Si para los norteamericanos
la guerra de Vietnam fue su Waterloo particular donde terminaron
saliendo de forma deshonrosa, para Rusia
fue la guerra de Afganistan. Se cumplió el 15 de febrero pasado 29 años
de la salida del ejército rojo de dicho país. El 15 de febrero de 1989 cuando el Teniente
General Boris Gromov cruzaba a pie el puente de La Amistad que separa Rusia de
dicho país afirmó, “Detrás de mí no queda ningún soldado soviético”. En dicho conflicto bélico, más de 15.000 soldados
soviéticos fallecieron en combate durante la campaña soviética en Afganistán
(1979-89), mientras que al menos otros 50.000 volvieron a sus casas
heridos o mutilados. Este conflicto fue uno de los detonantes que precipitó la
desintegración de la Unión Soviética.
El General Gromov cruza a pie el puente de La Amistad
Los soldados rusos
enviados a dicho país centroasiático eran conocidos como "afgantsi"
(afganos), en total participaron 620.000 soldados soviéticos en dicho conflicto bélico.
Cuando salieron de Afganistán los rusos,
dejaron un millón de afganos muertos y una generación de soldados rusos con
graves secuelas psicológicas. La situación la resume Borís
Zhdánov, un veterano de esa guerra: "Quizá la Glásnost era buena, pero
cuando nosotros regresamos a casa, el resultado fue que nos trataban como a
criminales, como si hubiéramos sido nosotros los que comenzamos la guerra. Y
cuando pedíamos ayuda a las instituciones, la respuesta más suave era "Nosotros
no os enviamos allí". El fantasma de Afganistán continúa
persiguiendo a los rusos, que temen que los talibán conquisten todo el país y que
continúen avanzando y se apoderen de las repúblicas de Turkmenistán, Tayikistán y quizá
también de Uzbekistán, lo que sería una grave amenaza para la estabilidad
de
Rusia.
En
1974 la socióloga Gisèle Freund
(1908-2000) publicó un ensayo de referencia para comprender las consecuencias
de la llegada en masa de millones de aficionados al mundo de la fotografía: “La fotografía
como documento social” (Gustavo Gili),
donde apuntaba que cualquier rincón de nuestra existencia se convertía en materia
documental al ser el procedimiento de reproducción más fiel e imparcial de la
vida social. Sin embargo actualmente con la llegada de Internet y los teléfonos móviles el mundo de
la fotografía ha dado un giro de 180 grados, algo que en sus orígenes fue
elitista, se ha convertido en un producto de masas. Decía George Eastman
el fundador de Eastman Kodak en 1888 que, “Conocer
la técnica no legitima”, su frase fue lapidaria, el 19 de febrero de
2012 Kodak presentó su solicitud de bancarrota, con 130 años de historia.
Esta situación que nos puede parecer única y no extrapolable es más
factible de lo que uno puede pensar.
La término decadencia proviene del latín, el cual significa
declinación o periodo de ruina, compuesta por el prefijo “de” que significa “dirección”,
“cadere” que significa “caer”, “nt” quiere decir “agente” y el sufijo “ia” el
cual significa “cualidad”. Se entiende por decadencia el declive, descenso
o el principio de la
ruina; es la caída en picado de algo ya sea animado
o inanimado, desde su pleno apogeo hasta su completo hundimiento o depresión.
En el mundo empresarial es un proceso de desgaste y deterioro que sufre una compañía por una gestión
deficiente y unas condiciones del mercado a las cuales la misma no es capaz de
responder. Fue en el año 2013 cuando Moisés Naím publicó su
célebre libro “The End of Power”
(El fin del poder), en el nos refleja su
tesis según la cual, “el poder” entendido como la capacidad de dirigir y prevenir las
acciones de grupos e individuos– se está extinguiendo así como su capacidad de
ejercerlo, ya que cada vez existe menos maniobra para hacerlo a aquel que lo
detenta". Para Naím existen cuatro facetas del
poder, son las siguientes:
- El músculo representa su vertiente coercitiva
- El código, la obediencia a normas morales o religiosas.
- El discurso, sirve para persuadir intelectualmente.
- La recompensa, modula a través de incentivos materiales.
En dicho libro se pone de manifiesto que
dicha erosión de poder también está llegando al mundo económico, como dije
anteriormente en este post, Kodak en el siglo XX era un coloso
dentro de su sector con una plantilla de 14.000 empleados repartidos por todo
el mundo, su heredera hoy es Instagram, una start-up de Silicon
Valley en la que trabajan 13 personas. Lo mismo ocurre con la
banca tradicional ante los fondos de inversión o a las grandes telecos frente a
las OTT´s, por mencionar algunos ejemplos emblemáticos. Actualmente el rápido gana al
grande o fuerte, el ligero aplasta al pesado, es el gemelo de la parábola
del David que vence a Goliat.
