lunes, 5 de diciembre de 2016

AUSENCIA DE VALORES...RUINA ÉTICA Y ECONÓMICA EN LA EMPRESA



Alice Stewart fue una mujer que nació en Inglaterra en el año 1906, estudió medicina especializándose en epidemióloga y en particular sobre los efectos de la radiación. A raíz de sus estudios, en el año 1952 descubrió por medio de la comparación estadística que las mujeres embarazadas sometidas a rayos X, presentaban altos porcentajes de niños muertos en nacimientos o con graves enfermedades con motivo de la exposición a esa radiación. En esos años la panacea de la tecnología y de su aplicación en la medicina era el uso de los rayos X. Descubrió que ese avance en la ciencia afectaba gravemente a la salud y por ello decidió que iba a dar a conocer el verdadero daño que causaba dicha tecnología en los seres humanos. 
Durante años hizo campañas para concienciar a la opinión pública, trató de convencer a gobiernos, científicos y sociedades médicas de todo el mundo de los peligros para las mujeres. Su acción fue reconocida 15 años después. Es difícil imaginar los días de desaliento, frustración, soledad e impotencia al ver que ella tenía razón y nadie lo aceptaba. Qué fácil habría sido abandonar su postura, sin embargo ella fue constante y consecuente a la decisión que había tomado. Hoy en día cuando uno entra en una sala de rayos X y se leen carteles que advierten a las mujeres embarazadas de los riesgos a su exposición, uno no puede por menos que agradecer a dicha doctora su tesón y esfuerzo por la cantidad de vidas que logro salvar su empeño. En 1986 fue distinguida con el Premio al Sustento Bien Ganado o Premio Nobel Alternativo, un premio anual concedido en Estocolmo. Stewart finalmente consiguió su codiciado título de "profesora" por su nombramiento como catedrática en él Lady Margaret Hall en Oxford. En 1997 Stewart fue nombrada primera presidenta del Comité Europeo de Riesgos de la Radiación.


Los “valores” son cualidades valiosas en las personas, organizaciones e instituciones que apreciamos, son estos valores la palanca que impulsan a los individuos a hacerlos realidad cuando todavía no existen, y mantenerlos o cuidarlos cuando ya existen. En general se consideran “valores” a todo aquello que nuestras creencias, algunas de ellas heredadas de una larga tradición, y otras asumidas innovadoramente desde la autonomía personal, señalan como valioso, como digno de ser realizado, mantenido y fomentado. 


La falta de estos criterios morales y deontológicos estandarizados, que guíen con fuerza y ética en muchos casos la actividad de las distintas organizaciones empresariales, ha evidenciado una necesidad que todavía en la actualidad no ha sido subsanada, ya que muchos de los actores que han conducido a esta situación de penuria y calamidad moral y social están sentados en los consejos de administración en algunas compañías, no tanto por lo que pueden aportar como por el hecho de no mover o estudiar la inercia que ha llevado a dichas compañías a la situación en la que se encuentran. Los programas en las escuelas de negocios sobre ética profesional o la (RSC) Responsabilidad Social Corporativa no curan el verdadero problema que subyace en el mundo empresarial en la actualidad, que no es otro que el relevo generacional de las personas que han llevado a muchas compañías a languidecer cuando no a desaparecer como verdaderos actores y catalizadores en la sociedad. Sus modos y formas de gestionar han sido un lastre que se ha constatado con elevados endeudamientos, perdidas de cuota de mercado donde las compañías operaban, pérdidas de capitalización bursátil, etc. Sus estrategias empresariales y la falta de visión de lo que demandaba el mercado y la sociedad en su momento han sido un verdadero hándicap para anticipar y liderar el cambio que se avecinaba. Si hoy la ética empresarial y (RSC) son dos valores en alza en cuanto a fiabilidad y garantía de compañías sanas y robustas, en otras, son utilizados más como pantalla que proyecta una ilusión entre sus plantillas y la sociedad donde opera dicha compañía que para nada se corresponde con la realidad.
En 1936 el escritor F. Scott Fitzgerald iluminó el arranque de su ensayo The Crack-Up (el estadillo) con una frase que se pega a la conciencia al igual que una mala acción. El novelista habla en “La Grieta” de su propio hundimiento y del colapso de un mundo que terminó con la Gran Depresión de 1929. Actualmente a la sociedad le ocurre lo mismo con algunas de sus organizaciones empresariales, para las mismas, les resulta imposible abordar el desafío económico por el que están atravesando, si no se pone como referente en las personas que las integran, la ética y los principios tanto a nivel individual como colectivamente. En plena crisis, Friedrich Schneider, profesor de economía de la Universidad Johannes Kepler en Linz (Austria), calculo que la corrupción y mala gestión le costaba a España el 1% de su PIB (producto interior bruto) anualmente, unos 10.000 millones de euros, http://bit.ly/2gULZBS  En la última década 100.000 millones se han ido por ese sumidero. La Universidad de Las Palmas estimó esa vergüenza en 50.000 millones, porque además del perjuicio económico sumaba el impacto social y el coste en la reputación de las empresas. En el fondo pervive algo mucho más profundo que la economía y es cómo una empresa, y su comportamiento, impacta en los diferentes miembros de la sociedad. De ahí que algunas organizaciones hablen de “capitalismo ético” o “capitalismo responsable”. “Si el fin que mueve a la compañía es obtener dinero sobre dinero, caiga quien caiga, esa empresa aporta muy poco para que los empleados que la integran se sientan orgullosos de pertenecer a la misma. La regla que debe inspirar la vida es, “vivir bien, vivir a gusto y dejar vivir”. Esa mirada humanista resulta inherente a Antonio Garrigues Walker, impulsor del bufete Garrigues. “Hay un cambio radical en la actitud de las empresas en todos los sentidos. Esto es lógico. A nada que desaparece la sensación de impunidad la gente se pone a pensar. Se da cuenta de que el crimen no paga y que la gran mayoría de los corruptos han caído”.

