Robert Trivers,
profesor en la Rutgers University, es un auténtico “maverick” (inconformista).
Sus comienzos fueron erráticos. Empezó siendo matemático, se pasó a la Historia
y al Derecho, se interesó por la biología y, sin tener una educación
sistemática, acabó siendo uno de los biólogos evolutivos más influyentes de la historia. El
autor de La insensatez de los necios estuvo inmerso en la cultura contestataria
de los 60 y 70. Las algarabías de la época, el consumo de sustancias prohibidas,
su carácter y algunas crisis de tipo bipolar hicieron peligrar su carrera. Sin
embargo, escribió cinco trabajos imprescindibles que cambiaron totalmente las
aproximaciones a la cooperación humana, las relaciones entre padres e hijos o
los celos. Y todo desde una perspectiva darwinista radical, en función de los
mismos vectores que regulan la perpetuación de los organismos. Trivers
hizo contribuciones pioneras a las raíces evolutivas del comportamiento. En La
insensatez de los necios, Trivers desarrolla ideas tomadas de trabajos
anteriores y las pone al servicio de algo que conoce bien: el significado del engaño y de
las particularidades de su mecánica.
La mentira es una práctica arraigada en los
sistemas vivos y ha sido optimizada mediante la evolución natural. No
solo los seres humanos mienten. Se han documentado un sinfín de
alambicados ejemplos en que los seres vivos emplean la mentira con el único fin
de medrar a costa ajena. Desde la emergencia del lenguaje, los
humanos vivimos en entornos sofisticados formados por mentirosos y por víctimas
de sinvergüenzas, de manera que la identificación y la evocación del engaño
están co-evolucionando en términos de complejidad y eficiencia. El
mejor mentiroso no es aquél que simplemente engaña o confunde al prójimo, sino
quien consigue mentirse primero a sí mismo para no desvelar así las señales
típicas de quien es consciente de que no dice la verdad y que el otro podría
leer. En un ensayo donde brilla el talento, la profundidad y
también la idiosincrasia del autor, Trivers utiliza la ciencia de
vanguardia a la vez que lo va trufando con un torrente de anécdotas personales.
Se presenta a sí mismo como un ser humano lleno de contradicciones, que cae a
menudo en engaños y autoengaños. Nos regala atisbos de sus apuros con el sexo
opuesto, sobre todo en las relaciones con sus parejas, y sorprende su confesión
de tener un sesgo favorable a los estudios sobre las ventajas de la marihuana,
una afición que le ha reportado notoriedad.
Estos
días algunas compañías están realizando la “Encuesta
de Clima Laboral o Encuesta de Motivación” como se la define ahora,
referente al año en curso. La primera pregunta que a uno le tiende a aparecer
cuando se enfrenta a este tipo de test es, ¿Merece la pena hacerla o es una más de las
tantas hechas que no han servido para nada? La respuesta que a uno le
asalta es que en algunas de estas compañías es una perdida de tiempo total,
sus equipos directivos impulsan dicha encuesta porque como dije en el post ”ENCUESTA
DE MOTIVACIÓN (PSEUDOENCUESTA DE CLIMA) ... CUANDO EL NO-DO LO INUNDA TODO”
http://bit.ly/2OjeQRi, por ser una
obligación que fija la CNMV en su “GUÍA PARA LA ELABORACIÓN DEL
INFORME DE GESTIÓN DE LAS ENTIDADES COTIZADAS” http://bit.ly/2Kk1W4v,
no
porque crean en lo que están haciendo. El capital humano en dichas sociedades es
percibido como un gasto, no como el activo más valioso que tiene dicha compañía.
Con lo cual, el participar en la misma es completamente pernicioso, ya que
fomenta el autoengaño cuando uno la realiza, ya que se está dando carta de
naturaleza a un recurso que si fuera utilizado de forma conveniente sería una herramienta
valiosísima.
El autoengaño es el proceso
de negarse a racionalizar la relevancia, significancia, o importancia de
evidencia contraria y argumentos lógicos que son opuestos a los propios. El
autoengaño implica convencerse a sí mismo de una "verdad" (o la falta de la verdad) que no revela un
autoconocimiento del engaño. Decía el filósofo Kant que “es fácil
probar la realidad
de algunas mentiras internas de
las que los hombres se culpabilizan; sin embargo, explicar su posibilidad
parece más difícil”. La explicación al comportamiento de estos equipos directivos que ningunean
y arrinconan el sentir de las personas que trabajan en dichas sociedades
con el fin de conseguir unas metas fijadas en la Visión, Misión y Valores
de las compañías, no tiene más explicación que la que emana de su incapacidad para
gestionar la sociedad a la que representan. Como consecuencia de lo anterior,
la no alineación del principal activo que atesoran las mismas (las personas)
con los objetivos que están fijados, hace que sufran dichas
consecuencias como por ejemplo: menores ingresos, perdidas de clientes, coste
de oportunidad de nuevos negocios, etc.
