jueves, 17 de mayo de 2018

¿LÍDERES O GESTORES?...MENOS PREDICADORES Y MÁS "INFLUENCERS"



En 1978, la farmacéutica norteamericana Merck descubrió un exitoso antiparasitario animal llamado "ivermectin". Había evidencia de que a partir de él se podía encontrar el remedio contra la onchocerciasis, conocida como la enfermedad de "la ceguera del río". Según la OMS, existían 340.000 personas ciegas a causa de esta enfermedad y 18 millones de personas infectadas. Esta ceguera se transmitía a través de picaduras de mosquitos. Los primeros síntomas eran una desagradable picazón, que aumentaba a medida que los gusanos crecían dentro del cuerpo. A veces la picazón era tan insoportable que, al rascarse, la gente se sacaba la piel. Incluso existían casos de suicidio. Esta enfermedad se diseminaba en zonas cercanas a ríos, pero todos los intentos de fumigar caudales o de tratamientos habían sido infructuosos. No existía cura. Finalmente llevaba a la ceguera. En esos años, Merck atravesaba por una situación complicada ya que muchas de sus patentes vencían, lo que significaba que otros laboratorios pronto producirían sustitutos más baratos. A la vez que pasaba esta situación, no existían muchos incentivos para preocuparse de la enfermedad de "la ceguera del río", ya que ésta se encontraba radicada en países muy pobres, principalmente de África. Además, iniciar una investigación implicaba casi 10 años, con un costo estimado de 200 millones de dólares (unos 800 millones de hoy). Por si fuera poco, todo podía fracasar durante el proceso, ya que en el período de pruebas se podían encontrar efectos secundarios insalvables. Pero Merck tiene una cultura empresarial especial. En la revista "Time", en 1952, George Merck, nieto del fundador, declaró: “Tratamos de no olvidar nunca que la medicina es para la gente. No es para las utilidades. Éstas vienen solas, y si no hemos olvidado esto, nunca han dejado de aparecer. Mientras más nos acordamos, más grandes han sido”.
Inspirado por esa cultura, Roy Vagelos, Presidente de la División de Investigación de Merck, decidió encontrar la cura de "la ceguera del río". Sabía de antemano que no sería un buen negocio pero, como señaló en una entrevista posterior: “los beneficios para la humanidad eran muy significativos para ser ignorados”. Después de nueve años, en 1987 el remedio estaba listo. En Merck tenían la esperanza de que organismos como la OMS, fundaciones de beneficencia o los propios países afectados lo comprarían, pero no fue así. No había compradores. Entonces, la empresa decidió regalar el medicamento a los países afectados. Pero sucedió algo inusual: las estadísticas del número de enfermos no disminuían y, paralelamente, las ventas del antiparasitario invermectin estaban bajando. No podían creerlo. La única explicación posible era que el remedio contra la ceguera se estuviera utilizando como sustituto del invermectin. En definitiva, se estaba vendiendo en el mercado negro como antiparasitario y no estaba llegando a los enfermos de la “ceguera de río”. ¿Qué hacer? Una posibilidad era olvidar el asunto y no seguir donando el remedio. Pero recordando que “la medicina es para la gente”, invirtieron en su distribución y contrataron equipos de profesionales para entregarlo directamente a quienes lo necesitaban. En 1996 la ceguera del río se declaró “erradicada”. Roy Vagelos, gestor y responsable de esta historia, llegó a ser CEO y Presidente del directorio de Merck, hasta que en 1994 se retiró. En 1989, el diario New York Times escribía: “las acciones de Merck serán uno de los más grandes aportes médicos del siglo. Merck no sólo demostró ser una empresa con gran capacidad de investigación médica, sino también una empresa con corazón, que se preocupa genuinamente por sus pacientes”.
La definición exacta del acrónimo CEO es “Chief Executive Officer”, que literalmente en español significa “Oficial Ejecutivo en Jefe”. Inicialmente servía para definir a la persona con la más alta responsabilidad dentro de una corporación anglosajona. El término CEO estaba concebido únicamente para designar determinados puestos de organizaciones anglosajonas, pero su expansión por distintos países ha obligado a reconvertir su definición. En España, el término CEO equivale al consejero delegado o el director ejecutivo de la compañía, es decir, el máximo responsable de la gestión y la dirección administrativa de una compañía. Normalmente el CEO está implantado en organizaciones multinacionales, aunque en ocasiones se confunde su labor con la del presidente de una compañía, ambos suelen realizar dos tipos de tareas distintas. Mientras el primero tiene a su cargo las estrategias generales de una empresa, el segundo es el encargado de las operaciones que van a implicar cada una de estas estrategias, es decir, de poner en marcha distintas iniciativas para cumplir los objetivos marcados.  Los CEO tienen que tomar decisiones estratégicas y políticas dentro de la compañía. También asesora a la junta de directores, toma decisiones en la organización general y preside reuniones. Además, de forma externa cuenta con la responsabilidad de informar de los objetivos, logros y estrategias de la compañía. El liderazgo de un CEO influye sobre la productividad de sus trabajadores, su visión guía hacia las mejores estrategias, estimula la innovación, e incluso su comportamiento personal puede afectar drásticamente los precios de las acciones de la compañía que lidera. El CEO debe responder  a las juntas de accionistas o a los dueños de la compañía quienes le delegaron la administración de la compañía. Un CEO  puede ser despedido si no cumple sus funciones o no satisface las expectativas colocadas en él, o ella. Estas funciones son comúnmente conocidas como responsabilidades, deberes, u obligaciones fiduciarios. ¿En qué consisten estas responsabilidades? 
Según Mike Useem, profesor de Management en la escuela Wharton School de la Universidad de Pensilvania y director del Center for Leaderships and Change Management, explica a sus alumnos el contenido de los deberes fiduciarios de un CEO, se refiere a “hacer lo mejor para el beneficio de los dueños de la compañía, lo cual se desglosa en dos acciones fundamentales, hacerles partícipes de todo tipo de información importante, y retornar valor a los shareholders”.


