El historiador
estadounidense Robert Darnton (Havard) ve en las "Anécdotas" del cronista bizantino del siglo VI, Procopio
de Cesárea el antecedente de las "fake news". Estos
escritos secretos ("anécdota"
significa "cosas inéditas"), descubiertos tras la muerte de quien
redactó la historia oficial del emperador Justiniano, están trufadas de "informaciones dudosas" sobre
los escandalosos y licenciosos entresijos de su reino. “Si no sale en la tele, no
existe”, solían decir los publicistas. Ahora, el lema es otro: “Si
no la compartes, no es noticia”. El tuit, comentario en Facebook
o vídeo en YouTube que no se comparte está condenado a no dejar huella.
Monique Leibovici
es filósofa y miembro del Laboratorio de Cambio Social y Político de la Universidad
París Diderot-París VII. Recientemente ha intervenido en el CCCB (Centro de cultura Contemporanea de Barcelona) en
una charla sobre verdad y mentira en la política, un libro de Hannah
Arendt que, reeditado por la editorial Página Indómita, vive un fulgurante
boom de ventas. Leibovici señaló cómo en 1971 Daniel Ellsberg, un
analista militar del Pentágono, filtró al The New York Times un informe
secreto que demostraba cómo un grupo de estrategas falsificó datos para provocar
que el presidente norteamericano Johnson hubiera decidido embarcarse
en la guerra de Vietnam antes del hecho que oficialmente desató la
intervención: los incidentes de Tonkin de 1964. “La mentira organizada –dice
la pensadora– no concierne a tal o cual hecho aislado, sino que fabrica un
sustituto de la realidad que no se contenta con deformar la realidad o
esconderla, sino negarla”. La mentira como una obligación moral, Leibovici
señala cómo los asesores de Johnson mentían no para conquistar el
mundo sino para ganar la batalla de imagen en una operación gigantesca de
relaciones públicas, alejados en sus cálculos de toda realidad: “Para salvar a
los vietnamitas del peligro comunista no dudaban en incendiarlos con napalm”.
La postverdad se
refiere a que los hechos objetivos y reales tienen menos credibilidad o
influencia que los sentimientos y creencias de los individuos al momento de
formular una opinión pública o determinar una postura social. Dicho
de otra manera, la postverdad es una distorsión de la realidad que se hace de manera
deliberada. Se emplea para señalar aquellos hechos en
los que son más influyentes los sentimientos o creencias personales que los
hechos en sí mismos. Este término es un neologismo, es decir, es una
palabra que apareció recientemente en nuestro lenguaje, aproximadamente en el
año 1992 en inglés como “post-truth” popularizado por el diario "The Economist", para denominar a las
mentiras emotivas. Está compuesta por el prefijo ʽpos-ʼ y
la palabra “verdad”. Los
especialistas relacionan el uso del término postverdad, con los diferentes
acontecimientos políticos que han ocurrido en los últimos años. La postverdad
se vincula como una técnica empleada en campañas electorales, en especial en la
que hizo el presidente Donald Trump cuando acusó a los
medios de comunicación por publicar noticias falsas.
Actualmente hay personas
que piensan que la postverdad se ha extendido con el auge que ha tenido la
cultura digital y el uso de las redes sociales. Esto es posible porque en la
actualidad se da a conocer gran número de información a través de las redes
sociales que, más allá de ser ciertas o falsas, las personas defienden y critican
desde sus emociones y no desde la objetividad de los hechos. Ante esta situación la
objetividad de los hechos pasa a un segundo lugar, lo que incluso puede generar
desprestigio y poner en riesgo la carrera periodística de muchos profesionales. El
peligro de la postverdad está en que las personas, lentamente, dejen a un lado
la honestidad y el pensamiento objetivo, para dejar lugar a las noticias falsas y sin sentido.
