Usted está conduciendo su automóvil en una noche de tormenta terrible. Pasa por una parada de autobús donde se encuentran tres personas esperando:
1. Una anciana que parece a punto de morir.
2. Un viejo amigo que le salvó la vida una vez.
3. El hombre perfecto o la mujer de sus sueños.
¿A cuál de ellos llevaría en el automóvil, habida cuenta que sólo tiene sitio para un pasajero?
Piense la respuesta antes de seguir leyendo.
Se trata de un dilema ético-moral que una vez se utilizó en una entrevista de trabajo.
Usted podría llevar a la anciana, porque va a morir y por lo tanto debería salvarla primero; o podría llevar al amigo, ya que él salvó la vida una vez y usted está en deuda con él. Sin embargo, tal vez nunca vuelva a encontrar a la pareja perfecta de sus sueños.
El aspirante que fue contratado (de entre 200 candidatos) no dudó al dar su respuesta. Simplemente contestó: "Le daría las llaves del automóvil a mi amigo, y le pediría que llevara a la anciana al hospital, mientras yo me quedaría esperando el autobús con la mujer de mis sueños".
La denominación Orden Mundial se asocia, narrativamente, con la idea de Paz, pero la historia muestra que los ordenes sólo excepcionalmente, se han constituido sobre pilares como la justicia o la paz. Los ejemplos históricos de órdenes impuestos por los vencedores de guerras son abundantes y sólo unos pocos, si se identifican como tales, lo han sido mediante el entendimiento y la cooperación. Debe recordarse que los conflictos entre grandes potencias generaron, en los dos siglos anteriores, cambios significativos en lo que podemos denominar Órdenes Mundiales. La emergencia de los Órdenes de Viena, Berlín, París, Versalles y Yalta, eran consecuencia de las guerras napoleónicas, la franco-prusiana, la de Crimea y de las dos Guerras Mundiales. Como apunta Nassim Nicholas Taleb: “La historia y las sociedades no se arrastran. Saltan. Van de fractura en fractura, con unas pocas vibraciones entre ellas. Pero creemos, junto con algunos historiadores, en lo predecible, progresiones en pequeños cuantía”. Lo que puede asegurar la historia del futuro, es que nos sorprenderá.
Hace unos días, un grupo de analistas de Deutsche Bank presentaron un informe con respecto a la situación actual y la previsión a futuro por la que camina la economía. La economía se mueve a través de los llamados ciclos económicos, aunque los ciclos marcan un antes y un después, muchos de ellos están envueltos en un marco más amplio, lo que permite realizar una agrupación más gruesa en eras o súper-ciclos. Estos expertos, más allá de analizar la nueva era que viene, han identificado cinco súper-ciclos durante los últimos 160 años: la primera era de globalización entre (1860 y 1914), las grandes guerras y la depresión (1914-1945), Bretton Woods y la vuelta del patrón oro (1945-1971), el comienzo del sistema fiduciario y la era de la inflación elevada (1971-1980), la segunda era de globalización (1980-2020) y “la Era del Desorden (2020-????)”. Este 2020 marcaría el fin de una era y el comienzo de otra nueva, según el banco alemán Deutsche Bank. El mundo abandona la segunda era de la globalización, para este nuevo súper-ciclo contará con varias tendencias que lo diferencian de los demás, pero sobre todo tiene su sello en la reversión de la globalización y transición demográfica.
Esta era es precedida por lo que se conoce como la segunda ola de globalización, esta comenzó alrededor de 1980 con el impulso global para abolir las regulaciones y los controles de capital, que posteriormente impulsaron el libre comercio (y los flujos globales de capital) y engendraron un orden mundial más liberal. La demografía mundial apoyó masivamente este fenómeno (generación del baby-boom) y aseguró un enorme aumento de mano de obra, de países como China o India donde los costes laborales son muy inferiores a las economías desarrolladas. A mediados de la década de 1980, la segunda era de globalización estaba en pleno apogeo. Esta se mantuvo vigente las siguientes tres o cuatro décadas. Sin embargo, los súper-ciclos también terminan por muy bien que comiencen. Las grietas, de esta era comenzaron a surgir en la grave crisis económica del 2007-2008, que sacó a la luz los problemas que la globalización había creado en muchos países occidentales. En el foco se encontraban cuestiones como el bajo crecimiento de los salarios reales, la subcontratación de muchos trabajos mal remunerados y el aumento de la desigualdad.
Un grupo expertos del Deutsche Bank consideraran que el mundo está al borde de una nueva era, que inicialmente se verá caracterizada por el desorden, con un probable debilitamiento de la globalización que creó el rápido crecimiento económico y de los precios de los activos en los últimos 40 años. Esta nueva se ve acelerada por la pandemia del Covid-19, amenaza las altas valoraciones de activos globales actuales y hará que los gobiernos y las empresas se endeuden aún más. Además, estará caracterizada por la tensión del liderazgo mundial entre Estados Unidos y China, a medida que el gigante asiático se acerca cada vez más a ser la economía más grande del mundo. Por otra parte, y específicamente durante los próximos 10 años, esta era podría ser una década decisiva para Europa, ya que las posibilidades que tiene la región de salir adelante han disminuido, mientras que las divergencias económicas probablemente aumenten aún más. El informe también analizó la situación actual, que describe como el “mejor crecimiento combinado del precio de los activos en cualquier época de la historia, con rendimientos de acciones y bonos muy sólidos en todos los ámbitos”. El documento señala que en esta nueva era se mantenga ese rendimiento, al tiempo que concluye, que en los próximos años, extrapolar simplemente las tendencias pasadas podría ser el mayor error que pueda cometerse.
