En el año 1987, un
adolescente de Alemania Occidental conmocionó al mundo, al superar las
defensas aéreas soviéticas para aterrizar una avioneta Cessna en la Plaza Roja
de Moscú. Fue encarcelado durante más de un año, pero el ministerio
de Relaciones Exteriores de la entonces Unión Soviética anunció su rechazo a la
apelación del adolescente alemán en contra de su condena a prisión. Mathias
Rust, de apenas 19 años, voló más de 750 kilómetros a través de cada
escudo defensivo soviético en un avión de un solo motor para aterrizar a las
puertas del Kremlin. La idea se le había ocurrido un año antes, mientras veía
la televisión en casa de sus padres en Hamburgo, en la entonces Alemania
Occidental. Una cumbre entre los presidentes de Estados Unidos y la Unión
Soviética en Reykjavik había terminado en un punto muerto, y el
adolescente, que tenía pasión por la política, sentía que quería hacer algo
para marcar una diferencia. "Creo que todos los seres humanos en
este planeta son responsables de lograr algunos avances y yo estaba buscando
una oportunidad para hacer mi parte en ello", dice. Estaba pensando que
podría utilizar la aeronave para construir un puente imaginario entre Oriente y
Occidente y mostrar que mucha gente en Europa quería mejorar las relaciones
entre nuestros mundos". Rust ya tenía una licencia
de piloto y sumaba 50 horas de vuelo cuando se le ocurrió poner en práctica su
habilidad. El 13 de mayo de 1987 les anunció a sus padres que se iba a recorrer
el norte de Europa en un avión Cessna, con el objeto de sumar el número de
horas requerido para obtener su licencia de piloto profesional. Su primera
parada fue en las Islas Shetland en el norte del Reino Unido, luego las Islas
Feroe. Pasó una noche en cada una. Después vino la capital de Islandia, Reykjavik,
y Bergen en Noruega, antes de llegar a la capital finlandesa,
Helsinki, el 25 de mayo. Allí pasó varios días, tratando de decidir si
realmente tenía el coraje de seguir adelante con su plan. Tenía buenas razones
para estar nervioso. La Unión Soviética poseía el mayor sistema de defensa
aérea en el mundo. Menos de cinco años antes, un avión civil de Corea del Sur
había sido derribado luego de extraviarse en el espacio aéreo soviético. La
acción causó la muerte de los 269 pasajeros a bordo. En la mañana del 28 de
mayo, Rust le dijo al centro de control de tráfico aéreo en
Helsinki que se dirigía a Estocolmo, en Suecia. Aún entonces no estaba
completamente seguro de que haría lo que estaba pensando. "Tomé la
decisión final una media hora después de la salida. Cambié la dirección en 170
grados y me dirigí directamente hacia Moscú". En Helsinki, los
operadores de control aéreo comenzaron a preocuparse. El joven iba en la
dirección equivocada. Luego se desvaneció de las pantallas de radar, antes de
que pudieran establecer contacto por radio. La guardia costera finlandesa
inició una búsqueda frenética de la avioneta. Al observar una mancha de aceite
en la superficie del mar, trajeron buzos para hallar lo que pensaban era un
accidente. Mientras era buscado, Rust se hallaba cómodamente
sentado en la cabina mientras su avión cruzaba el espacio aéreo soviético,
sobre Estonia. En cuestión de minutos fue registrado por el radar soviético y
menos de una hora después un avión de combate MiG se acercó al Cessna. "Pasó
por mi lado izquierdo, tan cerca que pude ver a los dos pilotos sentados en la
cabina y vi, por supuesto, la estrella roja del ala de la nave". Estaba
aterrado. En lugar de atacarlo, el avión pasó de largo y desapareció entre las
nubes. Una combinación de increíble suerte y de error humano llevó a que la
avioneta de Rust fuese confundida con una nave amiga. Un avión se
había estrellado el día anterior y estaba en curso una operación de rescate,
además de un vuelo de entrenamiento de nuevos pilotos. Esto dio lugar a una
confusión en el aire y en los centros de control. De alguna manera Rust
logró volar cientos de kilómetros a través del espacio aéreo soviético sin
ningún otro contacto de la fuerza de defensa. "No podía creer que en
realidad sobreviví", recuerda. Pero el alivio que sintió al
ver las torres y cúpulas de Moscú se desvaneció rápidamente, al darse cuenta de
que el aterrizaje iba a ser difícil. Él quería aterrizar en el centro de la
Plaza Roja con el fin de generar un gran revuelo, pero el lugar estaba lleno de
gente. Sobre el terreno, los ciudadanos soviéticos se detuvieron y miraron con
asombro cómo la pequeña avioneta blanca se desplazaba a sólo 10 metros por
encima del suelo. Finalmente, Rust vio un puente de cuatro
carriles al lado de la Catedral de San Basilio, por lo que dio otra vuelta y se
posó en ese lugar. A eso de las 19:00, justo cuando el sol se ponía, Rust
rodó su avión hasta la plaza y salió de la cabina para saludar a las multitudes
que se congregaron en torno a él. Querían saber de dónde era el joven
extranjero y por qué estaba allí. "Estoy aquí en una misión de paz
de Alemania", les dijo.