Las “fake
news” o noticias falsas suponen una seria preocupación real, el
77% de los españoles están preocupados por las noticias falsas y cómo estas
afectan a la opinión pública. España, Argentina, Indonesia y México son
los países más preocupados del mundo por este tema, según
el informe del Instituto Edelman. Ante la situación que están viviendo
las distintas sociedades se buscan fuentes creíbles y en las que confiar. Los
directivos, los CEOs y los organismos oficiales mejoran su credibilidad,
aunque
siguen siendo los menos creíbles. En esta tendencia, Carolina Pina,
corresponsable del área de Telecomunicaciones and Media de Garrigues, destacó que “luchar
contra la posverdad es verificar las fuentes y cuáles son sus intereses. Para
que no se dañe nuestra reputación, es clave adoptar medidas preventivas a las
fake news”. Sin embargo esto no parece que vaya a suceder si
tenemos en cuenta que recientemente se han presentado los resultados económicos
del año 2018 por algunas de las grandes multinacionales de este país y algún presidente en concreto ha mentido con un descaro infinito, ya que si miramos sus
cuentas del año 2018 observamos que el primer indicador que ha sufrido un serio
revés son los ingresos, existe una merma en dicho año con respecto al 2017 de
3.315 millones de euros menos que el año anterior, un 6,37% menos. El siguiente
indicador que se ha visto afectado es el OBIDA ya que existe una caída de 616
millones de euros menos en el año que en el 2017 entre otros más. Sin embargo
su CEO ha afirmado por activa hasta la saciedad que ha tenido más
ingresos. https://bit.ly/2EkMxwW
Existe una institución, el Instituto
Edelman, que se dedica a comprobar todos los años como está la verdad
en los diferentes, países del mundo. Es el Barómetro de Edelman Trust, en el año
2019 revela que la confianza ha cambiado profundamente en el último
año; las personas han cambiado su confianza a las relaciones que tienen bajo su
control, especialmente a sus empleadores. A nivel mundial, el 75% de las
personas confían en "mi empleador" para hacer lo correcto, mucho más que
las ONG (57%), las compañías (56%) y los medios de comunicación (47%). "En
la última década se ha perdido la confianza en las figuras e instituciones de
autoridad tradicional", dijo Richard Edelman, presidente y CEO de
Edelman.
“Más
recientemente, las personas han perdido la confianza en las plataformas
sociales que fomentaron la confianza entre pares. Estas fuerzas han llevado a
las personas a cambiar su confianza a las relaciones bajo su control,
especialmente a sus empleadores”. Este cambio hacia la confianza
localizada se está desarrollando en el contexto de un retorno a la brecha de
confianza más grande de la historia (16 puntos) entre el público informado (65%)
y la población en masa (49%). La separación se debe a picos en la confianza
entre el público informado en los mercados desarrollados, mientras que la
confianza de la población en general permanece relativamente plana. La
brecha de confianza es grave en los países desarrollados (Reino Unido: 24
puntos; Canadá: 20 puntos; Francia: 18 puntos; Estados Unidos: 13 puntos) y
ahora se ha trasladado al mundo en desarrollo (India: 17 puntos; China: 12
puntos).
La disparidad de confianza
también viene afectada por el género del individuo. La brecha de confianza de género está en dos
dígitos en varios mercados desarrollados, como Alemania (12 puntos) y los
Estados Unidos (11 puntos), impulsada principalmente por la menor confianza de
las mujeres en los negocios. Para el futuro, el pesimismo está
instalado ya que solo uno de cada tres encuestados en el mundo desarrollado cree que su
familia estará mejor en los próximos cinco años. Entre la población de masas,
solo uno de cada cinco cree que el sistema está funcionando para ellos y el (70%)
desea un cambio. Y a pesar de una economía de pleno empleo, el temor a
la pérdida de empleos sigue siendo alto entre la población en general, hay un
margen de dos y medio a uno de los encuestados que dicen que el ritmo de la
innovación es demasiado rápido frente a aquellos que dicen que es demasiado lento. "Los
niveles de confianza divergentes entre la población de masas y el público
informado sobre el futuro señalan una continua pudrición subyacente en la
estructura de la sociedad", dijo Stephen Kehoe, presidente mundial de
Reputación. Este temor ha provocado un deseo de cambio e información
objetiva que ha provocado un aumento sin precedentes en el consumo de medios y
el intercambio de noticias e información, un aumento de 22 puntos a 72%. La
confianza en los medios tradicionales (65%) y la búsqueda (65%), están ahora en
sus niveles históricos más altos jamás alcanzados por grandes aumentos en los
mercados desarrollados. Por el contrario, la confianza en las redes sociales
(43%) se mantuvo baja, especialmente en varias regiones desarrolladas que
muestran enormes brechas de confianza entre las redes sociales y las
tradicionales (EE. UU., Canadá, brecha de 31 puntos; Europa, brecha de 26
puntos).
