viernes, 20 de mayo de 2016

INTELIGENCIA INTUITIVA EN LA TOMA DE DECISIONES



Darwin tenía una mente tan analítica que incluso llegó a plantearse el amor como una cuestión científica. En 1838, dos años después de haber regresado a Inglaterra tras su épico viaje a bordo del Beagle por el Cono Sur, durante el cual realizó las observaciones que le permitirían sentar las bases de la teoría de la evolución, Darwin se planteó qué hacer con su vida: ¿buscaba una mujer y se casaba? ¿O mejor se consagraba a la investigación científica? Entonces este naturalista tenía 28 años y para tomar una elección cogió una hoja de papel que todavía se conserva, trazó dos columnas y en la de la izquierda escribió la palabra "casarse" y anotó todos los argumentos que se le ocurrieron a favor del matrimonio. En la de la derecha, listó todas las ventajas de la soltería. 
Las razones que el padre de la evolución arguyó eran curiosas. Por ejemplo, para desestimar casarse apuntó cosas como "quizás discutir", "menos tiempo para conversar con hombres inteligentes", "tener que hablar con la familia de ella", "no poder leer por las tardes" o "menos dinero para libros". Y a favor, "hijos" o "compañía constante y amistad en la vejez". Tras revisar la lista, acabó concluyendo que si bien una boda supondría "cosas buenas para la salud de uno", era también "una pérdida terrible de tiempo". Así es que decidió que lo mejor sería... comprarse un perro.

Sin embargo, lo que no podía imaginar Darwin era que poco le iba a durar aquel convencimiento. Semanas después su cerebro le iba a jugar una mala pasada. Al cruzarse, quizás por fortuna o por poca fortuna, con su prima hermana Emma Wedgewood, Darwin se enamoró perdidamente, a pesar de haber decidido concienzudamente que el matrimonio no iba con él. Emma se convirtió en el gran amor de su vida y con ella tuvo nada menos que diez hijos. Al cabo de los años, incluso escribió un libro en el que trató de explicar con ojos de científico tal misterio, el secreto del amor. 
Lo que Darwin no imagino es que su cerebro tomaba decisiones por él sin que él pudiera remediarlo. En el caso de Emma, había escogido ya mucho antes de que el naturalista inglés pudiera ni tan siquiera plantearse si su prima Emma le agradaba o no. La frialdad con la que Darwin colocó los argumentos en una balanza fue más superficial que real. Y es que las decisiones, a diferencia de lo que se solía pensar hasta hace poco, no se rigen exclusivamente por las leyes de la razón y la lógica. La mayoría, son intuiciones que, sorprendentemente, se toman desde la subjetividad. Buena parte de nuestras decisiones por mucho que pensemos que son fruto de valoraciones concienzudas son en realidad intuiciones irracionales. De hecho, todo acto consciente, por paradójico que nos resulte, es, en verdad, inconsciente. Aunque raramente se las asocia con nuestra inteligencia, las intuiciones son atajos del cerebro para tomar decisiones rápidas. Se basan en capacidades evolucionadas a lo largo de miles de años y están detrás de la mayoría de nuestras elecciones.

Si analizamos a personas relevantes de la política, ciencia u organizaciones empresariales, todas las que han trascendido su tiempo se ha debido a dos razones: la primera, su decisiva contribución en su campo de conocimiento, especialmente la evidencia empírica que les ha puesto en un sitio de privilegio, por lo que sus acciones u obras representan; en segundo lugar, su capacidad de anticipación a los hechos porque, independientemente de su análisis racional, podían ver en su mente con claridad cuáles serían los escenarios futuros en los que les tocaría actuar. A este mecanismo de discernimiento, que proviene del inconsciente se le llama intuición. La cuestión que distingue a la gente intuitiva es que escuchan en vez de ignorar esa voz interior, porque se guían por sus intuiciones y sentimientos. Pero lo que sí es cierto, que esos líderes a los que siempre hemos llamado “efectivos”, para tomar sus decisiones de manera acertada, saben cómo tener un balance entre la intuición y el pensamiento crítico (racional). No tenemos que prescindir del método científico (la lógica) para beneficiarnos del instinto. Es un buen desafío intelectual definir qué es la intuición, dado el importante papel que juega en nuestra existencia, durante todos y cada uno de los días que vivimos. Steve Jobs decía que es más poderosa que la inteligencia. La mayoría de nosotros alguna vez ha experimentado ese sentimiento que le dice de manera inconsciente qué es lo que hay que hacer, pero sin encontrar una explicación del por qué o cómo. Sophy Burnham, autora del bestseller “The art of intuition”, lo define de manera simple pero efectiva: “Es el conocimiento respecto de algo sin saber por qué”.

