El término catarsis nació
en la antigua Grecia. Cuando Aristóteles le dio la definición de purificación
emocional, corporal y espiritual mediante experiencias de misericordia y miedo.
El filósofo la incluyo es su poética, de tragedia antigua, que no era más que
una obra literaria teatral, donde los protagonistas puestos en escenas eran
sometidos a situaciones trágicas que generalmente tenían un final fatal. Donde
expresaban claramente en el transcurso de la trama sentimientos de temor, odio,
celos, tristeza, compasión y amor, con el objetivo de que las presentaciones
sirvieran a la audiencia y vieran las
secuelas que tenía estos actos, se sintieran identificados con los personajes y
percibieran el temor de las consecuencias que originan, sin haber realizado
algún acto indebido, para que, de esta manera, lograrán entenderse mejor a sí
mismos, y evitarán repetir las acciones que llevaban a los protagonistas a esos
fatales destinos. Posteriormente el término fue retomado por los psicoanalistas
Josef
Breuer y Sigmund Freu, quienes lo denominaron método catártico,
el cual consistía, en aplicar hipnosis, y
someter al paciente a revivir hechos que le hayan causado algún trauma
en el pasado y de esta manera liberar las emociones y sentimientos reprimidos
que causan daño y frustración.
Durante los últimos cuarenta
años, el pensamiento político y las estructuras económicas impuestas protegieron
y santificaron los intereses privados frente a las necesidades colectivas de la
sociedad. La acumulación de riqueza desmedida y de capitales
arrogantes que han impulsado un buen número de dirigentes políticos e ideólogos
en todo el mundo han sembrado de minas a la sociedad actual, que ahora cuando
vienen mal dadas percibe con toda crudeza el fenómeno de la privatización que se
ha llevado en los servicios públicos. Su “religión” predicaba valores
enfermizos como el individualismo frente a la ética colectiva, la
competitividad frente a la cooperación, el éxito económico desmedido por encima
de todo como han venido sermoneando numerosos líderes políticos, económicos,
sociales, etc., sin principios. Para ello, han sacralizado
un mercado que solo ha servido para alimentar los procesos de desigualdad
económica y social más gigantescos que nunca se han visto, pero que se pone de
lado ante una crisis de escala desconocida como la que atravesamos con el
COVID-19. Pero siempre dañando al Estado a favor de sus intereses
privados. La esencia de este pensamiento la explicaba muy bien el recluso Rodrigo
Rato en su comparecencia ante el Congreso de los Diputados por la
crisis de Bankia y el rescate millonario pagado con dinero público de la sociedad
española, cuando afirmó sin complejos: “Es el mercado, amigo”. Así
trataba de eludir responsabilidades ante el saqueo de la entidad que presidía y
su posterior encarcelamiento. Durante décadas, la sociedad española ha tenido
al frente de diferentes gobiernos e instituciones públicas a auténticos ultras
del neoliberalismo, con sueldo público. Como termitas, han extendido los
dogmas de la privatización a costa de carcomer el Estado, reduciendo los
dispositivos públicos a la mínima expresión y justificando el desmantelamiento
de servicios esenciales. Y a medida que la sociedad protestaba, se manifestaba
y expresaba su oposición a estas políticas tan dañinas, ellos actuaban con más
saña reduciendo la sanidad, la investigación, los servicios sociales, la
educación y los funcionarios al límite. Son los mismos que han
debilitado el sistema sanitario en España, con una infrafinanciación, con
personal cada vez más escaso y en situación más precaria junto a procesos de
privatización crecientes que transfieren cada vez más recursos públicos al
sector privado.https://bit.ly/2Je8VuR
El mapa de la privatización
sanitaria en España ha avanzado de forma desigual dependiendo de la Comunidad
Autónoma y el color del gobierno que regía sus destinos. Así, por ejemplo, avanza mucho en las comunidades
de Madrid, Cataluña, Baleares, Canarias y País Vasco, que son las comunidades
con una mayor privatización, según un índice elaborado con nueve variables.
