Los hechos que dieron origen a la leyenda de los 47
samuráis (ronin) ocurrieron en época
relativamente moderna. El 30 de enero de 1703, según el calendario occidental,
en una madrugada nevada y ventosa, 47 samuráis sin amo, que habían servido a la
noble casa desaparecida de Ako, penetraron en la mansión situada en un barrio
de Edo (actual Tokio) perteneciente al caballero Kira Kozuke-no-Suke
Yoshinaka, antiguo maestro de ceremonias del palacio del shogun, y
valiéndose de la sorpresa y de un plan de acción perfectamente planificado, se
enfrentaron victoriosos a más de doscientos enemigos, localizando a su objetivo
principal, el propio Kira, decapitándole y llevando su cabeza como ofrenda
hasta la tumba de su antiguo señor, Asano Takumi-no-Kami Naganori.
Se cumplía así una justa venganza, cuyo origen se
remontaba prácticamente a casi dos años atrás, cuando, en 1701, el señor Asano
había sido provocado por Kira en el interior del palacio del shogun, obligando
al primero a que sacara la katana bajo su noble techo, lo cual estaba
terminantemente prohibido y penado con la muerte. Pese a las súplicas de sus
hombres y los testimonios que culpaban de los hechos al mezquino Kira, Asano
fue condenado a morir, infligiéndose el seppuku o hara-kiri,
último honor reservado a todo samurái o daimio (señor feudal) sentenciado a
muerte. El joven amo del señorío de Ako acató el veredicto sin protestas,
practicándose el doloroso ritual de inmediato. Su viuda se exilió al Templo de
Sengakuji, en Edo, mientras su castillo y sus tierras eran expropiados por el
shogun, dejando a los samuráis a su servicio, que llevaban décadas con la
familia Asano, convertidos en ronin, es decir, samuráis sin amo. Fue el consejero principal del castillo de
Ako, situado a buena distancia de Edo, el caballero Oishi Kuranosuke, quien
reunió a su alrededor en secreto a los más fieles servidores de su difunto
señor, conjurándose para vengarse y hacer justicia, pues el caballero Kira
había sido exonerado de cualquier culpa por el consejo del shogun.
Veintidós meses de penalidades, miserias e ignominias
pasaron para los ronin, durante los cuales Oishi Kuranosuke aparentó
convertirse en mujeriego y bebedor, abandonando a su familia, a fin de despejar
cualquier sospecha de las autoridades en cuanto a sus planes de venganza. Sin
embargo, junto a sus fieles cuarenta y seis seguidores, finalmente, aquella
noche de invierno, cuando ya nadie lo esperaba y sus nombres eran objeto de
burla y vergüenza, Kuranosuke cumplió su palabra, llevando a cabo una hazaña
inmortal, en la que unos pocos se enfrentaron a muchos... Sabiendo que el
único destino que les aguardaba, a pesar de la victoria, era la muerte: todos
ellos serían condenados a su vez a practicarse el hara-kiri, a excepción del
más joven entre todos, perdonado por el propio shogun Tsunayoshi. El veinte de
marzo de 1703 (fecha occidental) los 46 ronin se hicieron el seppuku, siendo
enterrados frente a la tumba de su señor, en el Templo de Sengakuji. Años
después, gracias a su sacrificio, el nombre de la casa de Asano sería
restaurado y su honor restablecido. Terminaba así el sangriento episodio
conocido por los historiadores como Incidente de Ako o Incidente Genroku
(aludiendo esto último a la Era del calendario japonés en que tuvieran lugar
los hechos). Pero comenzaba la leyenda.
La opinión popular y la simpatía de las gentes
estaban, casi unánimemente, del lado de los 47 ronin, que habían combatido y
entregado sus vidas para defender el honor samurái, en una época en que este
parecía haber desaparecido. De inmediato, apenas semanas después de los hechos,
comenzaron a representarse obras de títeres (joruri o bunraku)
inspiradas en los sucesos, aunque siempre con los nombres, fechas y ciertos
detalles alterados, para escapar a la censura del shogun. Una de estas obras,
"Kanadehon Chushingura", bautizó el género dedicado a glosar la
hazaña de los ronin como "Chushingura", que viene a significar
"tesoro de los siervos leales" y sigue utilizándose hoy día como
sinónimo de su trágica aventura. Su nombre simboliza las más altas virtudes de
entrega, honor, sacrificio, paciencia y heroísmo de la cultura samurái y, por
extensión, del pueblo japonés. Las tumbas de los 47 ronin -el samurái perdonado
fue también enterrado junto al resto, tras su muerte con más de ochenta años de
edad- constituyen un verdadero santuario, visitado anualmente por miles de
japoneses y extranjeros, que siguen rindiendo asombrado homenaje a estos héroes
singulares, símbolo de una cultura y una tradición no menos únicas.
