miércoles, 23 de noviembre de 2016

"LA PARADOJA DE EASTERLIN", LAS DESIGUALDADES SALARIALES Y...ÉTICAS



En 1974, el economista estadounidense Richard Easterlin público un artículo célebre, e incómodo, en el que señalaba que, si bien la renta bruta por habitante había experimentado un aumento extraordinario de un 60% entre 1945 y 1970, la proporción de quienes se consideraban “muy felices” no había variado en absoluto (40%)… El alza notable de los ingresos y los extraordinarios cambios de los modos de vida asociados al aumento del confort material no habían tenido un impacto perceptible sobre el grado de satisfacción de los individuos. “La paradoja de Easterlin” es un fenómeno contradictorio ya que examinando datos macroeconómicos de diferentes países, reveló lo siguiente: si consideramos únicamente los datos de felicidad y nivel de renta de un país, el nivel de renta sí se relaciona positivamente con el nivel de felicidad, pero, a escala mundial, los países (considerando que en ellos están las necesidades básicas cubiertas) con mayor renta no son aquellos que informan de mayores niveles de felicidad. Los países cuyos habitantes disponen de mayor nivel adquisitivo en este planeta no son necesariamente los países con habitantes más felices, ni los países con menor nivel adquisitivo son aquellos con habitantes más infelices. 


Según la tesis de Easterlin, aquellas personas que disponen de mayores ingresos son los más propensos a autodefinirse como felices; no obstante, si comparamos la población de mayores ingresos de un país, imaginemos que con una media de renta de 1500$, con la población de otro país, con una media de renta de 1000$, la diferencia en felicidad percibida se perdía, quebrando ese principio deductivo de que “cuanto más dinero, más felices”. Según los postulados tradicionales, la población del país con una media de 1500$ tendría que autocalificarse como más feliz que la población con una media de 1000$. Esta diferencia de 500$ permite realizar más cosas a la persona que disponga de dicha renta, sin embargo los niveles de felicidad anunciados por sendas poblaciones serían muy similares. ¿Cómo podía suceder esto? “La paradoja de Easterlin” venía a desafiar la teoría tradicional de que la capacidad económica lógicamente mejora el bienestar de la persona y presentaba interesantes recomendaciones tales como: llegado un punto de ingresos per cápita, ¿debe la política de un país trabajar por mejorar el nivel de ingresos de sus habitantes o trabajar más bien por su felicidad de otra manera? ¿Para qué se tratan de mejorar las condiciones económicas en los países si las personas en países con niveles de renta relativamente bajos se sienten igual de felices que aquellas en países con niveles de renta relativamente altos?



Las métricas demuestran que existe cierta correlación entre renta y nivel de felicidad cuando comparamos diferentes niveles de renta dentro de un país pero esta correlación parece perderse o desdibujarse cuando comparamos grupos de diferentes países. La relación entre renta y felicidad se rompe y deja de ser directa: vemos que hay países con renta relativamente alta situados en la parte baja de la tabla, indicativa de menor nivel de felicidad, y vemos que hay países con rentas relativamente bajas situados en las partes medias y altas. Lo que “la paradoja de Easterlin” intenta explicar con esto es que las medidas de felicidad no se relacionan con la renta en términos absolutos sino relativos, que la felicidad de un individuo esta correlaciona con la renta de ese individuo en la medida en que este perciba su renta como “alta” al término de una comparación con aquellos que le rodean, en este caso con la población de su alrededor o del resto del país.
 
