Hace muchos años, en China, vivía un príncipe joven, apuesto y valiente. En poco tiempo sería coronado emperador, pero para ello debía estar casado. Entonces se organizó un concurso entre las muchachas de la corte: el príncipe les impondría un desafío y aquella que lo resolviera mejor sería su esposa. Una de las criadas del palacio tenía una hija que estaba profundamente enamorada del príncipe. La muchacha decidió participar del concurso. Cuando finalmente llegó el día, la joven fue al palacio. Las muchachas más importantes del reino estaban allí. Entonces, el príncipe anunció el desafío:
-“Daré una semilla a cada una de ustedes. Aquella que, en seis meses, me traiga la flor más bella, será mi esposa”.
La humilde jovencita cuidó su semilla día y noche, con amor y paciencia. Pero pasaron seis meses y nada brotó. Cuando la muchacha se presentó en el palacio, muy afligida, vio que ya estaban todas las damas, cada una con su flor. El príncipe las observó atentamente. Luego dijo:
-Me casaré con la joven sin flor.
Junto al feliz asombro de la muchacha, un murmullo de desaprobación inundó la sala, pero el príncipe replicó:
-Es la única que merece ser emperatriz de China, pues fue la única honesta: todas las semillas eran estériles.
El Covid-19 supondrá una disrupción con enormes repercusiones personales, sociales y económicas cuyos orígenes y efectos se ven aumentados de forma exponencial por un mundo cada vez más interconectado. Numerosos expertos y analistas han empleado la metáfora del “rinoceronte gris” para describir a dicha pandemia, la misma supondrá una amenaza altamente probable de graves consecuencias, pero aun así fue ignorada en un principio. Hay que resaltar que numerosos analistas también utilizaron esta metáfora para describir la amenaza del cambio climático. La alerta sobre una amenaza de pandemia se venía produciendo desde hace tiempo. Desde comienzos de siglo, hemos asistido a diversos precursores de enfermedades infecciosas a gran escala: desde el brote de SARS en 2002, pasando por la pandemia de gripe porcina H1N1 en 2009, hasta la epidemia del virus del Ébola en 2015 en África occidental. La metáfora del “rinoceronte gris”, sin embargo, es incompleta y no reconoce la complejidad de la interconexión global, de ahí que el “efecto mariposa” de Edward Lorenz describa con mayor acierto esta pandemia del COVID-19. La crisis actual comenzó en un mercado provincial de China, pero se propagó rápidamente por todo el mundo a través de las rutas de viaje y las cadenas de suministro (Lorenz, Edward N. (marzo de 1963). “Deterministic Nonperiodic Flow”. Journal of the Atmospheric Sciences. 20 (2): 130–141).También existen evidencias científicas claras de que la propagación de enfermedades como la COVID-19 se ha visto favorecida por el cambio climático, tal como el aumento de temperatura, la deforestación, la perdida de biodiversidad y unas condiciones de saneamiento deficientes, aspectos todos ellos que suponen problemas de sostenibilidad prominentes e interconectados que agravan dicha situación. La naturaleza única y no lineal de un riesgo sistémico como una pandemia dificulta predecir dónde, cuándo y en qué medida se notarán los efectos. Sin embargo, abordar dicha situación con un conocimiento de los riesgos que entraña, permite limitar el impacto que puede ocasionar a la sociedad al desplegar las medidas oportunas que mitiguen el alcance de dichos daños en las condiciones sociales y medioambientales subyacentes que potencian la velocidad y la intensidad a la que los desastres se convierten en catástrofes.
