Existió una vez un rey de
El País del Vino. El rey quería ser recordado como un monarca justo y generoso
así que un día decidió abolir los impuestos. A cambio pediría a sus súbditos
que una vez al año se acercaran a los jardines de palacio con una jarra de un
litro del mejor vino de su cosecha y lo vaciaran en un gran tonel. Cuando llegó
el momento, todos los ciudadanos se acercaron a la residencia del monarca a
depositar la parte que les correspondía.
Al final del día el rey
mandó a buscar una muestra del vino recogido. En su copa la bebida parecía no
tener color ni olor. Tampoco sabor cuando la probó. Los alquimistas no dieron
con el conjuro que había transformado el vino en agua, pero el más anciano de
los ministros del gobierno se acercó y le dijo al oído:
-Nada de conjuro,
majestad. Lo que ocurre, alteza, es que vuestros súbditos son humanos.
-No entiendo”, dijo el
rey.
-Pensemos en un súbdito
cualquiera- continuó el ministro-. Esta mañana cuando preparaba a la familia
para bajar al pueblo se le paso una idea por la cabeza: ¿y si ponían agua en
vez de vino? ¿Quién podría notar la diferencia? De hecho nadie hubiera notado
una jarra de agua en 15.000 litros de vino. Salvo por un detalle: todos
pensaron lo mismo.
La responsabilidad es
la capacidad que tiene una persona para actuar en forma que no afecte ni
origine ningún tipo de daño para sí mismo o para los demás y con conciencia de
sus actos. Así mismo, la responsabilidad exige
coherencia en el actuar y es acorde a principios, valores o formas éticas. El
término procede del latín “respōnsum”,
supino de “responderē”, que significa
“responder” en el sentido de obligarse y comprometerse a algo. Dicho término “responsable” se ha sufijado con “dad”, que confiere significado de “cualidad de”, es decir, “cualidad de responsable”.
Actualmente para algunas
personas, la responsabilidad es un valor que se encuentra en la misma esencia del
individuo. Esto podría hacer pensar que la responsabilidad es un valor
innato a la persona; sin embargo, también una persona puede ser
responsable y actuar con responsabilidad, de acuerdo a una formación que esté orientada a ello. La
responsabilidad es un valor para todas las esferas de la vida humana, en el hogar, en
el trabajo, con los compañeros de estudio y, en general, con todas las
personas. Cumplir con las diferentes obligaciones en cada uno de esos
escenarios va muy afín con el valor de la responsabilidad. Obligación que una
persona tiene con respecto a otra, o con respecto a algo. Por ejemplo: “El
directivo que cumple con sus stakeholders (grupos de interés). Como también es la obligación de los
directivos de resarcir o reparar la pérdida o daño originado por su gestión en
la compañía. Dicha perdida o minusvalía podría ser causada de forma directa o
indirecta por descuido o falta de
diligencia en la toma de medidas durante su administración”.
La responsabilidad es
uno de los valores fundamentales para el desarrollo de todas las
actividades humanas, y es un factor crítico en la generación de lazos para
establecer la confianza. Cuando una
persona es responsable genera credibilidad y buena imagen en el quehacer de su
actividad. A nivel laboral por ejemplo, la responsabilidad es importante para
ganarse espacios, mejorar la dinámica laboral y que se fomente la cohesión de
los miembros de la compañía, siendo esto último un factor fundamental para
lograr los objetivos establecidos.
Los seres humanos somos
expertos en crear excusas, somos capaces de crear mil y una con el fin de
sobreprotegernos, de mantenernos en nuestra zona de confort, donde
sabemos lo que tenemos; pero jamás sabremos lo que podríamos llegar a tener. Y
es que las excusas son pequeñas ladronas de oportunidades. Una vez
hemos convertido nuestras acciones en hábitos y, por lo tanto, en rutinas, es
posible (sucede a menudo) que nos estén privando de lo que más queremos. Las
excusas siempre están más cerca del engaño que del argumento. Sin
embargo, existen infinitos pretextos para no llevar a cabo alguna acción que a
priori, y que en teoría queremos llevar a cabo. ¿Cuántas veces hemos pensado o
sentido algo y para evitar la confrontación o la incomodidad preferimos no
decirlo? ¿Cuántas veces hemos salido de una reunión y nos damos cuenta de que
nos callamos algunas ideas por querer evitar alguna discusión? A los
seres humanos nos han enseñado directa o indirectamente, a elogiar y a decir lo bueno
de las personas para quedar bien con los demás; por lo que está
socialmente aceptado hacerlo. Pero no nos han enseñado a decir las
cosas en las que no estamos de acuerdo, y esto, muchas veces comportarnos de
esta manera en el trabajo, puede poner en riesgo a la compañía. Dentro de
cualquier organización, es de gran importancia promover una cultura que impulse
a romper con estos miedos en los diálogos internos con los empleados.
Con esta acción, si las cosas se exponen con honestidad y abiertamente hacia el entorno,
significará pasar de un extremo a otro, y no hay que olvidar que los extremos
no suelen traer resultados positivos, siempre hay que buscar el equilibrio que
proporciona la confianza que genera la asunción de responsabilidades.
Los directivos de las compañías
deberían alentar una cultura de razonamiento y análisis, donde los empleados
estén capacitados para generar feedback y que también sean capaces de
cuestionar las actividades y objetivos propuestos si los mismos colisionan con
la generación de valor, para que no sólo
se dediquen a cumplir órdenes solamente. La
“columna
izquierda” se refiere al diálogo interno que mantienen las personas, es
decir la conversación que interfiere entre lo que dicen y lo que piensan.
Esta
forma de establecer sus modelos
mentales, son intentos de manipular la realidad, pero al evitar expresar
nuestros pensamientos y sentimientos, están evitando también que se genere un
aprendizaje.
Estos días hemos visto
como determinadas compañías sufrían en la bolsa un castigo demoledor en su valor
bursátil. Sin embargo, los directivos de algunas de ellas,
(Consejeros y CEO) han optado por el silencio para explicar y asumir la parte
de responsabilidad que tienen por las decisiones y estrategia asumidas.
Con lo que la situación de dicho hecho, supone un reconocimiento explícito de la
no asunción de ninguna responsabilidad en la pérdida de valor para los
stakeholders (accionistas, empleados, etc.) de dichas compañías. Parece que la “columna izquierda” que tienen
dichos directivos (dialogo interno), está completamente dañada.
Ante esta situación de parálisis donde las excusas como, “no tenemos tiempo, no puedo, es
lo que hay o yo soy así”, quedan en un segundo lugar frente a la
situación actual. Para los mismos quizás resulte más sencillo culpar a factores
exógenos a su gestión, que generar un cambio que produzca una nueva situación. Una
persona no es de ninguna forma, sino que se comporta de una manera u otra.
De la misma forma que, porque uno se levante
tarde y le guste dormir no le convierte en perezoso, sino que se está
comportando como tal. Y esto es lo que engrandece al directivo, político o
cualquier persona que tiene que asumir su responsabilidad después de un mal
resultado. La próxima vez que uno se quiera engañar y poner excusas debe restaurar
su “columna
izquierda”, sino quiere que como al principio de este post, los empleados a
su cargo lleven agua cuando les soliciten vino de cara a los objetivos fijados.
Ya
lo dijo Camilo Cruz: “El
verdadero enemigo del éxito no es el fracaso, como muchos piensan, sino el
conformismo y la mediocridad. Todos cargamos con más vacas de las que
estamos dispuestos a admitir; excusas que ni nosotros mismos creemos, con
las que pretendemos explicar por qué no hemos hecho lo que sabemos que tenemos
que hacer”.
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