Para los griegos el Dios del
miedo era Fobo, el cual hacía que el
guerrero se batiera en retirada en medio del combate. Y para mayor temor, Fobo residía en la entrada del infierno.
Fobo era hermano de Fuga, otra divinidad de la guerra que
inducía a los hombres a huir del combate, y de Deimo (terror), que los paralizaba en el mismo lugar donde se
encontraban. Los tres eran hijos y
aurigas de Marte, el dios supremo de la guerra que siempre estaba presente
en los combates acompañado por sus temibles vástagos. La madre de Fobo, Fuga y Terror era Afrodita, diosa del amor. Y eso
representaba que para los griegos la violencia y el amor eran las dos caras
de la misma moneda. No por casualidad la más emblemática de todas
las guerras, la de Troya, tuvo como
causa directa el insensato amor entre el príncipe troyano Paris y la reina de Esparta,
Helena. Precisamente era en Esparta donde estaba el principal
templo de Fobo. Y estaba situado muy
cerca del palacio de los Éforos (los
magistrados que administraban la justicia, cobraban los impuestos y gobernaban
la ciudad cuando el rey estaba en la guerra), para que éstos tuvieran temor de
cometer actos indignos de su clase. Y además, el culto a Fobo, o sea el Miedo,
ayudaba a que la gente no se atreviera a violar las normas (leyes) y las
costumbres (la moral). También en la ciudad de Corinto había un templo con una gran estatua de Fobo o Miedo. Y su figura aparecía en la égida de Minerva, en tanto que Agamenón,
el gran rey que dirigió a los griegos en la guerra contra Troya, llevaba siempre la imagen de Fobo en su escudo. Los grandes guerreros, como Teseo en la mitología y Alejandro
en la historia, ofrecían sacrificios a
Fobo para que el miedo no se apoderara de sus tropas. Cuando los griegos
entraron a Troya gracias a la estrategia
del caballo urdida por Odiseo (Ulises), los troyanos trataron de
defender su hasta entonces invencible ciudad. Sin embargo el Miedo y la Fuga se encargaron de ahuyentarlos y por eso todos los intentos de
resistir fueron inútiles. Los romanos comenzaron a honrar al dios del Miedo desde que Tulio Hostilio (el
tercer rey legendario de Roma,
sucesor de Numa Pompilio) le
prometió instaurar su culto si lo favorecía en una batalla decisiva contra los
albanos. Desde entonces los romanos representaron al dios Miedo como una persona con los cabellos erizados por el terror, el rostro
asombrado, la boca abierta y la mirada reflejando el espanto como si estuviera
ante un peligro súbito y terrible.
La palabra miedo proviene
del latín metus,
que según el diccionario de la Real Academia Española, se refiere a la
perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario, así
como el recelo o la aprensión que alguien tiene de que le suceda algo contrario
a lo que desea. La psicología ha explorado el miedo como un estado
afectivo y emocional necesario para la adaptación al medio, el cual está
asociado a la angustia que genera en el individuo una situación o hecho. Esto
puede generar en la persona finalmente una alteración psicológica o un estado
somatomorfo (cuando
una emoción arraiga en el cuerpo y se somatiza produciendo un trastorno o
síntoma físico), lo cual genera perturbaciones o deterioros en la vida del
individuo. Existe un acuerdo teórico en considerar que el miedo suele ir
acompañado de sentimientos de temor, aprensión e impotencia (Rachman, 1990),
y representa la protección
natural del cuerpo contra la amenaza potencial, ya sea física o psicológica.
El profesor Daniel Goleman señala el cuerpo humano posee dos caminos para
responder a dicho miedo en función de la gravedad de la amenaza. El primer camino
sería, cuando se produce dicha amenaza esta es percibida por los sentidos
(vista y oído) para ir al tálamo, y posteriormente el neocórtex que procesa la
información y envía la señal al hipocampo que enviará finalmente la orden a la
amígdala para segregar la hormona (oxitocina) que desencadenara una respuesta a dicha
amenaza que percibe el individuo. Sin embargo existe una segunda vía más
directa y rápida, si el peligro o amenaza es muy grande la señal llega por
sentidos (vista u oído) y directamente va al tálamo para posteriormente llegar
a la amígdala, la cual segrega la hormona (oxitocina) que permite al cuerpo
humano emitir una respuesta antes de que las señales sean registradas y
procesadas por el neocortex.