Para la real Academia de la Lengua, la ética es la parte de la filosofía que trata del bien y del fundamento de sus valores. La ética de la empresa trata de aplicar principios éticos en la toma de decisiones y en acciones concretas, y aporta herramientas que elevan el nivel ético en la misma. Así pues, la ética son las normas y principios que se utilizan para resolver los diversos problemas morales dentro del contexto empresarial. Para ello se ocupa de las políticas de buen gobierno en los órganos de decisión más importantes de la empresa, en los procedimientos y normas para integrar la ética en la gestión diaria, en la transparencia, en la comunicación interna, en la calidad de los productos, en la misión y visión de la organización, en los códigos de valores o de conducta de cada uno de sus miembros, en el clima ético, etc. La crisis pasada ha dejado un reguero de personas en situación precaria y todavía en la actualidad existen amplias capas de la sociedad afectadas por dicha crisis. Esta situación casa muy mal con las remuneraciones astronómicas por parte de los altos directivos, una parte importante de las cuales es variable http://bit.ly/2ggIgi6 Si nos remontamos a la historia, la Gran Depresión que se prolongó hasta los años 30 ya puso sobre la mesa el mismo tipo de problemas que se debaten hoy en día. Fue Adam Smith en su libro “La riqueza de las naciones” (1776), donde contaba cuán fácil es que las personas que están a cargo de dinero que no es suyo, no ejercer la misma vigilancia sobre ese dinero que si fuera suyo, y cómo pueden ser negligentes y derrochadores con mayor facilidad. Muchos años después, en el contexto de la Gran Depresión, otro libro clásico “The Modern Corporation and Private Property” de  (Berle y Means, 1932) ponía de manifiesto las consecuencias de la separación entre la propiedad y el control, e insistía en la idea de Smith de que los profesionales que no son propietarios pueden no actuar en el mejor interés de estos últimos. En la segunda mitad del siglo XX el problema ha venido manteniendo dicha tónica, ya que los directivos que no son propietarios de las compañías muchas veces han tomado decisiones arriesgadas, en las que nunca tenían nada que perder ya que dichos activos no eran suyos. Desde la perspectiva actual, podríamos añadir que esto es en parte lo que ha pasado en la crisis que hemos pasado: mientras todo “iba bien”, los directivos tomaban decisiones arriesgadas (como, por ejemplo las “subprime” en Estados Unidos, dando hipotecas a quienes probablemente no las podían devolver, aumentando así los beneficios contables sobre los que, directa o indirectamente, estaba basada su remuneración variable). Cuando posteriormente se ha visto que los activos consistentes en estas hipotecas tenían un valor cercano a cero, quienes lo han perdido todo no han sido nunca los directivos que contribuyeron a conceder el crédito, sino los titulares de las hipotecas, los accionistas de los  bancos (los que ya lo eran o lo han llegado a ser en el proceso), algunos de los acreedores de aquéllos (en el caso español, los titulares de las acciones preferentes) o los contribuyentes que se han visto obligados a rescatar a las entidades bancarias para evitar que todo el mundo perdiera sus ahorros.



La brecha salarial en la actualidad no hace más que aumentar y está afectando considerablemente a las condiciones de vida de los empleados en todo el mundo. Las cifras amedrentan, según el informe de Oxfam Intermón publicado hace poco tiempo,bajan los salarios y crece la desigualdad”. Los consejeros delegados del Ibex 35 ganan de media 96 veces más que sus empleados, lo que pone de manifiesto que la desigualdad está alcanzando límites inmorales en la sociedad, debido, en parte, a las tremendas diferencias que existen entre los salarios más altos y los más bajos. Pero esa cifra es en realidad una media. Al analizar casos más concretos, se puede observar que las diferencias entre el sueldo del primer ejecutivo de una empresa y el gasto medio por empleado pueden llegar a superar las 200 veces. Esto puede ocurrir en firmas como Ferrovial o Día. E incluso las 400 veces en unas pocas empresas, como Abengoa, Inditex, FCC o BBVA. Estas diferencias no solo existen en la escala más alta de las empresas, los miembros de la alta dirección de las cotizadas también reciben remuneraciones muy elevadas. En 2015, las 1.019 personas catalogadas como altos directivos ganaron de media 576.000 euros, 13 veces más que la ganancia del trabajador promedio de estas empresas y 25 veces más que el sueldo medio de España, que en 2014 se situó en por debajo de los 23.000 euros.  Los directivos ganan en 15 días lo que un trabajador medio gana en todo un año. Para entender mejor estas cifras se puede decir que una persona trabajadora con ese salario medio de alrededor de 23.000 euros al año tendría que trabajar 25 años para llegar a tener la remuneración de la alta dirección. O dicho de otra forma, la alta dirección tarda solo 15 días en ganar lo que el trabajador medio español gana en todo un año. El informe se puede descargar en el siguiente enlace http://bit.ly/2fJkbDx  
La ONG admite que es difícil establecer una medida exacta, pero asegura que algunas referencias apuntan a que, como mucho, el sueldo máximo debería ser 10 veces el salario medio del resto de trabajadores. Intermón propone que las medidas se adopten rápidamente para regular cuanto antes la desigualdad salarial. Para lograr esta escala se podrían adoptar algunas medidas como por ejemplo; asegurar que las Administraciones no promueven contrataciones con empresas que no respeten esta escala, establecer los techos salariales, asegurar que cuando suba el salario más alto se eleven todos en la misma proporción y limitar la proporción de complementos variables que pueden ser percibidos, como las dietas, los bonos y otros, que no deberían superar el 15% del salario base, excepto cuando esté directamente vinculado a resultados o productividad del trabajador. También propone limitar las deducciones en el Impuesto de Sociedades de forma que algunos gastos de consejeros y directivos no sean deducibles, fomentar medidas de buen gobierno corporativo global e incrementar el tipo marginal máximo de IRPF, una medida que además mejoraría los ingresos del Estado en un momento en el que Bruselas pide a España 5.500 millones de ajuste para cuadrar las cuentas.


