Un albañil que estaba en condiciones de jubilarse le contó a su jefe su deseo de dejar el trabajo de la construcción y vivir una vida más tranquila con su esposa, gozando de la vida familiar. Extrañaría su trabajo porque le gustaba, pero consideraba que ya era hora de descansar.
El jefe lamentó que se jubilara y le preguntó si podría construir sólo una casa más como un favor personal. El albañil contestó que sí, pero fue fácil observar que su corazón ya no estaba en el trabajo. Utilizó ayudantes no cualificados y materiales de baja calidad, todo con el propósito de acabar cuantos antes, sin importarle mucho como quedaría al final la casa. Era una manera de terminar con su profesión lo antes posible.
Cuando el albañil terminó su trabajo y su jefe fue a inspeccionar la casa (que ni siquiera lo hizo, por la confianza absoluta que tenía en su operario), al recibir las llaves de la casa, el jefe las tomó y le dijo:
—Esta es tu casa. Es un regalo por todos los años trabajado a mi servicio.
¡Qué golpe! ¡Qué vergüenza! Si hubiese sabido que estaba construyendo su propia casa, la habría hecho de otra manera (como siempre había intentado hacer); pero ahora tendría que vivir en una casa mal construida, por no haber hecho bien su trabajo.
Si bien el concepto de responsabilidad social aparece en el siglo pasado, esta ha estado presente en la historia de la humanidad desde tiempos inmemoriales. Por ejemplo, los libros del Antiguo Testamento están llenos de casos de actividades comerciales y de leyes y regulaciones para su control. Por ejemplo, el Código de Hamurabi, del año 2000 a. C., fue decretado por el monarca de Babilonia y contiene los lineamientos para los comerciantes y vendedores. Se puede apreciar, entonces, que la ética en la producción y el comercio ha estado presente de diversas formas en el desarrollo de la historia del hombre. Sin embargo no sería hasta más recientemente cuando la responsabilidad social aparece progresiva e implícitamente dentro de las normativas y limitaciones que se presentan a la ética capitalista. Esta última llegó a su máxima expresión hacia 1890 con la explosión de la Revolución Industrial. Esta fase se caracterizó por el espíritu emprendedor y la filosofía del laissez-faire (‘‘dejar hacer, dejar pasar’’). Durante esta época de conflictos laborales y prácticas depredatorias de los negocios, tanto los ciudadanos como el gobierno empezaron a mostrar cierta preocupación por la actividad empresarial desenfrenada. En esos años, el concepto aparece de manera formal e incipiente. Esta primera etapa, en el desarrollo del mismo, es denominada como época empresarial. La segunda etapa en la evolución de la responsabilidad social empresarial se inicia con la Gran Depresión y está signada por la crisis económica y social que afectó a los países más desarrollados, de manera que se produjo cierta reformulación de la filosofía empresarial. En la década de 1930, mucha gente culpó del fracaso de los negocios y los bancos y de la amplia pérdida de trabajos a un clima general de avaricia en los negocios y de extrema preocupación por sus propios intereses. Como resultado de ello, surgieron nuevas leyes que describieron y ampliaron la función de las empresas para proteger e incrementar el bienestar general de la sociedad. La tercera fase comenzó con la inquietud social que se presentó claramente en las décadas de 1960 y 1970. Con el paso del tiempo, el incremento del activismo social motivó una mayor reglamentación gubernamental en diversas áreas. Finalmente, a la última etapa —en la que nos encontramos— se la puede llamar época de conciencia social contemporánea que empieza en la década de 1980, continúa en la década de 1990 —época de gran desarrollo en todo lo relacionado con la responsabilidad y el desarrollo sostenible— y se extiende hasta la actualidad.
En la sociedad actual,
factores como son; empresa, universidad y valores constituyen
elementos íntimamente relacionados. La empresa, es el motor de la
economía e influye en el desarrollo de la sociedad en la que opera. La universidad
actúa como el ente que forma a las personas que dirigen dichas compañías y que
protagonizan el desarrollo y avance de las sociedades en las que prestan sus
servicios. Los valores, son el pegamento que unen e integran
la cultura de dichas organizaciones empresariales, en muchos casos son una extensión
de la cultura que impera en las compañías por la persona que dirige las mismas.