Esta ceguera intelectual “intelectual
blindness” tiene lugar cuando el sujeto, está sometido por un fuerte
deseo que nubla la realidad o evidencia, auspiciado por algún tipo de interés que
en muchos casos colisiona con el interés general de los diferentes stakeholders
que integran la compañía, como puede ser el permanecer representado a la misma
cuando las métricas vienen reflejando trimestre tras trimestre él fracaso de su
gestión. Aunque en algunos, este autoengaño esta fundado
en la creencia de que no existen otras alternativas, en el caso de las “Encuestas de Clima”, no
se produce este hecho. El individuo (directivo) está cegado por la voluntad de engañar y pervivir en la
posición que ocupa, más allá del daño que ocasiona al resto de partes que integran dicha
compañía. Si bien el autoengaño es un recurso al que a veces acudimos
para afrontar estas situaciones difíciles, en ocasiones como dije lo hacemos de
forma consciente, pero otras es el cerebro el que altera ligeramente nuestra
percepción para salvaguardar nuestras fuerzas, integridad o estatus.
Este instinto de supervivencia frente al peligro es el que lleva a dichos
directivos a un tipo de “violencia” moral
que fomenta el autoengaño. Según Mardi J. Horowitz, profesor de
psiquiatría de la Universidad de San Francisco, el antropólogo Robert
L. Trivers, de la Universidad de Rutgers, y un buen número de
psicólogos evolucionistas, el cerebro filtra aquellos aspectos de la
realidad que la convierten en insoportable y solo presta atención a los que
puede digerir de manera inmediata. Nuestros sentidos perciben con fidelidad la
realidad tal cual es, pero nuestra atención está bloqueada por el miedo
instintivo, y la verdadera magnitud de los riesgos a superar no llega a la
conciencia. De manera inconsciente y automática, el cerebro ha censurado la
información que nos dejaría sin ánimos para luchar. Se trata de un mecanismo
universal de adaptación al entorno que tiene la utilidad de mejorar las
expectativas vitales porque nos evita caer en el pánico.
“Ojos que no ven, corazón
que no siente”, dice el refrán, si David se deja dominar por
el pánico, no hallará la manera de vencer a Goliat. Este mecanismo de
supervivencia del que la evolución ha dotado al cerebro para que seamos más
eficaces frente a los peligros que nos acechan, lleva años asolando en algunas
compañías con respecto al hacer y devenir de dichas “Encuestas de Clima”.
El pensamiento de dichos directivos es, “ignorar la verdadera magnitud de la amenaza
que son las misma, ya que nos hace más fuertes y más agresivos contra ella y,
por ende, más eficaces”. Craso error como llevamos viendo estos últimos años, ya
que los resultados financieros languidecen y las salidas de plantilla se han cronificado
con la complicidad de los agentes sociales que no tienen nada que ofrecer,
salvo la bajada de pantalones frente a lo que sucede, como es el hecho de
dichos ajustes de plantilla, sin elevar la voz ante la pésima gestión económica
de estas. Frente a dicha situación
la pregunta que todo empleado se tiene que hacer es la siguiente, ¿Cómo
combato este tipo de comportamiento directivo? La respuesta
es única, eludiendo la misma y no participando. Básicamente por una cuestión de
principios, que se autoengañen otros no significa que yo tenga que engañarme
para contribuir a dicho engaño.
Esperemos que no tengamos
que fumarnos un “peta” de marihuana
como Trivers,
para percibir las amplias realidades que nos ofrecen las gestiones de dichos
directivos en el tema del Clima Laboral.
Ya lo dijo Daniel Goleman:“La
facilidad con que una sociedad desprecia, y hasta sepulta, las visiones discrepantes
dependen evidentemente del conjunto de lagunas compartidas por sus ciudadanos.
No nos damos cuenta de lo que nos desagrada ver y tampoco nos damos cuenta de
que no nos damos cuenta.”
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