Cuando estos estrecharon su
mano, contentos de conocer a un aliado, él tuvo que explicar que venía de "la
otra Alemania", la Occidental, no la comunista del Este, como éstos
creían. Una vez que la policía se recuperó de la sorpresa de hallar aparcado un
avión no autorizado a las puertas del Kremlin, Rust fue detenido.
Pasó horas tratando de convencer a las autoridades de que había actuado solo y
que no formaba parte de un complot siniestro urdido por gobiernos extranjeros.
En
el Kremlin había conmoción y un montón de caras rojas a medida que se hacía
evidente lo humillante del incidente. El entonces presidente Mijail Gorbachov aprovecho
dicho incidente a su favor para librarse de algunos oficiales a quienes veía
como un obstáculo en la vía de sus reformas, en concreto se libró de la plana
mayor del ejército, hasta 300 generales, comenzando por el jefe de la defensa
aérea, el general Alexander Koldunov, y el propio ministro de defensa, Mariscal
Sergei Sokolov. En
el año 1988, tras la firma de un tratado de no proliferación de armas nucleares
firmado por Reagan y Gorbachov, Rust fue liberado como un gesto de buena
voluntad.
El COVID-19 ha
sido el desencadenante de una batería de medidas adoptada por el gobierno a través de un Real Decreto-Ley http://bit.ly/2w5tUNz, el cual movilizará unos 200.000 millones de euros,
aproximadamente el 20% del PIB español, con el fin de amortiguar
el impacto económico de la crisis del coronavirus. De dichos fondos, 117.000
millones serán públicos y el resto serán de índole privada. Garantizar la liquidez
de las compañías es uno de los principales objetivos de todo este plan, ya
que el objetivo del mismo es hacer que la crisis sea lo más breve posible,
marcando una figura en V y no en L. Dentro del amplio paquete de
medidas económicas adoptadas, existe una medida ampliamente esperada que tenía
en vilo a muchos stakeholders (grupos de interés) de compañías sistémicas
de la economía española como es Telefónica. El desplome bursátil
provocado por el coronavirus ha golpeado la capitalización bursátil de
las empresas del IBEX-35 situándolas a tiro de OPA debido a la escasa capitalización
que tenían. Para blindar a las cotizadas del selectivo IBEX-35
y evitar que compañías españolas de sectores estratégicos acaben en manos extranjeras,
el ejecutivo ha "reformado la normativa sobre inversiones
exteriores para impedir que empresas de países de fuera de la UE puedan hacerse
con el control de entidades españolas en sectores estratégicos”. Con
esta decisión el Gobierno quiere impedir http://bit.ly/39lJeEa que compañías extranjeras aprovechen el "desplome
bursátil " del valor de las acciones para realizar una OPA que las
sustraiga de la economía española, desplazando su centro de decisiones e
intereses a países extranjeros como sucedió con Endesa con la compañía ENEL. Esta
medida forma parte del Real Decreto Ley aprobado este martes por el Consejo de
Ministros con medidas económicas para afrontar la crisis del coronavirus.
Conviene recordar hasta hoy los
hechos acaecidos en el devenir de dicha compañía, que el 8 de abril del año
2016, cambió de presidente cotizando el valor de la acción a 9,31 euros.
