viernes, 18 de marzo de 2016

REDARQUÍA SI, COMITÉS Y JERARQUÍA NO



Para la gente corriente, Grigori Perelmán será un loco por haber rechazado el millón de dólares de recompensa que le otorgó el Instituto Clay de Matemáticas (Massachusetts, EE UU) por haber resuelto la conjetura de Poincaré -uno de los siete problemas del milenio-, y se negó a recibirlo a pesar de vivir con su madre en precarias condiciones. Antes del millón de dólares, Grisha había rechazado un premio de la Sociedad Matemática Europea y luego hizo lo mismo con la medalla Fields, llamada frecuentemente el Nobel de las Matemáticas, que debería haber recibido en Madrid en 2006, durante el Congreso Internacional. Su vida transcurre en un completo encierro con respecto a la sociedad, pues Grisha ya no se comunica con nadie, a excepción de su madre; se niega a conceder entrevistas, no responde si a uno se le ocurre ir a verlo y tocar a la puerta de su apartamento, e incluso ha roto todos los vínculos con la mayoría de sus antiguos colegas y maestros. Grisha ingresó en 1976 -recién cumplidos los 10 años- en el círculo de matemáticas que funcionaba en el Palacio de Pioneros de Leningrado. Estos centros de élite, repartidos por la URSS, eran como grandes clubes donde funcionaban numerosos círculos para niños: de matemáticas, de ajedrez, de deportes, de música... Grisha, de hecho, llegó al Palacio de Pioneros de Leningrado sabiendo ya tocar el violín, instrumento que también había estudiado su madre, que era profesora de matemáticas en una escuela. A pesar de sus excentricidades y de su dificultad para comunicarse con otros, Perelman siguió su carrera matemática con relativa normalidad, sobre todo gracias a las personas que, viendo su talento, lo protegieron y consiguieron que fuera admitido en la discriminatoria Facultad de Matemáticas de la Universidad de Leningrado, que solo aceptaba a dos judíos al año. La táctica seguida para ello fue conseguir que Perelman formara parte del equipo olímpico ruso de matemáticas, ya que sus miembros ingresaban automáticamente en la Universidad que eligieran. Grisha no solo lo consiguió, sino que logró un extraordinario resultado en las Olimpiadas de Budapest: 42 problemas resueltos de un total de 42. A los 29 años, estando en EE UU, la Universidad de Princeton mostró interés por contratarlo como profesor asistente, pero él se negó a presentar un currículo; dijo que si lo querían, que le dieran un puesto de profesor titular. No lo hicieron y lo lamentarán siempre. 

Perelman fue a Princeton a principios de 1995 a dar una conferencia sobre su prueba de la Conjetura del alma (Soul conjecture) y para entonces se había convertido ya en el mejor geómetra del mundo. Él había rechazado previamente un prestigioso premio de la Sociedad Matemática Europea, y al parecer dijo que sentía que el comité del premio no estaba cualificado para evaluar su trabajo, incluso positivamente. Todo apunta a que empezó a irritarle la idea de que otra persona pudiera juzgar su trabajo, cuando él se consideraba ya el mejor del mundo. Además vivía bajo una enorme autoexigencia, que le llevaba a considerar que no era merecedor del premio en cuestión, entre otros motivos, porque no había completado su trabajo todavía. Esta conciencia de su superioridad unida a su rigidez moral -modelada en torno a la figura ideal de Alexándrov, con la exigencia de decir siempre la verdad y solo la verdad- es lo que, según quienes le conocieron, le lleva a rechazar ese premio y otros posteriores.

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En la sociedad actual donde los individuos gozan de una comunicación prácticamente total en tiempo real dentro de su compañía, la creación de comités sigue siendo asumida como un elemento fundamental por los directivos en aquellas organizaciones de tipo jerárquico, todo lo contrario de lo que hacen las ágiles y rápidas compañías conocidas como startup. Fue Napoleón el gran estratega y conquistador al que se le atribuye un dicho que –al menos– sirve para reflexionar: “cuando quiero que un asunto no se resuelva, lo encomiendo a un comité”. Parece pues que no se debería mirar para otro lado cuando a nuestro alrededor observamos ejemplos donde se han instaurado dichos comités con resultados francamente mejorables. Si los fans o discípulos de dichas jerarquías defienden las ventajas que proporcionan, no es menos cierto que esconden muchas veces la incapacidad de resolver los problemas diluyendo las responsabilidad en un ente sin personalidad humana. Por lo expuesto, se deduce fácilmente que trabajar en comités tendrá ventajas o inconvenientes según las temáticas que se traten y las personas que lo integran. Los temas complejos requieren más de un punto de vista, especialización, división de funciones, etc. Pueden favorecer la creatividad si el ambiente de trabajo es propicio y facilitar la objetividad cuando hace falta corregir visiones demasiado subjetivas acerca de los problemas, el concurso de varias personas para decidir algo puede ser la ocasión de un constante dilatar soluciones. Es preciso ser firme y exigente en la forma de trabajar para llegar a conclusiones operativas en cada sesión y no aplazarlas por motivos  diversos: ausencia de algún miembro, discusiones interminables, no contar con los datos necesarios antes del inicio de la sesión, impuntualidad, etc. Hay cuestiones que, por la escasa importancia que tienen, no justifican formar un comité; se desgastan inútilmente las personas y se termina perdiendo el tiempo. Además, hay que dosificar la cantidad de comités y reuniones a las que una persona puede atender. Si fueran excesivas las reuniones semanales a las que tiene que acudir por su presencia en varios comités, es dudoso que pueda resistir físicamente o actuar con eficacia. Pero el punto fundamental que hay que evitar es la disolución de responsabilidades en el conjunto del comité. Hay personas que tienen una gran tendencia a esconderse en el anonimato, sin hacerse cargo personalmente de la decisión tomada. Por este y otros motivos son recomendables las actas, en las que también conviene evitar la excesiva influencia del secretario o persona que escribe y anota las resoluciones de dicho comité. Cuando en un comité aparece el término “análisis” es sinónimo de “parálisis”, es por esto que hay que estar atento y detectar cuando un comité funciona o no.


