lunes, 13 de febrero de 2017

INACCIÓN EN LA GESTIÓN, CAMBIOS BRUSCOS CORPORATIVOS



César Marco Ulpio Nerva Trajano Augusto (53-117 d.C.), hispano de nacimiento, militar de carrera, emperador romano del 98 al 117 d.C. Trajano gobernó el mundo conocido demostrando una templanza que le haría recibir del Senado el título de Optimus Princeps (el mejor de los emperadores) y llevaría al Imperio Romano a alcanzar el cénit de su poder y su máxima extensión territorial. Fue el primer emperador de origen no itálico pero igualmente querido por el Senado que por el pueblo de Roma. Nació en el 53.d.C en Itálica, cerca de la actual Sevilla, en Hispania, hijo de un ex-cónsul, senador y general romano. Escogió la carrera militar llegando a servir bajo las órdenes de su padre en Siria, más tarde lideraría un ejército hispano que sofocaría una rebelión en Germania contra el entonces emperador Domiciano. Trajano fue un hombre leal a Roma y al emperador. En parte se debió a esa lealtad su acceso a la púrpura, pues cuando tras el asesinato de Domiciano, el anciano Nerva accedió al poder, Trajano se mantuvo de nuevo leal (las agitaciones en la frontera eran frecuentes entre los generales de la época), lo que junto a su dilatada carrera militar y el respeto y la obediencia que infundía a sus hombres, le valdría ser adoptado por el nuevo emperador con la consecuente ascensión al trono a la muerte de éste. 
Su legado fue extraordinario; creó una especie de banco permanente de asistencia que se encargaba servir pensiones alimenticias a los niños de familias necesitadas, sometió a la guardia pretoriana demasiado acostumbrada a amotinarse y proclamar emperadores a capricho, fortaleció un Senado haciéndole participar en decisiones políticas y tratándolo con respeto, revitalizó la administración creando nuevas carreras en el servicio imperial y realizó numerosas obras públicas, muchas de las cuales aún perduran, como el Foro de Trajano o la Columna Trajana. Pero si hay un lugar donde su trayectoria resulto brillante es en el ámbito militar; conquistó la Dacia, derrotó a su rey y se hizo con su proverbial tesoro; en Oriente trató de emular a Alejandro Magno avanzando hacia el este, conquistando Arabia, Armenia, Asiria, Mesopotamia y atacando la propia Partia. Tomó ciudades míticas como Babilonia y la capital del Imperio Parto, Ctesifonde. Sin embargo, en la cima de su poder, cuando parecía que era ya imparable, una serie de revueltas internas y de problemas de salud le hicieron volver hacia Occidente, muriendo en el camino en Cilicia en el 117.d.C. a la edad de sesenta y tres años. 
Hoy en día, son muchas las organizaciones que necesitan atraer y retener el talento de buenos directivos, con ello sus propietarios pretenden lograr convertir los recursos que atesora la compañía (tangibles e intangibles) en rendimientos para los diferentes stakeholders que componen la misma, principalmente accionistas, empleados, proveedores, acreedores y clientes. Sin embargo para lograr dicho objetivo tiene que existir un liderazgo real, no basado en el poder y si en la autoridad. Esa magnífica palanca que es la autoridad es la gran carencia de muchos directivos, lo cual dificulta e impide a los mismos alcanzar los objetivos que fija la compañía. La autoridad es un intangible que los directivos se la tienen que ganar en base a acciones, decisiones y hechos que sean una referencia de ejemplo para el resto de personas que integran las compañías. Fue el profesor Warren Bennis el que en su libro “On Becoming A Leader” (1994), habló de las características que distinguen al líder. Para Bennis, durante siglos el concepto de liderazgo se presentaba como la figura de poder, que no cedía su autoridad. Con los nuevos arquetipos han comenzado una transformación que abarca desde buscar la solución más sencilla hasta la más compleja. Para que el directivo se convierta en líder tiene que pasar por un proceso de cambio y transformación. Esto será efectivo si el líder está dispuesto a enfrentar los cambios necesarios, para poder ejercer su liderazgo efectivo por el bien de la organización o empresa que dirige. Para  ello, es necesario conocerse profundamente, conocer el entorno, trabajar con el cambio y ganarse la confianza de sus seguidores, de esta manera el líder tendrá una colaboración más efectiva para el logro de sus metas.

