George Mitchell era un tejano conocido por ser el
padre del “fracking”, técnica discutida
de extracción del petróleo, por la que a base de inyectar agua, reactivos
químicos y arena a presión, se libera el gas natural y el petróleo atrapados en
la roca porosa. Su método se reproduce ahora en muchos países del mundo y es la
consecuencia de un cambio radical del mercado del sector petrolero a nivel
mundial. Su invento en la actualidad está condicionando la geoestrategia a
nivel mundial, relegando a los que hasta hace poco eran poco menos que
intocables países productores del cártel de la OPEP. Mitchell divisó el
potencial de extracción de dicha técnica pensando en lo que podía recuperarse
de pozos ya explotados fracturando el lecho rocoso para que los hidrocarburos
pudieran fluir libremente a través de las grietas creadas en la roca. Olía el
crudo donde otros negaban que lo hubiera. La técnica se pensó inicialmente para
la producción de gas natural, después se aplicó al petróleo. Dakota del Norte y Montana en la actualidad viven un verdadero boom, mientras EE UU
acelera el paso a la independencia energética. Mitchell se hizo así multimillonario, hasta el punto de integrar la
lista de grandes fortunas que publica Forbes.
La historia de Mitchell es la de un emigrante que empezó a trabajar a los
17 años en los campos petrolíferos de Texas junto a su hermano. Se graduó en
Ingeniería y Geología por la Texas
A&M University. Durante la II Guerra Mundial sirvió para el Cuerpo de
Ingenieros de la Armada. Tras la contienda empezó a trabajar para la firma Oil Drilling. Esa compañía fue el
germen de Mitchell Energy & Development, de la que fue
presidente y que desde hace una década es matriz de la energética Devon. Posteriormente
la vendió por 3.500 millones de dólares. Mientras trabajaba en la tecnología
del “fracking”. Como otros magnates forjados a
sí mismos desde la nada, este ingeniero donó parte de su fortuna a
obras filantrópicas. Fue de los
primeros firmantes de la iniciativa Giving
Pledge de Bill Gates y Warren Buffett, esta iniciativa tiene fines filantrópicos para la humanidad.
Todo
ello, a pesar de que su invento tecnológico este rodeado de la controversia por
su impacto medioambiental en los acuíferos.
Hace poco tiempo el Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS, por sus siglas en inglés) descubrió que el campo petrolífero
de Wolfcamp en la cuenca Pérmica en
Texas es uno de los mayores yacimientos del mundo. Las primeras
estimaciones situaron el potencial de producción del yacimiento en 20.000
millones de barriles de crudo y 16.000 millones de pies cúbicos de gas natural.
El
organismo ya advirtió que el desarrollo de nuevas técnicas puede aumentar los
recursos técnicamente recuperables. Las últimas previsiones de la
consultora IHS Markit sitúan las
reservas en 104.000 millones de barriles para toda la región Pérmica gracias al
descubrimiento de Wolfcamp. "Hay actividad petrolera en la región desde 1950 con
perforaciones verticales", recuerda Peter
Blomquist, geólogo de la firma, pero no fue hasta la década de los noventa
cuando se comenzó extraer petróleo con pozos de “fracking”. El experto indica, en un documento que repasa la
historia petrolera del oeste de Texas, que la evolución de la industria ha sido
lenta y finales de la primera década del siglo muchas grandes empresas se
retiraron y solo había seis pozos en funcionamiento. A medida que los operadores
aprendieron más sobre el terreno de Wolfcamp y mejorado la fractura hidráulica
sus resultados mejoraron. A partir de 2011, los pozos alcanzaron una
cifra de 57 unidades y ahora crece de manera espectacular", señala Blomquist. Actualmente según la consultora Baker Hughes, hay más de 300
yacimientos bombeando crudo. Pero son quizás los costes de extracción
de dicho petróleo los que han hecho temblar al sector petrolero tradicional, si
hace unos años se hablaba de costes de extracción que rondaban 75 $ el barril,
en la actualidad dichos costes han descendido hasta los 25 $ el barril. El
avance tecnológico de dichas tecnologías han confirmado los peores temores de
Arabia Saudí, el verdadero alma mater de la OPEP, el petróleo no convencional
de Estados Unidos se ha convertido en su peor rival capaz de competir en
producción y en tamaño de reserva. La tecnología ha permitido extraer crudo
donde hace unos años era impensable.
