Este era un enorme árbol de manzanas al cual un niño amaba mucho. Todos los días jugaba a su alrededor, trepaba hasta el tope, comía sus frutos y tomaba la siesta bajo su sombra. El árbol también lo quería mucho.
Pasó el tiempo, el niño creció y no volvió a jugar alrededor del árbol. Un día regresó y escuchó que este le decía con cierta tristeza: – ¿Vienes a jugar conmigo?
Pero el muchacho contestó: – Ya no soy el niño de antes que juega alrededor de los árboles. Ahora quiero tener juguetes, y necesito dinero para comprarlos.
– Lo siento -dijo el árbol-. No tengo dinero, pero te sugiero que tomes todas mis manzanas y las vendas; así podrás comprar tus juguetes.
El muchacho tomó las manzanas, obtuvo el dinero y se sintió feliz. También el árbol fue feliz, pero el muchacho no volvió. Tiempo después, cuando regresó, el árbol le preguntó: – ¿Vienes a jugar conmigo?
– No tengo tiempo para jugar; debo trabajar para mi familia y necesito una casa para mi esposa e hijos. ¿Puedes ayudarme?
– Lo siento -repuso el árbol-. No tengo una casa, pero puedes cortar mis ramas y construir tu casa.
El hombre cortó todas las ramas del árbol, que se sintió feliz, y no volvió. Cierto día de un cálido verano, regresó. El árbol estaba encantado. – ¿Vienes a jugar conmigo? -le preguntó.
– Me siento triste, estoy volviéndome viejo. Quiero un bote para navegar y descansar, ¿puedes dármelo?
El árbol contestó: – Usa mi tronco para construir uno; así podrás navegar y serás feliz.
El hombre cortó el tronco, construyó su bote y se fue a navegar por un largo tiempo. Regresó después de muchos años y el árbol le dijo:
– Lo siento mucho, pero ya no tengo nada que darte, ni siquiera manzanas.
El hombre replicó: – No tengo dientes para morder ni fuerzas para escalar, ya estoy viejo.
Entonces el árbol, llorando, le dijo: – Realmente no puedo darte nada. Lo único que me queda son mis raíces muertas.
Las infraestructuras comprenden activos de una amplia variedad de sectores que inciden directamente en la competitividad de la economía de un país. Existen infraestructuras de transporte, de energía, redes de distribución y saneamiento de agua, infraestructuras de telecomunicaciones e infraestructuras sociales. Una buena definición para dicho activo podría ser “todo activo que es esencial para el funcionamiento de un país, comunidad o región y que afecta a los servicios básicos como electricidad, agua, transporte, comunicaciones o salud”.
Si bien los activos de infraestructuras no son algo nuevo, la novedad del atractivo que resultan es que están atrayendo cada vez más capital privado. ¿Por qué está ocurriendo esto? El principal motivo es que existen unas elevadas necesidades de inversión en infraestructuras a nivel global y el sector público no tiene capacidad suficiente para acometerlas, dando lugar a un déficit de 350.000 millones de dólares al año de necesidades de inversión a cubrir con capital privado. Es esta necesidad de capital privado la que hace que se dote a las infraestructuras de una serie de características económicas únicas: presentan flujos de caja estables y predecibles gracias a los contratos o regulación que las sustentan, una elevada protección a la inflación y a las subidas de tipos de interés y tienen capacidad de generar caja de manera recurrente.
Todas estas características
se traducen en que la inversión en infraestructuras ofrece un perfil
retorno-riesgo realmente atractivo, presentando una baja volatilidad y una baja
correlación con otros activos, aportando por tanto un efecto positivo en
términos de diversificación de una cartera de inversión. La gran ventaja es que
estos retornos (superiores tanto a la renta fija como a la variable) son
independientes de los ciclos macroeconómicos. Asimismo, los inversores en
infraestructuras capturan primas de iliquidez y generan alfa por el valor
añadido en la gestión operativa de los proyectos. Este valor generado es
resiliente a través del ciclo de tal forma que el activo ofrece protección a la
baja en escenarios macro adversos. El sector de las telecomunicaciones presenta
una casuística muy particular, ya que son compañías con un elevado endeudamiento
y una necesidad importante de capital para el desarrollo de las infraestructuras
de fibra óptica, 5G y la compra de espectro radioeléctrico, lo cual en algunos
casos ante situaciones como la actual de crisis económica, se plantean recurrir
a la venta de partes del “core” de su negocio como puede ser la venta de las
infraestructuras. https://bit.ly/3fUKvVI
A esa acción se le sigue llamando de
forma “torticera”, "poner en valor". El caso de Telefónica es muy
particular, en el año 2017 la firma de capital privado KKR adquirió una
participación de aproximadamente el 40% en Telxius, su división de
infraestructuras (torres de telecomunicaciones y cables submarinos). Pagó
por dicho paquete del activo un total de 1.275 millones de euros. https://bit.ly/2OQWSGt Un año después, el empresario Amancio
Ortega adquirió un paquete de dicha sociedad del 9,9% por un importe de 379
millones de euros.