Al respecto vale la pena
preguntarse ¿por qué obedecemos, por qué cedemos nuestros derechos, por qué
sucede esto cuando pareciera más útil o hasta más sensato conservar nuestros
derechos naturales? Hobbes advierte que en realidad nadie “cede” sus derechos a otros hombres, lo que sucede en realidad es
que los dejamos hacer, nos apartamos de su camino, de suerte que no se trata de
que ellos tengan más poder porque nosotros se los hayamos dado, nadie puede
darle a otro hombre más derechos naturales que los que ya tiene, sino que es su
total libertad, el no encontrar ninguna oposición a sus deseos, lo que les da su poder,
su total libertad para hacer lo que desean. Ahora bien como el poder es
más peligroso cuando quien lo ejerce lo hace de forma perversa, las
posibilidades de hacer un mal uso, un abuso de poder, aumentan si el que ejerce
el poder no encuentra oposición a sus deseos, justamente porque además los
hombres no poseen un sentimiento fuerte de su propia dignidad. Cuando esto
sucede, cuando el poder se desata y abarca todos los aspectos de la vida
social, empresarial, etc., es cuando se vuelve diabólico, es decir cuando
conduce a las personas a la violencia y corrupción.
El poder, sin embargo, para
ser eficaz
tiene que ser reconocido socialmente y requerido por los otros, es lo que
llamaríamos autoridad. La autoridad es la
potestad o facultad que tiene una persona sobre otra que le está subordinada.
En nuestro caso, es valorada como el prestigio ganado por una persona, gracias
a su calidad o a la competencia de cierta materia; para ejercerlo se
requiere, exige o pide la obediencia de los demás.
Por eso es que el honor es tan importante, para
Hobbes el honor no es sino el reconocimiento del poder. Desgraciadamente en las
compañías hoy en día existe una ausencia bastante generalizada de
autoridad sobre las personas a las que se lidera por parte de los directivos y
mandos, esto obliga a que las tareas y trabajos a realizar sean muchas
veces a través de un poder coercitivo, “el ordeno y mando”, este
poder ni compromete ni implica en los objetivos de las compañías a las
personas, asumiendo con esta acción un grave coste en intangibles que no
aportan las personas que se ven sometidos a dicha situación. El poder
"mata la iniciativa y la creatividad", la autoridad
"inspira" al individuo a emprender y crecer, la diferencia es
sustancial para que se piense cuando uno toma un camino u otro.
Hay tres razones que deben hacer reflexionar a las personas que ejercen el poder:
1.- El Liderazgo sólo se puede
ejercer eficientemente con autoridad, y éste ayuda a incrementar el poder.
2.- El poder puede existir sin autoridad, ni liderazgo; pero no es sostenible en las organizaciones o sistemas dictatoriales.
3.- La autoridad es la fuerza moral y la base que permite generar un liderazgo positivo de largo plazo.
2.- El poder puede existir sin autoridad, ni liderazgo; pero no es sostenible en las organizaciones o sistemas dictatoriales.
3.- La autoridad es la fuerza moral y la base que permite generar un liderazgo positivo de largo plazo.
El poder aparece ante la
ausencia de autoridad por quien lo ejerce, es la manifestación más explícita de
faltad de liderazgo por parte de un individuo. Cuando esto sucede el individuo
debería de replantearse la relación con las personas que lidera y porque sucede
esta situación, es lo que se traduce en el lenguaje coloquial como "hacérselo
mirar". Como
al principio de este post, el individuo puede ser un “ronin”, sin patria ni
bandera, pero con un alto sentido del honor, como en la historia de los 47 se
puede ganar la autoridad de aquellos a los que se lidera, así pues es un buen
ejemplo para mirarse y seguir creciendo.
Ya lo dijo un proverbio Ute:
“No
vayas detrás de mí, tal vez yo no sepa liderar. No vayas delante, tal vez yo no
quiera seguirte. Ven a mi lado para poder caminar juntos.”
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