En 1973 Honda irrumpe en el mercado presentando su
novedoso modelo Honda Civic CVCC, Honda estaba aún dirigida por Soichiro
Honda su fundador, que había empezado la empresa hacía entonces sólo 25 años,
añadiendo motores a simples bicicletas. Honda ya era una empresa reconocida en
1973, pero en Detroit (Estados Unidos) seguían sin tomarles en serio. Quizá no
contaban con el hecho de que el señor Soichiro era el Elon Musk de la
ingeniería en el Japón de la época. Y estaba a punto de dar a General
Motors su mayor cura de humildad hasta la fecha. Honda presentó su Civic CVCC,
y anunció que su coche ya cumplía en 1973 los preceptos de la EPA
estadounidense en materia de emisiones. No sólo los existentes en 1973, sino
los que entrarían en vigor en 1975. Y todo ello sin perder potencia al usar
catalizadores o sistemas de recirculación de gases. Detroit estaba rompiéndose
la cabeza para lograr que sus motores cumplieran los límites de emisiones de la
EPA, y lo hacían a base de ineficientes catalizadores, que robaban decenas de
caballos a la potencia de los motores, el motor CVCC de Honda cumplía los
límites legales sin necesidad de pesados y caros catalizadores.
Muchos vehículos potentes de la época pasaron de
tener cerca de 400 CV en 1970 a tener menos de 200 CV sólo tres años después.
Detroit lo intentó todo, incluso redujo las relaciones de compresión de los
motores para reducir su nivel de emisiones contaminantes y permitirles usar
gasolina de bajo octanaje, 87 octanos. El Civic CVCC no necesitaba ningún
artilugio adicional para controlar las emisiones. Aunque su motor de 1,5 litros
apenas desarrollaba 53 CV, eran más que suficientes para mover ágilmente un
coche que sólo pesaba 680 kg. CVCC significa Compound Vortex
Controlled Combustion. Era un motor con una culata modificada de 12
válvulas y cuatro cilindros. La diferencia estribaba en que el motor CVCC disponía
de una precámara de combustión, donde se introducía una mezcla de aire y
gasolina muy rica mediante una válvula adicional de admisión. Esta precámara
estaba comunicada con la cámara de combustión principal, donde la explosión se
mezclaba a menor temperatura con el resto de la mezcla – mucho más pobre e
introducida por una segunda válvula de admisión convencional. Detroit se tomaba
a Honda como una especie de chiste, hasta que el chiste les explotó en la cara.
El resultado era un cumplimiento de los límites de emisiones estadounidenses
sin necesidad de catalizador, una forma primitiva de inyección estratificada de
combustible. Era una tecnología revolucionaria, Ford y Chrysler pronto
contactaron con Honda para licenciar el uso de esta tecnología en sus motores.
Sin embargo, es
famosa la declaración de Richard Gerstenberg, entonces CEO de General Motors: “He
evaluado este diseño, y aunque parece funcionar en motores de juguete, no le
veo futuro en nuestros motores de coche“. En Honda tardaron poco
en enterarse de semejante bravuconada, Soichiro Honda decidió callar a su
principal crítico. Y no lo calló con palabras, lo hizo con hechos, adquirió un
Chevrolet Impala de 1972 en un concesionario y lo envió a Japón mediante carga
aérea. Honda dijo a sus ingenieros que aplicasen al Impala el sistema CVCC de
Honda. Tras instalarle las culatas nuevas al motor 5.7 V8 del Chevrolet, envió
el coche a la EPA estadounidense, para que testara sus emisiones de acuerdo a
las normativas de 1975. Soichiro Honda demostró con hechos, no palabras, la
viabilidad de su sistema CVCC. El coche cumplió a la perfección, tras haber
incluso recorrido 3.000 millas con un sistema en un estado de prototipo, nunca
aplicado a grandes propulsores. Sus emisiones de partículas y óxidos de
nitrógeno estaban dentro de los límites legales marcados por la EPA para 1975,
y Honda lo hizo sin necesidad de instalar una EGR o catalizadores. No nos lo
inventamos: los resultados de semejante hazaña se recogen en un documento
legal, publicado por la EPA y que podéis consultar http://bit.ly/1UXTqbz . Y Honda lo hizo sin
reducir la potencia del motor V8 además de reducir sus consumos con
respecto a su especificación original. Se desconoce si hubo respuesta por parte
de General Motors, pero a Soichiro Honda
no le hizo falta siquiera abrir la boca. Fue la mayor cura de humildad que
General Motors pudo recibir, y es un ejemplo más de la genialidad del fundador
de Honda, una de las figuras clave en la historia del automóvil.