Gráfico 1. Efectos socioeconómicos de la COVID-19 con base en los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Fuente: ONU DAES
Esta situación ha propiciado un gran esfuerzo económico para abordar dicha situación mediante la emisión de bonos sociales con el fin de resolver cuestiones sociales y medioambientales. El Covid-19 ha acelerado drásticamente la emisión de bonos temáticos para dar respuesta a dicha pandemia (véase el Gráfico 2), de organismos supranacionales (53% de la emisión desde comienzos de año) y organismos públicos (29%) y compañías (17%), así como una mayor emisión de deuda pública. Así pues, los inversores en renta fija se encontrarán al frente de la provisión de financiación para abordar los obstáculos inmediatos para la sostenibilidad causados por la pandemia. La pandemia del Covid-19 ha detenido temporalmente la economía; sin embargo, la ingente y rápida respuesta fiscal impulsada por todos los países está permitiendo que la pandemia no ocasione entre otras cuestiones revueltas sociales y cierres masivos de negocios e industrias. la recuperación. Los estímulos fiscales lanzados por los bloques económicos como la Unión Europea con el fondo Next Generation EU, dotado de 750.000 millones de euros, estimulará y relanzará la economía según se vaya administrando la vacuna y eche andar la economía. Sin embargo, dicha recuperación económica se apoyará en medidas tales como; la energías limpias para combatir el efecto invernadero, el relanzamiento de la I+D o la digitalización de la economía. Sin embargo, la urgencia de estimular la recuperación económica podría retrasar de forma importante los avances en materia de iniciativas y políticas globales orientadas a combatir el cambio climático. Los reguladores emiten señales positivas: en Europa, por ejemplo, la Comisión Europea ha seguido centrándose en una estrategia de finanzas sostenibles y en el establecimiento de un marco a largo plazo para alcanzar la neutralidad climática en la UE para 2050, poniendo de manifiesto la necesidad de integrar principios de transición ecológica en el paquete de estímulos económicos de la Unión. La comunidad de inversores desempeñará una función clave a la hora de respaldar estas iniciativas, destinando capital a construir una recuperación estable y sostenible que se financiará principalmente en los mercados de bonos.
Nota: segundo trimestre de 2020 a 20 de abril de 2020. Fuente: datos de Environmental Finance.
La pandemia ha significado un mayor escrutinio de las compañías —así como de los gobiernos— en cuanto a los avances hacia los objetivos de sostenibilidad y los planes de contingencia adoptados para hacer frente a los riesgos conexos. Las compañías que superarán esta crisis son las que han ido más allá a la hora de adoptar prácticas sólidas en los ámbitos medioambiental, social y de gobierno (“ESG”) (siglas en inglés de medioambiental, social y gobierno corporativo, hace referencia a tres factores principales para evaluar la sostenibilidad de una inversión. Este concepto evolucionó hasta el enfoque ESG actual, piedra angular de la inversión sostenible y responsable (ISR)), por ejemplo, velando por el cumplimiento de las normas laborales en unas cadenas de suministro tensionadas, respondiendo a la incertidumbre de los trabajadores acerca de la estabilidad de sus empleos —lo contrario puede lastrar la productividad— y el mantenimiento de la continuidad de las operaciones. Las compañías que han invertido en inclusión social y en ampliar el acceso a bienes y servicios esenciales —como la atención sanitaria, la comunicación digital y las telecomunicaciones— podrían obtener una base de consumidores más estable y ver reforzada su reputación. La innovación y la transmisibilidad de habilidades y tecnologías también están resultando ser determinantes de la resiliencia empresarial. Además de los aspectos sociales, actualmente se está observando de cerca el gobierno corporativo y cómo los ejecutivos están bregando con la crisis. En una situación difícil y compleja con el actual entorno económico y operativo, sin embargo, se están mirando con lupa los abultados pagos de las compañías, lo cual está llevando a numerosos CEOs de multinacionales a anunciar públicamente reducciones voluntarias de sus sueldos y justificar detalladamente las decisiones de reparto de dividendos. Todo lo contrario por ejemplo de lo que se ha realizado en Telefónica, donde se ha pagado un dividendo más necesario que nunca para reducir su abultado endeudamiento, así como para relanzar la inversión en redes de alta velocidad que todavía necesita nuestro país (unos 6.000.000 de accesos FTTH) en la conocida como “España vacía”.
La sociedad ha evolucionado su concepto de riesgo climático, lejos queda por ejemplo el año 2000, cuando ecologistas como Ralp Nader, candidato a la presidencia de los Estados Unidos, avisaba sobre dicho cambio climático. Esta evolución se ha acelerado en los últimos diez años gracias a la colaboración de organismos científicos, académicos, intergubernamentales, normativos e industriales. Esto se ha traducido en nuevos enfoques holísticos hacia la evaluación del riesgo climático, por ejemplo, el marco establecido por el Grupo de Trabajo sobre Divulgación de Información Financiera relacionada con el Clima del Consejo de Estabilidad Financiera, que exige tener en cuenta tanto riesgos de transición como riesgos físicos. Estos marcos permiten a las compañías conocer sus verdaderas exposición y vulnerabilidad al riesgo climático y comunicarlas eficazmente a los inversores. Ante la nueva concienciación social acerca del riesgo que plantean las enfermedades infecciosas, concretamente, se prevé que las compañías deberán desarrollar y comunicar modelos integrales de riesgo, que se puedan aplicar a otros riesgos para la sostenibilidad, de impacto y probabilidad elevados, más allá del cambio climático. A los inversores en renta fija, centrados principalmente en la rentabilidad y la liquidez de sus posiciones, estos modelos integrales de valoración de riesgos servirán para adelantar con mayor claridad cómo podrían comportarse los bonos de un emisor en un supuesto de tensión y también les permitirían evaluar de forma crítica si el diferencial que obtienen compensa suficientemente el riesgo que asume con dicha inversión.