Dichas variables son las siguientes, de los datos de 2017 y 2018 de los Ministerios
de Sanidad y Hacienda, el Instituto Nacional de Estadística y las memorias de
Muface, la Mutualidad General Judicial y el lobby de la sanidad privada IDIS.
Ello permite analizar las siguientes variables: 1) porcentaje de población
cubierta por mutualidades de funcionarios; 2) gasto en seguros privados per
cápita; 3) gasto sanitario de bolsillo per cápita; 4) índice de camas privadas
sobre el total; 5) porcentaje de equipamiento de alta tecnología en hospitales
privados sobre el total; 6) porcentaje del gasto sanitario dedicado a
contratación con centros privados; 7) número de consultas anuales a
especialistas del sector privado; 8) número de consultas anuales al médico de
cabecera en el sector privado; y 9) presencia de modelos de colaboración
público-privada. Y en las
comunidades que menos se ha privatizado son Extremadura, Castilla La Mancha,
Andalucía (hasta que llegó el Partido Popular y Ciudadanos al gobierno de la
Comunidad) y Asturias. Los presupuestos públicos destinados
a la sanidad han pasado de constituir el 6,78% del PIB español en 2009 al 6,23%
en 2017, cayendo algo más de medio punto porcentual del PIB en la última década
(unos 6.000 millones de euros), según datos de la OCDE. Se trata de
no sólo del desgaste del sistema, sino de un proceso de privatización de la
sanidad en todos los órdenes: aseguramiento privado, conciertos, gasto de
bolsillo dedicado a la salud... La federación de asociaciones contra la privatización
de la sanidad considera la misma perniciosa en sí misma para el modelo
sanitario público, al incrementar su coste y favorecer la desigualdad. "Los
recortes y el deterioro de la sanidad pública han sido y continúan siendo el
principal incentivo para el crecimiento del sector privado, y por eso es una de
las estrategias utilizadas para favorecer la privatización",
se señala en un informe elaborado. Y añade que la privatización "va
unida a una mayor desigualdad y a exclusiones porque sólo acceden a estas fórmulas
las personas con más recursos".
Esta situación ofrece el
siguiente ranking atendiendo al grado de privatización de cada Comunidad Autónoma,
el resultado completo es este (entre paréntesis el partido que preside el
Gobierno autonómico):
– Comunidades con un "elevado
grado de privatización":
1) Comunidad de Madrid: 31
puntos (PP).
2) Cataluña. 29 (JxCAT).
3) Islas Baleares: 25
(PSIB-PSOE).
4) Canarias: 24 (CC).
5) País Vasco: 24 (PNV).
– Comunidades con "grado
intermedio de privatización":
6) Castilla y León: 20 (PP).
7) Comunidad Valenciana: 20
(PSPV).
8) Galicia: 19 (PP).
9) Comunidad de Murcia: 19
(PP).
10) Navarra: 19 (Geroa Bai).
11) Aragón: 18 (PSOE).
12) Cantabria: 18 (PRC).
13) La Rioja: 18 (PP).
– Comunidades con "bajo
grado de privatización":
14) Asturias: 16 (PSOE).
15) Andalucía: 15 (PP, tras
las elecciones del 2 de diciembre).
16) Castilla La Mancha: 13
(PSOE).
17) Extremadura: 12 (PSOE).
Haciendo un repaso al histórico
a informes de la Federación de Asociaciones en Defensa de la Sanidad Pública (FADSP),
se comprueba que Madrid y Cataluña son desde 2014 la primera y la segunda en dicho
movimiento privatizador. La tercera empezó siendo Galicia, pero desde 2017 es
Baleares. Dicha federación destaca que el movimiento privatizador tiene su
origen en la Ley General de Sanidad (1986) gobernando él Partido Socialista
con Felipe González, y su continuación en el con el mismo presidente con el conocido
como Informe Abril (1991) https://bit.ly/33Ew0Ai No obstante, a la hora de
precisar qué comunidades autónomas invierten más en conciertos en relación con
el gasto sanitario global, es preferible acudir a los datos oficiales del gasto
sanitario público del año 2017 efectuado por el Ministerio de Sanidad. En ellos
se refleja la inversión en concierto y el porcentaje que supone con respecto al
total del gasto sanitario de las 17 Comunidades Autónomas que componen el estado español:
– Cataluña: 2.677,23 millones,
un, 25,6% del total del gasto sanitario público.
