En 1971, un
hombre de aspecto ordinario llamado fue nombrado director ejecutivo de Kimberly-Clark, vieja compañía papelera cuyas acciones habían caído 36% por debajo del mercado
general en los 20 años anteriores. Smith,
que era entonces el abogado de la empresa, no estaba seguro de que la junta
directiva hubiera escogido bien y sus dudas crecieron cuando uno de los
miembros de la junta lo llamó aparte y le recordó que le hacían falta algunas
de las cualidades para esa posición. Pero ya estaba nombrado y siguió siendo
director ejecutivo... durante 20 años. Fue un período de gestión extraordinario. Smith realizó una transformación
increíble que convirtió a Kimberly-Clark
en la más importante productora de artículos de consumo hechos de papel en el
mundo. Bajo su liderazgo, Kimberly-Clark
generó rendimientos acumulados sobre las acciones de 4,1 veces el mercado
general, sobrepasando fácilmente a sus directas rivales, Scott Paper y Procter &
Gamble, y superando compañías tan veneradas como Coca-Cola, Hewlett Packard, 3M y General Electric.
Fue un
ejemplo de ejecutivo brillante en el siglo XX, coger una compañía en apuros
y convertirla en grande no es una tarea fácil. Sin embargo, muchos estudiantes de administración y
gestión de empresas no saben quién fue Darwin
Smith. Smith llevo esa misma
voluntad férrea que poseía a la reconstrucción de Kimberly-Clark,
especialmente cuando tomó la
decisión más dramática de la historia de la compañía, que fue vender los molinos de
papel. Poco después de haberse encargado como director ejecutivo, él y
su equipo llegaron al convencimiento de que el negocio tradicional de la
compañía, papel satinado, estaba condenado a la mediocridad. Su economía andaba
mal y la competencia era débil, pero razonaron que si Kimberly-Clark se
lanzaba al torbellino de la industria de productos de consumo, de papel, una
competencia de primera como la de Procter & Gamble la obligaría a alcanzar
la grandeza o a perecer. Así pues, como el general que quemó las naves
al desembarcar dejando sólo una alternativa, triunfar o morir, Smith anunció la decisión de vender los
molinos, en lo que uno de los miembros de la junta llamó la medida más audaz
que él hubiera visto tomar jamás a un director ejecutivo: vender hasta el
molino de Kimberly, Wisconsin, y dedicar
el producto total al negocio de bienes de consumo, invirtiendo en marcas como
Huggies y Kleenex. La prensa dedicada a reseñar los negocios dijo que
la medida era disparatada y los analistas de Wall Street subestimaron el valor
de sus acciones. Smith nunca echó pie atrás. Veinticinco años después,
Kimberly- Clark era dueña de Scott Paper y superaba a Procter & Gamble en 6
de 8 categorías de productos.
Probablemente eso es lo que él habría querido, era un persona que
carecía de cualquier tipo de vanidad, encontraba compañeros entre los plomeros
o electricistas y pasaba las vacaciones en su finca de Wisconsin, en la cabina de una excavadora, abriendo huecos y
moviendo piedras. Nunca cultivó la imagen de héroe ni de celebridad ejecutiva. Una
vez un periodista le pidió que describiera su estilo de gestión. Él se quedó
mirándolo un buen rato a través de unos anteojos de anticuada montura y con un
estilo descuidado que lo hacía parecer un campesino que por primera vez se
hubiera comprado un traje barato, después de un largo silencio dijo sencillamente:
“Excéntrico”. El Wall Street Journal no escribió ningún artículo
sensacional sobre Darwin Smith. Pero
quien crea que Smith era un hombre
flojo o blando comete un gravísimo error. A su humildad externa y falta de
pretensiones se unía una fiera y casi estoica resolución frente a la vida. Se
había criado como un pobre muchacho en una granja de Indiana y logró educarse trabajando en el turno diurno en la International Harvester y asistiendo
por las noches a la Universidad de
Indiana. Un día perdió un dedo en el trabajo, se cuenta que ese mismo día
asistió a sus clases y al día siguiente volvió al trabajo. No dejó que la
pérdida de un dedo retrasara su progreso hacia la graduación. Siguió trabajando
a tiempo completo y asistiendo a las clases nocturnas y fue admitido a la Facultad
de Derecho de Harvard. Posteriormente, dos meses después de su
nombramiento como director ejecutivo, le diagnosticaron un cáncer de nariz y
garganta y los médicos pronosticaron que le queda menos de un año de vida. Él
informó a la junta directiva y les dejó muy claro que no tenía ninguna
intención de morirse pronto. Siguió con su exigente programa de trabajo,
viajaba semanalmente de Wisconsin a Houston para someterse a radioterapia y
vivió 20 años más… la mayoría de ellos como director ejecutivo. En su
jubilación, Smith reflexionaba en su extraordinaria realización, diciendo
sencillamente: “Nunca dejé de esforzarme para llegar a tener las cualidades
para el puesto”.