La dimensión moral de la
crisis financiera ha avivado el interés por la ética de los directivos en las
empresas, gobiernos y organismos reguladores, de supervisión y de
control. De entre todas las virtudes que se esperan de un directivo ético,
hay una que resulta especialmente importante para aquellas personas que ocupan
posiciones de gobierno o de dirección y que, sin embargo, ha sido ignorada en
la ciencia económica: la humildad. La humildad se define como “la
actitud de la persona que no presume de sus logros, reconoce sus fracasos y
debilidades y actúa sin orgullo”. Teniendo esta definición como base,
se pueden extraer algunas situaciones que están asociadas a dicha cualidad
humana dentro de las organizaciones empresariales como por ejemplo:
- Cualquier mando o líder de una compañía, por muchos años de experiencia y conocimientos que posea, debe estar abierto a aprender cada día de quienes le rodean. La experiencia no facilita todo el conocimiento, hay que mostrarse abierto a aprender de cualquiera y en el lugar más insospechado.
- Si has conseguido alcanzar alguna meta, no es necesario alardear de ella y si es gracias a la labor de tú equipo, no te lo atribuyas como propio. Cuando haces bien tu trabajo y tu esfuerzo es recompensado mediante algún logro, serán los demás quienes acaben hablando de él (lo cual es más gratificante).
- Nadie lo sabe todo ni es perfecto, así que si cometes un error lo mejor que puedes hacer es reconocerlo y aprender del mismo para el futuro. Reconocerlo es una fortaleza de cara al resto de personas que interaccionan con uno, ya que esta acción permitirá que uno centre su esfuerzo sobre dichas debilidades para intentar convertirlas en fortalezas.
La humildad no tiene buena prensa en el mundo de la
empresa; parece que si un trabajador, mando o directivo es humilde debe
ser apocado, tímido, algo cobarde, que se arruga ente los demás, que no sabe
tomar decisiones… un mal líder, vamos. Pero veamos las situación desde
otro ángulo, la humildad nos lleva a conocernos como somos (“humildad
es andar en verdad”, decía Santa Teresa de Ávila). No deja que nos
engañemos resaltando nuestras capacidades y realizaciones, ni subrayando
nuestras deficiencias. Nos ayuda a valorar a los demás por lo que son, sin
rebajarlos ni ensalzarlos, porque no planteamos las relaciones como una
competición que afecta a nuestro ego, nos abre a la opinión de los demás, lo
cual nos ayuda a conocernos mejor. Cuando un directivo muestra un
comportamiento humilde con su equipo de trabajo realiza algunas de las
siguientes acciones: escucha a los miembros de su equipo, sopesa sus opiniones,
les anima a aportar sus opiniones, delega responsabilidades, admite sus errores
y asume los errores de su equipo, reconoce como méritos de su equipo cuando
llegan los éxitos…etc.
Claro que las vías por las que esto se pone de
manifiesto son demasiado personales, de modo que, por ejemplo, no me parece
correcto decir que un directivo humilde tendrá mayores beneficios; esto puede
ser así, o no, y la calidad profesional, humana y moral del directivo no
depende de la cuenta de resultados, ni de la opinión de los demás. En este post
ofrezco algunas ideas para desarrollar la capacidad de ser humilde,
solo el que se atreve a lanzarse a practicarlas entenderá por qué son buenas para
él, para los demás, para la empresa y para la sociedad. Mientras
uno siga mirando las cotizaciones de la bolsa como criterio de éxito, o
mientras uno siga pensando en cómo le valoran los demás como lo más importante
para su carrera, más difícil le resultará entender por qué ha de ser humilde. A
lo más, buscará aparentar ser humilde… y el fracaso está servido.
El rasgo que más empodera a un líder es la
humildad, una persona no puede ser nunca lo bastante humilde, sin embargo es
perfectamente posible aprender a ser más humilde. Esta humildad debe
de estar basada en el servicio a los demás dentro de la compañía, no existe
liderazgo sin servicio. Si una persona lidera a otras
personas, nunca debe usar su posición con fines egoístas, debe cuidar no hacer
cosas que envíen a sus colaboradores directos y demás trabajadores o colegas la
señal de que estás por encima de ellos. Y eso puede suponer por ejemplo
trasladarse a una oficina donde está la gente que lidera, muchos líderes
eficaces han hecho exactamente eso. Según la revista Forbes, un consejero
delegado que opta por una oficina austera en lugar de una oficina de lujo da un
ejemplo poderoso. Ese acto dice: “No estoy por
encima de vosotros; soy uno de vosotros, y cometo errores, me enfado y paso por
las mismas cosas que vosotros”. La articulista de Forbes Helen Coster
cita a April Callis, presidenta de una empresa de consultoría de gestión, para
explicar en qué consiste la estrategia de la oficina: “Si el objetivo del
consejero delegado o presidente es asegurarse de que todos sepan que es parte
de un equipo, sentarse en una oficina donde está el resto de colaboradores es
una excelente forma de demostrarlo... Desde ahí se oyen cosas que no se oyen
cuando uno se encierra en una oficina aislada. Trabajar en la
oficina con el resto de personas da una fuerte dosis de realidad.
