Cada 14 de julio muchos franceses desempolvan su bandera tricolor y salen a las calles para celebrar el que consideran el día más importante del año. En la mañana se organiza un pomposo desfile militar sobre la célebre avenida de los Champs Elysées y más tarde, con la puesta del sol, la torre Eiffel ofrece un espectáculo de fuegos artificiales sincronizados con una mezcla de música clásica e hits del momento que los parisinos observan con botellas de champán desde todos los rincones de la ciudad. Sin embargo, el 14 juillet tiene su origen en un evento un poco menos festivo: la inesperada y violenta toma de una fortaleza medieval conocida como la Bastilla hace más de dos siglos, en 1789. Fue un momento decisivo en la historia universal, que marcó el inicio de la Revolución francesa y con ella el principio del fin de una de las monarquías más poderosas de la época.
Hasta bien entrada la década de los ochenta, el sector de las telecomunicaciones se desarrollaba básicamente en torno al servicio telefónico y a la difusión de televisión en menor medida. Se destinaban elevadas inversiones al objetivo de llevar el teléfono y la TV a la totalidad de hogares y centros de trabajo, a través del clásico par de hilo de cobre y la antena de recepción de TV terrenal en la banda de VHF-UHF respectivamente. Se trataba pues de una época en que la misión fundamental del operador consistía en extender el servicio a toda la población, lo que se conoce como alcanzar la universalización de los servicios. Era un sector fuertemente intervenido por los poderes públicos estatales (el teléfono y la TV se consideraban servicios públicos esenciales), y cuya actividad, sobre todo la telefonía, generaba fuertes economías de escala que justificaban su explotación en régimen de monopolio (monopolio natural de las telecomunicaciones). En un modelo de explotación de las redes y servicios de telecomunicaciones donde la industria fabricante de sistemas y equipos de telecomunicación del país quedaba directamente ligado a la estrategia inversora del operador incumbente, al igual que la actividad de investigación y desarrollo; la actividad internacional del sector se resumía en el tráfico internacional de voz y en la implantación de la industria multinacional fabricante a pie de suministro. Era en definitiva un sector fuertemente verticalizado basado en una estrecha alianza entre un operador que ostentaba el monopolio de los servicios y las redes (fuese público o privado fuertemente intervenido) y uno o unos pocos suministradores de equipamiento. Precisamente esta fortaleza del eslabón industria-operador ha sido uno de los primeros en ser desmantelados cuando las autoridades han optado por introducir competencia en el sector (caso de la integración de los Laboratorios Bell y ATT en USA o la Directiva de terminales de 1987 en la UE).
Para ilustrar esta situación vamos a describir brevemente tres modelos de organización representativos del sector de las telecomunicaciones:
• El caso de ATT en Estados Unidos: servicio no considerado como público (el modelo de prestación del “servicio público” está muy arraigado en Europa mediante la intervención del Estado en servicios considerados como necesarios para el bienestar de los ciudadanos, mediante su propios organismos (sanidad y educación) o mediante otorgamiento de concesiones. El modelo anglosajón se basa en el traspaso de esas competencias a la iniciativa privada), prestado en competencia de iure, aunque prestado de facto por una empresa privada.
• Los PTT en Europa: servicio público prestado en monopolio por una empresa pública.
• La compañía Telefónica en España: servicio público prestado en monopolio por una empresa privada.