La emoción del miedo ha sido siempre un aspecto muy recurrente de
estudio por parte de los teóricos del management en la gestión y administración
de una compañía. Las principales vías de estudio se centraron en el impacto de
dicha emoción sobre las compañías sin enunciar argumentos que permitiesen una
sólida explicación de por qué se presenta este fenómeno, sin embargo si se
planteó que la emoción del miedo genera efectos perniciosos
en las organizaciones y por ello erradicarla del lugar del trabajo debe ser una
prioridad por parte de la dirección de las compañías. Causas como; la
ausencia de creatividad e innovación, la mala calidad de la vida laboral, tener
visiones enfocadas en el corto plazo, baja productividad, desconfianza entre
mandos y subordinados, ausencia de comunicación real en la compañía, etc., son
algunas de las causas que son características en organizaciones empresariales
con dicho fenómeno. Esta situación tiene su traslación al
funcionamiento diario de la misma con un mal desempeño de los empleados y una
grave dificultad para alcanzar los objetivos que fija dicha compañía.
El miedo es una emoción que se extiende a todos los ámbitos de la vida, tanto en el ámbito personal del individuo como en el laboral, esto da lugar a que aparezcan conductas que no son acordes con las condiciones tanto físicas como emocionales que se requieren para llevar a cabo actividades laborales. Fue el profesor Edward Deming el que afirmo con respecto a dicha emoción lo siguiente: “el miedo inhibe el crecimiento profesional y aniquila la creatividad y la innovación, lo que genera como costo la incapacidad de la mente y el espíritu. En este sentido, se pierde la motivación, la capacidad de reflexión y el talento de los individuos, lo cual afecta negativamente a las organizaciones”. Kish-Gephart sostienen que el miedo en las organizaciones genera culturas del silencio (miedo a hablar), que inciden en las conductas o en el estilo del líder o mando y en la estructura organizacional. En el clima de silencio juegan también otras variables como son los procedimientos internos de justicia, así como la inseguridad sobre el trabajo o la rotación laboral, etc. Parodiando a Herbert Marshall McLuhan cuando dijo que; “el medio era el mensaje”, podemos afirmar, pues, que en la actualidad el miedo es el mensaje, o si prefieren, el miedo es el medio que está instalado en algunas organizaciones que no despejan sus dudas con respecto a su futuro y el elemento central que mueve las mismas, las personas. Cuando hablamos de ese miedo o parálisis corporativa no estamos hablando del miedo genético producido por la duplicidad del cromosoma 15 en las personas, que predispone al espanto, pavor o fobia en dichos directivos. No, estamos hablando de la manipulación que se hace de dicho miedo, el cual ocasiona esa parálisis, silencio y ausencia de decisiones que se extiende en la estructura de una organización e impide que la misma avance.
El miedo es una emoción que se extiende a todos los ámbitos de la vida, tanto en el ámbito personal del individuo como en el laboral, esto da lugar a que aparezcan conductas que no son acordes con las condiciones tanto físicas como emocionales que se requieren para llevar a cabo actividades laborales. Fue el profesor Edward Deming el que afirmo con respecto a dicha emoción lo siguiente: “el miedo inhibe el crecimiento profesional y aniquila la creatividad y la innovación, lo que genera como costo la incapacidad de la mente y el espíritu. En este sentido, se pierde la motivación, la capacidad de reflexión y el talento de los individuos, lo cual afecta negativamente a las organizaciones”. Kish-Gephart sostienen que el miedo en las organizaciones genera culturas del silencio (miedo a hablar), que inciden en las conductas o en el estilo del líder o mando y en la estructura organizacional. En el clima de silencio juegan también otras variables como son los procedimientos internos de justicia, así como la inseguridad sobre el trabajo o la rotación laboral, etc. Parodiando a Herbert Marshall McLuhan cuando dijo que; “el medio era el mensaje”, podemos afirmar, pues, que en la actualidad el miedo es el mensaje, o si prefieren, el miedo es el medio que está instalado en algunas organizaciones que no despejan sus dudas con respecto a su futuro y el elemento central que mueve las mismas, las personas. Cuando hablamos de ese miedo o parálisis corporativa no estamos hablando del miedo genético producido por la duplicidad del cromosoma 15 en las personas, que predispone al espanto, pavor o fobia en dichos directivos. No, estamos hablando de la manipulación que se hace de dicho miedo, el cual ocasiona esa parálisis, silencio y ausencia de decisiones que se extiende en la estructura de una organización e impide que la misma avance.