Líderes o gestores, ambas figuras pueden parecer inseparables e imprescindibles en una compañía, sin embargo nada más alejado de la realidad, en la actualidad aquellas compañías que triunfan y dominan los mercados están dirigidas por líderes más que por gestores. Los gestores generalmente están orientados a resultados, para ello vuelcan su estrategia en conseguir los mismos en el menor tiempo posible, muchas veces pagando un peaje enorme como es la desafección de sus empleados al intentar conseguir dichos objetivos con políticas que castigan y discriminan a los mismos. Como resultado de dicha situación, la gran mayoría de compañías que adoptan este tipo de estrategia en el corto plazo fracasan, pierden cuota de mercado, registran caída de ingresos, sus plantillas se ven aminoradas por salidas masivas, etc. Sin embargo aquellas que están estructuradas en torno al liderazgo funcionan de otra forma, el líder tiene una visión a largo plazo, por lo tanto, las métricas importan pero tanto o más como se consiguen dichas metas. Para ello en el radar de prioridades de dichos líderes están las personas que integran las plantillas en dichas compañías. Esto implica aplicar medidas que no desmotiven a dichos empleados con el fin de que se impliquen en los proyectos y las decisiones estratégicas de la empresa.


He de decir que los gestores carecen en muchos de los casos del liderazgo necesario sobre las plantillas que integran las compañías. Según el profesor y experto en liderazgo Warren Bennis, “un líder debe proveer dirección, en lo relativo a la visión. Para tener una definición colectiva del éxito, los líderes deben involucrar, motivar y animar a la gente en su organización. No es suficiente con tener la visión, deben realmente involucrar a su gente a través de su INFLUENCIA”. Este factor, la influencia, es la gran carencia que atesoran estos gestores. Un ejemplo sencillo, ¿es normal que en actos públicos internos en dichas compañías no exista ninguna persona que cuestione ningún aspecto de dichas presentaciones a los directivos que presentan los mismos, aun cuando las informaciones que se emiten no son correctas?  ¿Son buenos los “silencios cómplices” en una compañía, cuando todas las opiniones y competencias se hacen imprescindibles para que una compañía pueda sobrevivir? 
Si algo nos ha enseñado la grave crisis económica que ha sufrido la economía mundial desde el año 2008 es que la obsesión por los números y el corto plazo sólo sirve para solucionar los problemas en un momento preciso, pero no para garantizar el futuro de las compañías a largo plazo. Por otro lado, la versión de las compañías que se centran en el liderazgo de las personas funciona con otro tipo de metas y principios que garantizan dicha perdurabilidad. Según Tom Peters, líder actual es una persona totalmente dedicada al desarrollo de aquellos que trabajan para él, porque mi éxito está en función de darles la oportunidad de crecer, estés en el departamento o funciones que estés”. En dichas compañías, el liderazgo es un refugio donde la fantasía del empleado ve cumplidos sus anhelos y necesidades a cambio de un seguidismo con las metas y objetivos que tiene fijada la compañía. Estamos en una época donde factores como la iniciativa, pasión y creatividad son claves para que una compañía triunfe y garantice su futuro, por lo que el liderazgo tiene que adaptarse a los mismos con el fin de capturar toda la potencialidad que atesora su principal activo, LAS PERSONAS. Así en las compañías que pivotan sobre el liderazgo, sus líderes deciden invertir su tiempo y compromiso emocional no en cambiar las personas, sino en despertar en ellos el talento que atesoran con el fin de ponerlo en valor. Todos los empleados tienen talento potencialmente, lo que falta en algunos directivos actualmente es la capacidad para atraerlo, alimentarlo y cuidarlo en un contexto donde pueda prosperar. Decía Jack Welch que, los grandes líderes que cabalgan sobre hermosos corceles son importantes, pero aquellos que son grandes a la hora de desarrollar el talento son la roca sobre la que se fundamentan, a largo plazo, las organizaciones que funcionan”. Jack Welch no tenía una “visión” en General Electric; sin embargo fue el primero en desarrollar talento en nuestros tiempos.

Para terminar decir que Roy Vagelos fue un claro líder e “influencer” para su compañía y sus stakeholders, que coloco los principios y la cultura de su compañía por encima de las razones económicas como haría un mal gestor. Acciones como estas son las que crean valor y riqueza tanto en las compañías como en las sociedades donde operan, lo malo es que el ejemplo por desgracia no abunda… Quizás sea por la gran carencia de líderes que existe actualmente y si mediocres gestores.


Ya lo dijo Warren Bennis: “El liderazgo es la capacidad de convertir una visión en realidad”.



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