miércoles, 6 de marzo de 2019

OBEDIENCIA "PERRUNA" EN LAS COMPAÑÍAS... OTRA FORMA DE FRACASO DIRECTIVO


En 1961 se llevó a cabo uno de los experimentos más controvertidos de la historia de la psicología. Milgram comenzaba su estudio sobre los “peligros de la obediencia” con un reesultado atroz para el ser humano. Hoy, más de 50 años después, el experimento se ha vuelto a realizar con los mismos resultados. Para entender lo que ha ocurrido estos días tenemos que retroceder en el tiempo. Enmarcado dentro de la psicología social, Stanley Milgram quiso poner a prueba el comportamiento humano y los límites de la obediencia. En julio de 1961 comenzaban una serie de experimentos entre tres personas, lo hacía tres meses después del comienzo del juicio del criminal de guerra alemán nazi Adolf Eichmann. Milgram se hizo la siguiente pregunta:
    ¿Podría ser que Eichmann y su millón de cómplices en el Holocausto sólo estuvieran siguiendo órdenes? ¿Podríamos llamarlos a todos cómplices? 
Para explorar la cuestión estableció un experimento donde una persona era el “experimentador” (el investigador de la universidad), otra el “maestro” (el voluntario que no sabía nada) y por último el “alumno” (un cómplice del experimentador que se hacía pasar por participante del experimento). Entonces el experimentador le explicaba al participante que tenía que hacer de maestro, y que cada vez que el alumno fallase en alguna pregunta, este debía recibir una descarga eléctrica. Es importante recalcar que el “maestro” daba las descargas desde otra habitación, es decir, que podían oír al sujeto y su sufrimiento, pero no lo veía. El maestro tenía hasta 30 botones diferentes que podía presionar, cada uno etiquetado con un voltaje. Al principio las descargas comenzaron de forma inofensiva (15 voltios), pero el experimento se fue tornando en algo más macabro hasta llegar a los 450 voltios, momento en el que los maestros eran advertidos de que perjudicarían gravemente al receptor. Sin embargo, lo que no sabían estos maestros es que la máquina no hacía nada excepto producir algunos efectos de sonido y luz, y la persona en la otra habitación era en realidad un actor profesional que había sido pagado para llorar como si estuviera sufriendo de dolor. Todo esto era desconocido para los voluntarios, quienes creían que estaban lastimando realmente a otra persona, mientras el experimentador les pedía que debían seguir adelante porque era crucial para el experimento.
El resultado fue bastante claro. El 65% de los participantes (26 de 40) aplicaron la descarga de 450 voltios, muchos de ellos aseguraban sentirse incómodos al hacerlo. Desde entonces, el experimento ha estado envuelto en la polémica. Lo primero que desconcertó a la opinión pública fue cómo era posible que hubiese obtenido estos resultados con personas aparentemente “normales”. El experimento planteó dudas acerca de la ética del método científico y muchos tacharon de inmoral llevar hasta ese punto emocional a los participantes. En los años transcurridos desde entonces algunos investigadores han argumentado que la metodología de Milgram fue descuidada y que manipuló datos, pero las variaciones de las pruebas que se han repetido en todo el mundo desde entonces también han ofrecido resultados bastante consistentes. Ahora, 50 años después de que comenzaran aquellos experimentos, un grupo de investigadores en Polonia se han preguntado si después de tanto tiempo, el estudio arrojaría unos resultados diferentes. Cuando la gente se entera de los experimentos de Milgram una gran mayoría de personas afirman que nunca me comportaría de esa manera. Nuestro estudio ha ilustrado una vez más el tremendo poder de la situación a la que se enfrentan los sujetos y la facilidad con la que pueden aceptar cosas que normalmente encuentran desagradables. Nuestro objetivo era examinar el alto nivel de obediencia que encontraríamos entre los residentes de Polonia. De hecho, la única historia similar que se hizo sobre el tema de la obediencia hacia la autoridad en la región nos parecía excepcionalmente interesante. Para ello, los investigadores adaptaron el experimento a una versión moderna donde reclutaron a 80 participantes (40 hombres y 40 mujeres) entre 18 y 69 años. Al igual que las pruebas de Milgram, los voluntarios fueron alentados por un examinador para darle descargas a otro sujeto en otra habitación, descargas de mayor intensidad cada vez que dieran una respuesta equivocada. En un intento de hacer el experimento más ético, en esta versión sólo había 10 botones con valores de descargas más bajos, en lugar de los 30 botones completos del estudio original. Los investigadores encontraron que el 90% de los voluntarios hicieron caso a la hora de infligir el nivel más alto de descargas disponibles, un resultado muy similar a la cantidad de personas que en los experimentos de Milgram presionaron el botón número 10. Unos 50 años después después de la investigación de Milgram sobre la obediencia a la autoridad, una sorprendente mayoría de sujetos todavía están dispuestos a electrocutar a un individuo indefenso. Sin embargo, esto no quita que tanto los resultados del experimento de Milgram como el de Grzyb en Polonia sean perturbadores. Quizás y como muchos investigadores han explicado desde aquel ensayo original de 1961, los resultados simplemente arrojan una conducta que no es necesariamente mala. No es que los sujetos quieran hacer el mal, es que su motivación se basa en la firme creencia de que están haciendo algo digno y noble. [Journal S. vía Science Daily]