– Madrid: 914,76 millones, 11,2%.
– Baleares: 173,43 millones, 11,1%.
– Canarias: 277,82, 9,6%.
– La Rioja: 34,43 millones, 7,7%.
– País Vasco: 246,92 millones, 6,7%.
– Murcia: 149,43 millones, 6,6%.
– Navarra: 67,06 millones, 6,5%.
– Asturias: 102,87 millones, 6,1%.
– Galicia: 210,07 millones, 5,4%.
– Castilla la Mancha: 147 millones, 5,3%
– Andalucía: 422,62 millones, 4,4%.
– Extremadura: 73,49 millones, 4,3%.
– Aragón: 85,66 millones, 4,2%.
– Comunidad Valenciana: 278,94 millones, 4,1%.
– Castilla y León: 138,16 millones, 3,7%.
– Cantabria: 30,05 millones, 3,5%
– Madrid: 914,76 millones, 11,2%.
– Baleares: 173,43 millones, 11,1%.
– Canarias: 277,82, 9,6%.
– La Rioja: 34,43 millones, 7,7%.
– País Vasco: 246,92 millones, 6,7%.
– Murcia: 149,43 millones, 6,6%.
– Navarra: 67,06 millones, 6,5%.
– Asturias: 102,87 millones, 6,1%.
– Galicia: 210,07 millones, 5,4%.
– Castilla la Mancha: 147 millones, 5,3%
– Andalucía: 422,62 millones, 4,4%.
– Extremadura: 73,49 millones, 4,3%.
– Aragón: 85,66 millones, 4,2%.
– Comunidad Valenciana: 278,94 millones, 4,1%.
– Castilla y León: 138,16 millones, 3,7%.
– Cantabria: 30,05 millones, 3,5%
Sin embargo, hay alumnos
aventajados en cuanto a las comunidades que abrazaron este dogma de fe
privatizador que confirman la penuria que están atravesando actualmente con él COVID-19,
es el caso de la Comunidad de
Madrid. Tras 20 años ininterrumpidos de gobiernos del PP, conviene
recordar las políticas sanitarias que desde 1995 han practicado sus 7
presidentes ,10 consejeros y decenas de colaboradores. Son ellos y no otros los
que han llevado a la sanidad pública a la situación límite en la que se
encuentra actualmente por el recorte de presupuestos y medios a las personas
que están actualmente luchando contra él COVID-19, si tenemos en cuenta que
dicha competencia esta delegada a las comunidades autónomas. Y es
que, durante años, en particular tras la llegada de Esperanza Aguirre a la
Presidencia de la Comunidad en octubre del 2003 hasta su salida en el 2012, se
ha practicado deliberada y simultáneamente una doble política: recortes
en la sanidad pública, tanto de medios humanos como materiales, y una
privatización de hecho bajo diferentes fórmulas de los nuevos hospitales.
