Cuando Elon Musk y Peter Thiel
disfrutaban de las mieles del éxito con Paypal, tuvo lugar un suceso que muy
bien podría resumir su trayectoria hasta ahora. Ambos se montaron en un McClaren
de F1 para acudir a una reunión. Lo pusieron a toda velocidad y, como
era previsible, se estrellaron. El coche quedó destrozado, pero ambos salieron
ilesos. Tuvieron que llegar al encuentro haciendo auto-stop. Fue un milagro que
siguieran vivos, Thiel iba sin cinturón de seguridad.
La filosofía de vida de Thiel,
como ha escrito y dicho en numerosas ocasiones, es pensar constantemente en lo
contrario de lo que en teoría debería hacerse y explorar si se puede ir por ahí
ante un dilema, como estrategia empresarial o como solución a un conflicto. Fiel
a esta idea, él, gay y libertario, está embarcado en el gabinete de Donald
Trump, el presidente más conservador y proteccionista que ha tenido
Estados Unidos en las últimas décadas. No se conoce si ahora lleva puesto el
cinturón de seguridad, solo él lo sabe.
Es uno
de los cerebros de Silicon Valley más
escrutados por los inversores: estuvo tras la creación de Paypal, fue uno de los
primeros inversores del citado Facebook, de Linkedin, Spotify,
Airbnb
o de una de las compañías que más polémica genera en este momento, Palantir
Technologies. Dicha compañía, tiene el mismo nombre que la bola mágica
de Saruman,
personaje de “El Señor de los Anillos”. Palantir dispone de un software
especializado y de firma propia, que pone en conjunto una gran cantidad de
fuentes de información totalmente independientes y que establece así relaciones
entre personas de todo el mundo gracias a documentos financieros, el contenido
de las redes sociales, o registros telefónicos. De este modo, tal y como podéis
ver en la imagen inferior, así sería el gráfico de Peter Thiel, el CEO y
fundador de Palantir, si su vida fuera cotejada con el software.
La vanidad
se define como orgullo de la persona que tiene en un alto concepto sus propios
méritos y un afán excesivo de ser admirado y considerado por ellos. Vanidad es
un término que proviene del latín “vanĭtas”, que es la cualidad de vano (vacío,
hueco o falto de realidad, sustancia o solidez). Este adjetivo está vinculado a
lo insustancial, la arrogancia, la presunción y el envanecimiento. En
otro orden de cosas, la vanidad encubre un sentimiento de
inferioridad y el deseo de ser aceptado por el otro. Al hacer gala de sus
virtudes la persona vanidosa, intenta demostrar que no es menos que nadie (lo
que en realidad siente) y espera el aplauso y la admiración de quienes le
rodean. Quienes viven demasiado pendientes de dejar claro el propio
mérito en todo lo que hacen, suelen entrar en una dinámica que con facilidad
les trae notables perjuicios. Son personas que no descansan en poner su firma
en todo lo que hacen o sucede a su alrededor. No pierden oportunidad de realzar
sus acciones, aunque no sean reales y las personas que le rodean perciban que
dicho éxito no existe, sin embargo, dichas personas saben que quien diga o
ponga alguna pega no sale en la foto más. Se preocupan de reafirmar
que han sido ellas quienes han hecho posibles tales o cuales logros, pese a que
no quieren ponerse medallas según afirman, no paran de hacerlo.
La vanidad también se
identifica con el “Mal de Hubris” o "la
enfermedad del poder”. La “hibris
o hybris” es un concepto griego que puede traducirse como "desmesura"
y que en la actualidad alude a un orgullo o confianza en sí mismo muy
exagerada, especialmente cuando se ostenta poder. Es además un proceso de
extrañamiento social, que consiste en el exceso de autoconfianza,
la minusvaloración del equipo que te rodea y el desinterés en los asuntos de
los demás. Esta arrogancia se manifiesta en la adquisición de competidores sin
criterio (“crecer por crecer”), en la contratación de un equipo de
incompetentes fieles, pero no fiables (“quiero que me den la razón”) y
en la falta de participación en foros con terceros (“no me aportan nada”). Lo
expresó el historiador y geógrafo Heródoto en un significativo pasaje:
"Puedes observar cómo la divinidad fulmina con sus rayos a los seres que
sobresalen demasiado, sin permitir que se jacten de su condición...puedes
observar también cómo siempre lanza sus dardos desde el cielo contra los
mayores edificios y los árboles más altos, pues la divinidad tiende a abatir
todo lo que descuella en demasía".
Quien padece esta dolencia, se
observa un excesivo narcisismo, imagina que lo que piensa es correcto y lo
que opinan los demás no, cree que todos los que lo critican son
enemigos, etc. Estas actitudes pueden llevar a quien las padece a tomar decisiones
erróneas porque la persona pierde la perspectiva de la realidad total y ve sólo
lo que quiere ver.
Ayer se produjo la entrega
del premio “Business Leader of the Year” (Líder Empresarial del Año) que
concede la Cámara de Comercio España-EEUU. Este año se otorgó al
presidente ejecutivo de Telefónica, en reconocimiento a "su visión y liderazgo al
frente de la compañía". En concreto, el consejo de
administración de la institución ha reconocido a dicho directivo "por
su habilidad para afrontar los retos derivados de la evolución tecnológica
constante y por liderar la transformación digital de la compañía, que ha pasado
de ser una firma de telecomunicaciones a convertirse en un grupo
tecnológico". Además, el presidente del Consejo de Administración de la
Cámara y antiguo embajador de Estados Unidos en España, Alan
Solomont, ha destacado que, bajo la gestión de dicho CEO,
"Telefónica ha logrado acuerdos estratégicos de gran valor y ha demostrado
la excelencia empresarial, la innovación y el compromiso con el cliente
necesarios para transformar un gigante de las telecomunicaciones en una era de
continuos cambios tecnológicos y digitales". http://bit.ly/2DIP58c
Hasta aquí lo que recoge la
prensa con respecto al acto celebrado en Nueva York, sin embargo, una persona
con sentido objetivo no debe de quedarse en los oropeles del premiado y debe de
bajar a las métricas que atesora al frente de la compañía, para entender si dicho
premio obedece a razones fundadas de buena gestión o es otra cosa que para nada
tiene que ver con la gestión. Y en este caso hay métricas suficientes para
poder valorar si dicho premio es justo o no, la primera el precio de la acción
después de tres años y ocho meses al frente de la compañía, cuando el 8 de
abril del 2016 llego el actual CEO a la compañía la acción cotizaba a 9,31 euros,
hoy ha cerrado a 6,84 euros, un 26,53% menos.
Pero existen más métricas
para tener una visión objetiva de la gestión que se ha llevado a cabo en dicho
intervalo de tiempo:
* Deuda
financiera neta incluyendo arrendamientos según la NIIF 16, 45.594 M€
Así pues, cabe preguntarse lo
siguiente, ¿Si con las métricas anteriores se concede dicho premio, que pasaría si
se tuviesen por ejemplo las que obtienen los OTTs?
Probablemente sean las “Vanity
Metrics” (traducidas como
métricas de vanidad, son todas aquellas que se miden con la misma facilidad con
la que se monitorizan, pero que no arrojan datos reales de crecimiento. Son
datos que aportan una falsa sensación de evolucionar, pero que distraen de
aquellas métricas que realmente señalan el rendimiento que se está obteniendo
en el terreno que se analiza), las que han conducido a dicho jurado a
conceder dicho premio. Lo grave de esta situación ampliada por la prensa, es
que dicha información puede parecer algo útil a ojos del público, o incluso a
aquellos que la manejan; sin embargo, la realidad es que no aportan nada que
refleje una mejora real para los stakeholders (grupos de interés) de una compañía. Centrarse en estos falsos indicadores es
perder un tiempo indispensable para reforzar aquellos pilares que realmente
sirvan para demostrar una mejora de rendimiento o de crecimiento de cualquier
compañía…Y el tiempo por desgracia cuando una compañía está en problemas es escaso.
Quizás el consejo de administración de dicho organismo quiso ver a un Peter
Thiel como el del principio de este post, sin embargo, nada más lejos
de la realidad. El primero ha demostrado su sapiencia y valía participando en la
creación de compañías que hoy son un referente a nivel mundial…Sin embargo
el segundo no se conoce que hay creado ninguna.
Ya lo dijo Oscar Wilde: “No voy a dejar de hablarle sólo
porque no me esté escuchando. Me gusta escucharme a mí mismo. Es uno de mis
mayores placeres. A menudo mantengo largas conversaciones conmigo mismo, y soy
tan inteligente que a veces no entiendo ni una palabra de lo que digo.”
Y se puede añadir que es una injusticia que Aznar se quedara sin la medalla del Congreso de los EEUU ;)
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