En total, serían ocho los temas que definirán la “Era del desorden”:
1.-El deterioro de las relaciones entre Estados Unidos y China y la reversión de la globalización desenfrenada.
2.-Una década decisiva para Europa, en la que tiene que definir hasta dónde quiere competir y si va a continuar siendo el aliado de Estados Unidos o se emancipará política y militarmente con la creación de una estructura defensiva propia.
3. Una deuda aún mayor y un uso de políticas expansivas más habitual, lo que provocará más inflación. Cada vez más, los bancos centrales pondrán más dinero en el bolsillo de los ciudadanos.
4.-¿Inflación o deflación? Los gobiernos, tendrá dificultades para mantener sus objetivos de inflación a medida que ponen más dinero sobre la mesa.
5.-Empeoramiento de la desigualdad antes de que se produzca una reacción (subida de impuestos a los más ricos) y un retroceso. Temor a brotes violentos en las sociedades como efecto de una creciente depauperación. Algo así ya se vio en los últimos meses de 2019, con estallidos sociales y a veces violentos en países de América Latina, pero también en punto muy concretos de Asia y Europa (Francia con los “chalecos amarillos”).
6.-Un ensanchamiento de la brecha intergeneracional, que se ha visualizado en las urnas, en algunas elecciones y consultas como las del Brexit, en las que los jóvenes apostaron por la permanencia en la UE a diferencia de los mayores, que votaron por la salida del club comunitario.
7.-Se construirá el debate sobre el clima. El mayor problema por cuanto no es posible dar marcha atrás es el climático. Pero no todos los ven así, una parte de la sociedad no defenderá los esfuerzos de los gobiernos por ampliar sus estrategias para aliviar el deterioro del medio ambiente.
8.-¿Revolución tecnológica o burbuja? Existe la posibilidad de que se repita la burbuja tecnológica del 2000, pero al mismo tiempo es indudable que la rapidez y la innovación tecnológica están cambiando muchas esferas del presente. Esta transformación generará ganadores, pero también perdedores.
La era de la Globalización, se ha caracterizado por haber minado el poder de los gobiernos nacionales, siendo culpable de la creciente desigualdad, la evasión fiscal multinacional y la migración no deseada. El Covid-19 ha sido un factor acelerante en dicha Desglobalización, el actual sistema de producción y consumo globalizado está herido de muerte. Detrás hay varios factores. En primer lugar, estamos viviendo ya el pico del petróleo, ese momento histórico en el que el crudo disponible empieza a menguar. El mayor uso del petróleo es para el sector del transporte, donde es insustituible si se quiere mantener un trasiego de grandes volúmenes, a largas distancias, en tiempos cortos. Es importante subrayar que las renovables, de momento no pueden sostener dicha globalización. Dentro del sector del transporte, hay distintos combustibles que se usan. Destacan el diésel para el transporte de mercancías por carretera y el fueloil para barcos. Ambos parecen haber atravesado ya su cénit de disponibilidad. Esto, más pronto que tarde, terminará incidiendo sobre la viabilidad de sostener los actuales volúmenes de transporte global. El comercio internacional también requiere de medios financieros. Se basa en la interconexión bancaria, que es la que respalda las operaciones. Por ejemplo, el 90% de los envíos internacionales se abonan con las letras de crédito. En 2008, después de la quiebra de Lehman Brothers y la contracción del crédito posterior, los bancos retiraron ese forma de financiar, lo que fue determinante en la caída del 93% del índice de fletes marítimos, Baltic Dry Index. En un escenario financiero como el actual, en el que la deuda crece más rápido que el PIB, y por lo tanto sus burbujas son cada vez mayores, las crisis financieras repetidas están servidas. La deuda mundial alcanzó el 322% del PIB global en 2019.
La fuerte interconexión de todo el sistema económico supone que no hace falta que caigan todos los nodos del mismo, ya que existe una correlación lineal con el consumo de energía, este es fundamentalmente de hidrocarburos. Para que funcione una economía globalizada no solo hace falta crédito y energía, también se necesitan infraestructuras. Los costes de mantenimiento de estas —fibra óptica, gaseoductos, puertos, autopistas, refinerías, etc.— se irán haciendo cada vez mayores conforme se reduzca el flujo de energía, se dificulte el crédito, vaya disminuyendo el comercio mundial del que dependen para sus reparaciones y se pierda economía de escala. Su coste ronda el 3% del Producto Nacional Bruto Mundial.
Las economías de todos los bloques económicos han tomado una dimensión tan grande que no pueden proveerse de la materias primas necesarias ni dar salida a su producción solo a nivel doméstico. Por ello, están apareciendo los proteccionismos, los cuales requieren de medidas para una apropiación de recursos globales, lo que las hará venir acompañadas de un nuevo imperialismo, el ejemplo de Donald Trump en Estados Unidos o Xi Jinping em China es ilustrativo. El proceso de desglobalización es más probable que sea por la fuerza —choque con los límites ambientales y, si se produjesen, fruto de fuertes luchas sociales— y no tanto bajo la dirección del capital nacional —sobre todo chino y europeo— y, mucho menos, el internacional. En el año 2020 estamos experimentando esta desglobalización, fruto del choque con los límites ambientales, este hecho está relacionado con la pandemia ya que la misma está relacionada con la destrucción del ecosistema, que ha generado una ralentización del comercio mundial.
Para terminar el post, decir que la nueva era que llega, la Desglobalización, es que debe ser una era en la que debe imperar las limitaciones que nos plantean los problemas y aprender a pensar creativamente, el fin último de los ciclos económicos como el que se va es que no deje... Un reguero de víctimas como ha dejado la Globalización.
Ya lo dijo Joseph Eugene Stiglitz: “Lo que preocupa es que la globalización esté produciendo países ricos con población pobre.”
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