jueves, 13 de febrero de 2020

VALORES OLVIDADOS, TRISTEZA EN LA GESTIÓN...DECADENCIA ACELERADA


A llevar a un artista de un lugar a otro lo llaman transfer y en ello estaba nuestro jefe técnico con uno de esos artistas a los que da gusto “transferir” a cualquier parte: Juan Tamariz. Tamariz embelesó al público de Cultural Caja de Burgos con su “Magia Potagia” en diciembre de 2013. Ser uno de los mejores magos del mundo y poseer la varita mágica de un humor inigualable son ingredientes infalibles para cocinar números únicos y arrebatar largos minutos de aplausos en espectáculos que siempre saben a poco. Andaban Juan y nuestro compañero devenido a chófer camino de Madrid (en esto del transfer) cuando un amplio dispositivo de la Guardia Civil pone nuestra furgoneta en la cola de una larga hilera de vehículos. Primer control: mirada circunspecta de uno de los guardias que tira de intercomunicador y parece dar instrucciones a sus compañeros del segundo operativo que se encuentran unos metros más atrás. Mientras todos los vehículos pasan el trance en la consabida fila india, otro guardia ordena con grandes aspavientos a la furgoneta parar en el arcén. Nuestro compañero mira su cinturón de seguridad, el de Juan, revisa el indicador de luces, hace repaso mental del seguro, del permiso de conducir, de la ITV. ¿Qué será, será...? Dos guardias del primer control se acercan presurosos, se juntan varios de los del segundo. ¡Ay, ay, ay, la cosa parece seria! Bajamos la ventanilla; el de mayor graduación saluda mano a la frente, el resto esperan detrás disciplinados. Tensos instantes de espera y... “Juan, Juan Tamariz, verdad... ¡Jo, mis hijos son fans suyos y nosotros, mi mujer y yo, le admiramos desde niños! ¿Sería tan amable de firmarnos un autógrafo?”. “Y a mí, y a mí, por favor”, corean a su espalda guardias emocionados. Y Juan firma y ríe, y con algún autógrafo suelta algún “tachaaan” de los suyos. Un artista en el teatro y también en ruta, un mago capaz de obrar el gran truco: que las multas se vuelvan mágicas cartas que en vez de restar puntos suman sonrisas.

El racionalismo marcó una etapa de la humanidad y fue durante mucho tiempo el mantra que rigió los sistemas educativos, sociales y políticos. Fue una etapa del humanismo donde la razón aplastaba todo, incluso anulaba o más bien desafiaba la dimensión emocional de las personas. Hoy en día el mundo poco a poco se está dando cuenta que la dimensión emocional es una gran herramienta que tiene el ser humano y que se debe y puede impulsar el mundo empresarial. El neurólogo canadiense Donald Calne apuntó que “la diferencia esencial entre emoción y razón es que la emoción lleva a la acción, mientras la razón lleva a conclusiones”. La emoción es una predisposición a la acción. De hecho, la palabra emoción viene del latín emovere”, es decir: “lo que me mueve”, “lo que me pone en acción”. El aprendizaje emocional tiene que ver con la posibilidad de adecuarnos rápidamente a los cambios que se producen en el entorno. Llevando esta situación al mundo empresarial, nos damos cuenta de que algunas compañías viven en un estado emocional de miedo, de ira, de tristeza o simplemente de “divorcio psicológico”, en el que los empleados van a trabajar, pero ni tienen pasión, ni compromiso, ni nada que les haga creer en el equipo directivo que dirige la misma. Evadiéndose silenciosamente de la situación en la que viven, es lo que se conoce como “despido interior”. Pero ¿que lleva a esta situación de tristeza, alejamiento, rechazo y falta de ilusión de los empleados con su compañía? 


Las organizaciones desarrollan creencias y patrones distintivos con el paso del tiempo. La cultura organizacional se configura por supuestos y patrones que son inconscientes o se dan por sentados, se configuran por los valores presentes, los mitos, los cuentos, las historias y anécdotas, los rituales y ceremonias, las costumbre y las tradiciones; así como otras formas simbólicas.  Para Carl Jung, el hombre es un ser eminentemente simbólico, por tanto, los directivos que entienden el poder de los símbolos tienen más probabilidades de influir en la organización que aquellos que no le prestan mayor importancia. Un símbolo es una representación de un objeto, hecho o intención, con frecuencia es algo que es mucho más profundo y complejo que el símbolo mismo, ya que causa e induce a interpretaciones variadas y moviliza emociones, actitudes y conductas.  Los valores son elementos vitales o motores de la persona, son poderosos y complejos en la vida de cualquier grupo u organización, alimentan las actitudes, percepciones y conductas de las personas dentro de una compañía. Las creencias son suposiciones acerca de qué y cómo es la compañía y de cómo deberían ser al igual que los valores señalan los modos de actuar de los empleados. Ambos codifican una gran variedad de significados y mensajes en formas que resultan rectoras en la conducta y contagiosas emocionalmente. Reflejan y expresan la cultura organizacional: son patrones mentales, creencias, valores y símbolos que definen a sus miembros lo que son y la manera en que hacen las cosas.

