En 1965, en plena Guerra Fría y con los ensayos
nucleares en su apogeo, la cadena de televisión NBC emitía el
documental The Decision to Drop the Bomb (La decisión de
lanzar la bomba). La película retrocedía dos decenios para diseccionar el
momento histórico en que se tomó la decisión de arrojar la bomba atómica sobre
Hiroshima. Uno de los principales creadores de aquel invento fue, el físico Julius
Robert Oppenheimer (22 de abril de 1904 – 18 de febrero de 1967), comparecía ante la cámara envejecido,
ya retirado y afectado por el cáncer de garganta que le causaría la muerte
apenas dos años después. Emocionado, Oppenheimer
recordaba el 16 de julio de 1945, el día de la prueba Trinity, la
primera explosión nuclear que él había contribuido a crear. La frase que le
vino a su mente entonces, fue extraída del libro sagrado hindú Bhagavad Gita,
y ha perdurado hasta hoy como su cita más célebre, “Ahora me he
convertido en la muerte, el destructor de mundos”.
Su decepción fue aún mayor
luego de las masacres de Hiroshima y Nagasaki, tal como se hizo evidente
durante una visita al presidente Harry S. Truman, cuando
le dijo: "¡Ahora tengo las manos manchadas de sangre!".
Al abandonar el recinto, el
mandatario dijo a uno de sus asistentes: "Nunca quiero volver a ver
aquí a este cretino. Me enferma su lloriqueo, yo fui quien lanzó la
bomba".
Al terminar la guerra, fue
jefe consultor de la recién creada Comisión de la Energía Atómica
y utilizó esa posición para apoyar el control internacional de armas atómicas y
para oponerse a la carrera armamentística nuclear entre los Estados
Unidos y la Unión Soviética. Sus actitudes provocaron en
ocasiones la ira de los políticos hasta el punto que en 1954 se le despojó de
su nivel de seguridad, perdiendo el acceso a los documentos militares secretos
de su país.
Poco a poco su influencia
fue disminuyendo, pero continuó dando charlas y trabajando en física. Diez años
más tarde, el presidente Lyndon B. Johnson lo condecoró con el
Premio Enrico Fermi en un intento de rehabilitarlo públicamente.
El termino inteligencia artificial (AI) fue
utilizado por primera vez en el año 1956 cuando John McCarthy, Marvin
Minsky y Claude Shannon acuñaron este término durante
la conferencia de Darthmounth
para referirse a “la ciencia e ingenio de hacer máquinas inteligentes, especialmente
programas de cálculo inteligentes”. Eso sí, estos tres
científicos erraron por completo a la hora de prever cuando llegarían las
primeras máquinas con (AI), ya que confiaban que hiciesen su
aparición en una década (años 70). Tras el fracaso inicial, no sería hasta la
década de los 90, cuando la mayoría de las empresas tecnológicas decidieron
realizar inversiones importantes en este terreno con el fin de mejorar la capacidad de procesamiento y análisis de la ingente
cantidad de datos que se generan en el mundo digital. Fue la llegada del
sistema IBM Watson el que
relanzó dicho concepto. En 2011, Watson ganó el popular concurso televisivo Jeopardy! frente
a los dos máximos campeones de este programa, en el que se
realizaban preguntas sobre cultura y conocimiento de todo tipo.
Fue el famoso test de Alan
Turing el que nació para determinar si una máquina podía pensar. Su
desarrollo se basa en el juego de imitación. La idea original es tener tres
personas, un interrogador, un hombre y una mujer. El interrogador está apartado
de los otros dos, y sólo puede comunicarse con ellos escribiendo en un lenguaje
que todos entiendan. El objetivo del interrogador es descubrir quién es la
mujer y quien es el hombre, mientras que el de los otros dos es convencer al
interrogador de que son la mujer. La variante introducida por Turing
consiste en sustituir a uno de los interrogados por un ordenador. Se
pueden dar dos casos, que se sustituya al hombre, con lo cual sólo el ordenador
tendría que aparentar ser una mujer, o que se sustituya a la mujer, con lo cual
tanto el hombre como el ordenador estarían imitando. Aunque esta última opción
podría ser un experimento interesante, no se intenta comprobar la habilidad de
imitar a una mujer, así Turing cambia el objetivo de conocer
el sexo por el de reconocer la máquina. La finalidad de estos cambios es hacer
el juego lo más justo posible. Lo primero, es que no tiene que consistir en un
concurso de engaños, por lo que uno de los implicados no tendría por qué
aparentar ser otra cosa. Otro detalle es que a Turing poco le importa si
el ordenador emplea trucos preestablecidos para eludir o manipular las
respuestas (por ejemplo, equivocándose en preguntas aritméticas o tardando más
tiempo del necesario en responderlas). Una máquina podría pasar el test de Turing cuando el interrogador no
lograra reconocerlo en un número significativo de ocasiones.
