domingo, 8 de diciembre de 2019

GREENWASHING...CUANDO ENGAÑAR LESIONA EL MEDIO AMBIENTE


"Repite una mentira con suficiente frecuencia y se convierte en verdad", es una ley de propaganda con frecuencia atribuida al nazi Joseph Goebbels. Entre los psicólogos, esto se conoce como el efecto de la "ilusión de verdad".
Así es como funciona un experimento típico sobre esto: los participantes califican cuán ciertas puede ser las afirmaciones de un cuestionario de trivialidades, cosas como "una ciruela pasa es una ciruela seca".
A veces, estas afirmaciones son verdad (como esa), pero en ocasiones los participantes ven una versión paralela que no es verdad (algo así como "un dátil es una ciruela seca").
Después de una pausa -de minutos o incluso semanas- los participantes repiten el procedimiento, pero esta vez, algunas de las cosas que califican son nuevas, y otras ya las habían visto antes en la primera fase.
La principal conclusión es que la gente tiende a valorar los elementos que ha visto antes como más probables de ser ciertos, independientemente de si son verdad o no, al parecer por la única razón de que están más familiarizados con ellos.
Las mentiras son maestras en el arte de encubrir nuestras debilidades, son creativas ya que adoptan tantas formas como nuestra imaginación les permite. Las hay pequeñas o piadosas y grandes, cobardes y atrevidas. A veces son inofensivas, sin embargo a menudo son enormemente dañinas. Todas ellas son descaradas, sin embargo, son tan despreciadas como utilizadas por aquellas personas que no son coherentes con lo que piensan. La realidad sin embargo, nos dice que todo ser humano a lo largo de la vida ha utilizado dicho recurso para salir de algún atolladero. Algunas personas las meten en su maleta de viaje como algo habitual en su discurso, ya que en muchos casos, son el mejor antídoto contra la cruda realidad que supera sus argumentos. Sin embargo, son compañeras de viaje muy peligrosas porque cuando menos lo espera uno se vuelven en contra. Es en esa situación, cuando la persona se enfrenta al coste de vivir detrás de una careta (mentira). Por desgracia, cuando se cae la careta el precio a pagar es una enorme factura para la que muchos no están preparados, ni quieren asumir las consecuencias ni el precio que la vida exige por su utilización.


La revolución ESG (Environmental, Social and Governance: “factores medioambientales, sociales y de gobierno corporativo”), término acuñado en el foro económico mundial de Davos en el año 2018, trata de  transmitir la relevancia y la magnitud que supone incorporar dichos criterios ESG en la toma de decisiones de inversión. Es un fenómeno imparable, revolucionario y rentable tanto financieramente como socialmente. En dicho foro se destacó la importancia del dogma que supone que “la revolución sostenible tiene la magnitud de la revolución industrial y la velocidad de la revolución digital”, magnitud en el sentido de que en un tiempo no muy lejano será un proceso natural, normal, que abarcará cualquier decisión de inversión; y velocidad en el sentido de la urgencia de cambio y de  hacer las cosas respetuosas con el medio ambiente de una forma sostenible y duradera. Los criterios ESG persiguen, entre otros aspectos, la construcción de un mundo y una sociedad que cuide el medioambiente, que se haga un uso eficiente y responsable de los recursos naturales,  la creación de ciudades del futuro amigables para las personas, con compañías que practiquen la integración de género y racial en sus equipos, una buena gestión de riesgos y una política de recursos humanos respetuosa, eficiente y de conciliación.




El Greenwashing es un término usado para describir la práctica de ciertas compañías en cuanto al uso y respeto con el medio ambiente en sus procesos de fabricación o prestación de servicios. No obstante, detrás de este anuncio en muchos casos se esconde una estrategia meramente formal pero no de fondo, por lo que se convierte en un uso lesivo y engañoso con aquello que se pretende proteger, el medio ambiente. Esta supuesta comercialización verde en algunos casos por ejemplo, esconde la elaboración con productos químicos enormemente perjudiciales para el medio ambiente, sin embargo lucen con una amigable etiqueta de respetuosos con la naturaleza. Las compañías suelen recurrir al Greenwashing por dos motivos principalmente; el primero y fundamental es el señalamiento por parte de la sociedad con respecto de sus malas prácticas en la elaboración de sus productos; el segundo motivo es que actualmente, los productos virtuosos, emergidos de auténticas políticas y programas de responsabilidad social están encontrando buena respuesta por parte de la comunidad. Esta tendencia permite sacar a aquellas compañías que la asumen de forma formal una ventaja competitiva al lucir en su estrategia la etiqueta de, environmental friendly (amigos con el medio ambiente), sin serlo necesariamente.
Algunos de los ejemplos más claros de Greenwashing se logran a través de empaques engañosos, etiquetas ecológicas inexistentes o leyendas que en realidad son falsas pero que presentan una mercadotecnia muy atractiva como por ejemplo; “Eficiecia energética”, “Producto 100% natural”, “Producto Orgánico” o “Amigables con el medio ambiente”. Un ejemplo de esto último lo encontramos en la compañía Airbus, el Airbus A380 mantiene el lema, “A better environment inside and out” (Un mejor ambiente por dentro y por fuera), lo que es una verdad a medias, si tenemos en cuenta el alto coste medioambiental de los cuatro motores que utiliza. Bien es cierto que los mismos tienen una eficiencia superior a por ejemplo los del Boeing 747, sin embargo la compañía europea ha tenido que evolucionar en la larga distancia a naves con dos motores. Un ejemplo de esto último lo tenemos con los Airbus 350 y el 321XLR. Las compañías aeronáuticas cada vez quieren aviones con motores más eficientes, que tengan un consumo más reducido por pasajero. Esta regla ha situado a los aviones Airbus 380 y Boeing 747 fuera de mercado al no existir demanda sobre los mismos. 

