Monique
Leibovici es
filósofa y miembro del Laboratorio de Cambio Social y Político de
la Universidad París Diderot-París VII. Hace unos meses intervino en el
CCCB
(Centre de Cultura Contemporánia de Barcelona) en una charla sobre “Verdad
y mentira en la política”, un libro de Hannah Arendt que,
reeditado por Página Indómita, vive un fulgurante boom de ventas. Leibovici
señaló cómo en 1971 Daniel Ellsberg, un analista militar
del
Pentágono, filtró al The New York Times un informe
secreto que demostraba cómo un grupo de estrategas falseó datos para provocar
que el presidente Johnson hubiera decidido embarcarse en la guerra de
Vietnam antes del hecho que oficialmente desató la intervención: los
incidentes del golfo de Tonkin en 1964.
“La
mentira organizada –dice la pensadora– no concierne a tal o cual hecho aislado,
sino que fabrica un sustituto de la realidad que no se contenta con deformar la
realidad o esconderla, sino negarla”. Es la mentira como una obligación moral. Leibovici
señala cómo los asesores de Johnson mentían no para conquistar
el mundo sino para ganar la batalla de imagen en una operación gigantesca de
relaciones públicas, alejados en sus cálculos de toda realidad: “Para salvar a
los vietnamitas del peligro comunista no dudaban en incendiarlos con napalm".
Desde el estreno de Spotlight,
la película ganadora del Oscar 2016, Martin Baron, director del diario The Washington
Post, se convirtió en el periodista más solicitado del mundo. Hace unos
meses en un congreso celebrado en Abraji (Brasil), unos mil periodistas que se congregaron siguieron
atentamente sus reflexiones sobre el oficio y su visión acerca de las
perspectivas de los medios. Para Baron, "el fenómeno de las fake
news está referido a la generación y distribución deliberada de noticias
falsas. No a los errores. Los periodistas cometemos errores pero tratamos
de no hacerlo y de enmendarlos haciendo un mejor trabajo en la siguiente ocasión...
La gente suele buscar fuentes que confirmen sus puntos de vista. En muchos
casos creen en contenidos que son falsos. El problema, en una sociedad
democrática que requiere el debate acerca de sus problemas, se da cuando no
coincidimos sobre cuáles son los hechos sobre los que debatiremos".
El día 25 de mayo se celebró
en Gijón
el XX aniversario del Club Asturiano de la Innovación, en dicho evento
se programaron los siguientes actos, https://bit.ly/2LdAnYy , en dicho acto uno de los ponentes, directivo de una compañía, afirmó que su compañía
inviertía anualmente 5.900 millones de euros en I+D+i. Obviamente
si uno observa el ranking de las compañías españolas que más invierten en I+D+i
de este país según la consultora Strategos de Price Waterhouse del año 2017, comprobará
que no existe ninguna compañía española que invierta tal cantidad de dinero
como se puede ver en el siguiente gráfico.
Si observamos dicho ranking
a nivel mundial, observaremos que la diferencia con las compañías más punteras
es abismal como se muestra en el siguiente gráfico.
Según el informe “Approaching
the Future 2018 de Corporate Excellence” - Centre for Reputation Leadership
y Canvas Estrategias Sostenibles, afirma que el 63 % de la población
mundial no distingue entre verdad y rumor. En dicho informe se
recoge que la caída de la confianza de gobiernos, compañías y medios de comunicación,
ha ido en paralelo al aumento del peso y popularización de las redes sociales.
Esto ha sido uno de los principales motivos para que hayan aumentado en el año
2017 un 365% dichas falsas noticias, “fake news”, generando graves daños tanto a
instituciones como a compañías. Este hecho ha provocado un cierto
desasosiego si se tiene en cuenta que un 63% de las personas reconocen no ser
capaces de distinguir entre las noticias verdaderas y las falsas. Si a esto
unimos que un 65% de la población recibe la información por dichas redes
sociales, o a través de los clikbait (término en inglés que podemos traducir al español
como ciberanzuelo, cibercebo, cebo de clics o anzuelo de clics), ha generado que la confianza en los
medios de comunicación tradicionales haya disminuido desde el 64% al 22%.
