Durante una guerra civil en Japón, cierto general avanzaba implacablemente con sus tropas, tomando
provincia tras provincia, y destruyendo todo lo que encontraba a su paso. El
pueblo de una ciudad, al saber que el general se aproximaba -y habiendo oído
historias de su crueldad- huyó a una montaña cercana.
Las tropas encontraron las
casas vacías. Después de mucho buscar, descubrieron a un monje zen que había
permanecido en el lugar. El general ordenó que viniese ante su presencia, pero
el monje no obedeció.
Furioso, el general fue donde
se encontraba el monje.
-¡Tú no debes de saber quién soy yo!
-rugió-. ¡Yo soy quien puede atravesar tu pecho con mi espada, sin parpadear
siquiera!
El maestro zen se volvió
hacia él y le respondió serenamente:
-Usted tampoco debe de saber quién soy
yo. Yo soy aquel que puede ser atravesado por una espada, sin parpadear
siquiera.
Al escuchar esto, el general
se inclinó, hizo una reverencia, y se retiró.
Liderar
en momentos buenos es relativamente fácil, sin embargo en momentos difíciles y
duros un líder es donde brilla con más claridad. Los contextos de adversidad
pueden deberse a muchos motivos, como por ejemplo; situaciones de cambio en la
organización o en el entorno de la misma, problemas financieros, pérdidas de
cuota de mercado y clientes, etc., en cualquiera de estos casos el líder tiene
que ponerse al frente y ser el escudo del resto de personas que integran la
compañía. En el año 2015, una encuesta de Businessweek realizada a 1.087 empresas reveló que
el 31 % de los CEO que fueron apartados de sus funciones fue porque no
lograron gestionar adecuadamente los procesos de cambio. Fortune y, en general, la investigación
académica señalan que solo el 20% de los procesos de cambio
culminan con éxito. Entre el 66% y el 80% de las
iniciativas de cambio no alcanzan sus objetivos (la consultora McKinsey indica
que el 20% no llegan a crear ni un tercio del valor esperado por las empresas),
pese a que más del 95% proponen soluciones razonables y alcanzables. Y,
sin embargo, si uno busca en Amazon libros sobre “la gestión del cambio”
encontrará 1.120 resultados cuando estoy
escribiendo este post. Pese a lo complejo que es la situación de cambiar, a las
organizaciones no les queda otra que renovarse o morir, ya que el entorno
actual de cambio es tan rápido que no existe otra alternativa. Una encuesta de la consultora Boston
Consulting Group reveló que el 90 % de las empresas habían
implantado al menos una iniciativa de cambio importante el último año. Según la
Economist
Intelligence Unit del diario “The Economist”, el 63 % de los
altos ejecutivos participan más en los proyectos de cambio de sus
organizaciones que en el pasado, dada la complejidad creciente del entorno y la
incertidumbre. Sin embargo esta figura es clave en dichos procesos de cambio, no
ya tanto por lo que representan en dicha organización, sino por la clase de liderazgo
que implanten en la estructura jerárquica de su compañía.
El
verdadero desafío de liderar en momentos de transformación es hacerlo como si
no se tuviera poder formal. Liderar con el ejemplo y asegurarse de
que las personas a su alrededor también actúan así. En cualquier definición del término
liderar hay un elemento común: la voluntad de los subordinados de
ser guiados por esa persona. En cambio, los
jefes o mandos dirigen a las personas, no porque los empleados así lo
consideren, sino porque la compañía los ha colocado en una situación
de superioridad jerárquica. En consecuencia, ni todos los líderes son jefes, ni todos los jefes
ejercen el liderazgo.
El liderazgo no es algo que se otorgue
o se imponga, sino que se conquista y, por
tanto, para que exista, es necesario que se produzca el reconocimiento por
parte de los seguidores o colaboradores en el caso de una empresa”. Warren Bennis, uno de los mayores
gurús de liderazgo, con más de una veintena de exitosos libros
sobre la materia, “On Becoming a Leader” es un libro en el que respalda que "liderar
no es mandar e incluso ha llegado a afirmar que la mayor parte de las
organizaciones están sobre administradas y sub lideradas”.