La sostenibilidad será un
factor estratégico para cualquier compañía, ya que el mismo se fundamentará en
variables como el cambio climático, donde
factores visibles para la sociedad como por ejemplo, el aumento del nivel
del mar, el cambio de las condiciones meteorológicas y el aumento de los
incendios, pueden devenir en consecuencias más graves y potencialmente
desastrosas en un futuro. El acelerado impacto de la COVID-19 ha
supuesto efectos inmediatos y profundos. La humanidad deberá ver en el Covid-19
una llamada de atención que impulse un nuevo giro modal hacia la inversión sostenible
y un renovado enfoque hacia los riesgos y las oportunidades que supone la
sostenibilidad. Es de esperar que esta evolución, a su vez,
contribuya a acelerar la recuperación global de la pandemia y construir una
sociedad y una economía más resilientes para el futuro que garantice entre otras
cuestiones, los equilibrios que necesita una sociedad que esta
tensionada con desequilibrios en el desarrollo social y económico que la
economía capitalista ha acreditado y acrecentado a lo largo de estos últimos http://bit.ly/385naPI
Análisis sectorial sobre la recuperación de los sectores. Fuente: “Escenarios Covid-19” de Deloitte
Por lo que respecta a España, factores como la digitalización han venido para quedarse y ser el eje de desarrollo que permita al país salir de la profunda crisis económica en la que esta instalado nuestro país. Factores como, la igualdad de género, sostenibilidad o desigualdad territorial, son problemas conocidos que la pandemia ha abierto la oportunidad de solventar gracias a la reconstrucción económica que se realizara con fondos europeos. Aparte de los retos conocidos y arrastrados durante décadas, han aparecido otros nuevos como las cuestiones relacionadas con la competencia de los usuarios, la seguridad o el derecho. A la vez que se amplía la diferencia digital entre territorios y personas, se amplía el parámetro de riesgo de desigualdad en la en la misma. La globalización no era eficiente y producía malestar, tanto por las desigualdades que generaba, como por la fractura social que suscitaba y la fragilidad de la cadena de producción y de comercialización en que se basaba. El modelo de desarrollo que potenciaba dicha globalización era insostenible debido entre otras cuestiones a la dependencia energética y cognitivamente, cercano al colapso ambiental, causante del desequilibrio rural-urbano, desconectado de la agricultura local, alejado de la vida comunitaria geográficamente situada, y poco resiliente y reproducible. Durante el período de confinamiento han surgido tendencias que podrían alterar las formas de organización social. Predecir si esos cambios serán duraderos o positivos es pecar de imprudencia. Sin embargo, parece útil identificar algunas de esas alteraciones que podrían haber llegado para quedarse como por ejemplo, el teletrabajo. En la transición de la mayoría de los países hacia la nueva normalidad, una vez superado el parón económico simultáneo, toca ahora prepararse para retomar la actividad laboral en una nueva era postCovid-19. Según el informe mensual de monitoreo de la OIT, la crisis del Covid-19 está afectando de alguna manera a unos 3.300 millones de trabajadores en el planeta. En España esta forma de trabajar había experimentado un claro avance antes de la pandemia, llegando a alcanzar 1.500.000 de empleados en el cuarto trimestre del año 2019, lo que supuso un 7,9 % del total , sin embargo, el Covid-19 provocó una explosión de dicha forma de trabajar, alcanzando el 34% de la fuerza laboral.