Mucho se ha escrito y debatido sobre el por qué la persona obedece aunque ese acto la sitúe en contra de sus principios éticos o de sus intereses. Existe un amplio muestrario de respuestas, desde diversas disciplinas como la psicología. Desde  la  Psicología Profunda, por ejemplo, nos encontramos sugerentes reflexiones que concluyen que la causa de la obediencia está en el miedo. Miedo a ejercer la libertad y miedo a la soledad. Desde  la  Psicología  Conductista  se  observa  que  la  obediencia  es  la  conducta  más  reforzada  desde la más tierna infancia. En cambio, la desobediencia es la más castigada. Se va creando así, poco a poco, algo similar a un reflejo condicionado hacia la obediencia. Esta situación resulta muy cómoda para toda autoridad pero disminuye la capacidad de independencia (o espíritu crítico) del sujeto, quien resulta limitado para su futura vida adulta.  En el enfoque de la Psicología Cognitiva pone su atención en las ideas irracionales (creencias erróneas o, al menos, no demostradas) consecuentes al sentimiento de culpa derivado del continuo castigo.

El principio de obediencia a la autoridad ha sido defendido en nuestras civilizaciones como uno de los pilares sobre los que se sustentan  las sociedades. En un plano general, es la obediencia a la autoridad la que permite la protección del sujeto, sin embargo la exacerbada obediencia puede resultar un arma de doble filo cuando el socorrido discurso de “solo obedecía órdenes” exime de responsabilidades y disfraza el deber del cumplimiento de las obligaciones. Antes del experimento de Millgram, algunos expertos teorizaban que sólo del 1% al 3% de los individuos activaría el interruptor de 450 voltios (y que dichos sujetos además experimentarían alguna patología, psicopatía o impulsos sádicos) Pese a ello, se descartó que alguno de los voluntarios tuvieran patología alguna, así como también se descartó la agresividad como motivación tras una serie de diversos exámenes a los voluntarios. Vistos los datos, Milgram postuló dos teorías para intentar explicar dichos fenómenos.
1º. La conformidad con el grupo
Está basada en los trabajos de conformidad de Asch, plantea que un sujeto que no tiene la habilidad ni el conocimiento para tomar decisiones, (particularmente ante una crisis) transferirá las decisiones al grupo.
2º. La cosificación
Esta es más ampliamente aceptada, ya que como cosificación hace referencia a que la esencia de la obediencia consiste en que la persona se percibe únicamente como un instrumento para la realización de los deseos de la otra persona y por ende, no se considera como responsable de sus actos. Así ocurrida esta “transformación” de la autopercepción, todas las características esenciales de la obediencia ocurren.