El ritmo de los cambios en la industria europea de las telecomunicaciones está en continua aceleración, esta situación ha generado que los antiguos monopolios estén en una fase de declive al estar redefiniéndose el sector por unos nuevos actores (OTTs), los cuales han puesto al servicio del consumidor nuevas herramientas digitales tales como  (WhatsApp, Facebook, WeChat, etc.), generando nuevos hábitos en la población que han ido arrinconando los servicios tradicionales de las operadoras.  Actualmente el consumidor necesita como elemento de primera necesidad la conectividad, sin embargo en la cadena de valor de dicho sector, no es el elemento que genere mayores beneficios, los ingresos y beneficios de los  OTTs así lo atestiguan. Esta situación obliga a las telecos a considerar nuevas formas de permanecer relevantes tanto para los consumidores finales como para los clientes empresariales. Las operadoras se han visto obligadas a buscar iniciativas que las diferencien y sean emblemáticas de cara al consumidor, y el Greenwashing es una de ellas.
                     Objetivos de Telefónica con la huella de carbono

La Universidad McMaster de Canadá, ha llevado a cabo una evaluación de la huella de emisiones que producen las telecomunicaciones, con la que han concluido que en los últimos 50 años el consumo de energía que se deriva de la utilización de dispositivos eléctricos ha aumentado un 600%. Además, sus autores hicieron también una previsión hasta el año 2040, concluyendo que en pocos años la huella de carbono que dejará en el planeta la utilización de teléfonos móviles, superará notablemente a la que dejan las pantallas como las del ordenador o las televisiones. La mayor parte de la energía que se necesita para las telecomunicaciones la consumen las infraestructuras relacionadas con Internet como pueden ser los servidores, los ordenadores o los teléfonos inteligentes, pero el correo electrónico también es una de las fuentes de consumo más importantes. Enviamos más de 188 millones de emails por minuto.  La huella de carbono que dejan los emails ha sido estudiada por el experto Mike Berners-Lee, en el libro "How Bad are Bananas: The Carbon Footprint of Everything", donde asegura que un correo electrónico normal deja una huella de 4 gramos de CO2e, que representa la energía total que los centros de datos y las computadoras gastan enviando, filtrando y leyendo mensajes. Según las últimas estimaciones oficiales, durante el año 2018 el sector de las Tecnologías de la Información y Comunicación “consumió entre el 6 y el 10% de la energía eléctrica generada en el mundo”. Otro estudio realizado en abril del año 2018 por Universidad de Glasgow en colaboración con la Universidad de Oslo en el que habla del impacto ecológico y económico que suponía el consumo de música. Según uno de los investigadores, el Dr. Kyle Devine, la reproducción en streaming ha ayudado a disminuir el consumo de plástico que se utilizaba para la fabricación de los vinilos y los CD´s, pero las escuchas en Internet han aumentado a tal nivel, que el consumo se ha disparado y también el impacto medioambiental que ello supone. En cifras concretas hablan de que la transmisión de música vía streaming, necesitaría un gasto de energía que estaría produciendo entre 200 y 350 mil toneladas de gases efecto invernadero. Otros datos los ofreció un artículo en “The Washigton Post”, que aseguraba que la transmisión de un álbum unas 27 veces, consumía la misma cantidad de energía que la que se empleaba para producir y enviar un CD.
Otro hecho muy contaminante es la visión de películas a través de Internet, el mismo estaría generando un gran impacto medioambiental. Netflix, una de las plataformas de streaming más importantes, aseguró en el año 2014 que un cliente promedio dejaba una huella de carbono de unos 300 gramos por año, aunque esta estimación no tuvo en cuenta la energía que necesitan los dispositivos para reproducir las películas. Dicha plataforma tiene 158,33 millones de suscriptores en todo el mundo, lo que representa una huella de carbono de 300 toneladas.  Lo mismo ocurre con el uso masivo de las redes sociales. Según un informe de la consultora Gartner, la energía que se necesita para enviar un tuit genera 0.02 gramos de CO2. Si tenemos en cuenta que de media al día se envían unos 500 millones de mensajes por Twitter, eso supondría una contaminación de 10 toneladas métricas de CO2 por día. Facebook, Youtube, WhatsApp, FB Messenger, We Chat, Instagram o LinkedIn son otras de las redes sociales que utilizamos día a día y a través de las cuales se envían un promedio de mensajes diarios mucho más superior a los que se envían en Twitter. Por lo tanto, al usar estas vías de comunicación también estamos contribuyendo a destruir el medio ambiente.

