Lincoln, de cuyo asesinato se han cumplido
153 años, es una figura poliédrica: lacónico y triste, audaz y ponderado,
decidido, calculador y con un fino sentido del humor. En 1858, Abraham
Lincoln, al comenzar su discurso –conocido con el nombre “La casa
divida” ante la Convención
Republicana de Illinois, parafraseó a Jesús al decir: “Una casa dividida contra sí
misma no puede seguir en pie. Creo que este gobierno no puede continuar, de
forma permanente, mitad esclavo y mitad libre". Estas palabras causaron
un profundo impacto en su audiencia. La parábola de “La
casa dividida” que se derrumba aparece en tres
de los cuatro Evangelios,
y
Lincoln se dirigía a un grupo de protestantes del Medio Oeste americano a
quienes el texto bíblico les resultaba muy familiar. Las palabras formaban parte del discurso en el que aceptaba su nombramiento por el
partido republicano como candidato a senador por el Estado
de Illinois en las elecciones de 1858. Uno de los dos
senadores que correspondían a Illinois en el Senado, Stephen
A. Douglas, se presentaba a la reelección por el partido demócrata, y
los republicanos nombraron candidato a
Lincoln. Durante la campaña, Lincoln y Douglas se enfrentaron en
unos debates que se hicieron famosos, pero no sirvió para que Lincoln
fuera designado senador. Sin embargo, no se desanimó.
A
pesar de su fracaso siguió actuando como portavoz del partido republicano en el
estado de Illinois: confesaba ser de los que "contemplan
la esclavitud como un mal moral, social y político", y mantenía que tanto para él como para
su partido, "la esclavitud es un mal y hay que tratarlo como un mal, con la
idea clara de que debe acabar y de que acabará". El 6 de noviembre
de 1860, y antes de que tomara posesión de su cargo, el
4 de marzo de 1861, siete estados del sur habían abandonado la federación. En su discurso inaugural, Lincoln
habló directamente a los estados secesionistas: "En
vuestras manos, mis descontentos compatriotas, y no en las mías, está el
importante tema de la guerra civil. El gobierno no os atacará. No puede haber
conflicto sin que vosotros seáis los agresores". Abandonar
la federación no era fácil: el gobierno federal tenía instalaciones militares
en los diferentes Estados, y una de ellas, Fort Sumter, estaba en una isla
enfrente de la ciudad de Charleston, en la secesionista Carolina
del Sur. Las autoridades del Estado pidieron al comandante del fuerte
que lo entregara, y al negarse éste, dispararon sus cañones contra el recinto. Tal
como Lincoln había prometido, el primer disparo partió del Sur.
Lincoln visitaba el frente con frecuencia, fue en una de sus visitas fue donde pronunció
su famosa oración de Gettysburg, a la que pertenecen las
palabras de Lincoln citadas con más frecuencia: "Que el gobierno del pueblo,
por el pueblo y para el pueblo, no desaparezca de la tierra". En
su primer mensaje al Congreso de la nación, en 1861, Lincoln resumió así su
pensamiento económico: "El trabajo es anterior, e
independiente, del capital. El
capital es sólo el fruto del trabajo, y nunca podría haber existido si el
trabajo no hubiera existido antes.
El trabajo es superior al capital, y merece un mayor aprecio".
Existe
una tendencia en el mercado laboral que crece de forma rápida y que permite a
las compañías ganar en flexibilidad en cuanto a su estructura y costes como es la
contratación de personal externo para proyectos concretos que haya que llevar a
cabo. Este
aligeramiento de estructura, se prescinde de personal fijo y se recurre a
trabajadores (autónomos o subcontratados por otras compañías),
está permitiendo reducir costes y ganar flexibilidad económica para encarar
otros proyectos a las compañías. Se calcula que en el
año 2027 el 50% de las personas en edad de trabajar será “freelance”, esto
representará un desafío para las mismas, ya que dichos trabajadores podrán
trabajar con una compañía y en su competencia, llevándose el “expertise” y
conocimientos de compañía en compañía. Esta tendencia se conoce con el
nombre de “Gig Economy”, (lo
que podría traducirse por “economía de los pequeños encargos”). El
trabajador, es solicitado para realizar un trabajo y para ello pone su
conocimiento, medios y mano de obra. Una vez finalizado cobra y da un
porcentaje al intermediario que le facilito dicho trabajo, estamos en la
economía de intermediación. Un ejemplo de esto último lo tenemos
con la compañía Uber. Esta compañía de transporte de viajeros, no pone
absolutamente nada, ni coches, ni personal…ni clientes, la aplicación de la
misma sirve para poner en contacto a unos con otros de tal forma que se
establezca una relación comercial fructífera y que de la misma la compañía se
lleve un porcentaje. Este modelo económico
abierto y en muchos casos sin regular, propicia unos riesgos para la economía
actual que según Andrés
Oppenheimer, prestigioso columnista en una entrevista, aboca a un modelo
económico que hará desaparecer el 47% de los empleos que existen en la
actualidad.
