Una combinación de factores marcó el final de un
período de notable crecimiento en la década de 1970, lo que se conoció como la
crisis del petróleo. La declaración de inconvertibilidad del dólar en
1971 y las devaluaciones del dólar entre 1971 y 1973 pusieron fin al sistema
monetario de Bretton Woods. La decisión de la Organización de Países
Exportadores de Petróleo (OPEP) de aumentar el precio del crudo en 1973 —y
nuevamente en 1979— terminó con el petróleo barato que había lubricado el
crecimiento de posguerra.
El crecimiento económico, que había desempeñado un
papel esencial en la consolidación de la democracia, experimentó un
incontestable estancamiento a finales de los años sesenta, en los que se
asistió, en los países industriales, al desarrollo paralelo de la inflación y
del paro. Pero las limitaciones del sistema se pusieron de manifiesto
bruscamente con las dos crisis del petróleo que sufrió el mundo industrial en
1973, primero con la Guerra del Yom Kippur entre árabes y judíos y segundo en
1979 con la toma del poder en Irán por Jomeini. El proceso
de expansión de los países industriales avanzados tuvo en 1973 su punto de
inflexión, pues el aumento de los precios del petróleo provocó una marcada
contracción de la actividad económica en todos los países industriales. Desde
1975 la mayoría de los países desarrollados experimentaron por primera vez una
disminución de su producción desde 1945. Al mismo tiempo, el crecimiento de los
gastos petrolíferos disparó la inflación y provocó un deterioro considerable de
las balanzas de pagos. La crisis económica abrió una etapa que presentó los
rasgos inversos a la precedente, con la desaceleración de las tasas de
crecimiento del PIB, el descenso de la productividad y la inestabilidad de la
coyuntura económica.
Como consecuencia de estos cambios se frenó el ritmo
del crecimiento económico. Creció la inflación, se redujeron las tasas de
crecimiento y aumentó el desempleo. Importantes industrias
—incluso sectores industriales enteros— se vieron obligados a reconvertirse:
debieron introducir innovaciones tecnológicas, ahorrar energía, reducir
sus plantillas de personal, etc. Muchas de estas reconversiones contaron
con el apoyo de los estados nacionales, que tendieron a privilegiar la mejora
de las estructuras productivas sobre los gastos sociales. En términos
sociales y políticos, la salida de la crisis en la década de 1970 no fue
neutral. En el terreno político, su rasgo principal fue el
cuestionamiento teórico y práctico del estado de bienestar. Para sus
críticos, enrolados en posiciones que suelen denominarse genéricamente
neoliberales o neoconservadoras, el propio funcionamiento del estado de
bienestar creaba las condiciones para el estancamiento económico, al limitar
los beneficios empresariales y reducir en consecuencia las posibilidades de
inversión.
Esta situación descrita anteriormente es lo que
podíamos definir como teoría del caos, la cual produce lo que se conoce como el
“efecto mariposa”: Dicho efecto es un concepto que hace
referencia a la noción de sensibilidad a las condiciones iniciales. La idea es
que, dadas unas condiciones iniciales de un determinado sistema caótico, la más
mínima variación en ellas puede provocar que el sistema evolucione en formas
completamente diferentes. Sucediendo así que, una pequeña perturbación inicial,
mediante un proceso de amplificación, podrá generar un efecto considerablemente
grande. Uno de los padres de esta teoría fue Edward Lorenz, un matemático y meteorólogo estadounidense. En 1963, experimentando
sobre el comportamiento de la atmósfera en modelos computarizados, calculó el
cambio en las condiciones atmosféricas frente a unas pequeñas modificaciones de
temperatura programadas. Los resultados fueron sorprendentes: cambios
insignificantes en los valores de algunas variables meteorológicas, resultaron
modificar el panorama atmosférico de una forma gigante e impredecible. De aquí
nació el dicho popular del "efecto mariposa"
que dice: “el aleteo de una mariposa en Hong Kong causará un tifón en
México”, haciendo referencia a que por más insignificante que parezca una
circunstancia, siempre acarreará algún tipo de consecuencia importante. Cambios
minúsculos que conducen a resultados totalmente divergentes.
En la actualidad nuestro
país sufre el "efecto mariposa" político, lo cual se
traduce en miedo, inacción, temor, recelo del mundo económico con respecto al
devenir de las políticas que se pueden implantar por el futuro gobierno que se consolide
así como por la posibilidad de que no exista gobierno y haya que ir nuevamente
a elecciones generales. Los dos escenarios pueden traer consigo cambios y
afectación a las compañías, sobre todo en aquellas que están en mercados
regulados, en las cuales existe una fuerte presencia política en sus órganos de
gestión, condicionando su devenir futuro a decisiones que no se acometen cuando
el escenario es tan volátil como el actual y sus gestores astisban que el
ciclo de su gestión puede acabar. En aquellas que no están reguladas y no tienen
presencia política así como para los inversores extranjeros que están en las
sociedades a través de los fondos de inversión, el miedo es igual, ya que las
decisiones que el futuro gobierno pueda tomar causan desconfianza para sus
directivos cuando no existe una previsión y escenario futuro claro y diáfano
sobre las medidas que se van a acometer.
