El 12 de diciembre de 1980 Apple comenzó a cotizar en
bolsa, con un precio de 22 dólares por acción. La cotización actual es de
aproximadamente de 174 dólares, con lo que la revalorización desde entonces ha
sido de un 790%. Sin embargo este cálculo no es del todo cierto ya que la
acción de Apple ha sufrido cuatro splits, los mismos se han realizado en las
siguientes fechas:
- El 16 de junio de 1987 hizo un split de 1 acción a 2 acciones
- El 21 de junio de 2000 hizo un split de 1 acción a 2 acciones
- El 28 de febrero de 2005 hizo un split de 1 acción a 2 acciones
- El 9 de junio de 2014 hizo un split de 1 acción a 7 acciones
Haciendo la cuenta, si en 1980 compramos 1 acción de
Apple, ahora mismo tendríamos 56 acciones tras los sucesivos splits (2 x
2 x 2 x 7). Por lo tanto, en vez de tener 174 dólares, hoy valdrían
9.744 dólares (174 x 56). Siguiendo este razonamiento, la inversión de 1 acción
de Apple comprada en su día de estreno en bolsa (22 dólares) ahora tendría
un ROI (retorno a la inversión) del 42.290% aproximadamente, esto sin contar
los dividendos que ha facilitado la compañía y dejando aparte la inflación.
Sale una revalorización por año desde que comenzo a cotizar dicha acción hace
37 años del 1142%, desde luego la creación de valor para el
accionista ha sido espectacular.
Revalorización de Apple desde su salida a bolsa hasta la actualidad
Fuente: Deloitte
Existe un indicador para medir el valor al accionista que se conoce con el acrónimo de EVA,(Economic Value Added) o EP (Economic Profit). Esta es una medida de la productividad de todos los factores utilizados por la sociedad para desarrollar sus actividades que introdujo la firma Stern&Stewart. Este indicador utiliza kpi´s contables (el beneficio y el valor contable de las acciones y de la deuda), con un parámetro de mercado que es el coste promedio de los recursos utilizados.
Fuente: Deloitte
Gráfico de Telefónica desde el 1 de enero de 1994 hasta el 15 de diciembre de 2017
En 1909, en Boston, el
presidente de la Universidad de Harvard junto con un grupo de profesores
fundaron Harvard Business School (HBS), una de las primeras y más reconocidas
escuelas de negocios en el mundo, con el propósito de formar en administración
y dirección a los alumnos de dicha escuela. A través de un programa que se
denominó MBA (Master in Business Administration). Como era un tema
novedoso, los fundadores de la escuela
querían que la dirección de empresas fuera una profesión como la medicina y el
derecho. Creían relevante que los profesionales de la
dirección, o sea los directivos, vivieran la vocación de servicio, la regulación
ética y el conocimiento especializado propios de una profesión. El mayor temor que tuvieron los
fundadores de HBS fue que los participantes del MBA se dedicaran como directivos
solamente a ganar dinero (Cruikshank 1987). Años después, se olvidaron los
ideales de los fundadores de HBS y surgió en cabeza de Michael Jensen, con
mucha fuerza en las universidades, la teoría de la agencia que consideraba al
directivo como un agente del accionista y que hoy goza de gran respaldo y
aceptación de la comunidad académica (Khurana 2007).
Fuente: Deloitte
La creación de valor es el conjunto
de actividades que aumentan el valor para los accionistas, incrementando la
rentabilidad sobre el capital invertido, así como el de los bienes o el de los
servicios para los consumidores. Actualmente se asume que los objetivos
de maximización del beneficio o del dividendo han sido sustituidos por el
objetivo único y más general de creación de valor para el accionista y para los
demás grupos de interés (stakeholders), única garantía de sostenibilidad para
la compañía. Fue el
economista Milton Friedman (1962) y su célebre visión financiera
la que supuso el primer impacto de un largo debate que llega hasta la actualidad. Friedman
afirmaba que la empresa solo debe conseguir la maximización
de los beneficios (del valor de la empresa para el propietario), actuando
dentro de los límites legales y de las reglas éticas propias de una economía de
mercado, sin que sea necesario plantearse otro tipo
de preocupacionese. Sin embargo, en 1984 fue
el profesor Ronald E. Freeman el que dio un salto cualitativo y cuantitativo en dicho debate con la “Teoría
de los Stakeholders”. En dicha teoría se afirma que un stakeholder
es cualquier individuo o grupo de
interés que, de alguna manera —explícita o implícita; voluntaria o involuntaria—
tenga alguna apuesta hecha — to stake, poner algo en juego— en la marcha de la empresa;
y que si, por un lado, se ven condicionados, de manera más o menos directa, por
la actividad de aquélla, o pueden a su vez condicionarla. En resumen, cualquier
grupo o individuo que puede afectar o ser afectado por la consecución de los
objetivos empresariales (Freeman, 1984, 24)
Otra opinión
relevante de la creación de valor se
publicó en la edición del Harvard Business Review enero-febrero
2011, en dicho número se publicó un artículo de Michael Porter y Mark Kramer,
donde se destacaba que la eficiencia en la economía y el proceso social no son
opuestos. Así, al crear valor económico se debe también crear valor para la
sociedad. En esos términos señalan: “los negocios deben asociar el éxito de
la compañía con el progreso social". El
concepto de valor compartido parte de reconocer las necesidades de la sociedad
y por eso se reitera la relación que debe existir entre las necesidades de los
negocios y las necesidades de la sociedad. Para dichos autores la eficiencia
en la economía y el progreso social no son opuestos. Así, el crear valor
económico debe también crear valor para la sociedad.
