«La ciudad de Nogales está dividida en dos por
una valla. Si miras al norte, puedes ver Nogales (Arizona). El ingreso medio
por hogar es de alrededor de 30.000 dólares anuales.
[…] La vida al sur de la valla,
en Nogales, (Sonora), es algo diferente. El ingreso medio por hogar representa
alrededor de un tercio del de Nogales (Arizona). […] No hay diferencias ni en la geografía, ni en el
clima ni en los tipos de enfermedades comunes en la zona. […] Los habitantes de Nogales (Arizona) y Nogales
(Sonora) comparten los mismos antepasados, disfrutan de la misma comida y de la
misma música, e incluso nos atreveríamos a decir que tienen la misma cultura […] ¿Cómo pueden las dos partes de lo que
esencialmente es la misma ciudad ser tan diferentes?». Texto del
libro “Why nations fail” de Daron Acemoglu y Jim Robinson.
El concepto de élite extractiva fue formulado
por los economistas Daron
Acemoglu y Jim Robinson, y lo definieron
de la siguiente manera: “un sistema de captura de rentas que
permite, sin crear riqueza nueva, detraer rentas de la mayoría de la población
en beneficio propio”.
Acemoglu
y Robinson denominan instituciones
económicas inclusivas a aquellas que fomentan la participación
de los ciudadanos en la economía, que favorecen el uso óptimo de sus
habilidades y que les permiten adoptar libremente sus decisiones. Requieren de
un estado de derecho sólido, de la defensa de la propiedad privada, la
provisión de servicios públicos y del fomento de la competencia. Generan
tecnología y educación, y favorecen el progreso y el desarrollo mediante un
proceso de destrucción
creativa. Frente a éstas, las instituciones económicas extractivas
son aquellas concebidas para extraer riqueza de un sector de la población y
transferirla a la élite. En un plano político, las instituciones políticas inclusivas
son aquellas que presentan un grado suficiente de pluralismo y de
centralización política. En defecto de cualquiera de ambos requisitos, nos
encontraríamos ante instituciones
políticas extractivas. El dúo de historiadores afirma que las
instituciones extractivas operan desde los albores de la civilización. Las
sociedades se encuentran atrapadas
en un sistema complejo de mecanismos diseñados para mantener el poder de las élites al
que los autores denominan círculo
vicioso. Solamente la coincidencia de un proceso de evolución institucional
previo junto con una coyuntura
histórica crítica y una contingencia
histórica favorable puede romper el círculo vicioso y empoderar
a los ciudadanos.
Fue Sheldon Wolin, profesor emérito de filosofía política de la Universidad de Princeton, quien en el año 2003 publicó una de sus obras más relevantes, “Inverted Totalitarianism”. El totalitarismo invertido es el momento político en el que el poder corporativo se despoja finalmente de su identificación como fenómeno puramente económico y se transforma en una coparticipación globalizadora con el Estado. Mientras que las corporaciones se vuelven más políticas, el Estado se orienta cada vez más hacia el mercado. La antidemocracia, y el dominio de la élite son elementos básicos del totalitarismo invertido. Políticamente, significa alentar la "desmovilización cívica", condicionando a los electores a apasionarse por períodos breves, controlando su lapso de atención y promoviendo luego la distracción o la apatía. El ritmo intenso de trabajo y los horarios de trabajo prolongados combinados con la inseguridad laboral son la fórmula para la desmovilización política. Según Wolin en el totalitarismo invertido, "los elementos clave son un cuerpo legislativo débil, un sistema legal que sea obediente y represivo, un sistema de partidos en el que un partido, esté en el gobierno o en la oposición, se empeña en reconstituir el sistema existente con el objetivo de favorecer de manera permanente a la clase dominante, los más ricos, los intereses corporativos, mientras que dejan a los ciudadanos más pobres con una sensación de impotencia y desesperación política y, al mismo tiempo, mantienen a las clases medias colgando entre el temor al desempleo y las expectativas de una fantástica recompensa una vez que la nueva economía se recupere”.