Los valores pues representan la base de examen sobre los que los miembros de una compañía emplean para juzgar situaciones, actos, objetos y personas. Estos reflejan las metas reales, así como las creencias y conceptos básicos de una compañía y como tales forman la médula espinal de la cultura organizacional, constituyen los cimientos, definen el éxito en términos concreto para los empleados y establecen normas para la compañía, proporcionan un sentido de dirección común para todos los empleados y establecen directrices para su compromiso diario. Así mismo inspiran la razón de ser de cada institución, vienen a ser los manuales de instrucciones para el comportamiento de la compañía y de las personas. Aunque los valores sean abstractos, su utilidad organizacional se basa en la capacidad que tienen para generar y dirigir conductas concretas o en la capacidad que tienen de su conversión en pautas, lineamientos y criterios para acciones y conductas, lo que determina que siempre sean formulados, enseñados y asumidos dentro de una realidad concreta de actuación, convirtiéndose en atributos de dignidad o perfección. Así pues, los valores representan la base de examen que los miembros de una compañía emplean para juzgar situaciones, actos, objetos y personas.


Últimamente estamos asistiendo por la prensa, reguladores, mercados, bolsas, etc., a un bombardeo de información donde esos valores de los que hablo brillan por su ausencia, siendo un ejemplo claro y manifiesto de decadencia acelerada de sufre alguna compañía del IBEX 35, que vive sumida en una realidad distorsionada por su equipo directivo. Esta situación viene siendo corroborada en los últimos tiempos por las métricas que presenta cuando hace sus presentaciones de resultados. Asimismo, las acciones más recurrentes de su equipo directivo consisten en vender patrimonio y reducir el perímetro de la compañía con el fin de rebajar su deuda, deuda que por cierto fue creciendo exponencialmente estando el actual presidente dentro de la misma en funciones directivas sin que se le conozca ninguna acción o declaración de la deriva que llevaba entonces la compañía. Fomentar un culto excesivo a su personalidad con la construcción de una imagen ficticia, combinado ello con una propaganda desatada desde prensa y medios a su servicio y unido todo ello a una falta de visión de la realidad hacia dónde camina el mercado por el que se mueve, han llevado a que dicha compañía se encuentre sin alternativa ante la caída de ingresos que se vaticina por parte de las diferentes casas de análisis. La desmoralización y tristeza que impregna dicha compañía en la gestión es un mal endémico que gravita sobre los diferentes stakeholders de dicha sociedad, como son, por ejemplo; accionistas, inversores, empleados, directivos de nivel medio, etc. Esta forma de gestión ha traído hechos y acciones que han limitado la capacidad de factores críticos en el crecimiento y desarrollo de la compañía, como pueden ser; la formación, la I+D, la descapitalización de los recursos humanos, el repliegue en determinados mercados, la inversión en nuevos negocios de dudosa rentabilidad, etc. Decía Jack F. Rockart, “los factores de éxito para cualquier negocio son un número limitado de áreas en las que los resultados, si éstos son satisfactorios, garantizarán un rendimiento competitivo exitoso para una compañía. Estas son áreas principales donde las cosas deben ir bien para que el negocio florezca: si los resultados en dichas áreas no son los adecuados, los esfuerzos de la organización, para ese período, no estarán definidos y los objetivos de gestión no podrán ser alcanzados.” 
A todo lo dicho anteriormente, existen tres factores que agravan y son determinantes de la situación en que se encuentra dicho equipo directivo. La primera, es que no goza dentro del Consejo de Administración con el apoyo de los accionistas más importantes, los dominicales, (aquellos que tienen como mínimo un 5% de la sociedad). La segunda es que tiene un nulo apoyo dentro del espectro político de la colación que gobierna el país. Por último, la tercera es que el balance de gestión de estos últimos años ha sido relevante en cuanto a la enajenación de patrimonio y reducción de activos llevada a cabo, más allá de la reducción de deuda efectuada. La compañía se encuentra actualmente sin músculo financiero y de negocio, ya que el “core” principal se ha ido debilitando debido a la fuerte competencia en los mercados en los que opera, sin embargo, la nula apuesta hecha por la I+D con el fin de abrir nuevas líneas de negocio que permitiesen paliar la caída de ingresos que se avecina en el negocio principal, condena a la misma a seguir languideciendo. En resumen, se podría decir sin lugar a duda qué en este momento no existe ningún paraguas que pueda proteger al equipo gestor de la tormenta que se avecina. 

Para terminar, decir que es una pena que no haya un Juan Tamarit para sacar a dicha compañía de la situación en la que se encuentra…Aquí la “Magía Potagia” no sirve. 

Ya lo dijo Martin Luther King: “Debemos aceptar la desilusión finita, pero nunca perder la esperanza infinita”.

 

 


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