En la actualidad, la obediencia ciega o “perruna” en las compañías es un factor de destrucción de valor enorme, ya que dicha acción viene incentivada por el factor de no escoger la persona con conocimientos y capacidades que pueda aportar a la compañía y sus stakeholders. Para ello los responsables (mandos) sitúan en las plazas que salen a concurso a personas que no contesten o repliquen a las órdenes que se les puedan dar. Este hecho hipoteca cualquier posibilidad de desarrollo que tenga la persona elegida para dicho puesto, ya que lleva una maleta con un buen lastre con el “debe” a quien le va a pedir que haga lo que no es bueno para la compañía sin ninguna contestación. Un ejemplo que parece sangrante para cualquier persona que lo observa es el que se produce en la presentación de resultados en las compañías. En las mismas se observa a directivos que no dicen ni replican a ninguna posible destrucción de valor en las métricas que se presentan, bien sea por bajada de ingresos, pérdida de clientes, etc. Recientemente se ha visto con la presentación de resultados de una gran compañía de este país, con las métricas que presentó su presidente y CEO no se observó ninguna reacción ni pregunta que sirviera para esclarecer dicha situación, más bien al contrario, se observó una puesta en escena o teatrillo destinado a encubrir dichos hechos después de llevar seis trimestre consecutivos con caída de ingresos.

Este hecho sucede piramidalmente en la estructura jerárquica de una compañía, va desde el presidente o CEO que son los instigadores de esta situación hasta el final de la estructura de dicha compañía. Para cualquier persona las emociones son fundamentales y están presentes, como el respirar, aunque las ignoremos como a veces olvidamos que respiramos. Las emociones necesitan un campo social para su desarrollo y según sea éste incidirá en la persona, tanto en su salud física como en su salud mental y social. El cerebro de cualquier individuo necesita una estimulación afectiva para desarrollarse. Con las emociones positivas respecto a uno mismo es como se genera el desarrollo de una buena autoestima. Teniendo una buena salud emocional en las compañías, realizando cosas satisfactorias, tratando de hacer cosas útiles para uno mismo y para los demás, es como se fortalece dicha inteligencia emocional y se libera a la persona de esa “obediencia perruna”, tan letal para las compañías.


La instauración de dicho modelo de gestión empresarial, viene precedido por quien en su paso por dicha compañía a los largo de los años, no vivió ni conoció otra forma de gestionar que el que él ha instaurado en la misma, con el culto enfermizo hacia su ego y la imagen. Aparte, poseen un ego que está sobredimensionado si tenemos en cuenta que son personas que les preocupa lo que la gente piensa, ponen un gran empeño por esconder sus métricas más perjudiciales y vender solamente aquellas que le son favorables, rehuyendo de las comparecencias públicas con personas o medios que le pueden ser hostiles a su gestión.


Quizás sea más beneficioso para la gente en general conocer dichos hechos para ponerles remedio, o al menos darse cuenta que podemos estar sufriendo en nuestras propias carnes un envenenamiento sin haber caído en la cuenta de cuan mortífero puede ser el veneno que nos están suministrando gota a gota. Un envenenamiento brusco puede poner en marcha procesos en la justicia con motivo de la mala gestión, pero si se hace gota a gota, puede minar la salud de la víctima (personas) y pasar desapercibido, máxime si esas gotas son psicológicas y se administran con discreción pero con constancia, como "la gota malaya". El resultado de este envenenamiento es la muerte psíquica de la persona, su autodesvalorización, la destrucción de su iniciativa, de su crítica, de su juicio, de su autonomía, de su libertad. Esta situación provoca una sensación de inseguridad, de culpa permanente que desemboca en ansiedades y en miedos que anulan la voluntad. El Comité Nacional de Seguridad y Salud es el órgano que vela porque las condiciones del individuo como persona no se deterioren en algunas compañías. Sin embargo en algunas, los miembros de dichos comités obedecen “perrunamente” para que dicho organismo no sancione a las compañías ocultando y no demandando a las mismas por el envenenamiento que están realizando de sus empleados con prebendas que hipotecan su voluntad y obligación que tienen.
Para finalizar este post, decir que los resultados del experimento de Milgram quizás sean descorazonadores  pues reflejan la verdadera pasta de la que está constituido el ser humano, pero no debemos olvidar que no todos son iguales y que aquellos que todavía tienen conciencia deben ser… salvados del erial que les asola.

Ya lo dijo Efraín Gutiérrez Guzmán: ”La obediencia ciega es tan peligrosa como la desobediencia.”

 

 
 


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