Según la agencia de calificación Standard & Poor's las redes de telecomunicaciones hacen un uso intensivo de energía y el desarrollo de Internet y del móvil va a hacer que esa situación vaya a más. Según las últimas estimaciones oficiales, durante el año 2018 el sector de las Tecnologías de la Información y Comunicación “consumió entre el 6 y el 10% de la energía eléctrica generada en el mundo”. Si se continúa a este ritmo, y la idea es que con el paso de los años el consumo de Internet vaya a más, se calcula que en 2030 el porcentaje total de energía consumida supere el 21%. Si esto llegara a cumplirse, la huella de carbono que dejaría la Red en los próximos años podría igualar a la que genera el transporte en todo el mundo.
Esta situación se produce porque el consumo de datos y de servicios de banda ancha y de móvil se ha desbocado, lo que ha disparado el uso energético. Tanto la fibra óptica como el 5G o los nuevos avances que están desarrollando las operadoras de telecomunicaciones permitirán eficiencias energéticas como por ejemplo; mayor uso de servicios en la nube, ayudar al teletrabajo, mejoran la eficiencia energética en los edificios o permiten las videoconferencias, con el consiguiente ahorro en desplazamientos y uso de recursos que todo eso implica. Las operadoras para poder desarrollar dichas redes se han embarcado en la emisión de los llamados “bonos verdes”, como por ejemplo Telefónica, Verizon o Vodafone. Sin embargo, algunos inversores han expresado su reticencia, ya que dichos bonos emitidos por las operadoras de telecomunicaciones financian proyectos que pueden considerarse su negocio normal y a los que les falta un estudio medioambiental adicional. Ante este posicionamiento de algunas gestoras que han rehusado invertir en estos bonos a través de sus fondos verdes, la agencia Standard & Poor's ha decidido analizar las emisiones y valorar su impacto real en la sostenibilidad. Las operadoras para ayudar a vencer dicha resistencia se han comprometido a reducir sus emisiones de efecto invernadero, Telefónica por ejemplo se ha comprometido a reducirlas un 30% para el año 2020 y llevar el recorte al 50% en 2030. Para ese año, toda la energía que consuma será renovable. Vodafone y Verizon tienen promesas similares. Standard & Poor's ha avalado dichos bonos verdes de las tres telecos con un aprobado alto en sostenibilidad, prueba de dicho éxito ha sido que dichos bonos han sido sobre suscritos en un 500%. El importe de Telefónica en dicho bono verde fue de 1.000 millones de dólares http://bit.ly/2RxfCO3

Estos días se está celebrando en Madrid hasta el día 13 de diciembre la 25 edición de la Cumbre del Clima (COP25), la misma está patrocinada entre otras por la compañía española de electricidad y gas Endesa. La compañía ha pagado dos millones de euros (2,2 millones de dólares) para convertirse en “patrocinador diamante” de la Cumbre del Clima, aunque recuperará parte de ese dinero en forma de incentivos fiscales y desgravaciones, el 95% es desgravable. Iberdrola, que presume de verde, también patrocina la COP25, fue la octava empresa más contaminante en el año 2018: 3,3 millones de toneladas de CO2. Pero además, la categoría más alta de patrocinio, la catalogada como "diamante", habilita a las empresas a disponer de un espacio propio en la Institución Ferial de Madrid, y dos compañías figuran como socios preferentes: una como "socio tecnológico" (Telefónica) y otra como "socio de movilidad" (Grupo Volkswagen).Según el informe “Emergencia climática en España 2019”, del Observatorio de la Sostenibilidad, las empresas que más contribuyeron al cambio climático en el país en 2018 fueron Endesa, Repsol, Naturgy, EDP, ArcelorMittal, Cepsa, Viesgo, Iberdrola, Cemex, Lafarge-Holcim y Cementos Portland, la mayoría de ellas vinculadas al ámbito energético. Endesa se alza con la corona de este dudoso mérito y se coloca como la empresa más contaminante del país: expulsa a la atmósfera el 23 % de las emisiones industriales y el 9 % de las totales. La Cumbre del Clima es un foro político en la que diferentes partes, conformadas por representantes de más de 200 países, empresas, o organizaciones de la sociedad civil y otros grupos se reúnen para tomar decisiones que permitan reducir los efectos del cambio climático y continuar con el Protocolo de Kioto y el Acuerdo de París.
Greenwashing es actualmente una de las prácticas más novedosa e innovadora que pueden utilizar las compañías para captar la voluntad del consumidor, sin embargo, aquellas que hagan un mal uso de dicha cuestión con prácticas fraudulentas, puede convertirse en un boomerang con serias consecuencias de impacto negativo en su reputación y cuentas.

Ya lo dijo Friedrich Nietzsche: “La mentira más devastadora es aquella con la que un hombre se engaña a sí mismo”.
 




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