Sus sucesores en la Puerta del Sol, con entusiasmo indisimulado y
garantizándose el futuro, se han sumado a este aquelarre de lo público solo y muy a su pesar, amortiguado
parcialmente tras el anuncio en el 2014 de la paralización de estas políticas
en la nuevos hospitales, al que se vieron obligados por los tribunales de
justicia (TSJM https://bit.ly/399V0Al
y las movilizaciones populares). La actual
presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Diaz Ayuso, como el
resto de los colaboradores que la precedieron y acompañaron en el desempeño de
gestionar lo público, han actuado con desprecio y arrogancia a todo aquel que
se oponía al desmantelamiento del sistema público de salud. Sus principales
esfuerzos mientras estaban en dicha responsabilidad se han centrado en recortar
presupuesto a la sanidad pública favoreciendo de múltiples formas y maneras a
la sanidad privada, y de paso en más de un caso, como se verá, utilizar las
puertas giratorias para reubicarse en el sector privado cobrando por los
favores hechos. https://bit.ly/2xon6KU A
día de hoy, el modelo privatizador en la sanidad pública se ha extendido como una mancha de aceite
por todo el territorio español, no obstante, la situación propiciada
por el COVID-19 ha puesto de manifiesto la precariedad y penuria que han
sembrado en la sociedad una clase política de muy diverso signo político, que
cuando menos como indico al comienzo de este post, merecen una profunda
catarsis. España tiene futuro pero
necesita urgentemente una catarsis, una profunda
reforma que establezca la separación de poderes y los controles sobre el poder
político, una regeneración completa de la vida pública que reinstaure los
fundamentos de la democracia clásica y la representación directa, y unas
trasformaciones que devuelvan la
dignidad, la voz y la capacidad de decisión a quiénes siempre debió
corresponder: los ciudadanos y la sociedad civil.
En la actualidad, el modelo
privatizador en la sanidad pública se ha extendido como una mancha de aceite
por todo el territorio español, no obstante, la situación propiciada por el COVID-19
ha puesto de manifiesto la precariedad y penuria que han sembrado en las
estructuras de la sociedad. Prestigiosos investigadores como el catedrático de Ciencias
Políticas y Políticas Públicas de la Universidad Pompeu Fabra y director del
Hopkins–UPF Public Policy Center, Vicenç Navarro, o la
prestigiosa revista International Journal of Health Services han
analizado cómo la privatización de los servicios públicos y los recortes en el
gasto sanitario están dificultando una pronta intervención contra la pandemia,
siendo el caso italiano el mejor ejemplo. Esta clase política, de
muy diverso signo político, merecen un profundo juicio cuando acabe
dicha crisis sanitaria, con las responsabilidades a que den lugar después de
años de expolio y de miles de muertos que dejara esta crisis. Cuando desde el confinamiento de nuestras
casas la sociedad sale al balcón a aplaudir emocionada a los profesionales
sanitarios que están dejándose la vida por cuidar y curar a los enfermos, junto
a una larguísima lista de otros muchos profesionales como son, funcionarios y
trabajadores que hacen posible nuestro día a día, no solo se está expresando
una gratitud enorme que sale del alma de cada individuo, también se está expresando
la grandeza de un Estado protector en momentos tan duros como el que vivimos,
la importancia de unos servicios públicos esenciales y de unos
trabajadores imprescindibles para darnos esperanzas ante el miedo y la
confusión que se cierne en este momento sobre la sociedad. Llegados a
esta situación, necesitamos que toda esa marea de aplausos se transforme en conciencia
política y social para reconstruir nuestros servicios públicos esenciales, para
dar importancia a quien realmente está con nosotros en los malos momentos, para
no volver a repetir los mismos errores que se llevan cometiendo décadas.
Defender los servicios públicos como la sanidad es defender la vida, las
personas y el interés colectivo, frente a una economía de ganadores sin ética,
del beneficio privado y la acumulación desmedida que nos venden algunos como
lema de vida. La sociedad
necesita más que nunca transformar los aplausos que se producen espontáneamente
a las ocho de la tarde en apoyo real a unos servidores y servicios públicos
imprescindibles para tener un futuro esperanzador. Y eso solo
se consigue aparte de con los tribunales que juzguen los atropellos y felonías
habidos durante esta crisis…Con las urnas.
Ya lo dijo Séneca: “Nuestra insensatez es evidente:
pensamos que pagamos solo las cosas por la cuales gastamos dinero, mientras que
consideramos gratuitas las que pagamos con nuestra propia persona”.
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