El monopolio “de facto” de que disfrutaba ATT tenía sus raíces en la Communications Act de 1934, la misma Ley que creó a la FCC. Esta legislación tenía como objetivo hacer accesibles los servicios de comunicación telefónica y de radiodifusión al conjunto de los ciudadanos norteamericanos (servicio universal) y para ello establecía unas condiciones de interconexión entre redes que prácticamente otorgaba a ATT el “monopolio natural” del servicio de telecomunicación. Todo esto salta por los aires cuando el Departamento de Justicia emprende de nuevo en 1974, acciones legales anti-trust contra ATT por monopolizar el suministro de equipos y los servicios de telecomunicación, el juez federal Harold Green que presidía el juicio aprueba formalmente el acuerdo (Consent Decree de 24 de agosto de 1982) otorgando un periodo de un año a ATT para presentar un plan detallado de desmembramiento y otro año para ponerlo en práctica. Como consecuencia de esta decisión judicial, ATT se desprende de sus 22 BOCs las cuales se agrupan en 7 grandes operadores regionales RBOC (Nynex, Bell Atlantic, Ameritech, US West, South Western Bell, Pacific Telesys Group y Bell South). Se crean 160 áreas geográficas denominadas LATA en las que se divide el país. Las RBOC se reparten las 160 LATA estando solamente autorizadas a prestar servicios de telefonía local dentro de ellas (servicios intra-LATA). No pueden fabricar equipos ni proporcionar servicios de larga distancia ni prestar servicios de información (aquellos que ofrecen una capacidad para generar, adquirir, almacenar, transformar, procesar, recuperar, utilizar o hacer accesible información que haya sido transportada vía telecomunicación).
La Comisión Europea, consciente de la importancia de las infraestructuras de las redes de telecomunicaciones, como elemento fundamental para la autonomía estratégica de la UE, se ha encontrado con varios escollos que dificultan el cumplimiento de los objetivos de la Década Digital. En el caso de las infraestructuras de telecomunicaciones, se ha constatado un déficit de financiación de 174.000 millones de euros de aquí a 2030 que, según la Asociación Europea de Operadores de Telecomunicaciones (ETNO, por sus siglas en inglés), podría dejar sin banda ancha a 45 millones de personas en la UE para esa fecha. Asimismo, cada vez habrá que contar con más volumen, velocidad y capacidad en las infraestructuras de telecomunicaciones para permitir el flujo de contenidos por toda la Unión a raíz del uso más intensivo de las redes y de tecnologías avanzadas como la realidad aumentada, la realidad virtual y el Internet de las cosas. Ese es el motivo por el que la Comisión Europea ha puesto en marcha una consulta sobre el futuro del sector de la conectividad. Las diversas soluciones que se han propuesto son una reforma del marco normativo de las telecomunicaciones en la UE, la introducción de obligaciones de eficiencia para los proveedores de contenidos en el tráfico de datos y la llamada “contribución justa” o “tasa de telecomunicaciones” (o el “mecanismo de recuperación de costes” que se ha empezado a aplicar en Corea del Sur). La propuesta de la contribución justa ha generado un enconado debate en el que las grandes empresas de telecomunicaciones, los Estados miembros del sur de Europa, algunos europarlamentarios y determinados representantes del mundo académico respaldan la idea, mientras que otras empresas de telecomunicaciones, las grandes empresas tecnológicas (OTTs), los Estados miembros del norte de Europa, otros europarlamentarios y las ONG apuntan a los posibles efectos perjudiciales de la idea (por ejemplo, la conculcación de la “neutralidad neta”) y optan por un fondo especial en caso de que se introduzca un mecanismo de compensación al tráfico que generan las Big Tech que está entre el 50 y 60 por ciento del tráfico que circula por la red. Por otro lado, se necesita reforzar la posición estratégica de las empresas de telecomunicaciones de la UE si se pretenden alcanzar los objetivos de la Década Digital. Europa necesita reformar el marco normativo de las telecomunicaciones en la UE e introducir obligaciones de eficiencia para el tráfico de datos. Por lo que respecta al debate sobre la “contribución justa” por el uso de la infraestructura, es una cuestión que va más allá del mero economicismo al que la someten algunos interesados como son los OTTs, dicha medida es necesaria estudiarla desde todos los ángulos y con la vista puesta en el objetivo de la UE de lograr la autonomía estratégica y de la Unión y sus Estados miembros.
