progresos sociales
  • Deterioro de los derechos humanos

Estos días se sigue en la prensa hablando del asunto de la enajenación de la división Latinoamericana por parte de Telefónica, http://bit.ly/2tftnad    En la noticia que hoy se publica se recoge el siguiente párrafo: “Telefónica está acometiendo en estas semanas un complejo y acelerado proceso de desvinculación de los servicios que el núcleo corporativo o unidades centralizadas prestaban a las ocho filiales englobadas en Telefónica Hispam -Argentina, Chile, Colombia, Ecuador, México, Perú, Uruguay y Venezuela-. La unidad que la compañía pretende segregar operativamente supone el 20% de los ingresos totales del grupo". Hay que resaltar que se plantean enajenar (vender) 116,67 millones de accesos que tiene la compañía según datos publicados en el tercer trimestre del año 2019. Esto representa el 33,737% de los accesos totales del grupo, que al finalizar el tercer trimestre del año 2019 alcanzaban los 345,8206 millones. Dichos accesos proporcionaron al grupo Telefónica en los nueve primeros meses del año 2019 un total de 7.665 millones de euros, el 21,27% de los ingresos totales del grupo, que alcanzaron los 36.023 millones de euros.


Resulta enormemente llamativo el silencio de los dos accionistas dominicales, (BBVA y La Caixa), los cuales ante la difícil situación que atraviesa la teleco, permanecen en silencio pese a las enormes minusvalías que tienen en la misma. Este carve-out que se pretende realizar, (separación de un negocio, división o venta de activos, ingresos, costes relacionados, personas, activos, procesos, contratos, etc.), tiene unas consecuencias por las magnitudes del mismo que sitúan a la compañía en otra división con respecto a sus pares europeas, France Telecom, Vodafone y Deutsche Telekom. Según se recoge en la noticia http://bit.ly/2RILVZS,con esta operación, más la venta parcial de Telefónica Tech (filial especializada en servicios digitales para empresas), de la que se encarga Morgan Stanley, y la puesta en valor (venta) de Telefónica Infra (50.000 torres de telefonía móvil) http://bit.ly/36MkToT, coordinada por Goldman Sachs, la multinacional quiere obtener los ingresos suficientes para rebajar drásticamente su deuda y poder afrontar con la caja llena las futuras inversiones en Brasil y en las concesiones de la tecnología 5G”. Tras dichas operaciones, se enajena o vende una parte sustancial de su patrimonio. Si estos hechos se llevan a efecto, la misma sería rehén de unas infraestructuras y negocio en los que no tendría la propiedad de los elementos que le facilitan el “core” y por ende su negocio, teniendo que pagar una renta por el alquiler de dichas infraestructuras, con lo que el beneficio de dicho negocio quedaría notablemente impactado por dichos pagos durante años. 

El lunes de esta semana la acción de Telefónica volvió a rondar los mínimos en bolsa de los últimos diez años con 6,04 euros por título, el mismo suelo alcanzado el pasado 15 de enero. El pasado 23 de agosto del 2019 llegó a sus mínimos con 5,94 euros. Sin embargo, la emisión de bonos llevada a cabo por la teleco se cerró con un interés del 2,5%. Un interés bajo refleja la confianza en la rentabilidad del producto y, en definitiva, en la buena marcha de la operadora en el medio y largo plazo. La compañía cerró una emisión de deuda por importe de 1.000 millones de euros y a un plazo de 10 años. La alta demanda de inversores institucionales permitió aumentar el importe emitido de 750 millones de euros a 1.000 millones de euros y fijar el cupón en 0,664%, reduciéndose en más de 20 puntos básicos sobre las indicaciones iniciales de precio. Estas dos situaciones han generado una paradoja de difícil explicación para inversores y analistas. El bono se cerró con un 2,5% de interés -poco más de un 1% después de impuestos-, y la deuda al 0,66%. En los dos casos, los más bajos de la historia de Telefónica. Sin embargo, estos mismos inversores no compran las acciones de la compañía que están dando un 6,55% de rentabilidad. La cifra mágica de los 6 euros por título, está obligando según recoge la prensa a que el equipo directivo de la teleco se emplee a fondo en la recompra de autocartera con el fin de que de dicho nivel no se perfore. La compañía ha triplicado su autocartera en ocho meses, al pasar del 0,8 % del capital que tenía en mayo pasado al 2,4 % actual, lo que no ha impedido que sus títulos se estén cotizando estos días cerca de su mínimo histórico. http://bit.ly/38XtgiW Hace unos días se publicó por parte de Credit Suisse un informe sobre las telecos europeas, en el mismo se remarca que con respecto a Telefónica, "existe una idea generalizada de que no alcanzará su objetivo de OIBDA orgánico del 2% para 2019".

Para terminar este post, decir que la situación actual que sucede en las compañías privatizadas en manos del sector privado sufren el mal llamado, “Consenso de Washington”. El arrinconamiento del papel de estado en el sector de las telecomunicaciones ha propiciado que el operador incumbente (Telefónica), gestionado por directivos bajo el manto del sector privado, haya entrado en una situación donde la venta y enajenación de activos sea la única solución que aportan dichos directivos para sortear la dificultad por la que atraviesa la compañía. La privatización de los servicios de públicos como, (el agua, la luz y las telecomunicaciones) han propiciado que el estado sea un mero regulador, situación que en países de primer nivel en Europa no se produce, como en Francia y Alemania, donde el estado tiene una participación en sus telecos de bandera, los franceses del 23% y los alemanes de cerca del 30% entre el estado y el banco público Kfw. La famosa “Teoría del derrame”, (término fue acuñado por primera vez por el humorista Will Rogers, en la década de los 30), que pregona dicha doctrina, no ha servido nada más que para enriquecer a unos directivos, aun cuando los resultados empresariales sean manifiestamente mejorables. El caso del Banco de Santander es ilustrativo, desde que la actual CEO está al frente el banco, la acción ha perdido el 50% aproximadamente de su valor bursátil, sin embargo la ultima remuneración que ha percibido su CEO alcanza los 11,1 millones de euros. En los próximos días, se verá si determinados actores de la sociedad española, como son los dominicales y el gobierno entrante, permiten dicha enajenación con la salida de Latinoamérica. El caso de Jordi Sevilla en REE (Red Eléctrica Española) en estos últimos días, parece mostrar que dichos poderes no son ciegos ni sordos a lo que sucede dentro de la sociedad… Próximamente conoceremos el desenlace.


Ya lo dijo Joseph E. Stiglitz: “La crisis ha puesto al descubierto no solo errores en el modelo económico dominante sino también en nuestra sociedad. Demasiada gente se ha aprovechado de los demás”.