En
1964 fue el profesor de la Universidad de Yale Victor Vroom quien definió la motivación como un proceso controlado por el
individuo que administra sus elecciones dependiendo el resultado que desee
obtener. En la actualidad su teoría sobre la motivación, Teoría de la Expectativa, es de las más
aceptadas. Aunque tiene sus críticas, la mayor parte de la
evidencia de la investigación apoya esta teoría. Lo importante de la Teoría de la Expectativa
es el proceso cognitivo de cómo un individuo procesa los diferentes elementos
motivacionales. El proceso se realiza antes de que el individuo haga la elección final.
El resultado esperado tampoco es el único factor determinante en la decisión de
cómo comportarse porque la persona debe predecir si se cumplirá o no la
expectativa. Esta teoría afirma que la fuerza de una tendencia a
actuar en determinada forma depende de la fuerza de la expectativa de que el
acto esté seguido por un resultado determinado y de lo atractivo de ese
resultado para el individuo. En términos más prácticos, la teoría
de las expectativas dice que un empleado o directivo se motiva para ejercer un
elevado esfuerzo cuando cree que el mismo le llevará a una buena evaluación de
su desempeño; una buena evaluación dará lugar a recompensas organizacionales, como
bonificaciones, incrementos de salario o un ascenso; y las recompensas saciarán
las metas personales del empleado o directivo. Por tanto, la teoría
se enfoca en tres relaciones:
1.
Relación esfuerzo-desempeño: la probabilidad que percibe el individuo de que ejercer
una cantidad determinada de esfuerzo llevará al desempeño.
2.
Relación desempeño-recompensa: el grado hasta el cual el individuo cree que su desempeño
le llevará al logro de un resultado deseado.
3.
Relación recompensas-metas personales: el grado hasta el cual las recompensas organizacionales
satisfacen las metas o necesidades personales de un individuo y lo atractivas
que son esas posibles.
En
la teoría de Vroom dentro del comportamiento
organizacional, lo básico de la motivación se compone de tres dimensiones:
- La expectativa del individuo de que el esfuerzo conducirá al rendimiento previsto.
- La instrumentalización de este rendimiento se basa en el logro de un resultado determinado.
- La conveniencia del resultado (conocido como valencia) para el individuo.
Vroom
introduce tres variables dentro de la teoría de la expectativa: Valencia (V) Expectativa (E) e Instrumentalidad
(I).
Valencia:
Mide el valor que una persona le da a determinada recompensa
Expectativa:
Mide la confianza de la persona en ser capaz de obtener los resultados
esperados. Es una medida puramente subjetiva de lo que cree el individuo en sí
mismo.
Instrumentalización:
Mide la extensión por la cual un individuo cree que su jefe, líder u
organización repartirá las recompensas que fueron prometidas.
El resumen de dicha teoría
podría ser que:
- Existe correlación positiva entre esfuerzo y desempeño.
- Un superior desempeño generará una recompensa deseada.
- La recompensa llenará una necesidad importante
- El deseo de satisfacer la necesidad debe ser lo suficientemente fuerte para realiza un esfuerzo que valga la pena.
Uno de los grandes retos de
las empresas es mantener sus empleados motivados. Algunas compañías entienden
que si ven el dinero como único factor de motivación están
condenadas al fracaso. La motivación representa un contrato moral entre
líder o mando y su subordinado donde el subordinado se compromete con sus
labores para el crecimiento de la empresa y líder se compromete con el desarrollo
profesional de la persona a su cargo, siendo transparente, honesto,
comunicativo y sirviendo a su equipo.
El empleado en una compañía está sometido a una gran cantidad
de opiniones, expectativas y creencias provenientes tanto de las personas que le
rodean como de uno mismo. Sus expectativas son un importante motor de su comportamiento
y, como tal, marcan la dirección y los caminos que sigue en el ámbito empresarial. La
forma de ser, pensar y actuar de cada persona le lleva a generar expectativas
sobre todo lo que hace. Como norma general, el ser humano tiende a asociar
el comportamiento e ideas que posee para juzgar a una persona que a veces ni
siquiera conoce, con ello pretende justificar sus propias ideas y negar la de terceros.