Una de las principales causas de ese fracaso en el liderazgo es esa ausencia de acciones por parte del líder o CEO cuando lidera dicha compañía. Es justo reconocer que cuando un CEO o líder llega a una nueva compañía tiene un tiempo de estudio para conocer sus debilidades y fortalezas de tal forma que pueda abordar el diseño de un plan estratégico para desarrollar, pero ese tiempo es determinado. Esta situación obviamente está más limitada cuando el líder proviene de la propia compañía, ya que se entiende que sus conocimientos de la misma son más profundos y detallados. También cabe resaltar que si bien en un principio se puede ver como una ventaja que el líder provenga de dicha compañía, ya que atesorará un conocimiento muy superior del negocio e indicadores de dicha compañía, con el paso de los meses si no se abordan decididamente decisiones de calado como por ejemplo, cambio de personas y estrategias diferentes en base a criterios de indicadores o “drivers” que impacten en el negocio como pueden ser; ingresos, clientes, deuda, etc., su continuidad se puede ver amenazada. Esta amenaza vendrá principalmente de aquellas personas físicas o jurídicas que tienen invertidos un capital dentro de la compañía y que reclaman un retorno a su inversión que no obtienen, bien sea por unos dividendos más pequeños de lo esperado o también por una devaluación de sus activos (acciones) que les genera una minusvalía en su capital que tienen que comunicar a sus accionistas (sociedades mercantiles) con la consiguiente provisión que tienen que hacer en sus balances.

En la actualidad la toma de decisiones para los directivos o CEOs de las compañías está muy respaldada por el análisis de datos, lo cual facilita enormemente su labor. Herramientas como los ERP, EIS, Big Data, etc., son fundamentales para tener una visión precisa de lo que sucede dentro de las compañías. Fueron los profesores del MIT Erik Brynjolfsson y Andrew McAfee los que escribieron un libro que se titula, "The Second Machine Age: Work, Progress, and Prosperity in a Time of Brillant Technologie", los que pusieron en perspectiva el cambio drástico que está afectando al modelo productivo por la adopción masiva de la informática. “Los ordenadores y otros avances digitales”, advierten Brynjolfsson y McAfee, “están transformando el poder mental –la habilidad de utilizar el cerebro para entender y afectar el ambiente que nos rodea– de una manera similar a la forma en que la máquina de vapor y sus descendientes cambiaron el papel de la fuerza humana bruta”. Fue el filósofo griego Platón el que  sostenía que aprender es básicamente recuperar o recordar, como los osos y leones que saben por instinto lo que necesitan para vivir. El directivo o CEO necesita dirigir por medio de la palabra, inspirar por medio de la confianza, la empatía y el ejemplo ya que esto sitúa a las demás personas de parte de uno, y; asimismo puede hacer cambiar suficientemente la aptitud, el clima y el compromiso a fin de que todas las personas que integran una compañía puedan hacer las cosas que deben hacer. Existe una necesidad de cambiar la tendencia negativa que impera en algunas compañías y para ello, lo primero que tiene que hacer el líder es modificar la cultura y eso requiere poner a los demás de su parte y mostrarles a donde quiere llevar uno la organización. Para ello la toma de decisiones es esencial, las personas confían en el líder que tiene visión y demuestra que la misma es necesaria para alcanzar la meta que se fija.



En la sociedad actualmente existe una inflación de información, malo es que algunos medios de comunicación se empiecen hacer eco de "espontáneos" que se ofrecen para liderar una compañía cuestionando la continuidad del CEO actual, este es quizás un primer síntoma público de debilidad que se transmite a la sociedad, esto pone de manifiesto la existencia de intrigas palaciegas o tensiones entre accionistas que pueden desembocar en cambios bruscos dentro de una compañía. Muchas veces esas intrigas surgen precisamente por esa inacción en la toma de decisiones. Es obvio que nadie está legitimado para pedir o exigir a otra persona que sea un triunfador como relato al comienzo de este post con el Emperador Trajano, sin embargo, lo que si se le puede y debe exigir a un directivo o CEO es que acometa aquellos cambios que le pueden permitir conseguir ese éxito, sobre todo si vienen respaldados por indicadores que todo el mundo ve y percibe cuando coge una memoria de gestión y lee por ejemplo. La supervivencia de una compañía no puede ni debe quedar al albur de una gestión inexistente, ya que son muchas las personas que se pueden ver afectadas. La realidad que dicha acción trae aparejada para el directivo, es que las consecuencias de dichos miedos ante la ausencia de valentía, término que significa  (miedo que nos avisa de los riesgos, los propios valores que nos impulsan, la acción sostenida o el esfuerzo), sea en muchos casos la salida del mismo de sus funciones ejecutivas, como por ejemplo ha sucedido recientemente con el CEO de un gran banco de la zona euro.


Ya lo dijo John F. Kenedy: "Todo plan de acción tiene sus riesgo y su costo, pero no tiene punto de comparación con los riesgos y costos de una cómoda inacción"




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