En estos casi cuatro años de dirección del actual equipo directivo, la acción no
ha hecho más que seguir una caída prolongada que se ha visto agravada por él
coronavirus. La acción llegó a tocar un suelo de 3,65 euros, con una capitalización
bursátil de poco más de 18.000 millones de euros. El 27 de noviembre del 2019, el actual equipo
directivo presentó un nuevo plan estratégico, el mismo se centraba en cinco medidas, entre las que se incluía centrar
el foco en las divisiones de España, Brasil, Reino Unido y Alemania; escindir
su filial de Hispanoamérica en una única sociedad (spin-off), la cual podría
ser vendida parcial o totalmente a inversores. Además, se crearían
dos nuevas unidades de negocio, Telefónica Tech y Telefónica Infra,
con esta última la operadora buscaba colocar miles de emplazamientos a Telxius
con el objetivo de rentabilizar su portfolio y, a la vez, mantener el control, de
dicho activo, lo que se llamaba “monetizar” por él equipo
directivo, y por último redefinir el centro corporativo con
cambios en la estructura del comité ejecutivo de la empresa.
Conviene recordar que, desde
la presentación del plan estratégico, la sociedad española ha sido bombardeada
un día sí y otro también con medidas explícitas del desarrollo de dicho plan
tales como, la entrada de fondos soberanos extranjeros en el accionariado,
la venta de miles de torres, la venta de la división Latinoamericana, etc. http://bit.ly/2UqLt4k,
pero ninguna se ha llevado a efecto, más allá del ruido mediático que generaban.
Frente a esta situación, la batalla de la imagen pública ha sido uno de los
principales focos en los que se ha centrado él actual equipo directivo, más allá
de lo que estaba sucediendo, que no era otra cosa que la compañía día
tras día perdía valor y estaba más débil. A esta situación ha
contribuido la enajenación y venta de múltiples activos como por ejemplo; la
división de Centroamérica, 11 centros de datos a Asterión, Antares, etc.
http://bit.ly/3b2TFN9 Si a eso añadimos la salida de capital
que ha supuesto el pago del dividendo que se ha efectuado en estos últimos cuatro
años, unos 8.000 millones de euros, que se podían haber destinado a la reducción
de deuda combinado con un plan de recompra de acciones a fin de garantizar que el
valor de la acción fuera ganando valor, la foto que resulta es la que tiene
actualmente la compañía.
La medida que adopta el gobierno
por la situación que vivimos por el COVID-19, es lógica y
garantista con los bienes de quien representa en el estado español.
Con la misma se pretende que un bien del estado español y de sus
ciudadanos no caiga en manos ajenas de aquellos que durante casi 96 años (19 de
abril de 1924 se fundó) contribuyeron a lo que hoy es la misma, aunque tenga
capital privado en su totalidad. Esa anomalía por ejemplo no la
cometieron países de nuestro entorno que encabezan la Unión Europea como son Francia
y Alemania. Sus operadoras de bandera en ambos países, France Telecom y Deutsche
Telekom tienen una participación del estado minoritaria en su capital, que se
rigen por criterios privados. El estado francés tiene el 23% del
operador France Telecom y en Alemania su gobierno tiene de forma directa el
15,7% y el banco público KFW el 14% sobre el operador Deutsche Telekom. Con
este paso dado por el gobierno actual de España, se inicia el camino
de marcha atrás que significo dejar compañías estratégicas al albur del mercado,
con resultados que nos han conducido a donde estamos. Como mínimo en los próximos días, veremos cómo
se articulan las medidas que garanticen la españolidad de dichas compañías en sectores
estratégicos, bien sea con la toma de una participación minoritaria por
parte de algún organismo público como puede ser el ICO, o con la adopción de
otras medidas. Lo que parece claro, es que será el COVID-19,
un hecho ajeno a la economía, el que puede servir como desencadenante de medidas como
lo fue el aterrizaje de Mathias Rust en la Plaza Roja el que
facilitó el triunfo de la perestroika de Mijail Gorbachov en la
Unión Soviética… De esta forma el desasosiego que existía con el
devenir de compañías como Telefónica llega a su fin.
Ya lo dijo Mijail Gorbachov:
“Una Europa débil va a perder su papel de vanguardia del desarrollo
mundial. Nos hemos dormido en los laureles”.
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