En
ocasiones las personas juzgan de forma poco consciente al que ejerce un papel
superior al suyo, relacionando a dicha persona con capacidades superiores. Esto
sucede porque se suele sobrevalorar las capacidades de un tercero en base al
rol que ostenta en la compañía o en otros ámbitos donde se encuentra el individuo.
Desgraciadamente
este comportamiento a veces en las compañías suele tener unas consecuencias
funestas, ya que lo que dice una persona de rango superior no se suele cuestionar
por otra de rango inferior, incluso cuando la creencia y razón del
subordinado está bien documentada y formada sobre lo que percibe y ve, y no
concuerda para nada con la de su superior. Fue el profesor Robert K. Merton en 1948 el que elaboró
el concepto de profecía autocumplida
(PA) (self-fulfilling prophecy) basándose
en lo que él bautizó como el Teorema de
Thomas, la (PA) constituye el proceso por el cual la expectativa de que un
evento o suceso ocurrirá aumenta las posibilidades de que efectivamente ocurra.
Hay que resaltar que para que el individuo vea cumplida la (PA), tiene que tener relación el sujeto con la expectativa. Esto se conoce también
como “Efecto Pigmalion”. Este
efecto Pigmalion en una compañía es el
fenómeno según el cual una persona puede influir sobre otra y directamente
sobre su rendimiento. El efecto Pigmalion
requiere de tres aspectos o condiciones:
- Creer firmemente en un hecho
- Tener la expectativa de que se va a cumplir
- Acompañar con mensajes que animen su consecución.
Este fenómeno se da cuando hay relaciones de
dependencia entre las personas: padres e hijos, profesores y alumnos, empleados
y líderes o mandos... El principal motivo para que esto suceda es
que existe una fuerza sutil que las personas son capaces de captar
en sus relaciones. Fue el sociólogo
William Isaac Thomas el que formuló
este efecto en 1923 de la siguiente forma: “Si una situación es definida como
real, esa situación tiene efectos reales” (If men define situations as real, they are
real in their consequences).
Ocasionalmente los mandos
tratan a sus subordinados de una forma que les induce a actuar por debajo de su
capacidad de logro, y a la inversa, según lo que se espera de
ellos, así son tratados. Esta situación puede ser un arma de doble
filo,
porque si las expectativas son altas es posible que suceda lo mismo con los
resultados, pero si no es así la influencia será negativa y los resultados
mediocres. Es como si existirá una relación directa entre la causa
y su efecto. Por esta razón, variables como el Clima Laboral son tan importante, las
relaciones sanas que proporciona son una palanca que sirve para aumentar las
expectativas y por ende la consecución de las metas que se fijen, basada
precisamente en esta teoría de Thomas. Lo que el empleado piense que va a
pasar, inconscientemente movilizará su sentido para hacer lo posible para
amoldar la realidad a esa idea, esto es un hecho que se puede aplicar tanto
para lo bueno como para lo malo. Es su actitud la que determina cómo van a ir
las cosas.
En la actualidad herramientas
como el Big Data sirven para el análisis y procesamiento de información a la
hora de tomar decisiones, sin embargo las máquinas poco pueden hacer en esta Teoría
de las Expectativas o de Thomas. En el
proceso de toma de decisiones, siempre habrá un espacio inherente y
propio del ser humano que nunca una máquina podrá ocupar,
por más que se perfeccionen los ordenadores, éstos nunca podrán adquirir una
capacidad tan humana como es la de experiencia en base a una espectativa.
Pablo Picasso decía, “los ordenadores son inútiles, solo
pueden darte respuestas”, en la actualidad tenemos respuestas casi para
todo, sin embargo la cuestión que nos tiene que retrotraer y hacernos
reflexionar es si nos estamos interpelando sobre las cuestiones importantes
dentro de las compañías, ya que si no es así, las conclusiones a donde
lleguemos serán erróneas. Esta es quizás la principal diferencia que existe
entre el hombre y la máquina a la hora de abordar una situación difícil como
puede ser eso… Una expectativa o el efecto Pigmalion. Darwin E.
Smith fue una persona humilde que
tomó las decisiones acertadas en Kimberly Clark sobre la base de
unas expectativas en las que él creía, sus 20 años dejaron una secuela
empresarial difícil de olvidar, todo lo contrario de lo que a veces se observa en
otras compañías, donde se vende más humo que acierto… Será que Pigmalion no
llegó a las mismas.
Ya lo dijo Johann
Wolfgang von Goethe: “Trata a un
hombre tal como es, y seguirá siendo lo que es; trátalo como puede y debe ser,
y se convertirá en lo que puede y debe ser.”
Me sirvió el texto, pero al menos pon la bibliografía
ResponderEliminargracias :)