Además este esquema social está sustentado por unos medios de comunicación cada vez más
concentrados y desleales con la información que birndan a la sociedad, son una máquina de propaganda
institucionalizada a través de grupos de reflexión y fundaciones generosamente
financiadas por dicha élite económica. Desde un punto de vista económico,
el totalitarismo invertido
explota a las clases mas desfavorecidas, reduciendo o
debilitando los programas de salud y los servicios sociales, reglamentando la
educación masiva para una fuerza de trabajo insegura, amenazada por la emigración de trabajadores con bajos salarios. Hobbes acaba venciendo
a Rousseau: cuando los ciudadanos se sienten inseguros y
al mismo tiempo impulsados por aspiraciones competitivas, anhelan estabilidad
política más que él compromiso cívico; protección más que participación política.
Esta élite económica está
protegida por una clase política, la cual tiende a provocar burbujas económicas de las que nunca se
responsabiliza, gracias a su control sobre los organismos
reguladores. Baste citar por ejemplo los casos del hundimiento de las cajas de
ahorro sin ninguna responsabilidad, la burbuja inmobiliaria, la clase política
tenía el poder para decidir el precio del suelo a través de recalificaciones,
diseñar planes urbanísticos y conceder créditos para llevarlos a cabo
valiéndose de su poder en la caja de ahorros correspondiente, las subvenciones
a energías renovables o la construcción de infraestructuras que ahora se han
revelado innecesarias, como líneas AVE ruinosas, palacios de congresos, centros
deportivos no terminados o autopistas que nadie usa. Este comportamiento viene
motivado por una financiación insuficiente de dichos partidos políticos debido
a una bajísima afiliación, lo cual contribuyen insuficientemente a paliar sus gastos de funcionamiento de los aparatos, lo cual obliga a dichas formaciones políticas a servidumbres inconfesables a dichas élites económicas. Un estudio elaborado por Stefania Vitali, James B. Glattfelder y Stefano Battiston, investigadores
de la Universidad de Zurich (Suiza), quienes publicaron su trabajo el 26 de
octubre 2011, bajo el título “La Red de Control Corporativo Global” (The Network
of Global Corporate Control) en la revista científica PlosOne.org. de la Universidad de Zurich reveló que
un pequeño grupo de 147 grandes corporaciones trasnacionales, principalmente
financieras y minero-extractivas, en la práctica controlan la economía global.
El estudio fue el primero en analizar 43.060 corporaciones transnacionales y
desentrañar la tela de araña de la propiedad entre ellas, logrando identificar
a 147 compañías que forman una “súper entidad”.
Los círculos rojos son “corporaciones súper-conectadas” mientras los amarillos son “corporaciones muy conectadas”. Las 1.318 empresas transnacionales que forman el núcleo de la economía globalizada, muestran sus conexiones de propiedad parcial entre unos y otros, y el tamaño de los círculos corresponde a los ingresos. A través de las empresas sus propietarios controlan la mayor parte de la economía “real” (Ilustración de los autores, PlosOne, 26/10/2012).
Los círculos rojos son “corporaciones súper-conectadas” mientras los amarillos son “corporaciones muy conectadas”. Las 1.318 empresas transnacionales que forman el núcleo de la economía globalizada, muestran sus conexiones de propiedad parcial entre unos y otros, y el tamaño de los círculos corresponde a los ingresos. A través de las empresas sus propietarios controlan la mayor parte de la economía “real” (Ilustración de los autores, PlosOne, 26/10/2012).