España es un país que registra 13,5 millones de personas en riesgo de pobreza o exclusión social. La pérdida media del poder adquisitivo de los salarios españoles fue del 5,3% entre 2009 y 2014, porcentaje que muestra hasta qué punto los salarios se han convertido con la crisis en factor de desigualdad. Sobre pobreza, los últimos datos de Eurostat son elocuentes: entre 2008 y 2014 el porcentaje de personas en riesgo de pobreza o exclusión social subió, en España, 5,7 puntos, hasta situarse en el 29,2% de la población (13,5 millones de personas). La pobreza severa alcanzó, en 2014, al 6,85% de la población (3,2 millones). Con esas cifras, España se sitúa en el grupo de países europeos con mayores niveles de pobreza. El otro gran indicador de la desigualdad, es el cociente entre los ingresos medios del 20% de la población que recibe los salarios más altos y los del 20% que obtiene los más bajos, este nos convierte en los campeones europeos del crecimiento de la desigualdad. En España, el cociente 20/20 era igual en 2007 a 5,5. En 2014, era igual a 6,8. El indicador había aumentado, nada menos que en un 24%, también a la mayor velocidad que conocen les estadísticas europeas. Esto nos vuelve a situar como segundo país más desigual de Europa, sólo superados por Rumanía cuyo cociente 20/20 era 7,2 en 2014, tras descender de 7,8.

Fue el economista y filósofo indio Premio Nobel Amartya Sen el que introdujo en la teoría económica la idea de la expansión de las aptitudes humanas como norma de progreso, definiendo las aptitudes como aquello que los individuos pueden o no pueden hacer: “si pueden o no vivir una larga vida, escapar a la morbosidad evitable, estar bien alimentados, leer, escribir y comunicarse, tomar parte en actividades literarias y científicas, y así sucesivamente”. Pero el autor señala que es inadecuado centrarse en la expansión de los bienes y servicios, porque “la conversión de los productos en aptitudes varía enormemente en función de factores como la edad, el sexo, la salud, las relaciones sociales, la clase a la que se pertenece, la educación, la ideología y una variedad de otros factores interrelacionados”




Obviamente todo esto que acabo de relatar, para nada ayuda a una compañía en su empeño por comprometer y alinear al personal de una compañía. El ejemplo que se proyecta sobre las personas que integran las plantillas es todo menos ilusionante y comprometedor. Para terminar el post y volviendo a Richard Easterlin, este se atrevió en su artículo a adelantar una explicación para la felicidad, y para expresar la principal idea de la misma recurrió a una sentencia de Karl Marx, una casa puede ser grande o pequeña; en tanto las casas de alrededor sean igual de pequeñas, dicha casa cumplirá para sus habitantes todos los requisitos de una morada. Pero si se levanta un palacio tras la pequeña casa, de pronto la pequeña casa se encoge hasta la categoría de cabaña.”



Ya lo dijo Voltaire: “Quienes creen que el dinero lo hace todo, terminan haciendo todo por dinero”.









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