Un hombre estaba perdido
en el desierto, destinado a morir de sed. Por suerte, llegó a una cabaña vieja,
desmoronada, sin ventanas y sin techo. El hombre anduvo por ahí y se encontró
con una pequeña sombra donde acomodarse para protegerse del calor y del sol del
desierto. Mirando a su alrededor, vio una vieja bomba de agua, toda oxidada. Se
arrastró hacia allí, tomó la manivela y comenzó a bombear y a bombear sin parar,
pero nada sucedía. Desilusionado, cayó postrado hacia atrás, y entonces notó
que a su lado había una botella vieja. La miró, la limpió de todo el polvo que
la cubría, y pudo leer que decía:
“Usted necesita, primero,
preparar la bomba con toda el agua que contiene esta botella mi amigo, después,
por favor, tenga la gentileza de llenarla nuevamente antes de marchar”.
El hombre desenroscó la
tapa de la botella, y vio que estaba llena de agua. ¡Llena de agua! De pronto
se vio envuelto en un dilema: si bebía aquella agua, él podría sobrevivir, pero
si la vertía en esa bomba vieja y oxidada, tal vez tendría agua fresca, bien
fría del fondo del pozo y podría beber toda el agua que quisiera, o tal vez no.
Tal vez la bomba no funcionaría y el agua de la botella sería desperdiciada.
¿Qué debía hacer? ¿Derramar
el agua en la bomba y esperar a que saliese el agua fresca o beber el agua
vieja de la botella e ignorar el mensaje? ¿Debía perder toda el agua, con la
esperanza de que aquellas instrucciones, poco fiables, escritas no sabía cuánto
tiempo atrás, fueran ciertas?
Después de dudar durante
un largo tiempo, decidió confiar y hacer lo que indicaba el mensaje. Derramó
toda el agua en la bomba, agarró la manivela y comenzó a bombear. La bomba
comenzó a rechinar, pero ¡nada pasaba! La bomba continuaba con sus ruidos. El
hombre se esforzó más y más y, de repente, surgió un hilo de agua, después
un pequeño flujo y finalmente, el agua corrió con abundancia: agua fresca y
cristalina.
El hombre llenó la botella
y bebió ansiosamente. La llenó otra vez y tomó aún más de su refrescante
contenido. Enseguida, la llenó de nuevo para el próximo viajante, la llenó
hasta arriba, tomó la pequeña nota y añadió otra frase:
La
burbuja del streaming es una realidad incuestionable, el brillante éxito
de Netflix,
Amazon Prime Video o HBO han llevado a los principales grupos
de entretenimiento, gigantes tecnológicos y telecos a lanzar sus propias
plataformas de vídeo en "streaming". Este mercado no deja de crecer y está revolucionando la industria del cine y
las series. Pero la saturación de plataformas augura una burbuja que podría
dejar por el camino a muchos de estos proyectos... porque él cliente no está
dispuesto a suscribirse a tantos servicios. La lista de plataformas
que se lanzan a conquistar el “Dorado” no deja de aumentar; Netflix, HBO,
Amazon Prime Video, Hulu, FilmStruck, Sprectrum TV, Vudu, ESPN+, Sling Tv...
En
Estados Unidos dichas plataformas representarán más de 200 plataformas de este
tipo en los próximos años, incluyendo el gigantesco proyecto que prepara Disney
(que ha desembolsado 71.000 millones de dólares por hacerse con los activos de
entretenimiento de 21st Century Fox para alimentar su 'Disney Play') o los
planes de Facebook, Apple, YouTube e incluso Snapchat o Wal Mart por crear
contenido original y competir en el mercado del cine y las series.
Nadie quiere quedarse fuera de un negocio que ha representado una revolución en
el mercado televisivo, en parte por las nuevas redes de
telecomunicaciones que permiten el consumo de la misma cuando el cliente desea.
Esta situación ha afectado a la industria del cine y distribución de dichos
contenidos, sin embargo, han dado lugar a la aparición de fenómenos como la
piratería con la llegada de Netflix, que se daban por muertos
antes de que apareciera.
