El New
York Times es un periódico legendario que reside en la
imaginación de muchos periodistas, los becarios cuando llegaban a hacer
prácticas en el mismo pasaban por el departamento del fact-checker. La misión de estos reside en la revisión
y edición de cada uno de los artículos. De ese modo, todos aquellos que
escriban para el Times deben
de someter sus trabajos a una investigación sobre los datos que aparecen en
ellos. Entonces, los fact-checkers entran
en acción. Basándose en fuentes fiables, documentos oficiales, enciclopedias,
agencias de información y otros medios, los fact-checkers
deben de comprobar que cada fecha, lugar, nombre, ley o cualquier otro hecho que aparezca
en el artículo es completamente veraz. Los fact-checkers
son un filtro fundamental para conseguir que todos esos trabajos acaben
depurados en las manos de los lectores con informaciones exactas. Detrás de
cada investigación hay mucho tiempo de estudio y rastreo, conversaciones con
contactos y testigos de los acontecimientos, e insistentes peticiones a
personas que están en los centros de decisión con poder, o a quienes conocen a
dichas personas para que hablen. En ocasiones escritores tan reputados como Paul Krugman o Noam Chomsky, al poner negro sobre blanco pueden
cometer errores. Datos como; una fecha, que a pesar de estar bien anotada en el
borrador, está mal situada en el texto final, una ciudad mal escrita, una ley
citada de forma inexacta, un nombre que no se corresponde con el cargo
atribuido en el reportaje, una confusión entre dos acontecimientos ocurridos en
la misma época, etc., son posibles errores que se pueden cometer.
Gay
Talese, el autor de The Kingdom and The Power (El reino y el poder), una de las
mejores historias que se han escrito sobre el New York Times, decía que el periódico formaba
parte de la educación del ciudadano, que muchas generaciones
aprendieron a conocer el mundo que les rodeaba gracias a la habitual lectura
del diario. Uno intuye, por supuesto, que todos aquellos que trabajan
para proporcionar ese tipo de educación a los lectores tienen la capacidad
necesaria para llevar a cabo semejante proyecto. Sin embargo, tampoco se puede
confiar todo a la infalibilidad del periodista, por eso los fact-checkers se encargan de evitar que, por
circunstancias de tiempo y espacio (en ocasiones la inmediatez de la noticia
obliga a mandar rápidamente el trabajo), todo el material que se utilizó en la
redacción del texto estaba en buenas condiciones. La aparición de
internet revolucionó los métodos de verificación. Los periódicos se habían
suscrito al sistema de LexisNexis,
un archivo digital que posee una enorme cantidad de números de periódicos y
revistas. Los editores dicen que no se puede confiar en él ciegamente, ya que
si bien el laberinto de información que se mueve por el ciberespacio facilitó
las cosas a los fact-checkers,
esto también introdujo la posibilidad de manipulación y multiplicación
de los errores de forma exponencial. Es de resaltar que los datos se volvieron también más accesibles al público
en general, pero también se convirtieron en objetos de manipulación por
diversos intereses. Una de las características
más valorada de un buen fact-checker es la
tenacidad: “Un revisor que se da por vencido después de encontrar una fuente
aparentemente fiable no durará mucho; si uno comete errores, su carrera laboral
será muy corta”.
Las medias verdades o mentiras no
son buenas en general, pero en el mundo
empresarial son especialmente dañinas
por el daño que ocasionan en él compromiso y la productividad de los empleados, socavan el trabajo
en equipo y aumentan factores tales como el estrés o las enfermedades
profesionales, arruinando en muchos casos a la propia compañía. Ejemplos
existen muchos, como por ejemplo WorldCom o Enron en Estados Unidos. Una
persona cuando no cuenta la verdad, lo primero que se degrada siempre es el valor de la palabra, ya que cae en
la red de la mentira pasándose al lado oscuro de la realidad, y asumiendo un
sambenito que le va a acompañar el resto de la vida. Las mentiras o medias
verdades, son malas siempre, aunque muchos quiten valor a las “mentirijillas” o incluso hablen de “mentiras piadosas” (lo cual dicho sea
de paso es una expresión contradictoria). No vale decir que no perjudican a
nadie. Se puede decir que, como mínimo perjudican a uno mismo ya que su
integridad queda por los suelos, fomentado un hábito tóxico. Con frecuencia
perjudican también a los demás, ya que
con ello se instaura una cultura del
engaño. En muchas ocasiones
las mentiras son producto de notorias injusticias, lo cual agrava si cabe
todavía más dicho hecho.