Los valores forman parte de la esencia del líder y las universidades contribuyen
en “teoría” a que dichos profesionales actúen de forma ética y socialmente
responsable. Esta situación se produce por una simple razón: el respeto
de la condición humana para una existencia decorosa de los individuos que
constituyen la sociedad. Así pues, los valores constituyen los
cimientos sobre los cuales se construye el desarrollo de la sociedad, y las
empresas y universidades no pueden ser ajenas a esto. Los
últimos descalabros financieros producidos por comportamientos de “rapiña” de
una clase empresarial sin principios ni valores como fue en la crisis del año
2008, afloraron lo peor de la condición humana. Corrupción, favoritismos,
graves peajes como impuestos, desahucios, copagos, etc. terminaron por
demostrar que el sistema hacía aguas por muchos sitios. Por otro
lado, el mal uso de recursos naturales, la contaminación ambiental, condiciones
de trabajo inadecuadas, entre otras, son prácticas comunes en el mundo
empresarial. Los esfuerzos de académicos y empresarios socialmente responsables
deben encaminarse a revertir dicha situación. Las universidades son, entonces,
los claustros de donde deberían surgir muchos de los futuros empresarios y profesionales
que regirán el destino de la sociedad futura. ¿Por lo tanto, es este el lugar adecuado
para lograr que estos actores sociales, en un futuro, asuman un compromiso
social?
La mediocridad, ha echado raíces en nuestra cultura y se ha instalado en todos los ámbitos de nuestra sociedad. Se ha convertido en muchos casos en una forma de vida para algunas personas que representan y son estandartes sobre los que la sociedad tiende a poner el foco a veces equivocadamente. Esto sucede en ámbitos como pueden ser, el social, político, laboral, sindical, empresarial, económico, etc. Hoy en día la consigna que domina nuestra cultura es la del “todo vale” con el fin de conseguir mantener los privilegios o estatus del que uno goza. Por supuesto, en ese todo vale encontramos la mediocridad en todo lo que se piensa, se dice y se hace. Lo vulgar, lo ordinario, es lo que nos caracteriza a este tipo de personas que tienen un único fin, permanecer en la posición que ocupan contra viento y marea. Lo más grave de toda esta situación es que la sociedad se ha acostumbrado a esta mediocridad, lo ha interiorizado como algo normal y que forma parte del pago que todos los ciudadanos debemos hacer para poder vivir, más allá de los daños colaterales que la misma deja en todos los ámbitos en los que actúa. Por eso tenemos cirujanos, economistas, directivos de empresas, sindicalistas, políticos, etc., mediocres. Lo único que ha cambiado afortunadamente es que en la actualidad hay algo que hace unos años no había, y que nos permiten estar en alerta con respecto a dicha mediocridad, Internet.
Hoy ha sido la Junta de Accionistas de Telefónica, en la misma se han podido escuchar afirmaciones cuando menos curiosas con respecto a lo que está sucediendo actualmente. La primera de las afirmaciones que recogió la prensa nada más concluir la misma fue la siguiente; "Estamos seguros de que con nuestro plan avanzamos en la dirección correcta y eso se reflejará en la cotización" https://bit.ly/3e8b20Q Esta afirmación podría ser esperanzadora sino fuese porque la misma se ha hecho repetidamente a lo largo de estos últimos años. La primera fue el 17/09/2018, cuando el presidente del accionista dominical BBVA, Carlos Torres, llamo a capitulo al presidente de Telefónica para pedir explicaciones con respecto al deterioro del valor de la acción, entonces la cotización de la acción era de 6,68 euros el título https://bit.ly/3cVYk47 El 29/04/2020 se publicó una entrevista en Internet, en la cual se volvió a repetir la misma afirmación, el valor de la acción no recoge la gran situación en la que se encuentra la compañía, el precio de la acción era de 7,46 euros por título https://youtu.be/ot-l4AoKfOw Posteriormente el 08/06/2019, un diario recogía la siguiente noticia; “Pallete: “El valor de la acción de Telefónica recogerá su transformación en empresa tecnológica”, entonces la cotización era de 7,47 euros por título. Hoy la cotización es de 4,55 euros, lo cual indica verdaderamente cual ha sido el recorrido de valor bursátil en el periodo del actual presidente, recuérdese que cuando tomo posesión la cotización de la acción era de 9,31 euros. La pérdida de valor desde que el actual equipo directivo está al frente de la compañía es del 51,12%. El “mantra” de que los inversores no saben ni entienden donde está el valor de los activos en los que invierten es cuando menos llamativa, si tenemos en cuenta que los parámetros que dan valor a una compañía como son; ingresos, inversión en I+D, nuevos productos y negocios, etc., son los que permiten a una compañía perdurar en el tiempo y no entrar en una situación de declive como la que muestra el siguiente gráfico.
