Contaba
Rousseau en sus "Confesiones" que estando en una ocasión
relajadamente paseando por un bosque de repente se le ocurrió coger una piedra
del suelo y lanzarla hacia un árbol que se encontraba un tanto alejado de él. Al
parecer Rousseau no estaba pasando por una buena etapa en su vida así que se
prometió a si mismo que si lanzaba la piedra desde una distancia tan grande y
acertaba eso sería como una señal evidente de que a partir de ese momento su
vida iba a cambiar su suerte para mejor, Rousseau apunto hacia el árbol y lanzo
la piedra: Fallo.....la piedra ni siquiera se acercó al árbol. Entonces
Rousseau se dijo que la primera vez no contaba que la importante era la que venía
a continuación y aproximándose un poco más al árbol recogió otra piedra y volvió
a lanzarla sin dar tampoco en esta ocasión en el blanco. Rousseau pensó
entonces cuanto de verdad hay de cierto en ese refrán que dice que a la tercera
va la vencida así que se acercó bastante más al árbol y lanzo una tercera
piedra que tampoco llego a su destino. Entonces poniéndose casi al lado del árbol
a una distancia que ya podía tocarlo con los dedos, cogió una cuarta piedra y
con ella toco al árbol, tras lo cual exclamo. “A partir de ahora mi vida va a
cambiar para mejor".
Los seres humanos tenemos un gran número de formas para engañarnos
a nosotros mismos, afectando a casi todos los órdenes de nuestras vidas,
laboral, personal, emocional, etc. Pero no solo el engaño se
restringe a los seres humanos, sino que se extiende a numerosos ejemplos del
resto de seres vivos como los virus y las bacterias. El psicólogo
Robert Trivers define el autoengaño como el acto de mentirse a
uno mismo. Y
sostiene que la principal clave para definir y explicarlo, es considerar que la
información verdadera es preferencialmente excluida de la conciencia, Trivers postula
que la mentira es una práctica profundamente arraigada en los sistemas vivos y
que ha sido seleccionada en el proceso de la evolución. La clave
para definir y explicar el autoengaño, es considerar que la información
verdadera seleccionada hay que excluirla de la conciencia, ya que si esta
información es totalmente relegada y mantenida en el inconsciente no nos
ocasiona problemas. Las personas en la actualidad nos ha tocado vivir una época
muy compleja, donde habitan personas de todos los tipos incluidos los
mentirosos y los engañados, de tal forma, que los procesos de
identificación y de provocación del engaño están evolucionando simultáneamente en
términos de complejidad y eficiencia. El
autoengaño permite a quien lo practica el ocultamiento de la mentira tanto a
uno mismo como al resto de personas que lo rodean, sin embargo produce una
fragmentación interna de la persona que lo practica, la verdad es excluida de
la conciencia y es relegada al inconsciente. Al final es la mentira la que accede a la
conciencia.
Nadie se halla libre del
autoengaño, esta estrategia cerebral que permite esquivar la realidad escondiéndose
en una inconsciencia más o menos deliberada permite al individuo evitar asumir
las consecuencias de sus propios actos al no ver ciertos aspectos personales o
del entorno que resultan desagradables, al fingir y ocultar lo que se siente o
al justificarse para salir airoso de una situación. El cerebro humano tiene
como misión garantizar la supervivencia del organismo, es por ello que cuando
el mismo percibe peligro a través de los sentidos, deforma la realidad para
mitigar dicho peligro. Sin embargo, en ocasiones la mentira está tan bien
armada que ni siquiera se es consciente de ella. Por ejemplo, una persona puede
descubrir que ha borrado de su memoria incidentes o que se ha mantenido ciega
ante las evidencias claras de que su vida de pareja se hundía. El
autoengaño es el más resbaladizo de los mecanismos mentales, porque resulta
difícil darse cuenta de lo que se prefiere ignorar.
Daniel Goleman en su libro “El punto ciego” relaciona esta estrategia
con un hecho fisiológico. En la parte posterior del ojo existe una zona donde
confluyen las neuronas del nervio óptico que carece de terminaciones nerviosas.
Esta zona constituye un punto
ciego. Habitualmente no se percibe su existencia porque se compensa
con la visión superpuesta de ambos ojos. Pero incluso cuando se emplea un único
ojo resulta difícil distinguirlo, pues ante la falta de información visual el
cerebro rellena virtualmente esa pequeña área en relación con el entorno. Algo
parecido sucede a nivel psicológico. Todas las personas tienen puntos ciegos, zonas de su
experiencia personal en las que son proclives a bloquear su atención y
autoengañarse. Estas lagunas mentales tienden a ser rellenadas con fantasías,
explicaciones racionales o imaginaciones. Se trata de un hecho comprobado que
no percibimos la realidad tal y como es, sino que elaboramos nuestra interpretación
particular a partir de lo que captan los sentidos. Incluso la memoria resulta
altamente engañosa, pues contiene una serie de filtros que seleccionan la
información que llega a la conciencia.