Meg Whitman, antigua consejera delegada de eBay, ocupaba una pequeña oficina mientras dirigía la empresa desde su base en San José. Lo mismo podía decirse de Michelle Peluso cuando dirigía Travelocity. Tony Hsieh, consejero delegado de Zappos, optó por trabajar desde una oficina situada en las oficinas centrales de la empresa en Las Vegas, y no precisamente un oficina cualquiera, sino una donde estaba a la vista de todos los visitantes de la empresa. En la empresa Morningstar, proveedor líder de análisis independiente para la inversión, todas las mesas se encuentran unas al lado de otras, incluida la del consejero delegado, que no se distingue de la de cualquier otro miembro del grupo. Incluso el multimillonario Michael Bloomberg, exalcalde de Nueva York, desempeñó su cargo desde una oficina con el resto de funcionarios. Los líderes pueden hacer también otras cosas para demostrar auténtica humildad, por ejemplo, pueden bajarse el sueldo. Cada vez es más larga la lista de líderes que cobran un dólar al año, pues usualmente ganan millones en opciones sobre acciones (sobre todo si la empresa va bien). El sueldo de un dólar al año manda un mensaje importante a los empleados: “Si no salimos todos ganando, no merezco un gran sueldo”. Algunos líderes que han optado por un sueldo de un dólar son Larry Ellison, de Oracle; Sergey Brin, Larry Page y Eric Schmidt, de Google; Elon Musk, de Tesla; John Mackey, de Whole Foods, o Mark Zuckerberg, de Facebook. Otros son N. R. Narayana Murthy, cofundador de Infosys; Pantas Sutardja y Sehat Sutardja, de Marvell Technology Group, o Muhammad Ali Jinnah, quien sólo aceptó una rupia por su servicio como primer gobernador general de Pakistán (rechazó también cualquier otra forma de compensación).
Así pues, después de todo lo dicho anteriormente ¿Por qué poner un directivo
humilde al frente de la organización?
- Comete menos errores: su disposición interna a examinarse y su actitud externa de admitir las críticas hacen que, por lo general, conozca bien sus límites y capacidades.
- Sus relaciones con los demás miembros de la compañía suelen ser más genuinas y sencillas, ya que su actitud no es arrogante y no necesita que los demás le halaguen.
- Suele ser sincero tanto en sus críticas como en sus elogios, poniendo de manifiesto los aspectos positivos de la conducta del otro, pero sin omitir los negativos, lo que le puede ayudar a mejorar.
- Tiende a buscar la colaboración, tanto para compensar sus propias insuficiencias como para aprovechar las excelencias del resto de personas en su equipo.
- Es más factible que preste más atención al bien común de la organización que al suyo propio..
- El reconocimiento de sus limitaciones probablemente le lleve a la búsqueda activa de la excelencia.
Si existe un
ámbito donde dicho factor humildad se convierte en crítico es en la
comunicación corporativa interna y externa que proyecta dicha compañía. Si hiciésemos
un breve decálogo de las medidas que debería de tomar un CEO para que la salud de dicha humildad corporativa fuese la
correcta, enumeraríamos las siguientes:
- El silencio no es una opción
- Elegir los canales más adecuados
- No mentir nunca
- Hay que cuidar la comunicación interna, acercando la realidad de los diferentes kpis de la compañía a sus trabajadores.
- Humildad en la asunción de los fallos propios, es esencial dar ejemplo.
- Conocer de primera mano exactamente lo que ha sucedido
- La empresa ha de ser transparente
- Marcar unas pautas de crisis
- Utilizar la crisis para una proyección futura
Si un líder
cambia su manera de entender su papel como líder, y deja de verlo como él de
alguien que da órdenes a su equipo para verlo como él de alguien que sirve a su equipo, comprobará como se
abren ante él oportunidades que antes no existían. Este cambio no tiene por qué
ser algo formal o reglamentado, sino que dicho cambio vendrá por las acciones de lo informal, desde a
tomar un café con tus colaboradores, ser accesible al dialogo con ellos, etc.
Esto fomentará una cultura de la proximidad y una imagen de facilitador hacia
las metas que tienen asignadas, provocando que el respeto mutuo y compromiso se
fortalezca dentro de la organización. Son muchas las barreras que en lo
cotidiano impiden el diálogo: la desinformación, el chisme, el prejuicio, la
difamación, la calumnia. Todas estas situaciones forman parte de espacio social
y comunicativo que comparten los miembros de una organización, lo cual hace que
la apertura hacia los demás se vea seriamente dificultada.
La
modestia no se predica, se practica, y es esa grandeza la que permite que
florezcan las virtudes de los demás y que el equipo no tenga miedo a expresar
sus opiniones. Esto fortalece los lazos de las personas con la empresa y
fomenta una mayor implicación en los proyectos de la misma.
Se
tiende a pensar que la humildad es, o puede ser, incompatible con la reputación
que el líder merece y con la autoridad que necesita para llevar a cabo su tarea. Pero es justamente todo lo
contrario: el directivo humilde, si lo es de verdad y consigue que los demás le
perciban así, ejerce una mayor autoridad que el líder soberbio o presuntuoso. La
autoridad moral está asociada a una reputación mucho más sólida, tanto de sí
mismo como de la organización que representa.
Ya
lo dijo Clay Newman en su libro “El prozac de Seneca”: “La humildad nos
permite silenciar nuestras virtudes, permitiendo que los demás descubran las
suyas”.
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