El caso Watergate se produjo en el mes de
junio de 1972 cuando fueron detenidos cinco intrusos en la sede principal del
Partido Demócrata. El allanamiento se produjo en el complejo de oficinas Watergate,
en Washington. Este suceso después de enormes vicisitudes llevó al presidente Richard
Nixón a dimitir en el año 1974. Durante años no se desveló el misterio de quién era “Garganta
Profunda”, aquel informante que había puesto sobre la pista a dos
periodistas del diario Whashington Post para que fuesen
destapando todo el escándalo Watergate. Su identidad se hizo pública, por fin, en junio de 2005. Era un antiguo director adjunto del
FBI que ya contaba 91 años, llamado William Mark Felt, y que tenía
acceso antes que nadie a toda la información. Sobre sus motivaciones se ha
especulado mucho; por una parte, seguramente habría unas sinceras ganas de
frenar los abusos del poder pero, indudablemente, también estaba dolido con Nixon
por no ponerle al frente del FBI cuando muy poco antes había
muerto el todopoderoso J. Edgar Hoover, siendo desplazado
por alguien próximo al presidente. Sin embargo, Felt no fue ningún héroe, fue
condenado en 1980 por delitos graves relacionados a allanamientos que autorizó
en las investigaciones que realizaba el FBI sobre la organización política
radical Weather Underground. Felt nunca cumplió
condena ya que fue indultado en 1981 por el entonces presidente Ronald
Reagan, murió en el año 2008 por causas naturales. Nixon renunció a la presidencia
no porque malversara los fondos donados a su campaña de 1972, sino por
obstrucción a la justicia.
De izquierda a derecha, el actor Robert Redford, Carl
Bernstein, Ben Bradlee y Bob Woodward, en la redacción de The Washington Post
En la vida real, "Garganta Profunda"
hablaba periódicamente con Woodward (algunas veces en un
estacionamiento subterráneo) a medida que se desentrañaba el escándalo. Un mito
de dicho suceso fue la citada expresión “Follow de money” (siga el rastro
del dinero) frase que se asignó a “Garganta Profunda”, sin embargo
dicha frase no fue dicha por Felt sino por Hal Holbrook,
el actor que interpretó ese papel en la mítica película "Todos
los hombres del presidente". Felt nunca aconsejó a Woodward
"seguir
el rastro del dinero". Wodward y Bernstein ya estaban
sobre el rastro del dinero, este hecho fue uno de sus reportajes más
importantes que hicieron donde describían cómo los fondos donados a la campaña
para reelegir al presidente Nixon habían sido utilizados para el
robo en el Watergate.
Decía
Michel
Foucault, “El poder ya no se identifica sustancialmente con un individuo que lo
ejercería o lo poseería en virtud de su nacimiento, se convierte en una
maquinaria de la que nadie es titular. Sin duda, en esta máquina nadie ocupa el
mismo puesto, sin duda ciertos puestos son preponderantes y permiten la
producción de efectos de supremacía. De esta forma, estos puestos pueden
asegurar una dominación de clase en la misma medida en que disocian el poder de
la potestad individual”.
La
sociedad en su conjunto está sujeta a fuerzas que establecen su poder sobre el
conjunto de relaciones sociales, políticas y económicas que cubre todos los
rincones de la sociedad, esto sucede tanto de forma explícita como implícita. La batalla que libran estas fuerzas de
poder algunas veces se desarrollan en campos ajenos a sus dominios, actualmente
uno de los campos más comunes donde se libran muchas de estas batallas es el
mundo económico o empresarial. Los ciudadanos perciben dichos
hechos muchas veces por los mensajes y escarceos que se producen dentro de
dichas luchas entre las diferentes fuerzas que compiten. Para ello un elemento
que se construye cada uno de los competidores es un discurso con el que marcar
y delimitar sus posiciones en dicha batalla.
En
el mundo empresarial existen algunas situaciones cuando menos curiosas, un
ejemplo de esto último es la que se produce cuando una compañía que atraviesa
dificultades económicas y de gestión, ve como su situación se prolonga en el
tiempo debido a intereses o situaciones ajenos al devenir de su práctica económica,
relegando los intereses de los diferentes stakeholders que componen dicha
compañía a mejores tiempos para abordar la solución de dichos problemas.
