Durante la década de 1920,
Estados Unidos y Europa experimentaron un fuerte crecimiento económico, el aumento
de la producción industrial hizo que las cotizaciones bursátiles en la bolsa de
valores se incrementasen aproximadamente un 300%. Este rápido crecimiento hizo
que los inversores se volvieran codiciosos, ya que se centraron en la
posibilidad de comprar acciones y revenderlas para obtener importantes
ganancias. El período de especulación salvaje había causado un crecimiento
insostenible, lo que llevó a que los precios de las acciones se distanciaran del
valor real de las mismas. Inevitablemente, estas expectativas se
derrumbaron cuando se pusieron a la venta 12,8 millones de acciones en la bolsa
de Wall Street el 24 de octubre de 1.929
(conocido como “Jueves Negro”), lo que provocó una caída de las
cotizaciones bursátiles. El 29 de octubre, o “Martes Negro”, la Bolsa de Nueva York tenía cuatro veces
el volumen normal de operaciones, ya que los inversores en un ataque de pánico
se lanzaron al mercado para vender sus acciones. El Dow Jones cayó
más de un 12%. La crisis marcó el comienzo de la “Gran Depresión”, una recesión
que duró diez años y afectó a la mayoría de las economías occidentales generando una
pobreza y desempleo generalizados.
Las caídas en la bolsa
están impulsadas por el pánico de los inversores cuando existen factores económicos
subyacentes que golpean la economía y sus expectativas. La pérdida de confianza
de los inversores puede dar lugar a un número de ventas importantes en la bolsa
de valores y a la caída de precios resultante puede desencadenar una venta
masiva, es lo que se conoce como pánico en las bolsas. Este aumento del volumen
de las operaciones agrava la caída de los precios de los valores. Con la
internacionalización de los mercados y la conexión de la economía en la globalización
ha permitido que los desplomes sean simultáneos en todas las bolsas a nivel
mundial, lo cual puede magnificar el colapso de los mercados. La situación por
la que estamos pasando hoy en día viene agravada principalmente por dos
factores que han coincido en el tiempo, el problema del COVID-19 y el desplome
del precio del petróleo debido al no acuerdo entre los productores en la reducción
de bombeo al mercado debido a una caída en las expectativas del crecimiento económico
por dicho coronavirus. Ambos factores están permitiendo que se
produzca un desplome generalizado en el mercado que en algunos momentos ha
llegado a una situación de pánico. Independientemente de su causa, no todas las caídas de las bolsas llevan efectos
económicos duraderos. Algunos son solo lo que se denomina “flash crashes”, que son
caídas a corto plazo en el mercado de valores, sin embargo, lo que está
sucediendo actualmente tiene factores que hacen que el mismo vaya a ser cuando
menos duradero en un plazo de tiempo al desconocerse todavía expectativas que
permitan atisbar solución al problema del COVID-19.
La caída de la libra
frente al dólar: un desplome de apenas unos minutos en una trayectoria en baja
que se ha agravado tras el Brexit. La libra cayó a su nivel más bajo en 31 años.
Benjamin Graham, el padre del “value investing” y mentor de Warren
Buffett, decía que en el corto plazo las bolsas se comportan como “Mister
Market”, un personaje de su invención que se dejaba llevar por la
euforia o el pánico. Es decir, que sobre-reaccionaba a las noticias,
buenas y malas, generando volatilidad, incertidumbre y esos picos
de sierra que son tan comunes en las gráficas bursátiles. Sin embargo, a largo
plazo, aseguraba Graham, que “Mister Market” recuperaba la cordura
y terminaba por reflejar el verdadero valor de las compañías. Otra cuestión es
en aquellas compañías que vienen sufriendo un castigo bursátil reiterado por
los problemas que atraviesan en la gestión de su estrategia, lo cual genera
factores que hacen dudar al inversor sobre la capacidad de los gestores, dichos
factores son como pueden ser; gran endeudamiento, caída de ingresos, pérdida
de cuota de mercado, etc. En estas compañías con dicha precariedad,
las sacudidas bursátiles producen efectos devastadores, ya que a la
desconfianza de los inversores que tienen sobre la misma se une la desconfianza
general que se produce en la economía ante noticias que ponen en duda el
devenir de la economía. Ante dicha situación, algunos directivos tratan de
salir del atolladero con operaciones corporativas que en la mayoría de los
casos no generan valor para los accionistas, al ser operaciones de enajenación
de activos los cuales terminan malvendiéndose a unos precios cuyos múltiplos son
muy inferiores a los que tienen, debido a la necesidad de la compañía por
obtener liquidez con el fin de atender necesidades que mejoren su percepción en
los mercados.