Fuente: Deloitte
Existe un indicador para medir el valor al accionista que se conoce con el acrónimo de EVA,(Economic Value Added) o EP (Economic Profit). Esta es una medida de la productividad de todos los factores utilizados por la sociedad para desarrollar sus actividades que introdujo la firma Stern&Stewart. Este indicador utiliza kpi´s contables (el beneficio y el valor contable de las acciones y de la deuda), con un parámetro de mercado que es el coste promedio de los recursos utilizados.
Fuente: Deloitte
Actualmente,
la evaluación de la gestión de la empresa emplea de forma masiva el
EVA porque permite calcular la creación de valor derivada de la toma
de decisiones y la estrategia tanto a nivel global como por departamentos o
divisiones de la empresa, para ello sólo es necesario conocer los recursos
invertidos o utilizados en cada área de la empresa y su coste. Entre los costes que se hacen
referencia no sólo queda reflejado el coste de la deuda sino que también se
incluye la rentabilidad mínima que esperan los accionistas de la empresa por el
hecho de mantener sus acciones. Esta rentabilidad
mínima exigida por el accionista será la suma del tipo de interés sin
riesgo, que normalmente será el bono a diez años, más la prima de riesgo que
refleja el mercado.
El
cálculo del EVA se realiza de la
siguiente forma:
EVA = NOPAT – (D+EBV) WACC
El
factor NOPAT (Net Operating
Profit After Taxes) corresponde al beneficio de la empresa sin
deuda,
D, es la Deuda de la empresa
EBV, supone el valor contable de las
acciones
WACC es el coste ponderado de los
recursos (deuda y acciones)
El
EVA sustituye
a modelos tradicionales que se utilizan en el análisis fundamental como pueden
ser la evolución del EBITDA, el ROA, el ROI
y demás porque con este modelo se compara el coste financiero asociado de los
activos que generan los rendimientos (el coste financiero de la deuda y de los
accionistas, del cual se olvida la cuenta de pérdidas y ganancias y el riesgo)
y, además, puede ser utilizado para valorar la contribución positiva o negativa de
una unidad de negocio en particular, mientras que otros indicadores no utilizan
esa comparativa. Partiendo de este concepto, la empresa sólo creará valor
para el accionista si la rentabilidad es superior al coste del capital.
Gráfico de Telefónica desde el 1 de enero de 1994 hasta el 15 de diciembre de 2017
Si miramos el valor de la
compañía tecnológica más importante de nuestro país, Telefónica,
veremos cuál ha sido la creación de riqueza en los últimos 25 años. El 31 de
diciembre de 1991, Telefónica
tenía en circulación 926,95 millones de
acciones, y el precio de cada acción en la bolsa era de 7,39 euros. El
15 de diciembre de 2017, Telefónica tenía en circulación 5.122,981403 millones
de acciones, y el precio de cada acción en la bolsa es de 8,251 euros.
Por consiguiente, la capitalización de Telefónica aumentó
desde 6.852 millones de
euros en diciembre de 1991 hasta 38.502 millones de
euros el 15 de diciembre de 2017. El aumento de la capitalización en
ese periodo fue de 31.650 millones de
euros, es decir un 461% en los
últimos 26 años. Sin embargo esta valoración no es exacta, ya que Telefónica
realizo un split el 26 de marzo de 1.999 en la Junta General de
Accionistas, en la misma se acordó la división en tres de
cada una de las acciones que había en el capital social, y el ajuste del valor
nominal de las acciones se fijó en un euro. Así pues, para calcular el
valor de la revalorización de dichas acciones habría que multiplicarlo por
tres, ya que cada acción de 1991 se ha convertido en tres en el año 2017. Esto hace que la
revalorización desde diciembre de 1991 hasta el 15 de diciembre del 2017 haya
sido del 1.383%, esto sin contar los dividendos y la inflación que ha habido desde entonces. Sale una revalorización
por año en este periodo de 25 años de un 55,32%, unas 20 veces menor que la que
obtuvo Apple por año.
Para terminar este post
quiero recordar que en el año 1997 Apple estuvo al borde de la
quiebra: las pérdidas eran constantes, sus acciones se desangraban mes a mes,
su imagen de marca se había deteriorado enormemente. Tan mala era la situación
que Apple estuvo a sólo 90 días de la insolvencia, sin embargo su
revalorización es digna de resaltar ya que después de todas las vicisitudes que
vivió, hoy es la compañía con mayor capitalización bursátil del mundo, superior
a los 900.000 millones de dólares. Para las compañías en la
actualidad es un enorme reto la creación de valor para sus diferentes stakeholders
dentro de unos estándares de respeto, desfigurando más
si cabe el límite entre lo lucrativo y no lucrativo. La creación de
valor con el paso de los años ampara finalmente a más aspectos que los
puramente económicos, una cuestión que
afortunadamente ha servido para aumentar el bienestar de muchas personas que
estaban excluidas de las condiciones mínimas deseables para vivir, llámese educación,
sanidad, condiciones de vida, etc. Porter y Kramer son
enfáticos al afirmar que todos los esfuerzos van a requerir una nueva premisa: el valor
compartido solo puede ser el resultado de una efectiva colaboración entre las
partes de una compañía, llámense empleados, accionistas, partners, etc...Por lo
tanto, para mejorar en dicha creación es imprescindible la participación de
todos.
Ya lo dijo Michael Porter: “Pasamos de la filantropía a la
RSE y a la sustentabilidad y ahora hay que pasar a la creación de valor
compartido”.
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