Actualmente la robótica y la
(AI)
han cogido una velocidad de crucero que ya empieza a despuntar en determinados
sectores su potencial. Uno de los campos donde más se está demostrando es el
sector financiero. El empleo en el sector financiero de Nueva York lleva en
declive ya varios años, según los datos de la empresa de investigación y
análisis Coalition Ltd., más de 10.000 empleos de atención al cliente se
han eliminado entre los 10 bancos más importantes de Estados Unidos entre el
año 2011 y 2016. Coalition Ltd. También estima que el número de empleados con sueldo fijo se ha reducido un 31 %
en dicho periodo. Otra figura que ha sido prácticamente barrida por dicha (AI)
son los corredores de bolsa, esta figura que representaba el arquetipo de la
bolsa de valores se ha visto pulverizada por las nuevas tecnologías cognitivas.
Como señala el diario Financial
Times, en el año 2000 había más de 5.500 corredores en la Bolsa
de Nueva York; hoy hay menos de 400, de los cuales
muchos trabajan a tiempo parcial. La mayor parte del trabajo de un corredor ha
sido absorbido por servidores informáticos con algoritmos capaces de comprar y
vender acciones.
Las nuevas tecnologías cognitivas
(AI) aceleran la automatización y desaparición del empleo en dicho mercado
bursátil, sobre todo las que tienen que ver con el back office de Wall Street. Muchas de
estas son asumidas por herramientas como la automatización y la robótica de
procesos, que pueden acceder a múltiples sistemas, obtener los datos requeridos
y aplicar una lógica en la toma de decisiones a partir de reglas
predeterminadas. El cumplimiento y la supervisión de la normativa ha sido una
de las pocas áreas que ha experimentado un cierto crecimiento. Sin embargo, el
amplio espectro de herramientas cognitivas que aparecen hará que dicho campo
sea asumido por dicha (AI). Por ejemplo, los sistemas de
Digital Reasoning están automatizando la investigación interna de fraudes. Amelia,
de IpSoft,
facilita el cumplimiento legal dentro de las conversaciones con clientes. Narrative
Science automatiza la generación de informes anti blanqueo. RAGE
Frameworks automatiza la extracción de datos para el crédito y la
gestión del patrimonio, y puede generar informes de cumplimiento automatizados
sobre el proceso. Los trabajos de estrategia, eran y son unos de los más
complejos dentro del sistema bursátil, sin embargo la startup Kensho está reemplazando a dichos empleados que
realizaban dichas tareas. Kensho tiene el potencial de reemplazar
la gran cantidad de estrategas de mercado, su capacidad de analizar datos y
aconsejar sustituirá también a los banqueros de inversión. Otro trabajo común
tanto de analistas como abogados es preparar para su publicación los datos del
historial financiero de una compañía frente a inversores potenciales. Sin
embargo la startup, iDisclose, lo hace de
manera automática. El empleo actual de dicho mercado bursátil irá disminuyendo
paulatinamente según las máquinas vayan asumiendo de forma automática dichos
procesos.
La
única supervivencia de empleo que existirá en dicho mercado financiero
norteamericano será aquella que se
deriva del conocimiento y relación de trabajar con dichas máquinas. Cualquier
persona que tenga conocimientos financieros claves y sepa trabajar con las
máquinas inteligentes que protagonizan esos procesos –podrá monitorizar su
funcionamiento, repararlas y tomar el relevo en caso de que fallen.
También podrán ser expertos en ellas,
supervisarlas y desarrollarlas para comprender los posibles errores y fallos
que ocurran. Otro campo de amplio desarrollo será también aquel relacionado con
el desarrollo de sistemas financieros con inteligencia cognitiva. La industria ”Fintech”
representa
uno de los principales vectores en este momento en cuanto a digitalización y
crecimiento, obviamente incluye también las propuestas de toma de decisiones
automatizada.
Al
igual que la conciencia de Oppenheimer sucumbió, después
de ver la hecatombe, lo que suponían las armas nucleares, con la (AI)
solo estamos viendo las puntas de un árbol con unas raíces enormemente
profundas. Un estudio de la consultora IDC destaca que en
el 2020, el 40% de las iniciativas de transformación digital y el 100% de las
iniciativas del Internet de las Cosas en Europa estarán apoyadas en capacidades
cognitivas propias de la (AI) y la robótica. En el año 2015, un
grupo de 700 investigadores de diversas organizaciones y universidades firmaron una carta abierta
en la que ponían sobre la mesa los problemas y peligros que pueden surgir con
la (AI) mal gestionada. Hace unos meses Elon Musk, CEO
de Tesla, hacía pública, junto a otros cientos de líderes de la
industria tecnológica, una carta abierta en la que mostraban su preocupación
por el desarrollo de la (AI) que calificaban de potencial arma de destrucción
masiva. Dicho CEO reclamaba la inminente necesidad
de una regulación que pusiese coto a los avances en este terreno o,
de lo contrario, auguraban un futuro más bien negro, ya que nadie conoce sus
consecuencias. El peligro está latente…Esperemos no tener que ver las
consecuencias como Oppenheimer para darnos cuenta del mismo.
Ya
lo dijo Alan Turing: “Una computadora puede ser llamada
"inteligente" si logra engañar a una persona haciéndole creer que es
un humano”.
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