Fue el filósofo Nietzsche quien definió que
es la verdad, afirmó que era “una hueste en movimiento de metáforas,
metonimias, antropomorfismos, en resumidas cuentas, una suma de relaciones
humanas que han sido realzadas extrapoladas y adornadas poética y retóricamente
y que después de un prolongado uso, un pueblo considera firmes, canónicas y vinculantes.
Para David
Livingstone Smith, director
del Instituto de Ciencias Cognitivas y Psicología Evolutiva en la Universidad
de Nueva Inglaterra en Estados Unidos, la mentira no se ciñe
simplemente al hecho de decir cosas que no son verdad. “También mentimos al ocultar
información, o al decir algo que es verdad de manera tal que el interlocutor
crea que es falso. Los humanos mienten porque es una característica
básica de los seres vivos,
asi mismo les permite conseguir lo que quieren mediante la manipulación y la
explotación de otros individuos”.
Actualmente la realidad que “venden” ciertos directivos en
algunas compañías nos lleva una situación de “postverdad”, en la
que los hechos objetivos como son por ejemplo los indicadores de gestión, son
aminorados cuando no le son favorables en su gestión. Para
ello, proyectan más las emociones y sentimientos sobre la opinión pública y los diferentes stakeholders de dicha
compañía, que los indicadores de
su gestión. Esta realidad, motiva y mueve a dichos directivos a volcar un
considerable esfuerzo y recursos en la comunicación y su control, que en
la mejora de la gestión de dicha compañía, ya que es la única forma de tienen
de distraer a los diferentes stakeholders con los que interactúan (empleados,
accionistas, etc.), de las carencias que atesoran a la hora de dirigir y
liderar dicha compañía.
La
sociedad actual lleva unos diez años en el mundo del Social Media, lo cual debe ser lo suficientemente valorado
y tenido en consideración para cualquier persona que se somete al foco de la
sociedad cuando se manifiesta públicamente. En el mundo corporativo actual, los directivos
juegan con cierta ventaja al “encontrar poco seguimiento” de las
acciones que emprenden y en los indicadores que cosechan por su gestión.
Sin embargo, esto no es óbice para que existan algunas personas que si siguen dicha
gestión detenidamente, observando y comprobando los indicadores de lo que
sucede dentro de la misma. Si esa persona es un usuario activo de ese
mundo del Social Media con alguno de los instrumentos que le brinda dicho mundo
como son los blogs, wiki, redes sociales, etc., las compañías tienen un serio
problema con su credibilidad. La irrupción de Internet
no sólo ha cambiado nuestra forma de ver el mundo, sino que ha pulverizado el
concepto tradicional de empresa. Cada vez son más los clientes los que se
interesan por las marcas que se vinculan con conceptos como sostenibilidad,
desarrollo o respeto al medio ambiente. Y no sólo eso, sino que se valen de
las redes sociales para elevar a aquellas organizaciones que se vinculan con
determinados valores sociales pero, sobre todo, también para perseguir y censurar
a aquellas que no lo hacen, como por ejemplo cuando no se cuenta la verdad.
Aprovechar estas exigencias que impone la sociedad a las
compañías no solo sirve a las mismas para mejorar su imagen de marca, sino que también sirve para aumentar su cuenta de resultados.
Cualquier
compañía puede influir positivamente en la sociedad con la que se relaciona si
se anticipa y gestiona su relación de forma abierta, transparente y ética con
sus grupos de interés (stakeholders). Si no lo hace, como hizo el presidente
Johnson al principio de este post, recogerá lo mismo, la derrota y el destierro de una de la sociedad, que
reprueba la… Mentira.
Ya lo dijo Arthur
Schopenhauer: “Toda verdad pasa por tres etapas antes de ser reconocida. En la
primera es ridiculizada. En la segunda genera una violenta oposición. En la
tercera resulta aceptada como si fuera algo evidente.”
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