Hallábase
un día Benjamín Franklin sin empleo en Boston, y como necesitaba
ganarse la vida, echase a buscar colocación por las imprentas. Viendo que sus tentativas
resultaban inútiles, decidió ir a Nueva York; marchó a esta ciudad, pero como
tampoco fue más afortunado, se encaminó a Filadelfia. Escaso de recursos hubo
de pagar el pasaje remando como marinero, y llegó a Filadelfia sucio, muy
cansado y con bastante hambre por cierto. Compró algunas hogazas de pan;
metióse el resto de su equipaje en los bolsillos y con un pan debajo de cada
brazo y comiendo otro, hizo su entrada por las calles de Filadelfia el hombre
que? más tarde había de ser orgullo de aquella ciudad y célebre en todo el
mundo.
Al
pasar por cierta calle, la señorita Read, viendo la triste figura del
mozo, se río mucho de él. Años después, la misma señorita que así se había
burlado del desarrapado mancebo, vino a casarse con él, cuando, habiendo
triunfado de la adversidad, su nombre se pronunciaba en todas partes con
respeto y admiración. Estando un día los dos esposos platicando en la
intimidad, salió a relucir el incidente; y aunque uno y otro lo celebraban con
risas y humoradas, el hecho no dejó de impresionar hondamente a la señora, que
lo refirió con frecuencia como ejemplo que enseña a no maltratar con burlas,
risas o desprecios a las personas de aspecto pobre y humilde, las cuales, aun
cuando no posean secretas virtudes, deben merecernos consideración y respeto.
Se dice que la libertad de expresión es, por encima de todas los demás, el
derecho que nos define como seres humanos. Todas nuestras
capacidades, aglutinadas en esa materia gris que llamamos raciocinio,
tendría poca utilidad si los humanos no tuviésemos la posibilidad de comunicarnos.
La comunicación se construye sobre la historia, sociedad, técnica, y
arte en general, todo ello es lo que ha permitido desarrollar nuestra civilización y
cultura. Entre la libertad de expresión
y la censura se encuentra el poder. Siempre que un individuo atesore
de estas capacidades, podrá activar mecanismos legales o de fuerza
que impidan al resto de ciudadanos críticos a poner de relieve aquello que es
perjudicial. Algunas de las acciones que surgen son reconocibles como; la coerción, el chantaje, la represión, etc.
Pero hay otras mucho más nocivas, en virtud de las cuales el poder se esfuerza
en convencer al ciudadano de que su derecho a la libertad de expresión está
limitado y es contraria a sus intereses, para ello facilitan a sus
incondicionales la ilusión de una protección ficticia. La vulneración, por parte del poder, de los
derechos ciudadanos, debe ser combatida usando medidas pacíficas como es el derecho a la libre expresión.
El
silencio, que muchas veces es el refugio de los
desamparados, pero también de aquellos que en su cobardía participan
activamente como cómplices de hechos y situaciones que son para lamentar, escondidos en la cueva de la impunidad.
La prensa, no fue un medio de comunicación que naciese en un ámbito de libertad. Sus orígenes se
remontan al imperio chino cuando sus gobernantes comunicaban de forma impresa
sus triunfos y hazañas. Se trataba de una información pensada desde
arriba, monopolizada por el poder, al cual sólo le interesaba divulgar las
acciones de los gobernantes, no de los gobernados, y por lo tanto mucho menos
indagar en sus necesidades y problemas.
En la sociedad
moderna actual, existe una condición sin la cual una democracia difícilmente
puede consolidarse, se requiere que la prensa, en cualquiera de sus formatos;
escrita, audiovisual, etc., sea libre. Esto a pesar de las dificultades
o presiones sociales y económicas que existan sobre ella. El acrónimo
de “cuarto
poder”, atribuido a los medios de comunicación, se asocia a que en una
democracia la prensa cumple un papel crítico e inquisitivo. Incluso
cuando fallan los organismos de control de los que dispone cualquier la
sociedad democrática, los medios se convierten en denunciantes y fiscalizadores de
aquellos que incumplen las normas o las omiten. Sin embargo esta situación
termina siendo desoladora cuando uno observa que son los propios medios los que se
autocensuran, aplicándose la mordaza. Para ello se hacen los sordos y
ciegos, hablando de temas banales e incumpliendo la principal función social
que tienen asignada, revelar la realidad. No es la
censura que se implanta desde la cúpula del poder, de arriba hacia abajo, es la
censura autoimpuesta, la peor de todas las imaginables, fruto
del miedo y la desesperación.