Hasta aquí la explicación de porqué debe haber comités en las compañías jerarquizadas, con más de siglo y medio de historia en dicha teoría organizativa según Henry Fayol.
Hace un tiempo no muy lejano los principales problemas que sufrían las empresas eran de ejecución, de incapacidad de gestionar la demanda. En este contexto la eficiencia y el proceso repetitivo se volvieron necesarios, acercando inexorablemente a las compañías hacia la burocracia. En la situación actual, consecuencia del imperativo de la rapidez y flexibilidad, necesitamos organizaciones extremadamente ágiles donde la burocracia no tenga cabida. Es algo que aunque se dice y pregona mucho por directivos en sus conferencias y charlas con sus plantillas, términos como; “debemos de dejar de hacer…”, “consumimos muchos recursos innecesariamente…”, etc., los mismos pretenden hacer ver a las personas que hay que salir de la zona de confort ya que la realidad nos obliga por circunstancias relacionadas con la eficiencia, competitividad, beneficios y otras variables que lastran a las compañías y las condenan a la tumba. Una de las razones según Jobs de que  Appel sea una gigantesca startup y  no existan comités es que las personas que lideran un área no requieren de seguimiento o supervisión, el sistema y engranaje de la compañía hace que cada parte cumpla y realice su tarea para que el conjunto consiga sus objetivos.  La clave está en obsesionarse menos con planificar y controlar hasta el último detalle y más con ejecutar pronto y bien. La apertura y transparencia son dos de las características esenciales que tiene que tener la empresa, no debe ni puede haber torreones aislados dentro del castillo (compañía). Para esto hay que tener una plantilla con un sentimiento colaborativo entre áreas, donde la comunicación es la palanca clave que hace que se movilice el compromiso de las personas. Es gracias a esa comunicación que las personas adoptan un rol proactivo en base a su convencimiento de que la colaboración es la mejor opción para alcanzar los fines de la empresa. Para ello la redarquía surge como elemento clave en esa forma de organización óptima, la realidad es que en este momento esto es una fantasía en muchas compañías de este país, es por ello que en esas compañías se generan toda una serie de disfunciones como: escasa comunicación entre niveles, desconexión entre lo que sucede “arriba” y la realidad, demasiados planificando y pocos ejecutando…etc. 
La red o redarquía nos enseña cada día que compartir crea valor, y que todos podemos aprender, desarrollarnos, crear e innovar en redes globales basadas en la transparencia, la autenticidad y la confianza. La más primitiva de nuestras necesidades como seres humanos, la de comunicarnos y estar conectados a los demás, nos conduce sin que nada podamos hacer por evitarlo a una nueva era: la era de la colaboración. La esencia de esta nueva era es la colaboración masiva, que se ha convertido ya en un fenómeno imparable, propulsado por la llegada a nuestras escuelas y organizaciones de la primera generación de jóvenes “nativos digitales”, por la creación de nuevas estructuras sociales que superan en complejidad a todas las anteriores, y por la emergencia de nuevos modelos de creación de valor basados en la colaboración abierta entre comunidades globales. En definitiva, podemos decir que la nueva era supone cambios substanciales en la propia naturaleza de nuestra sociedad, tiene un impacto profundo en nuestras instituciones y modelos de gobierno corporativo en las compañías, y nos presenta retos que no hemos visto con anterioridad. El compartir crea valor y sinergia entre las personas que componen las compañías, la red se ha convertido en una poderosa plataforma de colaboración que ésta permitiendo el nacimiento de nuevas estructuras sociales, formadas por personas que colaboran de forma abierta y libre, sin jerarquías, desinteresadamente, en relaciones horizontales entre pares, aprendiendo y creando de forma colaborativa, en red.


De la redarquía en la actualidad por ejemplo surgen verdaderos países virtuales como Facebook, con más de 1.600 millones de habitantes, basados en la transparencia, la autenticidad, la reciprocidad y la confianza como formas de creación de riqueza colectiva. Para conseguir esta redarquía hay que ir hacia organizaciones mucho más planas y diversas que las actuales, donde el mérito para liderar no venga de los años que se han pasado chupando banquillo sino del valor real que aporte cada persona a la compañía. Los expertos en el tema dicen que la mejor forma de evaluar el futuro de una empresa es enfrentar el organigrama “formal” con la lista de personas que más valor aportan a la empresa; si no cuadra, el futuro de la compañía está amenazado… 


                                       Organización disruptiva

Ya lo dijo Nassim Taleb: “Éste es un nuevo mundo dominado por lo desconocido y lo imprevisible. Nos hallamos frente a un futuro emergente, en el que todos somos parte del problema y de la solución, y para abordar los nuevos retos, debemos asumir que lo que no sabemos es más importante que lo que sabemos”.
 







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