El Covid-19 ha conseguido algo que hasta ahora no había conseguido ni la normativa, ni la propia tecnología, es digitalizar un gran número de empresas y de administraciones. El problema está en que se ha hecho de forma precipitada, sin ningún tipo de orden ni de una metodología previa, como por ejemplo empleados pagando todos los gastos que genera dicha forma de trabajar. Sin embargo, para sorpresa de algunos directivos que utilizaban dicha metodología como premio a fidelidades no confesables, se han encontrado con que dicha forma de trabajar vincula y motiva mucho más al empleado que la presencia física en dichas oficinas de la compañía. Esta forma de trabajar tiene además otro tipo de beneficios como son; la reducción de costes que se produce para aquellas compañías que tienen instaurado dicho sistema, reducción de emisiones de CO2, conciliación de la vida personal y laboral, mayor productividad, reducción del absentismo laboral, retención del talento, etc. Las rutinas de trabajo presencial con jornadas de ocho horas, cinco días a la semana, imponen dinámicas de vida y rutinas que implican vivir en áreas metropolitanas, o cerca de las mismas, y recorrer distancias muy amplias cada día en diferentes medios de transporte, con la consecuente incidencia sobre el medioambiente de estos patrones de conducta en miles de millones de personas en todo el mundo. Según datos de Global Workplace Analytics (GWA), como consecuencia de los atascos, la economía estadounidense pierde un total de 78.000 millones de dólares (71.550 millones de euros aproximadamente). Además, los embotellamientos de tráfico producen 26 millones de toneladas adicionales de gases de efecto invernadero en Estados Unidos. Según la empresa Sun Microsystems, que sus empleados participasen en un programa de trabajo flexible evitó la producción de dos toneladas métricas de emisiones de gases de efecto invernadero por teletrabajador en un año. Otro de los aspectos que permitirá a las compañías ajustar sus gastos de producción después de que se regrese a una cierta normalidad, es el coste de los alquileres. Según el estudio llevado a cabo por GWA, el ahorro promedio en inmuebles con teletrabajo a tiempo completo es de 10.000 dólares (9.172,88 euros) al año por empleado. Una regla máxima que no se puede obviar es que estamos hablando fundamental de eficiencia, y esa eficiencia puede ser mayor gracias al teletrabajo que permite facilitar la conciliación y la responsabilidad familiar y personal; contribuye a la sostenibilidad y a avanzar en un entorno digital. Ahora bien, no se debe olvidar que teletrabajar es trabajar y con carácter general, incluso más que en condiciones de presencialidad, sin costes de desplazamiento, sin interrupciones.
Estimación en la distribución de la renta disponible per cápita. Fuente: “Escenarios Covid-19” de Deloitte
Otra de las cuestiones que surgirá en la era poscovid será la aparición de la “Gig Economy” (se refiere a un modelo basado en pequeños encargos o bajo demanda. Un nuevo modelo de economía que se ve especialmente favorecido por el espectacular desarrollo de las tecnologías de la información y de la comunicación, y por la definitiva consolidación de las plataformas digitales). La automatización va a ver crecer su protagonismo por la importancia de evitar aglomeraciones, lo cual, lejos de amenazar al empleo, va a generar nuevas oportunidades.
Un cambio que se producirá también en un sector crítico por su importancia para la sociedad española, será en el cuarto poder (la prensa). Hasta antes de la pandemia, dicho sector fue utilizado no para informar sino para defender la gestión en la mayoría de los casos de aquellos que pagaban. En el ámbito corporativo existen ejemplos todavía recientes en el tiempo de pandemia que sonrojan cuando uno lee alguna alguna noticia, “Espaldarazo a Telefónica con un 67% de sus accionistas pidiendo el dividendo en acciones” http://bit.ly/3nbiLPu , “Los accionistas de Telefónica respaldan a la 'teleco' y aumenta el cobro en acciones respecto a junio” http://bit.ly/3obJQ6u Dentro de ambas noticias se recoge la emisión de 197,993 millones de nuevas acciones, correspondiente a un 3,72% del capital social. Con las nuevas acciones, el capital social de Telefónica queda compuesto por un total de 5.526 millones de acciones, diluyendo el valor de los accionistas que estaban en la misma al tener que repartir el valor entre un mayor número de acciones con las nuevas que se incorporan al capital de la operadora. Cada pago de 20 céntimos de dividendo en scrip diluye hasta un 4,7% al accionista de Telefónica http://bit.ly/3b23T3J Todo lo contrario que ha hecho por ejemplo Repsol, que el dividendo en acciones que ha repartido se ha adquirido previamente en la bolsa comprando las mismas en el mercado y luego repartiendolas entre sus accionistas.
El Covid-19 ha modificado de forma drástica los hábitos de consumo de la información, según el ranking de Statista de los medios de comunicación más utilizados por la población para informarse sobre el coronavirus en España, a fecha de marzo de 2020, el 85% de los españoles, durante el confinamiento, se informaba sobre la pandemia a través de la televisión como canal favorito; El 54% de ellos lo hacía a través de la prensa online; y el 53% a través de los comunicados de fuentes oficiales. Internet y las redes sociales ocupaban el cuarto y quinto puesto con el 41% y el 38%, respectivamente.
