A
lo largo de la vida encontraremos varios tipos de personas. A uno de ellos
podríamos llamarlo el camaleón. El camaleón es una persona “encantadora”
que domina una serie de técnicas rápidas y fáciles que pueden dar resultado en
situaciones a corto plazo. Es capaz de producir impresiones favorables mediante
el encanto y la habilidad, fingiendo interesarse en las personas o cuestiones
importantes. Sin embargo, en el largo plazo, se observa que no hay una
integridad profunda y una fuerza fundamental del carácter, los desafíos de la vida sacan a
la superficie los verdaderos motivos que mueve a dicha persona, y el fracaso de
las relaciones humanas reemplaza al éxito a corto plazo.
No
puede existir amistad sin confianza, ni confianza sin integridad. Los
errores forman parte de la vida y son esenciales para el crecimiento personal.
Como dice el dicho, ”la felicidad es fruto del buen criterio, el buen criterio es fruto de
la experiencia y la experiencia es fruto del mal criterio”. Lo que es
nefasto es repetir una y otra vez el mismo error. Eso demuestra una falta de
conciencia y principios difícil de explicar o justificar, es la cualidad que nos
otorga el raciocinio a los seres humanos. Sólo el ser humano es capaz de distanciarse
de sí mismo y analizar lo bueno y lo malo de sus actos. Luego
aprender de lo hecho mal, no es algo opcional, sino que es imprescindible si se
quiere… no cometer los mismos errores una y otra vez.
Estos días he leído las declaraciones en
varios diarios de tirada nacional de un presidente de una gran compañía
española, en las cuales alababa el desarrollo tecnológico de España, dicho
directivo subrayó, “la importancia de
sectores punteros como la biotecnología o la generación de energías renovables.
A su juicio, el país está abrazando la revolución tecnológica y camina
directo hacia el futuro”. Sin embargo dichas declaraciones parecen
chocar con una realidad sustancialmente diferente a lo que manifiesta en las
mismas. Concretamente existe un estudio muy interesante publicado allá por el mes de septiembre de este año que nos dice todo lo
contrario. El profesor de investigación y la investigadora del Instituto de
Políticas y Bienes Públicos del Consejo Superior de Investigaciones Científicas
(CSIC), Luis Sanz Menéndez y
Laura Cruz Castro, son los autores de un estudio cuyo título es “La investigación
en España: las actitudes de empresas, gobiernos y ciudadanos”, que
se incluye en el dosier Investigación e innovación: ¿qué nos
jugamos? (link is external). Se trata del tercer dosier publicado por el Observatorio
Social de La Caixa, concretamente accionista de referencia de la
compañía de dicho alto directivo. Los resultados de
dicho estudio no pueden ser más desalentadores para la población española en
general, y las conclusiones del mismo nos atisban un panorama de un largo
camino por recorrer hasta situarnos al nivel de países de nuestro entorno.
La medición de la investigación científica y el
desarrollo tecnológico (I+D), se realiza desde el año 1963, siguiendo las
normas y directrices que
se recogen en la propuesta de la Organización para la Cooperación y el
Desarrollo Económico (OCDE), conocida con el Manual de Frascati. Este manual define las actividades
de I+D como “el trabajo creativo llevado a cabo de forma sistemática para
incrementar el volumen de conocimientos, incluido el conocimiento de la humanidad,
la cultura y la sociedad, y el uso de estos conocimientos para crear nuevas
aplicaciones” (OECD, 2015a). A nivel mundial las inversiones en I+D
estimadas para 2016 alcanzaron casi dos billones de dólares en paridad de poder de
compra; de estos, unos 20.000 millones corresponden a España (IRI, 2016), lo
que representa el 1%. Existe una clara relación según los estudiosos
de dicho tema entre el aumento de la I+D por una parte, y el crecimiento económico y la
expansión de la riqueza por otra. Existen estudios que demuestran los
efectos de las inversiones en investigación en la economía, llegando algunos a
concluir que dos tercios del crecimiento económico en Europa entre 1995 y 2007 se
derivaron de la I+D entendida de modo amplio (EC, 2017); una mayor
inversión en I+D también se asocia con ganancias de productividad (Donselaar
y Koopmans, 2016).
