La filosofía es un discurso
de segundo orden (es decir, un saber abstracto). La misma permite
generalizar afirmaciones de ciencias particulares y aplicarlas a ámbitos más
generales. También plantea problemas que afectan a determinados
supuestos de un saber dado, a sus límites o a sus pretensiones y cuestiona
presuntas evidencias de la experiencia común. De este modo, las
distintas disciplinas científicas se ocuparían del conocimiento y explicación
del mundo (o de alguna parte de la realidad), y la
filosofía constituiría un discurso de segundo orden que toma como objeto de
reflexión a aquellas disciplinas. También se concibe como un saber
absoluto y general acerca del mundo. Desde este punto de vista la filosofía
consistiría en un corpus de ideas, más o menos coherentes, en el que se recogen
las concepciones últimas y más generales que el ser humano sostiene en relación
con el mundo en el que vive. Los partidarios de esta concepción suelen
considerar que hay dos niveles en la filosofía entendida como concepción
general del mundo: un primer nivel constituido por el conjunto de
ideas y creencias generales que los seres humanos adquirimos en los procesos de
socialización; y un segundo nivel, que podemos denominar “filosofía académica”
o “filosofía profesional”, que se encarga de ilustrar, es decir, de someter a
la luz de la razón, aquellas concepciones globales que la gente mantiene de
manera inconsciente. Con ello se dota al ser humano de un
conjunto de ideas y principios que le permitan afrontar las dificultades con
las que a menudo tropieza en la vida.
Ayer se publicaba en una red
social, LinkedIn http://bit.ly/2W1WFVZ, una carta del presidente de la operadora en la
cual manifestaba una serie de medidas que acometía la teleco frente a la situación
de emergencia que vive la sociedad española en determinadas partes del
territorio español frente el COVID-19. Si algo ha demostrado la situación actual,
es que dicho coronavirus está generando en la sociedad ciertos problemas por
las debilidades que dificultan el funcionamiento normal de la misma cuando se
tienen que adoptar medidas extremas con el fin de evitar la propagación de
dicho problema. La movilidad de personas por cualquier parte del mundo
en cuestión de horas es quizás uno de los mayores logros que ha conseguido el
ser humano, pero también es uno de los mayores hándicaps para la propagación de
dicha enfermedad. En dicha carta se proponen una serie de medidas para
diferentes grupos e interés (stakeholders) como son empleados, clientes,
administraciones, hijos, etc., todas ellas tendentes a mitigar temporalmente los
posibles trastornos que ocasiona dicha pandemia. Hasta aquí todo
parece correcto con el fin que debe tener una compañía con la sociedad en la que
tiene sus operaciones. Sin embargo, dentro de dicha carta me quiero
quedar con un párrafo que sí considero importante, ya que ilustra quizás muy
certeramente lo que no se está haciendo con respecto al 1.200.000 accionistas
que tiene la compañía, y que están viendo como su patrimonio merma un día si y
otro también por el devenir de la operadora en los mercados bursátiles.
El párrafo es el siguiente:
“Se ha dicho, con
buen criterio, que el propósito de una compañía no puede ser una simple frase
vacía, sino su razón de ser fundamental; aquello que practica a diario para
generar valor para sus grupos de interés”.
Ayer la cotización de
la operadora cerró en el mercado bursátil a 4,48 euros por acción, sin embargo,
no hay que olvidar que el actual equipo directivo cuando se puso al frente de
la operadora en 8 de abril del 2016, la cotización era de 9,31 euros. La minusvalía
a fecha de ayer era del 51,88%. Esta situación bursátil de
precariedad se agravó a partir del 19 de febrero de este año cuando la
cotización estaba a 6,54 euros. La caída de la acción ha sido constante desde
entonces, rompiendo soportes y bajando la misma hasta cotas desconocidas. Esta
situación ha situado el valor de la compañía en poco más de 23.000 millones de
euros. Ante la situación por la que atraviesa en los mercados la compañía, se
ha impuesto un silencio explícito y tácito, tanto en medidas como en
explicaciones, con el fin de mitigar lo que está sucediendo a el 1.200.000
accionista que tienen su patrimonio en entredicho. http://bit.ly/337PSvr
Para ello se emplea la
estrategia de saturar a la sociedad con información insustancial e
intrascendente que saque el foco de aquello que, si es importante. Con
ello se consigue fatigar y desviar la atención de lo importante, en base a
un exceso de información de valor secundario, materializando una “idiocracia”
social a través de una sobreinformación que se vuelve un mero entretenimiento.