La libertad de expresión, no es el
derecho a decir cosas agradables que a todos nos parezcan bien y razonables. Es
el derecho a disentir, a expresar opiniones molestas y desagradables no compartidas por quien
manda. Esta situación es fácil de aceptar
cuando se realiza en un entorno de debate civilizado entre dos o más
implicados. Sin embargo, esta situación se complica cuando existe una mayoría
más amplia que respalda una opinión y otra más exigua que defiende lo
contrario. Es este tipo de situaciones, las que ha llevado a los tribunales más
importantes de este país (Tribunal
Constitucional) a dictar jurisprudencia por medio de sentencias, donde
afirma que, “la necedad de que la libertad de expresión debe ejercerse en los
límites de decoro o el buen gusto”.
Como si esa conciencia mayoritaria sea la que determine la frontera
infranqueable ante lo qué es decente y lo qué no, como si esto además fuera un
límite infranqueable ante el que las minorías no tienen ningún espacio posible.
Toda esta
introducción que acabo de realizar quiero que sirva para explicar los hechos
que me han sucedido este fin de semana y que me han llevado a escribir sobre el
mismo. Hace unos días que se ha llevado
a cabo la introducción de una nueva red social, corporativa, conocida con el
nombre de Workplace. Pues bien, queriendo seguir con mi costumbre de
seguir publicando post de mi blog en dicha red social como hacía en la antigua,
Yammer,
me
encuentro con que no me es posible. Me pongo al habla con uno de los
administradores de dicha nueva red social para explicarle lo que me está
sucediendo y se me facilita la contestación más subrealista que cabría esperar.
Se me comunica que, “en dicha red social corporativa solo comunican los que la dirección de
dicha red hacen administradores. Los empleados comentan pero no comunican
post originales”. Llegados a esta situación y terminada la campaña
de la Encuesta de Clima que estaba en vigor, me viene al recuerdo la
insistencia efectuada por mandos y directivos para que se realizase la misma
por parte de los empleados. La duda que me asalta ahora es, ¿Para
que?, ¿Qué finalidad tienen las campañas de Clima Laboral dentro de una
compañía cuando la dirección de la misma coarta y restringe la comunicación al servicio
de sus intereses. ¿Que los empleados sean unos meros teloneros, además de
espectadores de lo que sucede dentro de la misma, colma sus inquietudes?
Decía Otto
Preminger, “No suelo dar consejos a los actores. Están aquí para hacer su
trabajo”. Pues bien, eso es lo mínimo a lo que puede aspirar cualquier
empleado de sus directivos, que hagan su trabajo… Pero de forma decorosa,
máxime si tenemos en cuenta que están al servicio de una causa, (Misión, Visión), con unos valores. Sin
embargo cuando la decadencia se instala en una organización, del tipo que sea,
lo primero que sufre es la comunicación. Digo
decadencia, porque como muestra sirvan dos ejemplos que han sucedido en la
misma en un periodo de diez años: pérdida de más de seis millones de accesos o
clientes, y una caída en los ingresos de 4.753 millones
de euros desde el tercer trimestre del año 2008 hasta el tercer trimestre del
2018, el 33,37%.
REDES SOCIALES, EL PRINCIPAL OBJETO DE CENSURA
Recorrido este camino por la dirección
en dicha compañía, cabría preguntarse si puede haber esperanza de que esta situación
sea reversible. Yo humildemente creo que no, ya que ha habido un sinfín de oportunidades para dicho cambio, y sin embargo no se ha producido. Los directivos
han volado todos los puentes con su principal activo, los empleados, existe un
divorcio incuestionable. Los resultados
de la Encuesta de Clima recogidos en los últimos años son un una
clara muestra de dicho divorcio. Lo que si tengo claro con respecto a mí, es
que no habrá ninguna barrera o dificultad que me impida seguir publicando con
respeto y educación sobre lo que sucede
en el sector de las teleco español, más aun, invito a cualquier empleado a que manifiesten aquello que crea
importante, compartiendo su preocupación en un ámbito de libertad, donde
la censura no sea un factor que
dificulte e impida una tranquila convivencia desde la discrepancia.
Por lo que respecta a mis dificultades e impedimentos de poder publicar desde el
1 de enero del año que viene, no tengo nada que decir ni pedir, creo firmemente
que la propia acción ya califica a aquellos que realizan dicha acción…Lo
importante y fundamental es que hechos como este se conozcan y sirvan para que nadie
se desanime y combata activamente dichos
comportamientos. a los empleados a tener una participación activa
de contestación sobre cualquier actor o factor que dificulte y restringa la
comunicación. Cada día es más
difícil decir no, llevar la contraria y saber asumir las consecuencias, en un
momento en el que se compran voluntades muy baratas a la vez que se venden a
saldo algunas dignidades. Sin embargo hay que seguir luchando contra aquellos
actores que actúan en la cueva de la impunidad… Con ello mantendremos como Franklin, nuestras
ideas de forma firme, en tiempos donde las creencias particulares del individuo
sufren el envite de falsos aprendices de brujo.
Ya lo dijo Santiago Ramón
y Cajal: Te quejas de las censuras de tus maestros, émulos y
adversarios, cuando debieras agradecerlas. Sus golpes no te hieren; te esculpen”.
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