La responsabilidad de compartir la información con todos los ciudadanos por parte de los actores (prensa) que tienen esa función encomendada en la sociedad, no pude ser más que desde una información veraz, equilibrada y útil. Los políticos, deberían dejar de lado los intereses partidistas cortoplacistas con él fin de influir en él ciudadano a través de dichos medios de comunicación, intentando tapar muchas veces la incompetencia que en muchos de ellos arrastran con polémicas estériles. En el lado de las compañías, hemos visto y asistido a batallas en los medios de comunicación por parte de presidentes de compañías como la del Banco de Santander o Telefónica en PRISA, no tanto por el devenir de dichos medios informativos con sus cuentas, sino por ser utilizados con el fin de ocultar lo que sucede en las mismas como bien recoge su trayectoria bursátil. La prensa tiene el enorme reto de sobrevivir económicamente con información de calidad, que sea valorada por los ciudadanos y no les importe pagar por recibir la misma. No existe prensa libre si no hay independencia económica, lo demás es una prensa plegada a intereses de terceros, donde lo que se sacrifica es la verdad.
El Covid-19 tendrá impacto en la práctica totalidad de los sectores económicos de nuestro país http://accntu.re/3hGGmqq Existen sectores especiales donde la continuidad de los mismos está ligada al funcionamiento de la sociedad, son las “utilities”. Ahora que nos enfrentamos a una pandemia global, garantizar que los servicios esenciales clave no se interrumpan supone un reto sin precedentes. Las decisiones inmediatas que los responsables de las compañías de “utilities” toman estos días para proteger a sus empleados, a la sociedad y al negocio frente al Covid-19, repercutirán sin lugar a dudas en el futuro de las operaciones. Para garantizar la capacidad de recuperación de las compañías tanto ahora como en el largo plazo, se debe priorizar la seguridad de las personas y emplearse a fondo para prestar el servicio a los clientes, al mismo tiempo que se pronostica y minimiza el impacto financiero. Los funcionarios de salud pública no dejan de advertir que la lucha contra el virus durará varios meses y que estos desafíos no harán más que crecer y exacerbarse, a menos que se implante una previsión y una planificación adecuadas. Cada compañía de “utilities” presentará necesidades y exigencias distintas para la plantilla, gestión de personal, servicio al cliente y la continuidad del negocio. La nueva normalidad incluirá distintos modelos de plantilla y una cartera reequilibrada en los distintos sectores (por ej., industria, minorista, inmobiliario, etc.). También permitirá una mejor supervisión de los indicadores operativos, así como una gestión y previsión de la oferta y la demanda más sofisticadas. La sociedad y demás industrias se enfrentarán a un cambio radical como consecuencia de la pandemia. Esto representa una oportunidad para las “utilities” para hacerse más visibles a la hora de sumarse a unos esfuerzos de recuperación más generales y de satisfacer las necesidades de la sociedad. Asimismo, brinda una oportunidad a las compañías de trabajar fuera de su sector con otros a través de una “joint venture” como el académico, el minorista, el de automoción, de transporte, entre otros, con el fin de detectar nuevas oportunidades para colaboración intersectoriales. Las compañías de “utilities” líderes pueden aprovechar esta crisis para tomar medidas rápidas con el fin de capear la misma. Aplicar estas medidas puede ayudar a minimizar la interrupción del negocio y la posible pérdida de ingresos, forjar nuevos niveles de confianza con los empleados, y mejorar la resiliencia y la productividad de su negocio de cara al futuro. Todo lo descrito anteriormente, no podrá ser llevado a cabo con personas que han sido parte del problema en el que se encuentran actualmente, por todo ello, los relevos de dichos directivos será una de las cuestiones primeras que deben abordarse para impulsar a compañías y sectores con un nueva hoja de ruta que sortee las dificultades en las que se encuentran.
Para terminar el post, decir que en situaciones como la que estamos viviendo actualmente, la honestidad es crucial para sortear los retos a lo que se enfrenta la sociedad española. Muchas veces nos enfrentamos en nuestro quehacer diario ante el dilema ético de obrar conforme a nuestros propios intereses o a lo que interesa a los demás, lo que exige todo código deontológico. Toda elección comporta una componente de renuncia: cumplir con el deber exige, en algunas ocasiones, el valor épico de vencer nuestra propia inclinación al egoísmo… Quizás en días no muy lejanos cada uno de los ciudadanos tengan que enfrentarse a este dilema, por lo que el ejemplo de políticos o empresarios será el espejo en el que se miren algunos para obrar en consecuencia.
Ya lo dijo Mahatma Gandhi: “La verdad nunca daña una causa que es justa.”
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