La guillotina ya
existía más de un siglo antes de que Joseph
Ignace Guillotin (1738-1814) le legara su nombre. La aportación
de Guillotin fue exigir a la Asamblea Nacional Francesa un método de
ejecución que evitase el sufrimiento de los reos. Ésta le encargo la tarea al
médico Antoine Louis, que cambió la hoja horizontal por una oblicua de
60 kilogramos de peso para un corte más seguro y preciso. Guillotin era
contrario a la pena de muerte, pero creía que un método de ejecución más humano
y menos doloroso debería ser el primer paso hacia una abolición total de tales
condenas: “He visto la
guillotina como un acto de humanidad y me he limitado a conseguir la forma de
la cuchilla haciéndola oblicua para que pueda cortar limpiamente y conseguir su
propósito.” La guillotina ocupa un lugar importante en la
historia de la Revolución, de ahí el interés que encierra el testimonio que nos
deja en su diario Charles-Henri
Sanson, el verdugo responsable de las cerca de 3.000
ejecuciones que tuvieron lugar en París de 1789 a 1796. Sanson se encontró
con hombres que se enfrentaron a la muerte con serenidad y sin abdicar de sus
ideas, como los girondinos, que cantaban “La
Marsellesa” y bromeaban, o a valientes como el General Biron, quien,
al ir a buscarle el verdugo, estaba comiendo ostras y le dijo: “¿Me permites que me coma mi última
docena de ostras?”. Pero presenció también muchos
desfallecimientos y dolor. Ejecutó a víctimas ilustres, como Luis XVI o María Antonieta.
Ejecución de Luis XVI y su mujer María Antonieta
En
la ilustración se puede observar el momento histórico de la ejecución de Luis
XVI, el 21 de enero de 1793, en la Plaza de la Revolución de París. Al soberano
se le permitió llegar en carroza escoltada, pero no dirigirse al público. Sus
últimas palabras fueron: “Pueblo de Francia, muero inocente”. Pero no fueron estas ejecuciones lo
que impresionó más vivamente a Sanson,
sino el hecho de que a medida que los tribunales enviaban cada vez más
condenados al patíbulo, la gente parecía irse acostumbrando a la
guillotina y a la muerte como realidades cotidianas a las que no se daba
importancia.
Las grandes revoluciones que
han configurado el desarrollo del ser humano han tenido un efecto multiplicador
sobre la capacidad y el desarrollo, se estima por ejemplo que la
agricultura ha tenido un efecto multiplicador de por 100, el arado en la
llamada "revolución neolítica" su efecto multiplicador fue de por 10, la
revolución industrial tuvo un efecto multiplicador de por 1.000, la revolución tecnológica que se
está viviendo en la actualidad por la sociedad tiene un efecto multiplicador
según el escritor norteamericano Nicholas
Negroponte de por 1.000.000 http://bit.ly/2dlw6VJ
Han pasado 71 años desde que apareció el
primer ordenador el 15 de febrero de 1946 y el proceso de transformación que
han experimentado dichas máquinas ha sido espectacular, tanto en potencia de
proceso como en miniaturización de componentes. Para entender dicho avance
sirva el siguiente ejemplo, a mediados de
los años ochenta el británico Tom
Forester formulaba la siguiente comparación: si la automoción hubiera
experimentado un desarrollo parecido a la informática, se podría disponer de un
Rolls-Royce por menos de 18 euros, y
además dicho vehículo tendría una potencia de un trasatlántico como el Queen Elizabeth para ser capaz de recorrer un millón de
kilómetros (25 vueltas alrededor del mundo), con un solo litro de gasolina.
Este sueño del mundo de la automoción, es una realidad en el mundo de las
tecnologías de la información. Estas cifras en la actualidad ya
estarían desfasadas ya que dicha predicción fue formulada a mediados de los
años ochenta.
Según un informe recientemente publicado por AMETIC (Asociación de Empresas de Electrónica, Tecnologías de la
Información, Telecomunicaciones y Contenidos Digitales) subraya la necesidad de
que España ascienda en el ranking a nivel internacional por su nivel de digitalización
“donde
estamos muy por debajo del peso real de nuestra economía”. El informe reseña que
España, la economía número 14 del mundo, ocupe el lugar 35 en digitalización
(el 43 si atendemos exclusivamente al nivel de digitalización de sus empresas)
según el NRI 2016 (Network Readiness Index del World Economic Forum).En
el mismo informe se resalta que, “Europa solo está al 12% de su potencial
digitalización, cuando se encuentre a pleno desarrollo dicha digitalización
aportará 2,5 billones de euros a la economía para el año 2025 (lo que
representaría un 10% sobre las previsiones de crecimiento actuales), reducirá
los costes de la Administración Pública un 20% e incrementará la productividad
de la industria hasta en un 20%”. El camino para España todavía es
largo para alcanzar dicha digitalización, según las estimaciones de AMETIC España ocupa el puesto 15 de los
28 países de la Unión Europea según el DESI (Digital Economy and Society Index), incluso un poco por debajo de
la media de la UE. Uno de los principales problemas que afloran en dicha
situación es la debilidad en materia de formación digital: hasta un 46% de los ciudadanos
carecen de competencias digitales básicas. Pero si todas esas
cifras revelan la carencia y el poco progreso que existe en este proceso de
transformación que está emprendiendo la sociedad española y sus ciudadanos, un
aspecto clave que resalta dicho informe y que quizás sea la principal cuestión
que dificulta dicho avance es, el cambio cultural en la mentalidad de
las personas.