Se espera que los CEOs
lideren la lucha por el cambio. Más de tres cuartos (76%) dicen que quieren
que los CEO tomen la iniciativa en el cambio en lugar de esperar que el
gobierno lo imponga. Y el (73%) cree que una empresa puede tomar medidas
que aumentan las ganancias y mejoran las condiciones económicas y sociales en
la comunidad donde opera. Los empleados esperan que los posibles empleadores
se unan activamente a ellos para abogar por problemas sociales (67%). Las
empresas que lo hacen son recompensadas con un mayor compromiso (83%), defensa
(78%) y lealtad (74%) de sus empleados.
Ante esta situación ha
aparecido un nuevo contrato entre el empleado y el empleador, es el “Trust
at Work", dijo Edelman. Este contrato se basa en
que las empresas tomen cuatro acciones específicas: liderar en el cambio,
establecer un objetivo audaz que atraiga a los empleados con mentalidad social
y convertirlo en un objetivo comercial central; capacitar a los empleados,
mantenga a los empleados informados directamente sobre los problemas del día y facilite
voz en sus canales; comience localmente , haga un impacto positivo en las comunidades
en las que opera; y liderazgo del CEO , los CEO deben hablar directamente sobre
los temas diarios de forma abierta y sin intermediarios.
Otros hallazgos clave del
Barómetro de Edelman Trust de 2019 incluyen: la confianza aumentó en 12 de
los 15 sectores, y la tecnología (78%) sigue siendo la más confiable, seguida
por la fabricación (70%) y la automotriz (70 %), que experimentó el mayor salto
con siete puntos. Los servicios financieros, que registraron un aumento de dos
puntos a 57%, fueron una vez más los menos confiados a nivel mundial. Las
empresas con sede en Suiza (71%), Alemania (71 %), Canadá (70%) y Japón (69%)
son las más confiables. Las marcas de países menos confiables son México (36%),
India (40%), Brasil (40%) y China (41%). El (71%) de los empleados cree que es
sumamente importante que mi CEO responda en tiempos difíciles.
Las compañías son muy
conscientes del daño que les puede hacer un bulo, una verdad a medias o una
información inexacta. Sobre todo si detrás de ello hay
intencionalidad. Los llamados incendios digitales (así se conoce el
fenómeno de las crisis reputaciones de la era de internet) figuran desde 2013
en el Informe Global de Riesgos que elabora todos los años el Foro Económico
Mundial. “Lo razonable ante una crisis reputacional es tratar de responder de
forma rápida, usar los mismos canales a través de los que se ha iniciado el
bulo y ofrecer una respuesta clara y nítida”. Las compañías
multinacionales suelen tener protocolos de actuación a aplicar en casos donde
sufra un ataque de “fake news”. Una compañía no debe mentir, sino la
marca será esclava de lo que haya contestado anteriormente. Tampoco
se recomienda entrar en una dinámica de bucle, seguir contestando a las
críticas de un mismo usuario si ya se le ha respondido. Lo que empieza como un
bulo por internet (hoax) acaba replicándose en los medios de comunicación.
¿Cómo llega una mentira o “hoax”
a convertirse en un incendio digital, en algo de lo que preocuparse? El
procedimiento suele ser el siguiente: un comentario en las redes sociales se
replica hasta que adquiere unas dimensiones que llaman la atención de un medio
de comunicación masivo (radio, televisión o prensa escrita). Una vez que logra viralizarse, es
complicado saber qué vida tendrá un bulo en circulación. Dependerá de las
medidas que tome la compañía afectada y de la reacción del público. Una buena
política de la marca es generar nuevo contenido sobre ella o acerca del caso.
Eso ayuda a que cuando se busque información en internet de la compañía sea
esta última la que se encuentre y no la anterior. Facebook o Twitter pueden bloquear
contenidos si se demuestra que son falsos u ofensivos. Optar por la vía legal
implica además el riesgo de obtener un efecto bumerán. El juez debe ponderar el
derecho al honor y el derecho a la información. En caso de que no vea delito,
el autor pueda vender esa intervención como un intento de censurar su libertad
de expresión. Y eso, claro, le da más alas todavía al bulo. “La
desinformación es probablemente el principal pecado en el que incurre un medio,
porque dirige la opinión pública en una sola dirección y omite parte de la
verdad”, ha dicho el Papa Francisco, que compara consumir noticias
falsas con comer mierda. Siguiendo esa analogía, la alimentación
de la sociedad deja mucho que desear.
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