Por eso, Graham (y los value) aseguraba que le encantaban las sesiones como las vividas hoy con enormes turbulencias en las bolsas. En ellas, el miedo se apodera de los inversores, que se lanzan a vender un poco sin ton ni son, sin discriminar si todas las empresas se van a ver perjudicadas por los factores que generan dicho nerviosismo; si esta situación durará semanas, meses o años; o si el castigo en el precio de la acción es proporcional a la caída de los beneficios. Y ahí, que en ese pequeño caos, aparecen las mejores oportunidades. Bien es cierto, que aquellas compañías que vienen renqueando cuando se produce esta situación se encuentran en un enorme peligro de cara a otros competidores que si están aguantando dicha situación, su capitalización bursátil se vuelve tan reducida que son enormemente atractivas para ser opadas por otros competidores. El caso de Telefónica es un ejemplo perfecto de dicha situación, el castigo que viene sufriendo la acción desde el 19 de febrero ha hecho que haya perdido todos los soportes que tenía. En este momento es un valor sin un soporte claro en caída libre, pero si cabe lo más preocupante es, que cuando esta situación de volatilidad pase la acción no recuperará por los problemas en la gestión que arrastra.
Por eso, Graham (y los value) aseguraba que le encantaban las sesiones como las vividas hoy con enormes turbulencias en las bolsas. En ellas, el miedo se apodera de los inversores, que se lanzan a vender un poco sin ton ni son, sin discriminar si todas las empresas se van a ver perjudicadas por los factores que generan dicho nerviosismo; si esta situación durará semanas, meses o años; o si el castigo en el precio de la acción es proporcional a la caída de los beneficios. Y ahí, que en ese pequeño caos, aparecen las mejores oportunidades. Bien es cierto, que aquellas compañías que vienen renqueando cuando se produce esta situación se encuentran en un enorme peligro de cara a otros competidores que si están aguantando dicha situación, su capitalización bursátil se vuelve tan reducida que son enormemente atractivas para ser opadas por otros competidores. El caso de Telefónica es un ejemplo perfecto de dicha situación, el castigo que viene sufriendo la acción desde el 19 de febrero ha hecho que haya perdido todos los soportes que tenía. En este momento es un valor sin un soporte claro en caída libre, pero si cabe lo más preocupante es, que cuando esta situación de volatilidad pase la acción no recuperará por los problemas en la gestión que arrastra.
Intentar
justificar las caídas de hoy con el resto de compañías que también cayeron, es
quizás una explicación muy pobre por
parte de quien la utiliza, ya que tenemos ejemplos de compañías del mismo
sector que Telefónica que no están sufriendo los rigores de los mercados, un
ejemplo de ello es Verizon Communications o China Mobile que se mueven en una horquilla de
caída de entre el 2% y 3%. Sin embargo otras grandes telecos se mueven en un
rango de caída de entre el 6% y 10%, como son Vodafone, Telefónica, AT&T,
Deustche Telekom, Telecom Italia, BT. El jueves se reúne el Banco
Central Europeo (BCE), con el fin de adoptar medidas como por
ejemplo recortes de tipos de 10 puntos básicos, ajustes a las garantías,
operaciones de refinanciación a más largo plazo (TLTRO) y un aumento del
Programa de Compra del Sector Corporativo (CSPP)". De
cualquier forma, todos los bancos centrales adoptaran medidas con el fin de
esquivar la posible recesión que aparece en el horizonte. Mientras dure la turbulencia bursátil
que azota los mercados, a las compañías con problemas no les queda más que
hacer examen de lo que les está sucediendo, sus accionistas dominicales tienen
que valorar si la caída del 50,69% que acumula por ejemplo Telefónica desde que
entró el actual equipo directivo es lo normal o…Habría hacer alguna cosa
más mientras los mercados encuentran la calma.
Ya
lo dijo Benjamin Graham: “Usted
no tendrá razón ni se equivocará por el hecho de que la multitud no esté de
acuerdo con usted. Tendrá razón porque sus datos y razonamiento sean correctos.”
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