Evolución de los ingresos del Grupo
Telefónica a nivel mundial de 2010 a 2019 (en millones de euros)
La “monetización” (venta de activos), ha sido un verdadero lastre durante estos últimos años, se han enajenado activos que no reportaban perdidas, sino que daban beneficio. El fin último de dicha acción ha sido reducir el endeudamiento y pagar el dividendo, con lo que el perímetro de la compañía se ha visto reducido. En la situación actual con el COVID-19, el dividendo ha pasado a ser un hecho secundario, máxime si tenemos en cuenta que gran cantidad de compañías como Orange, BT, Walt Disney, BBVA, La Caixa, Inditex, etc., han suspendido el mismo. La excusa para pagar los 2.045 millones de euros de dividendo, de que muchos accionistas “cuentan con los ingresos derivados de sus acciones como parte importante de su renta", se cae por su propio peso, si tenemos en cuenta lo que han perdió con el precio de la acción en estos últimos cuatro años https://bit.ly/3cWBVUb El reparto de valor en estos últimos cuatro años ha sido claramente desigual entre los propietarios de la compañía (accionistas), y el equipo directivo. La reducción de ingresos (valor económico) entre lo que tenían los accionistas y lo que cobraron los directivos ha sido el siguiente: si un accionista hubiese invertido 1.000 euros en 8 de abril del 2016, hoy tendría 514 euros, es decir habría perdido 486 euros (-48,60%) aparte de los dividendos. Sin embargo, las retribuciones de los dos principales directivos de la sociedad (31,23 millones de euros) en los últimos cuatro años, demuestra cuando menos, que no ha habido una equidad en el reparto de la riqueza que se ha generado ya que la misma no se ha visto aminorada en la misma proporción.
Próximamente tomaran posesión los miembros de la Comisión Nacional del Mercado y la Competencia (CNMC), dentro de tres meses también lo hará el nuevo presidente de la Comisión Nacional de Mercado de Valores (CNMV) https://bit.ly/3dYDOkH. Esperemos, que ambos reguladores tomen buena nota de cuestiones como estas que afectan al interés de los propietarios de las sociedades cotizadas, ya que una de las mayores carencias de estos últimos años, haya sido quizás la pasividad mostrada por parte de la (CNMV) con respecto a los intereses de los dueños de las sociedades cotizadas. Esto ha venido precedido por los conflictos de interés que arrastra del pasado su actual presidente Sebastián Abella https://bit.ly/2XVNNlf La cuestión que más lamento de dicha presentación, es saber que 9 empleados de la compañía han perdido la vida por el fenómeno del COVI-19. La vida, tiene un valor incalculable y no hay nada ni nadie que pueda compensar la pérdida que supone la misma para las personas que rodean al que fallece. Saliendo del ámbito doloroso que acabo de relatar, el COVID-19 ha puesto sobre el tapete el grave impacto que está ocasionando la pandemia en la economía, prueba de ello es el anuncio del presidene de la compañía, del abandono de los objetivos financieros para el año 2020. Sin embargo, dicha pandemia es un hecho que está fuera del ámbito de los resultados de esta presentación, ya que lo que se viene a explicar y contar son los hechos que han sucedido en el año 2019 y la pandemia es del año 2020. No obstante, ha quedado nítidamente claro que el COVID-19 ha jugado un papel estelar en esta presentación de resultados, donde a fuerza de ser sincero nada de lo que se ha dicho en el periodo de pre pandemia y pos pandemia ha merecido ninguna autocritica por parte de quien ha hecho dicha presentación, cuestión esta que sintetiza muy bien el sentido que uno tiene con respecto al valor de la humildad. El 11 de junio publiqué un post en el blog con hechos que cuando menos merecen una mínima reflexión, con respecto a lo que se ha hecho, no tan bien, en el último año https://bit.ly/37oG4PB
Para terminar quiero manifestar, que este ha sido un punto y seguido con respecto al futuro que se avecina, quiero pensar, desde mi humilde desconocimiento, que el futuro nos deparará cambios para mejor… Esperemos que estos sean provechosos para todos los stakeholders que integran la compañía, y no tengamos que sentir vergüenza como el albañil del comienzo del post.
Ya lo dijo Voltaire: “El orgullo de los mediocres consiste en hablar siempre de sí mismos; el orgullo de los grandes hombres en no hablar nunca de ellos”.
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