El 78% de los trabajadores
españoles dice estar descontento
con su trabajo, según un estudio realizado recientemente en seis países
iberoamericanos por Universia, la plataforma de universidades de Banco
Santander, y la consultora de inspiración sobre personas People First. De entre
ellos, España es el que peor índice de satisfacción muestra. Una
infelicidad y desmotivación laboral que afecta tanto a empleados de menor rango
como a cargos directivos, pese a disponer estos de mejores salarios y una
influencia mayor en el rumbo de la compañía. Los motivos de dicha
situación habría que buscarlos en que las empresas han tenido que ceñirse a una
situación difícil y reestructurarse para sobrevivir a la profunda crisis pasada
y el leve crecimiento que existe en la actualidad. Los empleados han visto
salir a mucha gente mediante ajustes de empleo y han tenido que sobrecargarse con más trabajo. Esto ha generado preocupación, incertidumbre, duda,
recelo y estrés en las compañías, máxime cuando en algunas se
esperan explicaciones y cambios de personas y estratégicos que no acaban de
llegar por sufrir dichas organizaciones una parálisis inexplicable. En
estas organizaciones lo curioso es que el cambio se presiente entre dichos empleados
y mandos por varios motivos, algunos de ellos serían: indicadores muy dañados
por la crisis como por ejemplo: pérdida de clientes, caída de ingresos, etc., ausencia
en la toma de decisiones por parte de dichos mandos y directivos, las
reestructuraciones y cambios que se hacen sobre la marcha si una hoja de ruta, la
ausencia de una comunicación en todos los niveles de la compañía donde se den
explicaciones claras y concisas de las metas, objetivos y cambios que se
están haciendo, etc.
Encontrar la solución
óptima a dicha situación solo se logrará si se empeña el equipo
directivo y la empresa en su conjunto. El primero, con una actitud proactiva tomando decisiones y
explicando el que, cómo, cuando y por qué de lo que sucede dentro de la compañía. Para
ello los directivos tienen que ser generosos, siendo conscientes de la situación
en la que se encuentra la misma, anteponiendo los intereses generales al
particular. Es por ello que se requiere identificar
las causas que han llevado a esa situación y desarrollar planes
específicos para corregir las mismas, proponiendo nuevos retos, planteando un
cambio de estrategia y personas, pero sobre todo volviendo a lo fundamental como es poner el foco sobre los empleados. Para ello, la
comunicación es clave, ya que preservar la salud emocional de los empleados desterrando el miedo y la inseguridad es garantía para que el talento, compromiso, iniciativa y otros
intangibles florezcan, ya que si no la ausencia de los mismos hará que la compañía
pierda enormes recursos para poder competir. El cerebro cuenta con las
denominadas neuronas espejo, que hacen que las emociones se contagien. Si
en las compañías se crean emociones negativas, estas se retroalimentan y se
crean climas de trabajo poco edificantes o tóxicos. Cuantos menos espacios de
expresión emocional positiva haya, peor será el ambiente. Hace una década no se podía hablarse de emociones en
la empresa, la incorporación de la gestión emocional a la cultura corporativa,
con herramientas específicas para desarrollarla entre los empleados es garantía
para competir, esto repercute en una mayor eficiencia y por consiguiente en una
mejora de la cuenta de resultados.
Todas las personas tienen miedo, ya que dicha emoción
ha sido la que ha permitido llegar al
ser humano a la actualidad, esa precaución es algo necesario e imprescindible
para protegerse a la hora de tomar decisiones prudentes. Sin embargo, también hay un miedo
insano, tóxico, que paraliza al
individuo, no permitiéndole avanzar ni asumir nuevos retos por
temor a equivocarse o a que le rechacen. Este es el miedo que se tiene que reconocer y combatir para evitar que
frene los intangibles de las personas, como por ejemplo arriesgarse en
determinadas decisiones o transitar caminos no antes transitados por otros.
La
empresa que ha entendido esta nueva forma de liderazgo escoge a los líderes que
realmente son ejemplo y que no se preocupan del poder o de quedar bien hacia
arriba, sino de alcanzar los mejores resultados mirando hacia abajo, hacia sus
colaboradores. Estas empresas
son las que están teniendo los mejores resultados y son los nuevos referentes.
El directivo y mando inteligente es
aquel que sabe rodearse de gente más inteligente que él, esa es quizás la clave junto con saber escuchar a la gente que manifiesta y argumenta sobre aquellas cosas que se
pueden mejorar y se están haciendo mal. Las
compañías no se pueden permitir perder ni un ápice de talento por el miedo, por
eso los directivos tienen que saber identificar y seleccionar a aquellas
personas que sepan potenciar un Clima Laboral de seguridad en el que él
empleado se le permita aflorar todo su potencial y talento.
Implantar al Dios Fobo (Miedo) en
las compañías como hacían los griegos en la sociedad para contener a la gente
de sus malos hábitos o para librar sus batallas no parece un buen negocio en el
tiempo en que vivimos, así pues, comunicar, tomar decisiones, desterrar la
inercia y el miedo siendo accesibles son el mejor antídoto para desterrar a
Fobo y eludir que no se le pongan a uno los pelos de punta como representaban
los griegos… si se quiere triunfar en la gestión de
una compañía actualmente.
Ya lo dijo el célebre humorista José
Luis Coll: “Desengáñate, no es el dinero, el sexo o el poder lo que
mueve el mundo: el miedo mueve el mundo. El miedo a la soledad, a la
enfermedad, al azote, a la paliza, al paro, al jefe, al padre, al juez, el
miedo al miedo”.
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