La ética es el pilar más importante del desarrollo de una organización empresarial, debida a que los valores que inspira la misma son la base sobre los que se asienta la visión de los diferentes stakeholders que convergen en la compañía. Marianne Jennings enumera los indicios de la quiebra moral de una organización empresarial en su libro "The Seven Signs of Ethical Collapse". La autora indica como los problemas económicos de una empresa pueden estar causados por la ausencia de valores sólidos. Los siete indicios de colapso ético y económico de una compañía son los siguientes según dicha autora: 

  1. La coacción por los números aporta una visión reduccionista del desarrollo de una empresa. El aspecto cuantitativo de un negocio, interpretado desde la perspectiva del beneficio, es muy importante, sin embargo, una organización que queda desnuda del valor humano de la ética, en algún momento, pierde su esencia propia. Ya que por muy profesional que sea un trabajador en su puesto de empleo, si sus valores no son constructivos para la organización, se transforma en una persona tóxica para la empresa. Por ejemplo, un empleado codicioso puede tener múltiples tentaciones de buscar su propio beneficio más allá del bien común.
  2. La cultura del miedo y silencio deriva en una falta de libertad en la compañía y genera un entorno de ocultación y fraude. Esto ocurre cuando los empleados, a pesar de ser conscientes de las deficiencias del entorno, actúan con indiferencia buscando solamente que dicha marea negra no les alcance. Por lo tanto, los problemas se prolongan en el tiempo e incluso, se magnifican al crecer y ser estructurales. El miedo puede ser de diferentes tipos, por ejemplo, un empleado puede tener miedo a ser despedido o no poder ascender dentro de la compañía. Una de las claves que decidirá el futuro de una compañía será el ámbito de libertad y dialogo que se establezca en la misma.
  3. Cuando el jefe o líder forma camarillas con un grupo de empleados idólatras, no hace crítica constructiva, puesto que no puede complementar sus propios puntos de vista con las observaciones del personal. El puesto de director o presidente es quizás de los más importantes en una compañía, sin embargo, puede ocurrir que esta persona no esté lo suficientemente capacitado para esta función o, incluso, tenga una visión poco realista de sí mismo y su capacidad. En ocasiones, los directivos o mandos hacen uso y abuso de su poder con hechos como, contrataciones de personas amigas. Es esencial seleccionar a todos los miembros de la empresa a partir de los méritos de su currículum, su experiencia de trabajo y también de sus aptitudes.  
  4. Algunas organizaciones carentes de valores sólidos se consideran tan diferentes a las demás que creen que las normas aplicables al resto de negocios no son estrictamente prácticas en su propio espacio. Sin embargo, la ausencia de normas claras conduce a una forma de gobierno empresarial sin una dirección sólida. Se establece una autarquía de gobierno corporativo, donde la disidencia y la disensión se castiga y penaliza aun cuando lo que se objeta este contrastado por los resultados y métricas obtenidos hasta la fecha. Esto lo único que genera es una asistencia al caos en silencio, donde como dice el símil, “la orquesta del Titanic sigue tocando mientras el barco se hunde”.
  5. En ocasiones, la supuesta buena finalidad de una organización que realiza labores filantrópicas encubre otro tipo de fines menos solidarios. Es decir, una mezcla de bondad y maldad en el seno de una entidad muestra una contradicción producida por la corrupción de los valores. Por ejemplo, el lanzamiento de programas de corte social y humanitario no pueden ocultar otros hechos como remuneraciones escandalosas de directivos en épocas donde la compañía languidece por sus resultados económicos.
  6. No identificar los conflictos de interés. Por ejemplo, la existencia de favoritismos dentro de la organización.
Pero también la falta de transparencia, la ausencia de buen gobierno corporativo, la incoherencia entre lo que se dice y lo que se hace, han sido factores que bien podrían haber desencadenado denuncias por diferentes canales, como reguladores, miembros de los consejos de administración, etc., antes de llegar a la situación en la que se encuentran algunas compañías, la ethos (ética) de la empresa ha llegado a niveles mínimos como no se conocía. Lo positivo es que ha vuelto a aparecer la palabra ética en los papeles, ahora la duda está en saber si las organizaciones empresariales podrán medios y empeño en generar una “compliance” (departamentos encargados de evitar que la firma inflija la ley y la ética) o, por el contrario, se limitarán a rellenar una casilla en una memoria sin valor como hacen algunas por ejemplo con el Clima Laboral. El precio a pagar por dicho comportamiento es altísimo según María Vidal socio responsable de Ética de la consultora PwC, “La pérdida del componente ético supone para cualquier compañía una condena segura hacia la desaparición”. Jorge Luis Borges dijo en el su relato “La Lotería de Babilonia” que ninguna decisión es final, todas se ramifican en otras. La naturaliza de las decisiones humanas es compleja, las mismas se proyectan en otras pequeñas o grandes, las que se van multiplicando en otras por el solo hecho de la existencia de una inicial. Nadie dijo que navegar en el mundo de los negocios fuese fácil con un barco que se mueve impulsado por la ética, sin embargo en las travesías largas donde se busca asegurar una larga vida a las compañías, es el mejor combustible para que dicho barco navegue mucho tiempo.

Ya lo dijo John Donne; “Ningún hombre es una isla entera por sí mismo. Cada ser humano es una pieza del continente, una parte del todo”. Tal vez la ética como la empresa sea eso: pensar en los demás.”
 

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