Es lo que tantas veces se ha llamado la politización de la economía y sus
variantes clientelares del estado. Fue el destacado economista coreano Ha-Joon Chang el que afirmó que “El ejercicio de buenas políticas económicas no requiere de buenos
economistas”. La sociedad debe de participar de forma activa en el debate
económico porque de ello depende su presente y futuro. Para este
economista hace falta de una ciudadanía económica activa, ya que “la falta de conocimientos no nos impide
pronunciarnos sobre aquello que nos afecta. Por ejemplo, no hace falta ser un experto en epidemiología para darse
cuenta de que las fábricas de productos alimentarios, las carnicerías y los
restaurantes deben de seguir unas normas de higiene. Pronunciarse sobre economía viene a ser lo mismo: una vez que se
conocen los principios clave y los datos básicos, se pueden emitir juicios
sólidos sin conocer detalles técnicos (Chang, 2013:10)” http://bit.ly/2A2qpon . Los neófitos en
temas económicos deberían de desconfiar de aquellos que se presentan como
profetas con un conocimiento especial e impenetrable para el resto de los seres
humanos que les rodean. Para el
economista John
Kenneth Galbraith la cuestión estaba bastante clara cuando
afirmó, “si alguna vez un economista
le pide a usted que acepte sus puntos de vista como la palabra del evangelio
bajo el pretexto de que se basan en su erudición, no se crea ni una palabra”
(Galbraith y Salinger 1998:21).
Ante un escenario donde los ciudadanos viven alejados de la causa
económica surge el llamado capitalismo clientelar. Este tipo de capitalismo es
el reverso de la democracia, el
mismo sobrevive por varias causas: por una mala regulación, un deterioro institucional y la
connivencia entre poderes públicos y privados. O sea, la democracia de baja calidad propicia el capitalismo clientelar y esta
genera el estancamiento de la economía. La regulación es un freno o
acelerador de la economía, y como campo de juego puede favorecer a unos y
perjudicar a otros. Sin embargo, para corregir este mal si
tuviéramos que dar una sola receta para conseguirlo, esta sería: reforzar las instituciones, entendidas ampliamente como las reglas del
juego formales e informales que incentivan o penalizan comportamientos y que
estructuran los incentivos de los intercambios políticos y económicos.
De
hecho, el capitalismo clientelar siempre suele ser la otra cara de la moneda de
un Estado de derecho débil y de unas instituciones degradadas o frágiles.
En esta situación, el mejor camino para conseguir el éxito económico que tiene
una compañía es contar con el favor del poder político. Aun cuando la
globalización debilita el poder de la regulación nacional, lo cierto es que son
los países con mejores instituciones públicas los que llevan las de ganar en la economía actual.
Estos fallos del sistema económico perjudican finalmente a los “mismos”, los ciudadanos.
Ejemplos hay muchos, como por ejemplo las subidas de los recibos de servicios
públicos como la luz, teléfono, etc., en beneficio de unos pocos. Esta
ineficiencia económica acrecienta el poder de unos determinados actores en
detrimento de una gran mayoría de personas. Hay que ser conscientes de
que la proliferación del capitalismo clientelar es lo que permite que reine la injusticia
económica y la corrupción y que una compañía o un país pueda permanecer estancado en su desarrollo. Un ejemplo de esto último lo encontramos en el mercado eléctrico, España junto con Portugal son los
países que más cara tienen la electricidad en toda Europa http://bit.ly/2mQGDy7
En definitiva, solo si los
ciudadanos son conscientes de que el capitalismo clientelar (relaciones entre
la política y la economía) perjudican muy seriamente el camino del cambio que
necesitan las compañías y la sociedad en todos los ámbitos, tanto como
clientes, empleados, accionistas, etc., se podrá iniciar un cambio profundo.
Sin embargo este hecho no va estar exento de enormes dificultades, ya que
quienes están en esta situación confortable de poder se van a resistir a dichos
cambios como gato panza arriba. Los ciudadanos tienen que tener un rol
activo en el mercado económico, manifestando sus opiniones y recabando
toda la información necesaria que haga que su participación sea
fundamental para el desarrollo de un mercado más competitivo, abierto,
eficiente e inclusivo, donde las normas sean transparentes y los ciudadanos no
sean moneda de cambio de intereses particulares.
“Follow the money”, instaba
“Garganta
Profunda” al periodista del “The Washington Post” que
investigaba el Watergate,
como hemos visto dicha frase no fue dicha por Felt. Los ciudadanos
tienen que seguir las pistas económicas que dejan diariamente los responsables
económicos de las compañías y la economía por las que se ven afectados, solo sabiendo
que es lo que sucede adquirirán una madurez con la que…controlarán las
riendas de su destino.
Ya lo dijo Steve Jobs: “Aquellos que están lo
suficientemente locos como para creer que pueden cambiar el mundo son quienes
lo cambian”.
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