Las infraestructuras de telecomunicaciones se llevan percibiendo desde hace tiempo como una cuestión puramente económica, lo cual incide en la regulación al que se ven sometidas. Esto impide que la visión de futuro que pretende Europa como bloque independiente y no sometido a factores externos no se consiga. En las infraestructuras de telecomunicaciones entran en juego una gran parte de las aspiraciones de la UE al implantar su propio enfoque de autonomía estratégica. Se trata de activos fundamentales que afectan en gran medida a la seguridad, la economía, los derechos y los valores, y cuyo planteamiento estratégico define la formación de un mercado interno europeo justo y la determinación de la agenda política exterior con terceros países. Además, las infraestructuras de capacidad de red guardan una estrecha relación con desafíos sociales como las brechas de desigualdad generadas por la ausencia de redes en las zonas rurales. Este tema se planteó en la Declaración Europea sobre los Derechos y Principios Digitales, a modo de eje de solidaridad e inclusión en el seno de la UE, y en la Conferencia sobre el Futuro de Europa, donde se propuso el acceso a infraestructuras digitales como una línea principal de actuación para los ciudadanos. Europa parece que ha empezado a despertar como medidas como por ejemplo que van en esa dirección de autonomía digital como son el proyecto GAIA X https://tinyurl.com/4c4n4sdx , el cual habilita la soberanía de los datos europeos alejando la dependencia de las grandes tecnológicas norteamericanas (OTTs), o el proyecto NAAS, conocido como la Alianza Europea de Datos Industriales, Edge y Cloud. En el cual participan 39 empresas europeas para construir y fomentar el desarrollo y la adopción de tecnologías en la nube y en el borde de la red. Las tecnologías de vanguardia, como la nube o el edge, son habilitadores estratégicos para mejorar la eficiencia general de los sistemas de procesamiento de datos y explotar las posibilidades que ofrecen avances como la inteligencia artificial, Internet de las cosas o el 5G https://tinyurl.com/ythzcad7Hoy el actual Comisario de Mercado Interior de la Unión Europea, Thierry Breton, que fue presidente de Orange, conoce de primera mano el problema que atraviesan las operadoras con la utilización de sus redes por los gigantes de Internet. Esto no excluye ni justifica lo mal que hicieron las operadoras europeas en cuestiones como el abandono de la I+D https://tinyurl.com/muyz9mtt, para confiar su futuro al devenir de los negocios clásicos como ha sido la conectividad u otros ruinosos como la incursión que han hecho en el negocio de la TV. Lo que parece cierto es que la doctrina liberal de Margrethe Vestager como Comisaria de Competencia, colisiona con el interés europeo si se pretende que Europa sea estratégicamente independiente de factores externos. Estados Unidos y China ya han hecho sus deberes y aglutinado sus operadoras para darles musculo y economía de escala para poder ser más competitivas, sin embargo, Europa sigue enfrascada en el mantra economicista de los servicios de telecomunicaciones mientras sus compañías languidecen en bolsa. Lo único que hoy salva a gigantes de la talla de Telefónica, Orange, Vodafone o Deutsche Telekom de ser adquiridas por un oferente es la protección que gozan de los Estados patrios, pero, ¿es deseable que sigan siendo compañías débiles mientras son sometidas a una competencia asimétrica por los gigantes de Internet?
Para terminar el post, quiero manifestar que o se toman medidas que conduzcan a ese objetivo de la década digital, con actores autónomos e independientes de factores externos, que estén asentados en una I+D fuerte, con economías de escala europeas que se adentren en la multitud de ventajas que ofrece la digitalización… O tendremos otra caída de una “monarquía” como fueron los grandes conglomerados europeos que había en el sector de las telecomunicaciones hasta llegar al lugar en el que estamos hoy, quizás los responsables, económicos y políticos se lo deberían de mirar.
Ya lo dijo Manuel Vicent: “Sólo resucitan los que han muerto bien.”