Para
el profesor John Kotter, el liderazgo es “la actividad o proceso de influenciar a la gente para que se
empeñe voluntariamente en el logro de los objetivos del grupo”, mientras que a Fred E. Fiedler el padre
de la “Teoría de la efectividad del
liderazgo” lo describe como “la capacidad de persuadir a otro para que
busque de forma entusiasta objetivos definidos; es el factor humano que
mantiene unido a un grupo y lo motiva hacia sus objetivos”. Desgraciadamente,
en el mundo corporativo actual se sigue asociando el termino liderar con el
hecho de mandar, esta simbiosis se hace de forma efectiva todos los días en todos los
escalones de las compañías, omitiendo el verdadero sentido del “servicio a
lo demás” que lleva implícito el liderazgo. Esta perversión del término
hace que en la mayoría de los procesos de cambio se fracase de forma
estrepitosa al no conseguir un claro alineamiento entre los empleados con el
CEO y su equipo directivo. Si a este factor añadimos otros en las
compañías como por ejemplo:- Alejamiento de la realidad en la comunicación que se efectúa al resto de la organización por parte de los directivos. Es muy común en algunos directivos obviar y no reconocer ningún error o estrategia fallida, así como fabricar escenarios idílicos tanto en términos de gestión económica como de previsiones reales de lo que sucederá.
- Esclerosis total en los procesos internos, esto hace que existan fallas y problemas para reaccionar, bien sea por lentitud o por ineficiencia. Esto ocasiona graves problemas competitivos, ya que la simplificación brilla por su ausencia.
- Ausencia total de crítica en los discursos que lanzan los directivos dentro de la compañía. Se silencia y se omite cualquier atisbo de crítica en los niveles de mando y directivos, este hecho se traslada posteriormente a los empleados. Esto decapita no solo el verdadero sentido del término liderar, sino que ataca uno de los principales valores que puede tener una compañía actualmente como es, la creatividad. La escucha es un eje fundamental sobre el que pivotan las relaciones sociales en el liderazgo, si esta no existe dicho liderazgo carece de sentido.
Para Warren Bennis existen tres cuestiones esenciales para determinar si existe una posición de liderazgo efectivo por parte de una persona:
- Cuando los empleados se sienten a gusto, el personal piensa que lo que hace tiene un propósito y un sentido y se sienten parte de una meta superior.
- Cuando los empleados ven estimulante y desafiante su trabajo, el mismo resulta atractivo y confiere interés por abordarlo. El líder modifica las conductas de los empleados generando una compenetración con el trabajo. Liderar no es mandar y, a largo plazo, es mucho más eficaz motivar al personal que controlarlos mediante coacción.
- El líder representa los valores y la ética de la compañía. El mismo tiene que ser ejemplar, representar dichos valores en el marco donde interactúe, tanto si es interno con sus colaboradores como si es externo con otros stakeholders.
Para terminar este post,
quiero decir que para liderar es necesario que la persona observe, escuche y entienda la
situación real en la que se encuentran el resto de miembros de su organización,
esto le permitirá mirar en su interior y saber; lo que uno es y lo que uno
tiene. Por otro lado, cuando mire hacia fuera sabrá, lo que las personas de su entorno
necesitan y demandan y lo que no necesitan y no demandan. Hacer
una causa de olvido de lo anterior no genera más que inhibición, desidia, frustración
y desengaño en las plantillas de las compañías, precisamente por esa ausencia
de servicio en el liderazgo que está implantado. Esta apostasía
del término “liderar” como la que hacía el general japonés al comienzo de este
post, hace soñar a algunos directivos que se puede conducir una organización
desde un solo punto (de arriba) y obtener brillantes resultados económicos, esto un
error mayúsculo. En
cualquier organización empresarial es esencial compartir la visión y tejer
redes, complicidades, alianzas y acuerdos. Esta habilidad de unir personas y voluntades, se
aprende entendiendo y practicando el diálogo en su sentido más amplio y
profundo. No lo hacer tiene consecuencias muy graves en diferentes ámbitos para las organizaciones económicas… Principalmente
en sus resultados financieros.
Ya lo dijo Warren G. Bennis:
“Muchas
empresas creen que la gente es intercambiable. La gente talentosa nunca lo es.
Ellos tienen cualidades únicas. Este tipo de personas, no deben de ser forzadas
a desempeñar roles para los que no están preparados. Los líderes efectivos
permiten a la gente extraordinaria dedicarse a aquello para lo que nacieron”.
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