Esta
transformación y cambio digital es en muchos casos interiorizada a golpes por
las compañías ya que según un estudio elaborado por el Instituto de la Economía
Digital (ICEMD) y la consultora Millward Brown se constata que sólo dos de cada diez empresas en España son
digitales. Un ejemplo de dicha interiorización de este escenario
digital lo sufrió uno de los mayores grupos alimentarios del mundo, Nestlé, debido a una crisis sufrida en
el año 2010. El 17 de marzo la multinacional suiza sufrió una crisis de imagen
después de que Greenpeace denunciara
que promovían la deforestación de bosques de Indonesia por utilizar aceite de
palma procedente de allí para la elaboración de Kit-Kat. La respuesta de Nestlé, pidiendo la retirada del vídeo
de denuncia y borrando todos los comentarios negativos, fue la peor solución que se podría
haber ejecutado. En ese preciso instante, la compañía se dio cuenta que su estrategia
digital no era suficiente para responder en este nuevo entorno. Un
año después del problema la compañía cambió su estrategia de marketing y
comunicación contratando a Peter Blackshaw
como director global de medios digitales y sociales. Blackshaw creó un equipo de
“aceleración digital” en el cual diversos Community Manager, y sus ayudantes,
monitoreaban las 24 horas del día los sentimientos que expresaban los consumidores
hacia Nestlé en las redes sociales.
Vista
la situación y el proceso de cambio que está en marcha, el aspecto central que debe motivar una
reflexión por parte de líderes (personas
con capacidad e influencia real en la sociedad) empresariales, políticos y económicos,
culturales es responder a preguntas como, ¿es la digitalización un fin o solamente
un medio para alcanzar un proceso de transformación que está en marcha?,
¿Qué
planes de acción se están acometiendo en sus áreas de influencia para que dicha revolución no vaya a dos o más velocidades debido
al desfase generacional? Se publicitan mucho las ventajas de la digitalización,
pero ¿se conocen los problemas y dificultades que traerá aparejada dicha
revolución? La transformación digital, más allá de limitarse a
incorporar las nuevas tecnologías a los procesos de organizaciones y personas, supone
un cambio cultural y una renovación completa de nuestra forma
de trabajar y relacionarnos para adaptarnos a esta revolución. En la
actualidad muchas organizaciones, empresariales, políticas, sociales y de otro
tipo se
están centrando más en la implantación de la tecnología que en irradiar hacia
el exterior e interior de las mismas el motivo, las ventajas y los problemas a
los que se pueden ver expuestos si no se adoptan dichas herramientas.
Con la transformación digital como nos ilustra Negroponte
vendrán también grandes problemas y dificultades para las personas que
integran las sociedades, entre ellas por ejemplo; habrá un abuso considerable de la
propiedad intelectual, una invasión de la privacidad del individuo,
vandalismo y piratería del software, robo de información... y lo peor de todo es que
muchas personas se quedaran sin trabajo debido a la automatización de procesos
dentro del mundo corporativo. La competitividad empresarial de las
compañías vendrá en la mayoría de los casos de deslocalizaciones efectuadas en
busca del Know How (conocimiento), esto hará que el trabajo sea disputado a
nivel global por personas y compañías de diferentes países. Un ejemplo de esto
último ya sucede en los Estados Unidos,
en la actualidad existen compañías que han empezado a desarrollar hardware y a producir el
software en la India. Para AMETIC, “la
transformación digital ya no es una estrategia de futuro, sino que ofrece una
ventaja competitiva que puede no ser sólo conveniente sino imprescindible para
la supervivencia de nuestro tejido empresarial y nuestro desarrollo social”.
Para
adaptarse a esta realidad el liderazgo y los entornos laborales sanos jugarán un
papel clave dentro del mundo empresarial. Estos deben de orientarse totalmente
a lo digital, así como la adopción de prácticas colaborativas o la captación,
formación y retención del talento digital, considerados esenciales para el
éxito de esta iniciativa.
La revolución digital no es
más que un medio para conseguir un fin, adaptarse
al nuevo escenario que está surgiendo modificando la mentalidad y aptitud hacia
dichas tecnologías será el principal factor con el que tendrán que lidiar los gobiernos,
compañías, administraciones u otro tipo de organizaciones. Aquellas organizaciones que
no se vuelquen en implantar ese cambio cultural y social se tendrán que
acostumbrar como el pueblo francés durante la Revolución Francesa a ver como la
guillotina cae implacable sobre dichas instituciones, la elección de que camino
hay que elegir no deja muchas opciones…
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