Robert
E. Kaplan
manifiesta que, “un directivo que se autoengaña está condenado al fracaso debido a que
demuestra no conocer bien sus debilidades”. En las
compañías donde los ejecutivos se autoengañan es producto de la falta de
atención a su trabajo así como del desconocimiento o formación de los asuntos
que manejan. Los directivos tienen que evaluar constantemente sus acciones, evaluar
continuamente su formación, detenerse a reflexionar si las metas que establecen
e involucran a sus recursos humanos son realistas, específicas y factibles, ya
que sino pueden aparecer factores como, improductividad, descontento, apatía,
frustración entre las personas de la compañía. Así mismo, otro factor
fundamental es observar si su liderazgo es
real (con capacidad de influir de forma natural) o es formal (con capacidad de influencia solo por el rango que
tiene) por imposición de la estructura,
ya que es el eje sobre el que va a girar toda la capacidad de dicho líder en la
consecución de las metas fijadas y no tener que recurrir al autoengaño para no
sufrir.
Para Robert E. Kaplan definió en varios los puntos
ciegos que propician tal desapego con la realidad en un directivo buscando el
autoengaño:
- Un primer grupo estaría formado por la ambición ciega y la sed de poder, que junto a la intromisión y al anhelo de lujo, se manifiestan como representantes de una forma de hacer que se caracteriza por unos marcados tintes maquiavélicos.
- El fin justifica los medios. Aquello que resulte extraño a sus objetivos personales deviene en accesorio, consecuencia natural de que todo en su vida gira en torno a él y a sus intereses. Los demás no son más que herramientas que la organización pone a su disposición.
- Las cegueras de tipo narcisista. La necesidad insaciable de reconocimiento, así como la de parecer siempre perfecto, se concretan en la búsqueda constante de la alabanza y de la admiración.
- La no aceptación de las críticas por muy honestas y saludables que sean, se interpreta como un ataque, como un desprecio que empuja al individuo a culpar a los demás de sus propios errores. Le produce un vértigo terrible asumir como propia cualquier equivocación, de ahí que siempre tenga que ser otro el culpable.
- Por último, encontramos la extravagancia en establecer objetivos poco realistas, junto al esfuerzo desmedido, insaciable, como consecuencia de un vacío emocional –crisis debidas a (a la perdida de sentido de los sujetos asociada a la pérdida de valores), esta situación no tiene solución si se persiste en la misma estrategia.
Clasificación
que el general Von
Hammerstein hizo de sus oficiales
Desgraciadamente
dichos directivos en muchas ocasiones no tienen quien les digan las cosas cuando
se están autoengañando debido al miedo que inspiran, porque éstos no son
receptivos; es más, suelen ser intolerantes con las críticas o los desacuerdos, e
incapaces de reconocer errores. Afortunadamente no son muchos pero
los que tienen este tipo de perfil manifiestan las siguientes disfunciones en
su gestión:
·
Incapacidad para reconocer errores.
· Arrogancia.
· Sed de poder.
· Rechazo a las críticas.
· Narcisismo.
· Persecución de objetivos poco realistas.
· Huida hacia arriba.
· Jactancia.
· Necesidad de parecer perfecto.
· Hábito de trabajo compulsivo.
· Juicio a las personas en términos de blanco/negro.
· Arrogancia.
· Sed de poder.
· Rechazo a las críticas.
· Narcisismo.
· Persecución de objetivos poco realistas.
· Huida hacia arriba.
· Jactancia.
· Necesidad de parecer perfecto.
· Hábito de trabajo compulsivo.
· Juicio a las personas en términos de blanco/negro.
Volviendo
al comienzo de dicho post, Rousseaou se engañó a si mismo pensando que si él dibujaba
su destino sin esfuerzo ni sacrificio podría
cambiar su suerte, nada más alejado de la realidad. Quien huye por dicho camino
en la vida empresarial no solo se está condenando a una corta vida allí donde
desempeña su función directiva, sino que está poniendo en jaque a todas
las personas e intereses que integran la misma. Si se piensa
solamente en el interés particular, nos estamos engañando con respecto a
nuestros objetivos y expectativas ya que renunciamos al poder y capacidad de
las personas que lideramos. Es una obligación del líder tomar aquellas
medidas que signifiquen un cambio de rumbo cuando la compañía se encuentra
navegando sin rumbo claro. Un líder no solo debe comunicar, sino que sus obras
tienen que ser motivo de inspiración y aprendizaje para el resto de la
compañía. Para escapar del autoengaño se impone el pensar, sentir y actuar de
forma congruente, en la actualidad lo que ocurre en muchas
compañías no es nada gratificante, debido a que dichas actuaciones de los
directivos están más condicionados por el hecho de pensar “en lo mio”… que por el interés
general.
Ya lo
dijo Mahatma Gandhi: “Lo más atroz de las cosas malas de la gente mala es el silencio de la
gente buena.”