Un ejemplo del valor de
dichos activos lo observamos con la compañía española de infraestructuras Cellnex,
la misma debutó en bolsa en el año 2015 a un precio de 14€, hoy por
ejemplo cotiza a un precio de 58,44 euros por título, sufriendo una revalorización
de un 417% en dicho periodo de tiempo. Ayer mismo se publicó una
noticia que decía lo siguiente, “¿Planea Cellnex comprar las torres de
Telefónica?” https://bit.ly/2P1N10V
Según la consultora McKinsey, dichas infraestructuras tienen
una tasa de rendimiento socioeconómico del 20%, es decir, un dólar de inversión
en las mismas puede aumentar el PIB en 20 centavos a largo plazo.
En este sentido, en la medida que los gobiernos reconocen el poder de las
infraestructuras como una palanca para el crecimiento económico, facilitan el
flujo de capital privado que como hemos visto, es crítico para cubrir las
necesidades de infraestructura. Con el paso del tiempo, las infraestructuras se
han convertido en una clase de activo en sí misma y cuyo peso en las carteras
va en aumento. Los grandes fondos de pensiones canadienses y australianos
fueron pioneros en este desarrollo, pero actualmente la base de inversores se
ha ampliado a todo tipo de inversores institucionales, especialmente el sector
asegurador y los “Family Offices”. Así, las infraestructuras
representan hoy el 8,5% del grupo de activos privados globales invertibles y es
la clase de activos privados de más rápido crecimiento con una perspectiva de
futuro magnífica.
Para las operadoras de
telecomunicaciones, la venta de dichos activos lleva parejo un contrato de lease-back
(el propietario de un bien, mueble o inmueble, lo vende a una sociedad
de leasing para suscribir a continuación un contrato de arrendamiento
financiero sobre el mismo), ya que dichas infraestructuras son vitales para
el desarrollo de su negocio. Esta situación hace que las rentas que hay que
pagar aminoren la rentabilidad del negocio al verse reducidos parte de los
beneficios por dichos pagos. En el caso que nos ocupa actualmente, Telefónica,
necesita realizar una ampliación de capital con la que reducir dicho
endeudamiento, no enajenar más “core” de la compañía, ya que si no se
hipotecará el futuro de la misma. La solución de la ampliación de capital como
vengo afirmando, es dar entrada en el capital de la compañía al Estado español
con la toma de una participación minoritaria, como sucede en Francia (23%) o
Alemania (30%). Hoy mismo se anuncia en la prensa la movilización
de 70.000 millones de euros en los tres próximos años con el Plan España
Digital 2025 https://bit.ly/3hzV29z, de los que 20.000 millones serán recursos públicos. El plan
movilizará 140.000 millones de euros durante los próximos cinco años Telefónica tiene que jugar un papel central en
el desarrollo de dicho plan, donde vuelva a ser una compañía con un perfil netamente
industrial de contribución al desarrollo de la economía española y por ende de la
sociedad y no como ocurre actualmente, donde el perfil financiero es la brújula
que sigue el actual equipo directivo con las consecuencias bursátiles que todos
observamos.
Para terminar el post, decir
que ahora que Europa ha aprobado el fondo Next Generation European Union
(NGEU), con 750.000 millones de euros para relanzar la economía europea, conviene
no perder de vista los activos con los que cuentan las compañías españolas, a
fin de que los mismos se pongan a generar riqueza con el fin de que la sociedad
salga cuanto primero mejor del agujero en la que ha sumido a España el
Covid-19. El camino de enajenar activos a terceros con alto
valor como son las infraestructuras de telecomunicaciones, no es una
solución, máxime si tenemos en cuenta que nos podemos encontrar como al principio
del post…Con las raíces de una árbol que en su día gozó de una esplendorosa
salud, pero que, sin embargo, el tiempo y la mala gestión lo llevaron a que no
tenga nada más que eso, raíces muertas.
Ya lo dijo Alejandro Dumas: “No estimes el dinero en más ni en menos de lo que vale, porque es un buen siervo y un mal amo”.
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