La Inteligencia Intuitiva es una forma de comprender y hacer algo siendo conscientes de la información que atesoramos y la forma de como la utilizamos para impulsar el logro de nuestros objetivos y metas personales. En el mundo de los negocios la Inteligencia Intuitiva tiene cuatro principios fundamentales que pueden ayudar a dar forma a un enfoque empresarial centrado en la innovación para impulsar el crecimiento sostenible y poder superar los retos específicos del nuevo modelo económico.
Estos cuatro principios son:
1. Reflexionar de manera holística (global): esto significa disponer de la capacidad de conceptualizar y concentrarse en el valor de 360° y no exclusivamente en el beneficio.
2. Disponer de pensamiento lateral (Edward de Bono): nos referimos a disponer de la capacidad para comprender y aceptar que la ruta más eficiente a uno de los objetivos puede ser no lineal y su solución puede ser completamente ilógica.
3. Disponer de escucha proactiva: sobre todo “escuchar entre líneas”, es decir, tener la capacidad de darse cuenta de lo inusual o lo irracional, al mismo tiempo que se escucha con un oído con el otro sé analiza y evalúa.
4. Cultivar el arte de la influencia: esto significa disponer de capacidad de renunciar al control desde la perspectiva tradicional y jerárquica, para inspirar a los miembros de los equipos a que gocen de autonomía y propiedad en la toma de decisiones de las metas compartidas.
En término individual, podríamos distinguir tres tipos de inteligencia:
A. Instinto. Conducta innata e inconsciente que se transmite genéticamente entre los seres vivos de la misma especie y que les hace responder de una misma forma ante determinados estímulos. El instinto de llorar es más sofisticado de lo que se cree. Los bebés pueden alterar el tono y el volumen de su llanto dependiendo de la urgencia con la que necesiten de la atención de un cuidador, cuanto más agudo y fuerte un llanto, más urgente es la atención. Ésta regla se extiende a todos los mamíferos. Los seres humanos sabemos por instinto mamar cuando somos bebés, los niños y adultos somos instintivamente miedosos a las serpientes, a menos que se nos haya enseñado otra cosa.
B. Inteligencia Intuitiva. La inteligencia intuitiva es la capacidad de aprender habilidades complejas y resolver problemas de manera inconsciente, por ejemplo, un niño que aprende a hablar sin tener que aprender las reglas de la gramática. Este tipo de inteligencia es especialmente intenso en recoger los patrones en una situación aparentemente caótica. Cuando la respuesta correcta a un problema complejo viene a la cabeza pero no se puede averiguar cómo se le ocurrió, es probablemente el producto de su intuición. Ojo, la Inteligencia Intuitiva es mejor para resolver ciertos tipos de problemas complejos de nuestra conciencia.
C. Inteligencia sensorial. Según lo descrito por Carl Jung, la inteligencia sensorial es nuestra capacidad de pensar lógicamente y de aprender nuevos hechos en nuestro mundo. Cuando el ser humano crece, su capacidad para aprender intuitivamente parece disminuir a medida que su capacidad de pensar aumenta de forma metódica y lógica. Se puede afirmar que la inteligencia sensorial es lo que normalmente consideramos como la inteligencia, ya que es el pensamiento de conciencia, mientras que los otros dos tipos son más enigmáticos. La inteligencia intuitiva se utiliza para identificar relaciones y conceptos, mientras que la inteligencia sensorial para recordar detalles y el pensamiento lineal.

Fue Howard Gardner el psicólogo norteamericano premio Príncipe de Asturias el autor que descifro los tipos de inteligencia en los que se divide la “inteligencia”, de su teoría se desprende que el ser humano dispone de un total 8 tipos de inteligencia y todos tenemos un poco de las 8 combinadas en una sola. Sin embargo, cada persona puede desarrollar de modo más fuerte una de ellas en detrimento del resto. Los 8 tipos de inteligencia identificadas en el trabajo de Howard Gardner son: la  Inteligencia lingüística (facilidad para escribir, leer, contar cuentos o hacer crucigramas), Inteligencia Lógica-matemática (facilidad para la resolución de problemas aritméticos, juegos de estrategia y experimentos),Inteligencia Corporal y Cinética (facilidad para procesar el conocimiento a través de las sensaciones corporales: deportistas, bailarines, manualidades, etc.), Inteligencia Visual y Espacial (facilidad para resolver rompecabezas, dibujar, jugar a retos constructivos, etc.), Inteligencia Musical (facilidad para identificar y comunicarse mediante sonidos), Inteligencia Interpersonal o Inteligencia social (facilidad para comunicarse bien y ser líderes en sus grupos, para comprender bien los sentimientos de los demás y proyectar con facilidad las relaciones interpersonales), Inteligencia Intrapersonal (facilidad para conocerse a sí mismo: sus reacciones, emociones y vida interior) y la Inteligencia naturalista (facilidad de comunicación con la naturaleza, de entendimiento del entorno natural y la observación científica de la naturaleza como la biología, geología o astronomía). Existe una novena inteligencia que Gardner tiene en estudio que es la Inteligencia Existencial.

Existe un libro de Malcolm Gladwell cuyo titiulo es “Blink” (parpadeo) (2005), en el cual el autor llama la atención acerca del error de no tomar en cuenta los juicios instantáneos, pues solemos ser descuidados con respecto a nuestros poderes de cognición rápida. Eso nos lleva a meter la pata una y otra vez. Tomar en serio nuestro poder de cognición rápida significa que tenemos que reconocer las sutiles influencias que pueden alterar, minar o influir en los productos de nuestro inconsciente. Y concluye: “vivimos en un mundo que da por sentado que la calidad de una decisión está directamente relacionada con el tiempo y el esfuerzo dedicados a adoptarla”. Malcolm nos revela que aquellos que han  perfeccionado el arte de hilar fino, de extraer los pocos factores que realmente importan a partir de una cantidad desmesurada de variables son los verdaderamente triunfadores a la hora de detectar las variables importantes para tomar decisiones. Por medio de la neurología y la psicología la Inteligencia Intuitiva es una excelente herramienta para acabar con la mala fama que tiene la “intuición” a la hora de tomar decisiones como comprobamos al principio del post, con Darwin.


Ya lo dijo Henri Poincaré:Probamos por medio de la lógica, pero descubrimos por medio de la intuición.”

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