Es sabido que muchas veces existen mentiras “útiles”,
que ayudan a quedar bien a la gente frente a compromisos adquiridos para no
tener que dar muchas explicaciones a hechos relevantes. Pero que sean útiles no significa que sean éticamente aceptables. Hay ocasiones sin embargo, que es
lícito decir una mentira como legítima defensa ante un injusto
agresor cuando hay razones proporcionalmente graves, como por ejemplo
cuando se persigue a alguien injustamente y su vida corre peligro. De aquí
que convenga distinguir la mentira,
que supone que el receptor espera o tiene derecho a aceptar como cierto lo que
decimos, y la ocultación lícita de la verdad: hay secretos que
deben ser guardados y muchas veces se logrará no hablando. Otros pueden
requerir actuar en legítima defensa. En el mundo corporativo, no existe lugar
para la legítima defensa, ya que la vida de las personas no corre peligro en un
mundo civilizado, por lo tanto se impone practicar una ética que anteponga la verdad ante
todo.
La
verdad generará confianza, reforzará las relaciones interpersonales y creará una
excelente cultura corporativa.
¿Qué gana una compañía ante esta situación? Pues muchas cosas…desde
confiabilidad, valor de marca u otros intangibles, pero sobre todo gana algo muy
importante, es el compromiso del empleado con él cliente.
Muchos periodistas se juegan
la vida cada día en distintas regiones del mundo para presentarnos los hechos.
Acuden a lugares hostiles con la intención de conocer la realidad aparentemente
lejana, pero que está mucho más relacionada con las personas de lo que
inicialmente se piensa. Los reporteros nos ayudan a entender dicha realidad,
mostrándonos muchas veces la miseria humana, todo ello no para estropearnos la
sobremesa de nuestra comida o cena, sino para decirnos muchas veces que: el
miedo, la desesperación, el hambre, el anhelo de libertad, el odio, o la venganza
están más cerca de lo que pensamos. Su esfuerzo nunca debería ser
menospreciado.
En las compañías la verdad o
los errores en la comunicación no pueden ser corregidos por fact-checker
debido a que dicha figura no existe. Pienso muchas veces que si dicha figura existiera resultaría muy incomoda a algunos
gestores de algunas compañías que viven instalados en una realidad virtual
sobre kpis fundamentales que afectan a sus compañías. En la actualidad con la
aparición de las redes sociales y el mundo interactivo, lo que existen en
algunas de ellas es exceso de información o información confusa tratando de contrarrestar o
desacreditar aquello que por otro lado nos dicen las métricas y datos que se
obtienen de los diferentes procesos de medida. Muchas personas que forman parte
de las compañías no tienen tiempo para observar y estudiar qué sucede en el día
a día dentro de las mismas, ya que sus quehaceres diarios les impiden hacer un
seguimiento de las métricas que se vienen sucediendo dentro de ellas, esto
hace que muchas veces datos importantes
pasen completamente desapercibidos para una gran mayoría.
Quien gestiona deficientemente
y no rectifica aquello que está comprobado estadísticamente, emplea más tiempo
y recursos en esconder que en resolver los problemas que de verdad preocupan e
intranquilizan a las personas que integran las compañías. Esa no es la solución a los problemas, los
problemas hay que encararlos y hacerles frente. Cuando el directivo no lo hace,
ya lo dice el refranero “el hombre
recurre a la verdad sólo cuando anda escaso de mentiras”.
Ya
lo dijo Mahatma Gandhi: “Aunque la verdad esté en minoría sigue
siendo la verdad”.
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