El esfuerzo relativo de los países en I+D se suele medir mediante
la proporción que representa el gasto en I+D sobre el producto interior bruto
(PIB). España no ha desarrollado una convergencia en I+D con el resto de Europa
desde su entrada en la Unión Europea en 1986. Si en ese año la renta per cápita española
se situaba en un 70% de la media de la UE-15 y el gasto en I+D sobre el PIB era
del 50% respecto a esa media, en 2015 el PIB per cápita español alcanzó el 90%
de la media de la UE-28, mientras que la inversión en I+D era el 60%. Nuestro
país invirtió en el año 2015 un 1,22% de su PIB en I+D, mientras que la media
en la UE-28 fue del 2,02. Sin embargo en el año 2016 la cosa fue peor,
aunque el gasto aumentó
un 0,7%, la economía creció un 3,3%. Así, el desembolso se situó en el 1,19% del PIB
frente al 1,22% del año anterior, según datos del Instituto
Nacional de Estadística. En el año 2016, el conjunto de la economía española se
gastó 13.260 millones de euros en I+D, 88 millones más que en el ejercicio 2015.
Este gasto supone un poquito menos de lo que se gastó en I+D la multinacional Volkswagen
en el año 2016, que fueron 13.612 millones de euros. La pregunta a uno le viene es, ¿Cómo un país
que se considera puntero en el mundo desarrollado puede gastar menos en I+D que
una sola compañía? http://bit.ly/2AfA1il
La
I+D sigue siendo el “mirlo blanco” que no acaba de nacer, y con el que
tanto las administraciones como el sector privado hacen encajes para cuadrar
sus déficits. En concreto, con cifras de los presupuestos
liquidados, entre los años 2009 y 2015, el estado y sus organismos recortaron
esta partida a la mitad. Los datos del INE apuntan que en 2016 se registró un nuevo
ajuste público debido a las exigencias de Bruselas en cuanto a cuadrar el
déficit. Esta situación ha dejado muchos proyectos sin financiación para
desarrollarse. El escenario no puede ser
más desolador para la economía española, mientras que en la UE se gasta un 27,4%
más que en 2009, en España todavía se desembolsa un 9,1% menos,
según datos de la Fundación Cotec extraídos de Eurostat. En el contexto
europeo, España ha perdido tres posiciones con la crisis y queda en el puesto
17 de los 28 estados miembros. En la actualidad, la inversión en
I+D solo supone el 59% del gasto medio en la UE. Es decir, entre 2009 y 2016 se han
perdido 13 de los 21 puntos de convergencia que España había recortado entre
2000 y 2009. Países como Estonia, Eslovenia, Hungría, República
Checa o Portugal presentan niveles más altos. Son muchos los factores que han
conducido a esta situación desastrosa, desde una administración que da la
espalda al I+D con nulas desgravaciones para aquellos que invierten, un sector
privado que no invierte porque prefiere comprar las patentes o licencias, una
instituciones académicas que están desconectadas del mundo empresarial, etc.
En
España el comportamiento de las empresas y gobiernos con la I+D evidencia una
falta de interés notable, según los estudios de los organismo internacionales.
Mientras en otros países de nuestro entorno cuando vienen situaciones difíciles
como crisis económicas, es cuando más se invierte, instaurando
una política contracíclica a la crisis como hace por ejemplo Alemania, Suecia o
Dinamarca. En España es lo contrario, cuando viene la
crisis se ajustan dichos ratios a la baja, sacrificando la palanca más importante
con la que se puede generar riqueza y actividad económica para salir de la
misma. Si bien los ciudadanos tienen una conciencia bastante
clara de la importancia de la I+D, no parece que esto importe mucho a empresas
y gobiernos, que son quienes tienen
que realizar las políticas y acciones necesarias para generar riqueza y
bienestar en los ciudadanos a través de una mejora del modelo productivo. Asimismo,
a los directivos empresariales y gobiernos de turno debería suscitar en sus
conciencias una cierta preocupación el divorcio existente entre los ciudadanos
con sus acciones en dicho campo. Si por un lado les encanta vender al público
en general las excelencias de dicha acción (I+D), no pueden existir
datos ni ratios que desmientan de una forma tan categórica las acciones y
hechos que se venden en dicho campo. La economía española no debe ni puede
estar en una posición tan vulnerable por la inacción de dicha clase política y
económica. Como dije al principio de este post, la falta
de conciencia y principios es difícil de explicar o justificar, solo
distanciándose de lo hecho mal se puede garantizar que no se cometa un error
con consecuencias de pago para... Futuras generaciones.
Ya lo dijo
Isacc Asimov: “El aspecto más triste de la vida actual es que la
ciencia gana en conocimiento más rápidamente que la sociedad en sabiduría”.