Las mejores decisiones económicas se toman cuando hay
suficiente información económica disponible, la incertidumbre tiene un impacto
nocivo en la actividad económica. En primer lugar cuando existe la misma sus efectos
adversos son muy difíciles de controlar, puesto que se transmiten a los
diferentes sectores económicos a través de numerosos canales de la economía. En
segundo lugar, como se ha visto con frecuencia después de una crisis económica
la incertidumbre es anticíclica, una elevada incertidumbre se asocia con
recesiones profundas y recuperaciones más débiles. Durante las épocas
de expansión, la incertidumbre es, en promedio, mucho menor que durante los
tiempos de recesión. La incertidumbre
actual impacta sobre la economía en sentido contrario al ciclo económico de
pequeña expansión que está viviendo la economía española. Esta incertidumbre está relacionada como
dije anteriormente con la política actual y actúa en dos direcciones sobre las
decisiones de empresas y hogares. En el mundo empresarial por ejemplo, si un
empresario desconoce cuándo va a cobrar un pedido retrasará sus planes de
inversión, así mimo esto le generará dudas para la contratación de nuevo
personal y expansión de su negocio, etc. En los individuos o sociedad civil
actúa en el mismo sentido, si una familia tiene dudas sobre la continuidad de
sus ingresos, procurará ahorrar, evitará las grandes compras y con ellas los
posibles estímulos que podría dar a la economía por vía de la demanda agregada,
(suma del gasto en bienes y servicios que los consumidores, las empresas y el
Estado están dispuestos a comprar a un determinado nivel de precios y depende
tanto de la política monetaria y fiscal, así como de otros factores).
Se puede afirmar sin lugar a
duda que la incertidumbre es el rasgo más distintivo del entorno actual en el
que movemos, pareciera lógico pensar que lo normal es vivir cargados de
angustia y desesperación, sin embargo no estamos preparados para vivir en ella
ya que hemos sido educados para movernos en entornos de una mayor certeza.
Esa agonía que suele aparecer con facilidad, cuando el individuo ve amenazada
su estabilidad laboral u otras aún peores, que suelen englobar muchas
preocupaciones a la vez, como suelen ser por ejemplo, unos resultados
electorales, donde existen expectativas que van desde la posibilidad de perder
un empleo hasta la de perder una propiedad o una empresa. Y es que la incertidumbre, ya sea
económica, política o social, está asociada a lo desconocido y esto nos provoca
inseguridad, estrés, ansiedad y miedo. En consecuencia, se convierte en
una generadora de situaciones muy angustiantes que pueden llevar a la persona a
desarrollar acciones defensivas en su comportamiento. Por otro lado, ante la
incertidumbre, siempre es importante pensar y preparar vías de acción ante lo
peor que pueda suceder y que tanto se teme. Lo que suele suceder es que en ese
análisis vamos a encontrar que eso que consideramos “lo peor” tampoco es tan grave como para no tener salidas y que
además y paradójicamente suele ser poco probable. De esta manera podemos calcular
posibilidades, crear "escenarios" de lo que
pueda sobrevenir preparándose mentalmente para cada uno. Preguntarse, ¿qué
haría si se da este u otro escenario?, nos prepara con nuevas ideas para
abordar cada situación y esto hará que disminuya la incertidumbre, el miedo y
por ende la ansiedad. La incertidumbre nunca desaparecerá mientras siga
creciendo. La única manera de vencer al miedo es enfrentarlo, no evitarlo.
Por ende, el objetivo no es dejar de sentir miedo, sino que dicho miedo sea un
factor controlable y no nos inmovilice,
lo otro es temeridad, y esta sí que puede llevar a cualquiera al
desastre.
Ante esta situación de incertidumbre que vivimos actualmente se plantea un
dilema fundamental a los gestores dentro de las compañías, ¿abordar y gestionar las mismas tomando medidas que salven a las mismas
del “efecto mariposa” o quedarse quietos y esperar a que escampe con el
consiguiente riesgo para las mismas?... la decisión puede que no sea fácil,
pero el sentido común y la generosidad de dichos gestores tiene que estar
puesta en la salvaguarda de los intereses de todos los stakeholders (trabajadores, accionistas, clientes, etc.) que están
dentro de las compañías a los que representan.
Ya lo dijo Arthur
Schopenhauer: “No hay ningún viento favorable para el que no sabe a qué punto se
dirige”.
REcomiendo leer "el cisne negro" de Nassim Taleb, en torno a la incertidumbre y cómo enfrentarnos a ella.
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