Un hombre estaba perdido en el desierto, destinado a morir de sed. Por suerte, llegó a una cabaña vieja, desmoronada sin ventanas, sin techo. El hombre anduvo por ahí y se encontró con una pequeña sombra donde acomodarse para protegerse del calor y el sol del desierto. Mirando a su alrededor, vio una vieja bomba de agua, toda oxidada. Se arrastró hacia allí, tomó la manivela y comenzó a bombear, a bombear y a bombear sin parar, pero nada sucedía. Desilusionado, cayó postrado hacia atrás, y entonces notó que a su lado había una botella vieja. La miró, la limpió de todo el polvo que la cubría, y pudo leer que decía: "Usted necesita primero preparar la bomba con toda el agua que contiene esta botella mi amigo, después, por favor tenga la gentileza de llenarla nuevamente antes de marchar".
El hombre desenroscó la tapa de la botella, y vio que estaba llena de agua... ¡llena de agua! De pronto, se vio en un dilema: si bebía aquella agua, él podría sobrevivir, pero si la vertía en esa bomba vieja y oxidada, tal vez obtendría agua fresca, bien fría, del fondo del pozo, y podría tomar toda el agua que quisiese, o tal vez no, tal vez, la bomba no funcionaría y el agua de la botella sería desperdiciada. ¿Qué debiera hacer? ¿Derramar el agua en la bomba y esperar a que saliese agua fresca... o beber el agua vieja de la botella e ignorar el mensaje? ¿Debía perder toda aquella agua en la esperanza de aquellas instrucciones poco confiables escritas no sé cuánto tiempo atrás? Al final, derramó toda el agua en la bomba, agarró la manivela y comenzó a bombear, y la bomba comenzó a rechinar, pero ¡nada pasaba! La bomba continuaba con sus ruidos y entonces de pronto surgió un hilo de agua, después un pequeño flujo y finalmente, el agua corrió con abundancia... Agua fresca, cristalina. Llenó la botella y bebió ansiosamente, la llenó otra vez y tomó aún más de su contenido refrescante. Enseguida, la llenó de nuevo para el próximo viajante, la llenó hasta arriba, tomó la pequeña nota y añadió otra frase: "Créame que funciona, usted tiene que dar toda el agua, antes de obtenerla nuevamente".
Arranca otra vez el curso del año 2022 después de que las vacaciones de verano lleguen a su fin. Con una situación difícil y compleja para los operadores de telecomunicaciones, Telefónica no es ajena a dicha situación. La presión sobre sus márgenes a causa del contexto de inflación y desaceleración económica en el que se encuentra en todos los mercados, pero principalmente en el mercado español, el cual pondera un 32% en los resultados del grupo, hará que los últimos meses del año unido a la feroz competencia del mercado, tenga consecuencias en los resultados. A esta situación, hay que añadir que los clientes reducirán el potencial gasto en servicios de telecomunicaciones ante el aumento de la inflación y menor disponibilidad económica que sufrirán, esto, unido a que la compañía verá aumentado sus costes de explotación debido a la inflación arroja una foto de un escenario problemático. La agencia calificadora Fitch estimaba que los operadores de telecomunicaciones de Europa occidental puedan capear las presiones inflacionistas y macroeconómicas, "debido a la naturaleza esencial de los servicios de conectividad, los ingresos contratados, una elevada combinación de costes fijos, y un grado considerable de cobertura de los costes energéticos". A largo plazo, sin embargo, prevé un periodo de debilitamiento del crecimiento económico más largo de lo esperado acabará por traducirse en un menor crecimiento de los ingresos, "ya que los clientes empresariales retrasan el gasto y los consumidores empiezan a cambiar a paquetes de menor precio". Este marco dibujado por Fitch, en el que es posible que los márgenes de ebitda se debiliten al aumentar los costes, no dibuja unas buenas perspectivas para Telefónica.
