miércoles, 19 de julio de 2017

ESTRATEGIA FORZADA, DAÑOS EXPONENCIALES





Los griegos llamaron “autarquía” a la capacidad de gobernarse a sí mismos. Epícteto decía: “¿Puede obligarte alguien a desear lo que no quieres o a no pensar lo que se te antoje? La voluntad de ser autosuficiente nada tiene que ver con actitudes arrogantes y narcisistas, se trata de algo más básico y esencial: vivir sin “amos”. Cualquiera puede convertirse en tu amo si posee algo que tú no tienes y que quieres obtener a toda costa: “Necesito que me ames”, “Necesito tu dinero”; “Necesito tu prestigio” o “Necesito tu protección”. La clave del autogobierno psicológico se puede resumir en esta expresión: “Si solo deseo lo que depende de mí, ¿quién podrá esclavizarme?”
En la actualidad asistimos a un cambio de época que está siendo afrontado de diferente forma por los directivos de las múltiples compañías en diferentes sectores, tanto grandes como medianas o pequeñas. Algunos persisten y vacilan obstinadamente en no salir de su zona de confort, evitando tomar medidas de calado como son los cambios directivos que se necesitan para cambiar y salir del marasmo en el que se encuentran las compañías, con reportes financieros que llevan largo tiempo estancados y sin ningún viso de que dicha situación vaya a cambiar a mejor. Esta situación viene acompañada de tristeza en los mercados bursátiles, clientes que se van a otros competidores y organizaciones que languidecen allí donde compiten. Son estos hechos un motivo más que justificado para acometer un proyecto de transformación real, ya que estas compañías se encuentran en una encrucijada para garantizar su supervivencia. Pero para llegar a esta situación, ¿Qué se ha hecho mal? 

Varias son las causas a las que podríamos atribuir dicha situación por la que atraviesan dichas compañías y que las hacen languidecer:
  • Lo primero que cabría resaltar es que están lideradas por personas que no han tenido una visión clara y definida hacia donde caminar.
  • Ausencia total de capacidad para influir a las personas que integran dichas compañías. Existe falta de credibilidad, ejemplo y realidad con lo que sucede dentro de la compañía y que perciben dichos empleados. 
  • Falta de rapidez para innovar y dar respuestas a lo que necesitan y requieren los clientes. 
  • Ambientes laborales tóxicos, donde el empleado se resigna a trabajar sin pasión y entusiasmo para una razón que consideran pérdida, ya que no responde al ideal de construir un futuro tan deseable como estimulante.
La visión que alguna vez fue fuente de inspiración y guía para seguir la voz de los líderes en dichas compañías, ha cambiado transformándose en una profunda frustración, ya que el tiempo ha ido poniendo negro sobre blanco una realidad que para nada se parece a lo que dichos lideres inspiraron y promulgaron a los vientos. Pese a la promesa de relatar las maravillosas oportunidades de negocio que existen con la digitalización y transformación organizacional, el empleado no percibe esto más que como una “moda pasajera” debido a que los viejos tics en la gestión siguen salpicando toda la organización. Debido a esta situación de inactividad en el liderazgo directivo y desmoralización generalizada, los empleados viven alejados de la realidad de la compañía. Aquellas empresas que un día fueron un referente en su sector, en la actualidad se vuelve cada vez más irrelevantes, debido a la cesión que hacen de su posicionamiento competitivo. Los clientes que perciben lo que sucede, eligen a aquellas compañías que presentan una oferta de valor que es más atractiva, esto es debido a que sus productos son más avanzados y sofisticados que los que ofrecen las compañías que están en ese declive.  Al mismo tiempo que ocurre todo esto, existe algo que socaba si cabe más la moral de las personas de dichas compañías en declive, es la observación que proporciona ver a compañías que compiten y triunfan allí donde la suya está en retroceso, esto no hace más que poner en relieve que se puede competir y ser un ganador.
Fue el profesor Gary Hamel el que dijo que vivimos en un mundo fragmentado y discontinuo donde solo la innovación estratégica puede aportar el valor que necesita el mundo empresarial. Para demostrar esta afirmación Hamel resume los puntos más importantes de dicha innovación estratégica en:
  • El surgimiento de nuevas voces de liderazgo en la creación de estrategia
  • El establecimiento de nuevas relaciones horizontales
  • La búsqueda de nuevos enfoques y nuevas perspectivas
  • La experimentación, para conseguir un mayor aprendizaje en la empresa
Para Hamel las compañías necesitan imperiosamente de “activistas revolucionarios” que cuestionen y aporten visiones diferentes a las que se establecen por jerarquía, los empleados obedientes y sumisos no dan valor a la compañía, aunque si es cierto son más fáciles para interaccionar y conducir. El entorno actual requiere de personas con un compromiso que vaya más allá de lo que es su labor profesional, se requiere de personas donde la pasión sea su principal motor para crecer, aprender y avanzar en la misión que tiene encomendada. En este ámbito un factor determinante para lograr dichas metas es: la libertad para discrepar. Desgraciadamente algunas compañías siguen premiando al sumiso en detrimento del que se mueve y cuestiona lo establecido con razones y argumentos, empobreciendo dicha organización y sus stakeholders. Las empresas que no quieran cometer este tipo de errores deberán de tener una serie de reglas que faciliten la experimentación y dicho aprendizaje, como por ejemplo:  
  • Trabajar con expectativas no lógicas
  • Manejar siempre criterios flexibles a la hora de establecer un negocio
  • Establecer una meta más allá de los objetivos habituales de negocio y que permita poner en juego todo el potencial de la empresa
  • Escuchar las propuestas que son revolucionarias
  • Aceptar las nuevas ideas
  • Dotar de recursos financieros las apuestas más arriesgadas y que rompan con la línea general de la empresa
  • Estimular a los empleados con  talento y ganas de ir más allá


Para Hamel los elementos primordiales que decidirán si una empresa funcionará y progresará en los próximos años o acabará hundiéndose y desapareciendo son los  siguientes:
  1. La existencia de valores. Es necesario “un renacimiento moral” de las empresas que permita a los ciudadanos volver a confiar en ellas.
  2. La búsqueda constante de innovación por parte de todos sus empleados. Cada persona es un recurso, su ausencia y compromiso con la visión es un derroche que no se puede permitir una compañía.
  3. Los cambios como clave para conseguir el éxito. El cambio es consustancial con la época que nos ha tocado vivir, aquella compañía que se adapte al mismo logrará mantener sus ratios de éxito.  
  4. La pasión por trabajar y crear es vital para que se produzca la innovación. No hay que olvidar que la sociedad se mueve por las reglas de la economía creativa y esto implica disfrutar de las emociones provocadas en el lugar de trabajo.
  5. La búsqueda de un credo que permita encontrar el equilibrio entre el control y la libertad, para gestionar correctamente la estrategia empresarial.


Para terminar este post se podría decir que forzar un cambio de estrategia no es el escenario más idóneo cuando alguien dentro de una compañía se ha equivocado con la misma, y no quiere cambiarla para no reconocer su error. En la actualidad el mundo empresarial no funciona como una “autarquía”, las compañías hay que gobernarlas con la vista puesta en sus diferentes stakeholders, como (accionistas o inversores). Cuando estos últimos se encuentran con una situación de declive y falta de dirección donde tienen puesto su capital pueden forzar a cambiar dicha estrategia… Por mucho que se resista al cambio el líder de la misma.  

Ya lo dijo Gary Hamel: “Es difícil imaginar estrategias emprendedoras, cuando uno empieza con nueve décimas partes del cerebro atadas a lo viejo ”.



 
 

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