Frente a este tipo de acción no cabe más que reaccionar generando un vacío como
forma de resistencia a esa sobreabundancia informativa. Y eso que pocos estados
tienen peor reputación que el aburrimiento en un mundo que es un mercado, con
numerosos agentes que combaten la pasividad con todo tipo de bienes y
servicios. No se puede asegurar que la tecnología sea un factor distorsionador de
la realidad, ya que no todo el mundo hace un uso torticero del mismo, sin
embargo, si se pude afirmar que la misma facilita esa sobrexposición, Tuenti,
Facebook, LinKedIn o Twitter juegan hoy en día un papel clave en la
maquinaria de la propaganda con el que se bombardea al ciudadano. Analistas
como Maryanne Wolf y Edward Tenner afirman que las
labores y consumos simultáneos instigados por dispositivos como los
ordenadores, los teléfonos móviles y las tabletas alejan igualmente a los
individuos adultos de los modos de pensamiento que requieren reflexión. La
tecnología propicia que los ciudadanos sean más eficientes procesando la información,
sin embargo, la revolución digital en algunos casos genera un desenfreno
digital que deshumaniza y aleja a los ciudadanos de la realidad a la que se ven
expuestos.
Antes de la eclosión de
dichas redes sociales, las personas vuelcan su atención en las mismas buscando
la información que otros medios no facilitan, movidos por factores que como
reconocía hace poco tiempo en una conferencia, Jesús Cacho,
editor y propietario del medio digital Vozpopuli http://bit.ly/2TkIIz8, se pliegan ante la
necesidad de ingresos para poder funcionar en un mercado como es el de la
prensa, donde la independencia está reñida con la información en cuanto a
veracidad y transparencia con respecto a quien paga. La situación y
fuerza que tienen dichas redes sociales, son un factor que tienta a más
de un directivo de compañía en la búsqueda de reconocimiento en las mismas con
el fin de tapar o ocultar una realidad que le es hostil. No debemos olvidar separar, lo
urgente de lo importante, ya que esa sobre exposición social a la que se ve sometido
el ciudadano tiene su lado oscuro en el desvío de la atención de cuestiones que
si son fundamentales para el mismo. Este factor es crítico
en cuanto a la motivación de quienes las utilizan, ya que pretende en algunas ocasiones
desviar o torcer una realidad que le es hostil en cuanto a reflejar la realidad
de la gestión desempeñada por él mismo. Esa exuberancia informativa
es efímera, puesto que nace predestinada a sufrir una defunción precoz en un
ambiente que cuenta con altas y bajas. Por ejemplo, el número de páginas
aumenta a un ritmo de 10.000 por hora, mientras que cada día mueren más de
300.000 personas con perfil en Facebook. En un año se pueden generar datos
binarios equivalentes a los volúmenes escritos en la historia completa. Para
gestionar ese exceso de información que tiende al infinito se aplica la
teoría económica a la atención. Eso es la economía de la atención, una
disciplina desarrollada para reducir la angustia de los privilegiados que
pueden permitirse el lujo de saber demasiado y que quieren que los demás no se
fijen en lo importante.
Para terminar, decir
que la realidad de 1.200.000 accionistas que tiene su dinero en la operadora y
fijan su atención sobre lo que de verdad les importa, no debe ser oscurecida
con el deber que tiene la misma con la sociedad a la que presta sus servicios, con
el fin de que el problema sea minimizado en su gravedad. El COVID-19
ha puesto a las sociedades de todo el mundo ante un reto médico de proporciones
gravísimas que hacía mucho tiempo que no se vislumbraba, y todo ello, con
la facilidad que proporciona la tecnología en cuanto la inmediatez que facilita
el conocimiento a la sociedad. Es una obligación de los
directivos de la compañía como bien recoge la carta en la red LinkedIn, crear
valor para los diferentes stakeholders de la operadora, sin embargo, para ello
es fundamental el situar los problemas en su verdadera magnitud…Y no sobre ponderar
cuestiones que siendo graves exceden el ámbito de actuación de dichos
directivos…Ya que esta acción puede terminar saturando a la sociedad.
Ya lo dijo Albert Camus:
“Al principio de las catástrofes, y cuando han terminado, se hace siempre
algo de retórica. En el primer caso, aún no se ha perdido la costumbre; en el
segundo, se ha recuperado. Es en el mismo momento de la desgracia cuando uno se
acostumbra a la verdad.”
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