Las primeras
referencias encontradas del bikini a lo largo de la historia se sitúan en el
año 1600 A.C., mediante unos mosaicos hallados en una antigua villa siciliana,
decorados con imágenes de mujeres en un vestido de baño de dos piezas. La
primera referencia como nombre del Bikini, se debe al estilista francés Louis
Réard, que presentó el 3 de julio de 1946 por primera vez, en su colección de
trajes de baño, uno de dos piezas, a la que llamó Bikini en honor a Bikini
Atoll, un atolón de Marshall Islands, en el pacífico central. El
bikini desde su invención no había sido aceptado socialmente. En el año
de 1951 durante el certamen de Miss Mundo el bikini fue prohibido, ganando
terreno el traje de baño de una sola pieza, el cual era considerado sinónimo
del buen gusto. La popularidad del bikini no se da hasta los años 60, esto por
razones de ética más que de estética, sin embargo gracias a factores tan
influyentes como las grandes divas del cine, los medios de comunicación, la
apertura política y social de occidente, su aceptación comenzó.
Se dice que una
bailarina del Casino de París, Micheline Bernardini, fue la primera modelo en
posar con bikini. Louis Reárd, tuvo que recurrir a ella porque ninguna modelo
profesional se atrevía a lucir una prenda tan destapada. Fue ella quien sugirió
a su creador este nombre, alegando que iba a ser "más explosivo que la bomba
de Bikini". Con Brigitte Bardot y sus descansos en Saint Tropez y
Cannes luciendo un bikini, se desencadena la promoción de tal prenda. Su papel
en “Y Dios creó a la mujer” en 1957, animó a decenas de mujeres a usar esta
prenda tan atrevida.
Seis años después, Ursula Andress lució su famoso bikini con cinturón mientras
interpretaba a la "chica Bond" en "007 contra el Doctor
No", o Raquel Welch por su parte
aparecía con un sugestivo bikini en "Hace un millón de años", cuando
interpretaba a una feroz cavernícola en 1966. Todas estas acciones terminaron por desterrar la imagen y tendencia tan negativa que tenía dicha prenda.
El
término coolhunter nace en 1997 a
través del diario The New Yorker, y designa a aquella persona que se
dedica a documentar e investigar sobre nuevas tendencias o modas de un mercado.
Las marcas industriales más importantes utilizan con más regularidad a esta
figura que otros sectores como el de la moda, ya que normalmente están más comprometidos con el
éxito de ventas que con la creación de diseños originales. Fue así como
surgieron los coolhunter,
llamados
también cazadores de tendencias. Estos cazadores de tendencias, caminan
por las principales capitales del mundo tratando de captar al público innovador
y analizan a la sociedad en su vida cotidiana. Son freelance, con una libreta
en la mano, por las calles de las grandes capitales y reparan en ese público al
que le gusta ir diferente a los demás, en
el público creador o autor de lo nuevo. Su profesión consiste en callejear,
impregnarse de la estética de los bares, de las citas culturales, de los éxitos
musicales y cinematográficos, investigando y analizando el mercado a través de internet en redes
sociales u otros portales.
Son
los coolhunters unos cazadores de
tendencias que observan, analizan e influyen en las dinámicas culturales y de consumo,
son unos auténticos (influencers). Si bien la profesión tuvo su nacimiento en Estados
Unidos con el objetivo de ayudar a las grandes corporaciones a empatizar con
los gustos de la sociedad. Actualmente, cualquier tipo de compañía recurre a estos
gurús para que presten sus servicios, grandes compañías, partidos políticos,
empresas de moda, agencias de publicidad, gobiernos, etc., con el fin de
capturar un mercado que mueve miles de millones de euros. Sus estudios nacen a partir de un escrupuloso
estudio sociológico de las dinámicas del mercado, aunque hay también un área o
hueco para el instinto u olfato que desprende el mercado y solo puede percibir
el coolhunter. Existen dos tipos de
tendencias: las efímeras, que son
explotadas en una temporada; y las underground,
que se pueden mantener hasta cinco años. El
interés de las compañías por los coolhunters se explica
por el interés que tienen las mismas en conocer exactamente lo que demanda el
cliente. Su alta reputación y valoración por parte de las compañías viene
fundamentada en el hecho de disponer de ese conocimiento que permite a una
compañía que contrata sus servicios dar el salto al mercado con lo nuevo antes que
sus competidores. Un coolhunter se
dedica a identificar estilos punteros y minoritarios, y a vender su talento
convenciendo a empresas de que esos estilos elitistas son potenciales modas
masivas.
En
este mundo de observadores y viajeros en busca de lo “chic” internet ha
adquirido un papel fundamental en este campo; destaca sobre todo el portal WGSN http://bit.ly/1spGj7e
, que, a modo de base de datos, recopila
las tendencias imperantes en el mundo.
Existen
diversas categorías de coolhunters con
diferentes niveles de compromiso y experiencia:
- Están los gurús de la moda que cobran enormes cantidades de dinero por informes que venden a grandes multinacionales.
- Los que observan a pie de calle y cobran en cheques-regalo por informar sobre sus sensaciones.
- Los que viajan constantemente a capitales del vanguardismo en búsqueda de lo último en streetwear o stre-style.
En la actualidad es más sencillo capturar tendencias en Facebook, Twitter o Instagram que observando la calle, sin embargo esto encierra un problema, es el de sufrir el riesgo de perderse ante tal magnitud de datos que circulan por la red. Se conoce este problema con el nombre de FOMO (fear of missing out) o miedo a perderse algo, diagnosticado como una enfermedad derivada del entorno digital en el siglo XXI. Se considera una patología de la conducta, que se representa como ansiedad por la actividad de otras personas comparándola con la propia, lo que genera miedo y al final parálisis social o aislamiento de quien lo sufre. El concepto no es nuevo, sin embargo su nivel de influencia actual se ha visto potenciado por la unión de dos fenómenos: las redes sociales y el uso de los teléfonos inteligentes. Si bien la red ofrece una amplia información en la que un investigador de tendencias puede detectar señales relevantes de las novedades, es finalmente la calle la que sirve para contrastar y verificar lo que sucede en el ciberespacio. Será la combinación de Coolhunting (calle) y el Nethunting (red 2.0) las dos herramientas que permitirían sacar la mayor sinergía posible a dicha situación.
Así pues el fenómeno del coolhunting
se ha convertido un toda una ventaja para aquellas compañías que apoyan sus lanzamientos
en dicha metodología, esto requiere investigar constantemente la actividad del mercado y los cambios o evolución de los consumidores. Según
expertos como Kotler y Godin significa anticiparse al fracaso y eso
es algo que las compañías más punteras
no pueden obviar, ya que el cliente se vuelve un fiel seguidor de aquello que
anhela.
Ya lo dijo Jean Paul Gaultier: "Me gustaría decirle a la gente que abra los ojos y encuentre la belleza en lo que, normalmente no esperan".
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