Los
“freelances”
más buscados actualmente trabajan en sectores como por ejemplo el tecnológico y
realizan proyectos muy específicos. Esta nueva realidad es imparable y obligará
a un cambio de las relaciones entre empresas y plantillas. En las compañías se
recalca la importancia de crear una cultura con la que sus empleados se
identifiquen y sea un nexo de unión en post de las metas establecidas,
sin embargo, ante este nuevo escenario laboral tendrán que adaptarse a trabajadores
libres, que elegirán los proyectos en función de sus intereses particulares, y que muchas veces no coincidirán con los de las
compañías que los intentan reclutar. Para el “freelance”
lo
importante es el proyecto, el aprendizaje que le va aportar, la visibilidad
que tendrá en el mercado, las puertas que se le pueden abrir, etc. Las empresas
que quieran tener el compromiso de sus “freelances”
deberían pensar en estos motivos.
El
reto de fidelizar al “freelance” e integrarlo con la cultura y principios que tienen
implantadas las compañías, con el fin de no ser un “verso suelto” cuando se
dirigen a los clientes de la misma, es uno de los mayores hándicap al que se tendrán
que enfrentaran en los próximos años los departamentos de recursos humanos. Sin embargo, no sería justo pasar por alto que
dicho reto muchas veces no es posible ni factible debido a malas políticas y
prácticas que se llevan a efecto dentro de las compañías. Actualmente
asistimos a un modelo de subcontratación dentro de las compañías que
permiten una cadena interminable de subcontrataciones que degradan los precios
y tarifas de dichos trabajos. Ese “descreme de precio” que sufren dichos
trabajos hace que cuando el trabajador “freelance” va hacer el mismo se
encuentre con unas tarifas en muchos casos irrisorias, machacando cualquier
tipo de vinculación emocional que pueda tener el mismo con la compañía que le
ha contratado.
Esta
tendencia de la “Gig economy”
lleva casi 100 años de vigencia, sin embargo nunca ha alcanzado la magnitud económica
que tiene actualmente y la que se le presupone que tendrá en el futuro. El valor económico de
dicha economía “Freelance” generó más de 270.000 millones de euros en
Europa y 1,4 billones de dólares en Estados Unidos en 2017, un 30% más que en
2016. Allí, esta modalidad está aún más implementada. Un estudio de Upwork y Freelancers Union
estima en 57,3 millones los trabajadores en esta situación, el 36% de la fuerza
laboral americana. Esta proporción llegará al 50% en 2027, un crecimiento que
también se extenderá en el resto del mundo.
La
“gig economy”
es una tendencia imparable, su implantación cada día es más amplia en el tejido
empresarial. En los últimos 10 años en Estados Unidos, el 66% de las
compañías ha visto un aumento en la contratación de trabajadores bajo esta
modalidad, mientras que el 56% utiliza a la economía colaborativa como opción
para proyectos en los que se requiere experiencia específica que no se puede
cubrir con la fuerza laboral existente. Según el informe Contingent
Workforce Study elaborado por Ernest&Young, una de
cada dos compañías consultadas ha aumentado la contratación de empleados “freelance
o giggers” en los últimos cinco años. Estos resultados, además,
constatan los datos de un estudio de Harvard, que
concluye que el número de estos trabajadores “freelance” creció un
66% entre 2005 y 2015, en comparación con el
aumento del 6% en el conjunto del mercado laboral estadounidense.
Para las compañías, en
los próximos años al igual que sucedió a Lincoln con su célebre
discurso de “La casa dividida”, se les abre un escenario
donde tendrán que compatibilizar, la libertad de las personas con los
intereses de las compañías. Dividir dicha fuerza laboral (freelance y personal
propio), no conducirá más que… Al fracaso de las mismas.
Ya lo dijo Stanislaw Lem: “Las ideas, como las pulgas,
saltan de un hombre a otro. Pero no pican a todo el mundo”.
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