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Estos últimos siete años
de crisis han sido letales para algunas grandes compañías, sus directivos
apostaron por una política de gestión orientada exclusivamente a la contención
de costes, olvidándose por completo de las personas dentro de las compañías. Esto trajo consigo que las condiciones de
trabajo empeorasen (Clima Laboral), se produjeron recortes que no se explicaron
cómo ERES y otros que eran incoherentes con otras situaciones que sucedían
dentro de las compañías, por ejemplo, por un lado había una contención
salarial, recortes en formación, innovación, etc., y por otro lado los bonus o
premios como los programas de acciones aumentaban los ingresos de dichos
directivos. Esta política trajo consigo que muchas compañías perdiesen
importantes cuotas de mercado, ingresos
y clientes a lo largo de dicha crisis, en proporciones en una horquilla que osciló entre el 30 y 40%,
sin que por ello se tomase ningún tipo de medida con dichos directivos ni con
la estrategia fijada para sortear la crisis. Esta falta de gestión
y control por parte de dichos directivos han supuesto importantes pérdidas para
los grupos de interés de dichas compañías, como accionistas, inversores, empleados,
etc., sin ir más lejos sus capitalizaciones bursátiles han sufrido un
descalabro de proporciones nunca vistas. Otro factor que ha aumentado la
vulnerabilidad de dichas compañías ha sido la deuda que han adquirido, en
algunos casos superiores a dicha capitalización bursátil, entrando en un gran
riesgo debido a que en el ciclo actual con tipos muy bajos permite pagar dicha deuda
pero si los tipos suben pueden ver comprometida su supervivencia.
Para
cambiar esta situación se necesitan políticas y acciones encaminadas a cambiar
la situación actual como es la supresión de los abusos que permitieron la
burbuja espectacular que desemboco en la crisis del año 2007 y que todavía
seguimos pagando sus consecuencias por los siguientes motivos: mala asignación
del capital productivo, efectos perniciosos de los monopolios sobre los
consumidores, como es el del petróleo o el eléctrico, fraudes financieros en la
economía real, organismos reguladores contaminados por políticos que protegen
intereses particulares, etc. Para Acemoglu y Robinson,
este fracaso viene motivado «porque las
instituciones económicas extractivas no generan los incentivos que necesita la
población para ahorrar, invertir e innovar. Las instituciones políticas
extractivas apoyan el proceso al consolidar el poder de aquellos que se
benefician del expolio. En muchos casos, el fracaso se produce por falta de
actividad económica eficiente, porque los políticos están encantados de extraer
los recursos y de aplastar cualquier tipo de actividad económica independiente
que les amenace a ellos o a las élites económicas. En algunos casos extremos,
las instituciones extractivas allanan el camino para el fallo completo del
estado, destruyendo no sólo la ley y el orden sino también los incentivos
económicos más básicos».
Para
revertir dicha situación hay que cambiar el funcionamiento de las
instituciones públicas y dar mayor protagonismo al individuo frente a una
sociedad catatónica y resignada con el atropello y la injusticia, donde el
individuo sea el protagonista del modelo productivo en las compañías, aumentando
su compromiso y esfuerzo con la sociedad a la que presta sus servicios, donde
los directivos sean personas con honor, moralidad y vergüenza y la mentira o
las medias verdades se erradiquen como forma de funcionamiento, donde la
meritocracia y la igualdad de oportunidades regresen para formar parte del ADN
de las compañías, donde el clientelismo y la sumisión en las compañías dejen de
formar parte y se pase a un modelo de empoderamiento donde las personas sean autónomas
para decidir, eliminando con ello diferentes niveles de las estructuras, haciendo que las mismas sean más horizontales
y ligeras y ganando agilidad a la hora de ejecutar las estrategias definidas. Para
esto se necesita toda una regeneración democrática,
económica, social y empresarial donde dichas élites económicas vean mitigada su
influencia ante situaciones injustas como ocurre en este momento.
Aquellas compañías que
entiendan el mensaje y pongan de verdad a las personas en el centro de su estrategia
serán las triunfadoras en esta nueva era digital a la que vamos a una velocidad
de vértigo.
Ya lo dijo Constancio C.
Vigil: “La verdad puede ser dulce o amarga, pero no puede ser mala, la
mentira puede ser dulce o amarga, pero no puede ser buena”.
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