La causa de este auge de
la piratería está relacionada con esta gran multitud de plataformas, ya
que existe una gran competencia entre ellas por hacerse con los derechos de los
mejores contenidos o por atraer talento para producir productos exclusivos.
El negocio del “streaming” tiene actualmente dos potentes patas que se
alimentan prácticamente por igual dicho medio: por un lado, el
acopio de productos de probado éxito para dotar de volumen a los catálogos, y
el segundo tiene que ver con la búsqueda casi desesperada de contenidos propios
que ofrezcan la suficiente exclusividad como para justificar la suscripción. Los cálculos de Goldman Sachs estiman que la
inversión anual de Netflix alcance los 22.000 millones en 2022.
La supervivencia de dichas
plataformas descansa exclusivamente sobre la captación que tengan de
suscriptores, los ingresos de los mismos serán los que paguen y financien la
creatividad para retroalimentarse de nuevos contenidos que permitan a las
mismas su supervivencia. Por ejemplo para poder ver la serie “Narcos”,
“Juego de Tronos” y “Jack Ryan” es necesario pagar, en España, un mínimo de 19
euros al mes para suscribirse, respectivamente, a Netflix, HBO y Prime Video en
sus planes más baratos. El problema que surge para estas plataformas es
que la gente no está dispuesta a pagar por varias plataformas, máxime
cuando el goteo de nuevas apariciones es constante. Según
un estudio de Parks Associates, solo el 16 % de los hogares estadounidenses con
conexión a Internet está suscrito a tres o más servicios de vídeo bajo demanda.
El
20 % está suscrito a dos y el 29 % a uno. El 36 % no tiene ninguna de estas
plataformas, tal vez por la alta aunque decreciente penetración de la
televisión por cable en el país.
De entre los clientes que tienen
contratada una OTT, dos tercios están suscritos a Netflix, Amazon Prime o Hulu,
según la consultora Nielsen. Esto deja en mal lugar a
quienes luchan por abrirse un hueco en uno de los mercados con mayor potencial
de crecimiento de la economía digital global: ¿De verdad piensan que será fácil
batir de Netflix o Amazon Prime? Quizas el megaproyecto de Disney tenga la
respuesta, pero el negocio exige gigantescas dosis de buenos productos y
marketing para arañar y mantener cuota de mercado. Algo que quizás no
podrán permitirse quienes están dando pasos por abrirse hueco en un mercado
que, según John Stankey, jefe de WarnerMedia en AT&T, podrá soportar
hasta diez servicios diferentes. La esperanza en Estados Unidos
pasa por seguir ganando cuota a los servicios de televisión por cable, que
progresivamente sufren el abandono del cliente para pasarse a los servicios de “streaming”
de las OTT. La estrategia en otros países se basa, en
crear una nueva necesidad de pagar por ver la televisión. Europa
tiene por ejemplo potentes redes de televisión pública y privada en abierto,
que durante años se han repartido el mercado, pero donde operadores como Movistar+
han decidido arriesgar por conseguir una parte de dicho mercado, para ello ha
planteado la opción de agregar el contenido de otras plataformas como por
ejemplo Netflix. y plantear la batalla antes de rendirse.
Si
bien la televisión en abierto tiene cada día un panorama más difícil para
competir, debido a factores como por ejemplo la publicidad, se han volcado a
generar contenido para ofrecérselo a las plataformas de “streaming”, como se
plantea Atresmedia. Las televisiones en abierto, han llegado a la conclusión de
que será difícil convencer a los clientes para que sustituyan un modelo a la
carta y sin publicidad por una parrilla rígida repleta de anuncios, así que el
negocio y su propia supervivencia estará en controlar los derechos de los
contenidos que difundan estas plataformas. La aparición de los OTT
no sólo está impactando en mercados relacionados como el audiovisual o el del
entretenimiento, sino que probablemente tenga que ver con el auge de las plataformas de
delivery como Glovo, JustEat o Deliveroo, de comida a domicilio. Además
está impactando de lleno en el propio negocio de las telecos, que deben
responder a un tráfico de datos que se ha incrementado de manera vertiginosa: según
datos de Netflix, sus contenidos consumen hasta 3 gigas de datos por hora de
streaming en alta definición. Se calcula que el 15 % del ancho de banda mundial
lo ocupa Netflix. Si se suma a otros importantes actores del “streaming”, la
cifra asciende al 58 %. Internet es por y para el vídeo hasta que explote dicha
burbuja.