En el último mes, tanto la cotización de su renta variable como de su renta fija se ha resentido a causa de las señales de alerta de sus perspectivas financieras, emitidas por firmas como Bloomberg Intelligence. La montaña de bonos que esconde en su balance Telefónica, si pierden el grado de inversión próximamente podría suponer un sobrecoste importante para su endeudamiento y por ende en sus cuentas. Esta situación se une a dos cuestiones relacionadas de forma directa, la primera es seguir desendeudando a la compañía manteniendo un dividendo a todas luces insostenible, y la segunda cuestión es que debe seguir manteniendo las inversiones claves como las del 5G allí en los mercados en los que opera. Esa escalada de inversiones ha llevado a la compañía a elevar nuevamente su apalancamiento durante el primer semestre de este año. En concreto, Telefónica aumentó su endeudamiento hasta 2,81 veces el Ebitda, frente a las 2,59 veces con la que comenzó el año, “principalmente por la adquisición del operador brasileño Oi y la presión de los tipos de cambio según señalan los analistas. Aunque esas cifras son todavía peores si se le añade el efecto de los arrendamientos, ya que dispara el endeudamiento hasta tres veces Ebitda. Además, de cara a finales de año se espera que el endeudamiento solo se reduzca levemente, lo que puede “mantener la presión” sobre las calificaciones crediticias de la operadora https://cutt.ly/ZX0Ry0g
La cotización de Telefónica a la llegada del actual presidente el 8 de abril del 2016 era de 9,31 euros
La llegada de la pandemia de la Covid-19 en el año 2020, significó una caída de actividad económica que se combinó con un elevado endeudamiento en la operadora. La debilidad de Telefónica, se vio agravada con un programa de desinversiones que redujeron el perímetro de la compañía y por ende de los ingresos como así se constata en los resultados que se presentaron este primer semestre. En el primer semestre del año 2019 antes de pandemia, los ingresos de la operadora fueron de 24.121 millones de euros, en el año 2022 en el primer semestre los ingresos fueron de 19.450 millones de euros, 4.671 millones de euros menos (-20%). En noviembre del año 2020, S&P Global Ratings rebajó en un escalón el rating de emisor a largo plazo de Telefónica, desde ‘BBB’ a ‘BBB-’, aunque con perspectiva estable. Con ello, Telefónica se situaba a un solo paso de caer en el bono basura. A su vez, la firma estadounidense también rebajó la calificación a corto plazo de la firma española hasta el A-2, lo que aumentó la presión. Las otras dos grandes agencias calificadoras del sector, Fitch y Moodys, decidieron mantener la calificación de Telefónica, aunque a un nivel también cercano al de caer al bono basura. En concreto, la primera mantiene situada a la compañía española en el escalón BBB. Por su parte, la segunda mantiene una calificación de Baa3 para la operadora, lo que supone el último escalón antes de caer al llamado grado especulativo.
Deuda de Telefónica al cierre del primer semestre del 2022
Seguir profundizando en la jibarización de sus activos “core” como está haciendo el actual equipo directivo con el argumento de “cristalizar valor”, con la venta de activos como son las redes de fibra óptica (FTTH) o las divisiones de Latinoamérica (su mercado natural) como se hizo con las divisiones de Centroamérica, es cerrar la puerta de la compañía al futuro. Esto, es debido a que se está renunciando a desarrollar unos mercados con un gran potencial debido al bajo desarrollo que tienen en redes de alta capacidad, como son las de fibra y el 5G. No existen atajos para salir de la situación actual, de momento y como primera medida que se debe adoptar por él equipo directivo es SUPRIMIR EL DIVIDENDO. Los 1.729 millones de euros que se pagan al año de dividendo (0,30 euros por acción) con una deuda financiera neta de 37.500 millones de euros incluyendo arrendamientos y una capitalización bursátil de 23.890 millones a fecha de ayer, hacen inviable el pago de dicho dividendo. Vienen meses duros y difíciles para la operadora, veremos cómo se van desarrollando los acontecimientos, pero lo que es seguro es que no podremos decir como al comienzo del post… “Cada botella vacía está llena de una gran historia”.
Ya lo dijo Séneca: “Toda virtud se funda en la medida”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario