Al parecer, en cierta
ocasión un joven discípulo preguntó a Miguel de Unamuno si creía en la
existencia de Dios y este le respondió que antes de contestar deberían ponerse
de acuerdo en, qué era para ambos creer, en qué era para ambos existir y en qué era
para ambos Dios. Ese relativismo viviente que se desprendía en las palabras del filósofo bilbaíno apelaba a la
razón y la fe para consensuar o no unos postulados a priori distantes —sobre
el existir, el creer y el ser de Dios—, sin embargo en el mundo actual
se padece una epidemia bien distinta.
En el año 2016, el término
postverdad fue escogido por el diccionario Oxford como palabra del año, sin
embargo la misma lleva más de diez años siendo utilizada, pero actualmente está
quizás en lo más alto de su popularidad. Oficialmente, el término se refiere a
las “circunstancias
en las que los hechos objetivos tienen menor influencia en la formación de la
opinión pública que los llamamientos a la emoción y a la creencia personal”.
En ámbitos como la política es donde más
se utiliza y su significado es algo complejo, pero puede resumirse afirmando que
la verdad se esconde y que ya creemos más en los cuentos, mentiras y opiniones
que en los hechos y en esa verdad descarnada que nadie encuentra. De
tanto mentir, tergiversar y confundir en la sociedad, se ha conseguido que la
verdad desaparezca. Nunca se ha mentido tanto como actualmente a lo largo de la historia,
sobre
todo desde el poder político y económico. Antes, quien mentía
pagaba un precio pero ahora es gratis, no existen consecuencias. La mentira ha
contaminado a la sociedad actual saliendo de palacios y ministerios del poder, impregnando
desde las alturas con su suciedad la información, política, cultura y la vida misma. Pensábamos que la
sociedad caminaba hacia la "sociedad de la información",
sin embargo vamos en dirección opuesta, hacia la "sociedad
desinformada". El poder se ha atrincherado en el descaro para
gozar de una impunidad por la que no se paga precio alguno. Antiguamente los faraones y los reyes de Sumeria, Babilonia
o Persia pagaban un alto precio por mentir, incluso con la vida,
pero
los responsables económicos o políticos actuales no es que mientan sino que
viven constantemente en la mentira. La posverdad no es la
mentira de siempre, aunque tampoco está claro lo que es. El Oxford
English Dictionary (OED) la
define como una situación en que “los hechos objetivos son menos
determinantes que la apelación a la emoción o las creencias personales en el
modelaje de la opinión pública”. Para el (DRAE) Diccionario de la lengua española, es la “distorsión
deliberada que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública”. No es tanto la
frase de Montaigne, según la cual la verdad es una y la mentira son muchas. Es
más bien que, como dice Kenan Malik, “vivimos en un mundo con demasiadas verdades”.
El 8 de enero se emitió un programa en la cadena de televisión Telecinco, en el
cual la protagonista, Ana Patricia Botín, presidenta del Banco de Santander,
nos ofrecía un “road movie” por su
vida laboral como directiva de dicho banco desde que alcanzara dicha presidencia el 10 de septiembre del 2014. En estos cinco años el banco
ha perdido bajo su presidencia el el 49,2% del valor bursátil,
16 puntos porcentuales peor que su índice de referencia, el Stoxx Banks. Teniendo en cuenta los
dividendos, los números rojos de Santander se quedan en un 35% desde hace algo
más de cinco años, frente al
32% de BBVA, el 27% de CaixaBank o las ganancias de la banca francesa. Sonados
fueron también, la contratación del directivo Orcel, el cual pide una indemnización de 100 millones de euros en
los juzgados, las diversas ampliaciones de capital que ha realizado con el fin
de reforzar el capital del banco, 14.500
millones, la primera se hizo al poco
de llegar al cargo, de 7.500 millones, y la de 7.000 millones para comprar
Popular en 2017; y recientemente otros 2.500 millones para recomprar su
participación en México, la consideración de que dicha entidad es uno de los peores bancos
del mundo en cuanto al respeto de los
derechos humanos de sus empleados, http://bit.ly/30cczx3 , la presunta
implicación del Santander “en el mayor
fraude financiero de Europa, los dividendos Cum-Ex”,
sin dejar atrás el Caso Banco Popular, por el que el banco presidido por Ana
Botín, habría obtenido más de 40.000 millones de euros y por el que más de
305.000 familias se encuentran en la ruina, sin obviar tambien los miles de empleados que han abandonado dicha entidad bancaria en multitud de reducciones e plantilla que ha hecho en diferentes divisiones del banco. Las afirmaciones de dicha directiva en dicho programa son cuanto menos atrevidas si uno no quiere descalificarlas groseramente, ya que se atrevió a afirmar cosas
como, “los bancos no habían desahuciado a nadie desde 2012”,
“lo
más importante de su trabajo era la capacidad de cambiar la vida de las
personas y que el impacto que puedes tener es enorme”,
sobre todo cuando lo que se representa son valores basados en, “la
desigualdad, el sufrimiento e incluso, en ocasiones, el maltrato social y
psicológico que en el ejercicio de su presidencia produce a diario a decenas de
miles de mujeres y hombres”. http://bit.ly/2TfTmJb
Un caso similar a la CEO
del Banco de Santander lo encontramos en la operadora Telefónica. El
CEO de la misma en sus casi cuatro años de presidencia, ha situado a la misma
con una pérdida del 33,61% del valor del precio de su acción, la reducción
continua que se está llevando a cabo dentro de la compañía vendiendo activos con
el fin de pagar dividendos y reducir su deuda, han situado a la misma a precio de
cualquier operación corporativa hostil, la salida de miles de empleados con el
fin de aligerar gastos es irreverente cuando uno observa como la portabilidad
presenta cifras alarmantes en algunas divisiones, como por ejemplo (Telefónica de España), la
falta de nuevas líneas de negocio ante la inversión ínfima que se realiza en I+D,
hacen que los ingresos se vean claramente impactados debido a la fuerte
competencia que existe en el servicio de conectividad, y demás asuntos que describí en un post publicado este 7 de enero en el blog http://bit.ly/39NeQTH
Frente esta situación de telerrealidad
y ficción que nos quieren vender determinados actores económicos, existe
la métrica pura y dura, la cual nos sitúa en una realidad que es como la diáspora,
que se persigue y arrincona con el fin de que la luz de lo que sucede no emerja
con toda su crudeza. Afirma el sociólogo Michel Wieviorka que, “El
retroceso del universalismo, de la razón, del estado de derecho y del derecho
se ha acelerado bruscamente en estos últimos años en todo el mundo occidental.
Se constataba ya hace varios años con el complotismo, esta tendencia paranoica
a ver lo real bajo el prisma de la sospecha y de la denuncia: el fenómeno se ha
acentuado y se ha extendido hasta el punto de que ha podido hablarse en nuestro
tiempo de la era de la posverdad; mejor cabría hablar de la mentira, o de no
verdad; sería más claro y nítido”. Para que tanto complot en la
postverdad encuentre espacio se apoya en los medios masivos de información
como: TV, periódicos o los nuevos medios, Internet y las redes sociales. Estos
nuevos medios permiten la interacción, el intercambio, el debate o sus
apariencias de tales: todos pueden expresar su verdad, confrontarlas a otras,
más a menudo bajo formas poco elaboradas, un me gusta en Facebook, un tuit en
menos de 140 signos en Twitter. Y para quienes quieran saber más, figuran, con
fácil acceso a ingentes cantidades de información vía internet para llegar aún
más lejos y hundirse en las mentiras y lo irracional sin fronteras. Por todo
ello, la sociedad nunca ha tenido tan poca información veraz como ahora
para fijar un criterio objetivo en las cuestiones fundamentales que le atañen.
Para terminar este post,
decir que como decía Miguel de Unamuno, nos falta una
cierta locura que nos permita arrinconar ese sentido común colectivo que ahoga
nuestra percepción sobre lo que nos está sucediendo…Ya que si no seremos borregos
de un rebaño sin esperanza alguna.
Ya lo dijo Charles Caleb Colton: “El mayor amigo de la verdad es el tiempo ; su más encarnizado enemigo,
el prejuicio ; y su constante compañero, la humildad.”
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