Pero existen actores que
harán su aparición y su cartera de recursos económicos
es gigante, por ejemplo Apple o Disney. Esta situación
propiciará que al haber mayor número de oferentes por los contenidos, los
mismos suban de precio al intentar conseguir dicha exclusividad, impactando por
ello en las cuentas de dichas compañías. Esta mutación que se ha
producido en la distribución de dichos contenidos, de las salas de cine a las
múltiples pantallas que proporciona la tecnología, plantea si cabe la siguiente
pregunta, ¿Se acelerara la explosión de la burbuja del “streaming” con las nuevas
tecnologías? El “streaming” centra su problema de racionalización
como negocio en la siguiente cuestión: ¿existen suficientes horas de uso por
parte del cliente para el número de plataformas que están en el mercado?
Los
usuarios activos, son la clave para proporcionar decenas de servicios por los
que pelean las diferentes plataformas. La clave estará en que dichas
plataformas proporcionen unos servicios que cubran las necesidades por las que
pagan los clientes y superen su satisfacción y expectativas.
LA BURBUJA DE LAS SERIES
Lo racional es que, pasado
un cierto tiempo, este furor se haya estabilizado, quedando en dicho mercado
solamente los players que hayan superado dicha guerra comercial, ofertando
unos servicios a un precio que atraiga a los clientes. El problema para dichos players es que tras
esta guerra en dicho mercado, saldrán unos oferentes con quizás tengan un
apalancamiento gigantesco, por lo que falta saber si, ¿compensaran con esa exclusividad
que tendrán en dicho mercado, las fuertes inversiones que hayan invertido en el
mismo? Un visionado por el
cliente a la carta, ya sea por televisor, ordenador, tableta o móvil para el
que no es necesario esperar a una descarga -mucho menos a una emisión-
convencería a cualquiera, así que el “streaming” se ha extendido también a
las películas. A veces, se opta por un lanzamiento simultáneo (day-and-date)
en cines y plataformas; en otras ocasiones, si los nuevos servicios han
financiado las obras, estos no cuentan siquiera con las salas. Netflix
ya se plantó en el año 2017 con la oposición de la federación de cines
franceses a que sus producciones compitieran en el Festival de Cannes, sin
embargo un año después, la película “Roma”
de Netflix
se llevaba el León de Oro de Venecia. En la actualidad, todos
los grandes operadores de telecomunicaciones recurren a la televisión como
palanca para ganar clientes o incrementar los servicios prestados y, en
consecuencia, los precios. El operador estadounidense Comcast, que engloba NBC
y Telemundo, abrió en Estados Unidos el servicio de “streaming” Xfinity
Flex, el cual se ha hecho con el
control de Sky, cadena británica que también funciona en España mediante
su plataforma over the top. Telefónica anunció en el año 2017 el lanzamiento
de 14 series propias con una inversión de 100 millones de euros, https://bit.ly/2k3RFtK , en dicha noticia el
que era presidente de la compañía afirmaba que: “España puede competir con los
grandes grupos como Netflix o HBO a pesar de que ellos son grupos globales que
están en muchos más países. El talento no tiene economías de escala". Obviamente
viendo las cifras de inversión en generación de contenidos de dichos players, las
cifras de Telefónica parecen calderilla, recuérdese que este año Netflix
invertirá 15.000 millones de dólares en contenidos.
Para terminar este post
decir que aquí no se pueden invertir muchos recursos sin correr un serio riesgo
económico viendo como está el mercado. Los 4.000 millones de euros que se
invirtieron en la compra de los derechos del fútbol fue un buen experimento del
que sacar conclusiones. Como digo al principio del post con el comerciante del
desierto… En la situación del streaming será al contrario, no por echar más agua (dinero)
se sacara mucha más.
Ya lo dijo Warren
Buffet: “El precio es lo que pagas. El valor es lo que recibes”.
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