Si bien de momento a nivel de coste no se puede combatir al gigante petrolero saudí ARAMCO, no es menos cierto que con los precios de petróleo actualmente entre 50 y 55 dólares
el barril, la producción de fracking ha crecido exponencialmente y los pozos
abiertos se han triplicado desde los mínimos de mayo del año pasado, cuando se
situaron en 132 yacimientos de shale oil en todo el país. Este impulso se ha
producido gracias a la eficiencia de la industria. En la reciente presentación
de resultados, el consejero delegado de Pioneer, Scott Sheffield, ha llegado a afirmar que la extracción de petróleo
en la cuenca del Pérmico es rentable en 25 dólares y se ha reducido a la mitad
los tiempos de perforación de 40 a 20 días. Una mejora que todavía no es
suficiente para superar los pozos de Ghawar,
en los que se estima que los costes de producción se sitúan entre 5 y 10
dólares el barril. En Estados Unidos ya se extraen más de 9 millones de barriles diarios
Quizás
tres han sido los principales factores que más han impactado directamente en el
desplome de la industria petrolera, son:
- Las nuevas tecnologías del transporte,
con la revolución del coche eléctrico y de gas, el avión solar y otras tecnologías no contaminantes, los
combustibles sintéticos han detenido su desarrollo. El error de los productores
de petroleo fue pensar que el desarrollo se detendría ante un petróleo barato. La
eficiencia y mejora de costes es un leitmotiv que no se detiene. http://bit.ly/2gsQBgH
- La eficiencia, esta
palanca que mueve el primer mundo ha retirado del mercado 2,4 millones de
barriles al día de crecimiento de demanda anual, y hace que hoy sea necesario
un 40% menos de petróleo para crear una unidad de PIB que hace 10 años.
- El desarrollo tecnológico de las renovables
y el fracking ha desarbolado cualquier estrategia de los productores. El petróleo
y por ende la energía ha sido desplazada de la geopolítica como arma de presión
a los principales países del mundo. Los productores se encuentran en un fase de
ajuste interno brutal de su economía después de decenas de años donde su única
fuente de ingresos era dicho mana.
De todo lo dicho anteriormente se desprende una situación
curiosa y dramática para los gobiernos de dichos países, es el “sálvese quien pueda”. Cada país de
dicho cártel trata por su cuenta de poner en el mercado más petróleo para
tratar de ingresar más con el fin de equilibrar sus cuentas, sin embargo lo
único que genera es un exceso de oferta que lo único que hace es que el precio
de dicho bien cada vez caiga más. Aquí la famosa “Teoría de Juegos” de Nash
no se cumple, ninguno de los actores aplica una estrategia donde se tenga en
cuenta el impacto de sus decisiones en los otros participes (países), sino que
cada uno busca la solución por su cuenta. Esto lejos de mejorar el escenario
del mercado de dicho bien, lo único que hace es cada vez agravar más si cabe su
situación.
Hace un año los principales protagonistas de este mercado
se reunieron en Houston, en dicha reunión Ali
Al-Naimi, el ministro de Petróleo de Arabía
Saudí, dio un duro consejo a las empresas de shale estadounidenses que se
enfrentaban a dificultades tras el desplome de los precios del petróleo. Sus
palabras desde la soberbia a la industria norteamericana fueron, "Reduzcan
sus costes, pidan préstamos o liquiden la empresa", dijo Ali Al-Naimi, quien dirigió ARAMCO, el tesoro petrolero de Arabia Saudí, durante más de dos
décadas. Desde que ese consejo con cierto tono de superioridad se quedó
retumbando en las cabezas de los directivos de la industria del “fracking”, las empresas del sector
comenzaron a seguirlo al pie de la letra, más por puro instinto de supervivencia. Más de cien firmas quebraron desde comienzos de 2015, pero las
compañías que sobrevivieron se han reorganizado en versiones más aptas, ágiles y
veloces que pueden salir adelante con el barril de petróleo a 50 dólares,
explican desde Bloomberg. Ahora es
la OPEP la que está desesperada buscando soluciones, ya que la aportación de
dicha industria al mercado del petróleo hace inviable la subida de dicha
materia prima. La escalada de recortes en la producción encabezados por Arabia
Saudí no sirven para nada, el petróleo no sube, ni siquiera toca los 60 dólares
que el cártel ve como precio idóneo. La producción a
partir de fracking, se estima que crezca de los 1,6 Millones de barriles de
petróleo que se produjeron en 2012 hasta unos 4,2 Millones de barriles para el
año 2020 (lo que
produjo el 4 productor mundial (Irán) en 2009).
"El negocio del shale se ha renovado debido a las
dificultades que atravesó", explica Ben van Beurden, máximo responsable de
Royal Dutch Shell. Ahora, la industria del fracking es más flexible, incurre en
menores costes y parece que puede resistir cualquier envite.
Páises productores de petroleo, millones de barriles diarios
Ese
hermoso refrán árabe que dice “A las
puertas de mi casa espero sentado para ver pasar el cadáver de mi enemigo”,
parece que se ha invertido con los actores en el mundo petrolero, ahora son los competidores
norteamericanos los que a base de paciencia,
tecnología y competitividad están poniendo en jaque a una industria
que hasta hace poco parecía invencible. Aquí la regla de “más por más” que defienden algunos adalides
de la competencia en los mercados donde compiten no ha servido para nada, bueno
si… con ese leitmotiv de filosofía en el mercado petrolero actual serian un bonito cadáver desfilando
por delante de la puerta de los nuevos operadores
petrolíferos.
Ya lo dijo Bernard Shaw: “Sólo
triunfa en el mundo quien se levanta y busca a las circunstancias y las crea si
no las encuentra”.
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