Esta erosión de las estructuras de poder económico vigentes arrastra
riesgos importantes, sobre todo en las viejas corporaciones, destruye
el empleo que atesoran y genera en los empleados que se quedan una
completa desafección tanto, hacia los
directivos que las dirigen más que lideran (ya que carecen de influencia real sobre
dichos empleados) y las metas que tienen fijadas. Existe un párrafo dentro
de dicho libro que sintetiza de forma precisa la situación por la que
atravesamos actualmente:
“Un mundo en el cual
todos tienen el poder suficiente para impedir las iniciativas de los demás pero
en el que nadie tiene poder para imponer una línea de actuación, es un mundo donde las decisiones no se toman,
se toman demasiado tarde o se diluyen hasta resultar ineficaces. Sin la
previsibilidad y la estabilidad que derivan de normas y autoridades legítimas y
ampliamente aceptadas por la sociedad, reinaría un caos que sería fuente de
inmenso sufrimiento humano. Siglos
de conocimiento y experiencia acumulada por gobiernos, partidos políticos,
empresas, iglesias, ejércitos e instituciones culturales pueden perderse a
medida que estas instituciones se vuelven inviables y caigan. En algunos casos son organismos nefastos y su desaparición no es de
lamentar. Pero también los hay muy valiosos e indispensables para el sostén de
indiscutible progreso que la humanidad ha alcanzado. Además, cuanto más
resbaladizo es el poder, más se rigen nuestras vidas por incentivos y miedos
inmediatos, y menos posibilidades tenemos de marcar el curso de nuestras
acciones y trazar un plan para el futuro”. (Naím,
2013: 41).
Alguna compañía que han entrado en esa
decadencia, no lo han hecho de un día para otro, sino que este ha sido un
proceso largo en el tiempo, hablamos de unos diez años, con indicadores que
han venido año tras año corroborando una pérdida de ingresos, clientes,
plantillas, cuota de mercado, etc., haciendo que dicha compañía tenga un menor
peso dentro del sector donde compite. Los directivos mientras esto
sucedía, lejos de comunicar lo que sucedía con el fin de concienciar a sus
plantillas, se han empleado en una estrategia monocorde que consistió
únicamente en ajustar la capacidad de la compañía (ingresos con gastos), para lo cual forzaron salidas masivas
de personal con el fin de aminorar los gastos fijos que ello representaba y
tener una mayor flexibilidad financiera. Esto trajo unos indicadores de calidad
de sus productos y servicios inferiores a los que tenía anteriormente, ya que la
precarización arrastro peores niveles de desempeño por las personas que
realizaban los mismos. A parte de todo esto, al no implementar
ninguna estrategia válida para competir allí donde estaban, trajo como
consecuencia que los ingresos se desmoronaran hasta llegar a unos niveles que
en algún caso representaron un 40% de los mismos. Por otro lado, olvidaron
y dejaron de lado el principal activo que atesoraba dicha compañía, las
personas. Esto generó que intangibles imprescindibles para competir
se perdiesen, tales como el compromiso, la pasión, la iniciativa,
la creatividad, etc., entrando en un bucle de desgaste y pérdida constante.
En el mundo económico actual, donde
el poder está tan dividido y existe tan poco margen para su aplicación de forma
desproporcionada según Moisés Naím, se requieren de
nuevos modos y formas de llegar a acuerdos, de negociar con micropoderes como
son los stakeholders de una
compañía (empleados, accionistas, clientes, etc.), con el fin de recuperar una
confianza perdida por el intento de manipulación obscena al que se vieron sometidos dichos grupos de interés. El no emprender este camino por parte de
los directivos puede traer que ese desafecto se radicalice, formándose
grupos de empleados que de forma pasiva no entreguen aquello que atesoran a la compañía,
con ello no derrotarán a dichos directivos pero sí les bloquearan en todo
aquello que intenten llevar a cabo hasta conseguir asfixiarlos, una prueba de
ello es la irrelevancia en la que han caído algunas compañías. El
escritor polaco Zygmunt Bauman nos habla
de que actualmente la sociedad vive una “modernidad líquida”, en la que las
instituciones de poder como las corporaciones no son “sólidas” sino “líquidas”,
es decir, si bien antes un trabajador podía ser empleado para toda su vida por
una compañía, hoy existe un mayor nomadismo de empleos, bienes, servicios, y
capitales, que han degradado y muchas veces derogado el respeto mutuo, así como
nuestra capacidad de comprender que nos necesitamos los unos a los otros. Si
esto no lo entendemos y se pone remedio, las compañías y sociedad en general
estará generando personas como Borís Zhdánov, personas que abandonaron una mision de forma deshonrosa… Un mal negocio para todos.
Ya lo dijo Lucio Séneca: “No
sabe tornar a su dueño la vergüenza que se fue”.
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